Ética de la investigación
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Ética de la investigación

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Como introducción general a la ética de la investigación, esta obra ofrece recursos para todo aquel que se dedique al campo científico y quiera descubrir los valores que configuran sus prácticas cotidianas, además de plantearse en qué medida promueven una cultura de la responsabilidad solidaria. La ética de la investigación se ha convertido en una de las éticas aplicadas más interesantes en la sociedad del conocimiento y la era de la globalización. Es por ello que es necesario abordarla para que, además de reconstruir el factor vocacional de la actividad investigadora como profesión, oriente cívicamente la responsabilidad en un horizonte de solidaridad global.

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Información

Año
2018
ISBN
9788425440953
ACTIVIDAD INVESTIGADORA Y ÉTICA PROFESIONAL
Introducción: investigación y talento
En lugar de hablar solo de «investigación», utilizaremos la expresión «actividad investigadora» para referirnos a la praxis de quienes se dedican a investigar, bien porque son investigadores «profesionales», bien porque son investigadores «ocasionales». Mientras que el conjunto de los primeros es fácil de delimitar porque hacen de la actividad investigadora su medio de vida, los segundos son quienes tienen en ella un complemento de otras actividades profesionales como la docencia, la transferencia del conocimiento, la comunicación científica, la divulgación de los saberes, la gestión o, simplemente, otras profesiones desde las que también se puede «investigar». Dentro de estas últimas se sitúa el amplio campo de profesionales de la salud, del cuidado de la naturaleza, de la gestión o de la educación.
Por lo general, la actividad investigadora está asociada a otras actividades como la publicación, la difusión, la divulgación, la transmisión y la comunicación de los conocimientos. Por ello, al investigador no solo se le exige curiosidad, capacidad de análisis y precisión en sus búsquedas, sino todo un conjunto de competencias que también se requiere a los profesionales de la comunicación en general. Aquí nos vamos a referir a la actividad investigadora en general.
Cuando hablamos de ética profesional en la actividad investigadora nos estamos refiriendo a un conjunto de personas que han dedicado toda su vida o parte de su tiempo a la actividad científica. Entendemos por «actividad investigadora» aquella que realiza una persona que trabaja en una escuela, universidad, laboratorio, centro de investigación o comunidad investigadora. Su labor parte de ciertos datos, huellas o vestigios —la palabra «investigar» procede del latín vestigium, que traducimos como «huella»— y tiene como fin ampliar el conocimiento utilizando las reglas propias del método científico propio de su área, disciplina o materia. Para conseguir este fin, contrasta sus hipótesis y reflexiones con el conjunto de colegas que forman una comunidad de investigación en el marco de la cual cobran sentido las aportaciones que se realizan. Esta comunidad está abierta a otras comunidades de investigación en otras áreas de conocimiento y estas, a su vez, se integran en el conjunto de la sociedad. La ampliación del conocimiento tiene siempre un horizonte ético y se ejecuta desde los presupuestos básicos de la comunicación humana donde se inscribe o integra la comunidad de investigación como un conjunto de personas buscadoras de la verdad.
Aunque el término «investigador» también se emplea en el ámbito judicial, administrativo o penal, nos limitaremos al ámbito científico, técnico y educativo. En el marco de la Organización Europea para la Cooperación y el Desarrollo Europeo (OCDE) se describe esta actividad de investigar como la realizada por un especialista implicado en la creación de nuevas teorías, productos, procesos, métodos y sistemas de conocimiento. En sentido estricto, solo deberíamos considerar a quienes trabajan en centros o institutos dedicados de manera explícita a la investigación, sean públicos o privados; por ejemplo, los investigadores del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) o los profesores universitarios que no tienen actividad docente porque dedican todo su tiempo a la actividad investigadora. Hay un modo restringido de entender la ética profesional de la labor científica orientándola únicamente a estos profesionales. Sin embargo, la relación entre actividad investigadora y ética profesional se puede entender en un sentido amplio cuando pensamos en dos grupos importantes de profesionales: por un lado, los de las ciencias de la vida y la salud que compaginan su actividad profesional (medicina, enfermería, fisioterapia, etc.) con actividad investigadora; por otro, los jóvenes universitarios que en todas las áreas del conocimiento se inician con equipos o grupos de investigación en los que también hay docencia, comunicación, divulgación, gestión o transferencia del conocimiento.
Conocimiento y compromiso
Recientemente ha aparecido un libro editado por la UNESCO que llevaba por título Knowledge and Engagement. Building Capacity for the Next Generation of Community Based Researchers que recoge más de veinte casos prácticos en los que las investigaciones están basadas en la acción comunitaria. Hasta ahora, el universo académico se había instalado en un paradigma donde la universidad o los centros de investigación producían un conocimiento que luego aplicaban o transferían a la sociedad, como si la universidad y la sociedad fueran espacios diferentes, como si hubiera una asimetría estructural entre las instituciones de conocimiento (arriba) y la sociedad (abajo). Los trabajos nos invitan a cuestionar dicha asimetría y a tomar conciencia de que los centros de investigación no trabajan «para» la sociedad, sino «junto a» la sociedad.1
Este cambio de paradigma es importante para entender la actividad investigadora como «co-construcción del conocimiento» y, sobre todo, como una iniciativa que fomenta la transdisciplinariedad y la sostenibilidad como competencias transversales en todos los niveles educativos. Este paradigma educativo está dejando de ser una simple opción metodológica, porque promueve el civismo y facilita la relación entre teoría y practica.2
Los centros de investigación han comenzado a desarrollar lo que Hans Jonas denominó el nuevo imperativo de responsabilidad.3 La responsabilidad ya no se presenta como una valoración de las acciones después de haberse producido, sino como una obligación moral de toda la comunidad científica, docente y educativa. Con este imperativo adquiría carta de naturaleza académica en 1979 el esbozo de ética de la responsabilidad que describió Max Weber en las conferencias pronunciadas en 1918 y que fueron recogidas con el título El político y el científico.
Recordemos que Max Weber planteaba la ética de la responsabilidad como una propuesta ante dos opciones posibles: la moral de la convicción y la ausencia de moral. Aunque estamos acostumbrados a contraponer una ética de la convicción (hágase la justicia aunque perezca el mundo) y una ética de la responsabilidad (calculemos las consecuencias de nuestras acciones antes de realizarlas), Weber proponía una mediación interesante para introducir discernimiento y lucidez en la acción. Por el hecho de pedir lucidez para que las convicciones no se desvinculen del universo de la decisión personal histórica, su ética es una ética de la responsabilidad convencida.4
Sin necesidad de remontarnos a Krause y reconstruir las raíces de la Institución Libre de Enseñanza, sería bueno rastrear el personalismo dialógico y la hermenéutica filosófica como tradiciones que promueven la responsabilidad y el compromiso en el servicio a la sociedad. Voy a presentar algunas ideas básicas de Emmanuel Mounier que pueden ser de utilidad para pensar la relación entre investigación, conocimiento y responsabilidad. Con ello no quiero desmerecer las aportaciones de otras tradiciones como el pragmatismo, el liberalismo o el marxismo, sino ubicarlas en un contexto filosófico más amplio.5
Las reflexiones de Emmanuel Mounier son clarificadoras porque plantean el compromiso como una de las estructuras básicas del universo personal. Y lo hace como práctica del discernimiento y la responsabilidad, además en perspectiva histórica, para que, en nuestro tiempo, sepamos ver el error del «soliloquio egocéntrico» y del «conformismo animal». Asimismo nos recuerda que la acción responsable no es un ejercicio lógico de deducción de teorías abstractas:
No somos verdaderamente libres más que en la medida en que no somos enteramente libres. […] Es sintomático que la voluntad y el compromiso hayan conocido en el mundo moderno una desconsideración y un retroceso paralelos y que la desesperanza contemporánea haya nacido de nuestras dimisiones. […] Esta doble condición, donde la alegría existencial está mezclada con la tensión trágica, hace de nosotros seres de respuesta, responsables. Es preciso revalorizar estas palabras. […] Parece a veces que el hombre contemporáneo no sabe más que oscilar de acá para allá, del soliloquio egocéntrico al conformismo animal, de un falso ángel a una vieja bestia. Nosotros nos definiríamos bastante bien por el gusto de evitar estas dos hipocresías al hombre que nazca de la crisis presente. […] Querer obrar y no abandonar nada de sus principios o no mancharse las manos es una contradicción en los términos: expresa un fariseísmo egocéntrico, más apegado a la propia imagen que al destino común de los hombres. […] La teoría se forma en la experiencia y por ella. No hay deducción inmediata y cierta de una teoría elaborada con las formas de acción que pueden emanar de ella.6
En una ética de la investigación estas reflexiones son importantes por tres razones:
  1. En primer lugar, porque nos ...

Índice

  1. Cubierta
  2. Portada
  3. Créditos
  4. Índice
  5. Dedicatoria
  6. Cita
  7. INTRODUCCIÓN
  8. HORIZONTES ÉTICOS DE LA ACTIVIDAD INVESTIGADORA
  9. ACTIVIDAD INVESTIGADORA Y ÉTICA PROFESIONAL
  10. DE LA INVESTIGACIÓN INGENUA A LA INVESTIGACIÓN CRÍTICA
  11. ANEXOS Y BIBLIOGRAFÍA
  12. Información adicional