La imitación de Cristo
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La imitación de Cristo

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La imitación de Cristo

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Información del libro

Este libro es un clásico de la literatura mística y uno de los libros más traducidos después de la Biblia. Al teólogo, humanista y estilista mexicano Agustín Magaña se debe esta versión moderna en castellano. Se trata de un texto espiritual, redactado por monjes y frailes que viven según el ejemplo de Cristo, pero tuvo una amplia difusión en el seno de la Iglesia.

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Información

Año
2017
ISBN
9788425437199
Categoría
Religion
Libro tercero
DE LA CONSOLACIÓN INTERIOR
Capítulo 1
CRISTO HABLA INTERIORMENTE AL
ALMA FIEL
El discípulo. «Escucharé lo que el Señor mi Dios al corazón me dice» (Sal 134, 9).
¡Dichosa el alma que oye a Dios hablarle al corazón, y de su boca escucha palabras de consuelo!
¡Dichosos los oídos que reciben las ondas de los murmullos divinos, y de los rumores del mundo nada perciben!
¡Verdaderamente dichosos los oídos que no escuchan las voces que fuera resuenan, sino la verdad que dentro enseña!
¡Dichosos los ojos que, cerrados a las cosas exteriores, en las interiores están fijos!
¡Dichosos quienes penetran en el interior de sus almas y por medio de continuos ejercicios se esfuerzan para disponerse cada vez mejor a comprender los arcanos celestiales!
¡Dichosos los que suspiran por vivir para Dios, y para obtener ese fin se desembarazan de todos los impedimentos del mundo!
Advierte todo esto, alma mía, y cierra la puerta de tus sentidos para poder oír bien lo que Dios, tu Señor, te dice al corazón.
2. Esto dice tu Amado:
Cristo: «Yo soy tu salvación» (Sal 34, 3), tu paz y tu vida.
Vive conmigo, y hallarás la paz. Olvida todo lo temporal; busca lo eterno.
¿Qué es todo lo temporal, sino puro engaño? ¿Y qué harían por ti todas las criaturas, si el Creador te abandonase?
Renunciando, pues, a las criaturas, hazte agradable y fiel al Creador para que puedas alcanzar la felicidad verdadera.
Capítulo 2
LA VERDAD HABLA DENTRO SIN RUIDO
DE PALABRAS
El discípulo. «Señor, habla, que tu siervo escucha» (1 Re 3, 10). «Tu siervo soy; dame inteligencia para entender tus palabras» (Sal 98, 125).
Inclina mi corazón a escuchar las palabras de tu boca; que caigan en él como rocío.
Allá en lejanos tiempos decían a Moisés los hijos de Israel: «Háblanos tú y te escucharemos; pero que no nos hable el Señor, no sea que nos muramos» (Éx 20, 19).
No te pido yo eso; no, Señor. Antes bien, anhelante y humilde, te ruego con el profeta Samuel: «Habla, Señor, que tu siervo escucha».
No me hable Moisés ni otro profeta. Mejor háblame tú, Señor Dios mío; tú que a todos los profetas inspiraste y alumbraste: porque tú solo puedes enseñarme bien sin ellas, pero ellos nada pueden hacer sin ti.
2. Ellos pueden pronunciar y hacer resonar palabras, pero no dan espíritu.
Bello es su lenguaje; mas, si tú callas, no abrasa mi corazón.
Ellos escriben; mas tú nos descubres su sentido.
Ellos enuncian misterios; tú rompes el sello del arcano.
Ellos promulgan tus preceptos; tú nos ayudas a cumplirlos.
Ellos nos enseñan el camino; tú nos das fuerzas para andarlo.
Su acción es sólo exterior; tú instruyes y alumbras los corazones.
Ellos riegan por fuera; tú das por dentro la fecundidad.
Ellos claman; tú das inteligencia para entender lo que escuchamos.
3. Que no me hable, pues, Moisés. Mejor háblame tú, Señor Dios mío, Verdad Eterna. No sea que no dé fruto y muera, si oigo sus exhortaciones sólo con los oídos corporales, sin que mi alma se abrase.
No sea que sus palabras oídas y no guardadas; entendidas, pero no amadas; creídas, pero no puestas en práctica, vayan a ser condenación para mí.
«Háblame, pues, Señor, que tu siervo escucha», pues «tú tienes palabras de vida eterna» (Jn 6, 69).
Háblame, Señor, para consuelo de mi alma y enmienda perfecta de mi vida; para tu alabanza y gloria y honra sempiterna.
Capítulo 3
LAS PALABRAS DE DIOS DEBEN OÍRSE
HUMILDEMENTE, Y MUCHOS NO LAS
PONDERAN
Cristo. Escucha, hijo mío, mis palabras: palabras dulcísimas que en sí contienen sabiduría más profunda que la de todos los sabios y filósofos del mundo.
«Mis palabras son espíritu y vida» (Jn 6, 64), y no deben ser consideradas al modo humano.
No se debe sacar de ellas vano placer; sino deben ser escuchadas en silencio y recibidas con humildad profunda y ardiente amor.
2. El discípulo. Y yo exclamé: ¡«Señor, dichoso quien tú enseñas, y en tu santa ley instruyes para mitigarle los males de la vida» (Sal 93, 12-13) y que no viva desolado aquí en la tierra!
3. Cristo. Yo enseñé desde el principio a los profetas, y no dejo hasta hoy de hablar a todos, pero muchos se ensordecen y endurecen a mi voz.
Los más escuchan con mayor gusto al mundo que a Dios; siguen más fácilmente los deseos de la carne que la voluntad de Dios.
Promete el mundo cosas temporales y viles, y con gran celo le sirven; prometo yo bienes inmensos y eternos, y los corazones de los mortales languidecen.
¿Hay quien me sirva y obedezca en todo con tanta diligencia como se sirve al mundo y a los señores del mundo?
«Debieras ponerte colorada de vergüenza, Sidón, le dice el mar» (Is 23, 4). Y si preguntas la razón, óyela: por obtener un pobre beneficio, largo camino se corre; por obtener la vida eterna, muchos apenas si alzan una sola vez un pie del suelo.
Miserable ganancia se busca; se alterca a veces vergonzosamente por una moneda; por una cosa vana, y aun por la mera promesa de una pequeña cosa no se teme trabajar día y noche rudamente.
4. Pero, ¡qué vergüenza! Por el bien incomparable, por la recompensa grande sobre toda ponderación, por la honra más alta y la gloria interminable se siente pereza de fatigarse siquiera un poquito.
Avergüénzate, pues, siervo perezoso y quejumbroso, de que sean los mundanos más activos para su perdición que tú para tu salvación.
Más se gozan ellos en la vanidad, que tú en la realidad. Sus esperanzas a veces les salen fallidas; mis promesas a nadie le fallan, ni dejan con manos vacías a quien en mí confía. Lo que prometí daré, lo que dije cumpliré; pero a quien permanezca fiel a mi amor hasta la muerte.
Yo soy quien premia a todos los buenos, y el fuerte que prueba a todos los devotos.
5. Graba mis palabras en tu corazón, y estúdialas con esmero, porque en tiempo de tentación mucho las vas a necesitar.
Lo que no entiendas al leerlo, ya lo entenderás el día que te visite.
De dos modos suelo visitar a mis elegidos: con tentaciones y consolaciones.
Y diariamente les enseño dos lecciones: una, reprendiéndoles sus vici...

Índice

  1. Cubierta
  2. Portada
  3. Créditos
  4. Índice
  5. Prólogo del traductor
  6. Libro primero: EXHORTACIONES ÚTILES PARA LA VIDA ESPIRITUAL
  7. Libro segundo: EXHORTACIONES A VIVIR VIDA INTERIOR
  8. Libro tercero: DE LA CONSOLACIÓN INTERIOR
  9. Libro cuarto: DEL SACRAMENTO DEL ALTAR
  10. INFORMACIÓN ADICIONAL