Segunda parte
LAS TRIBULACIONES DE HOY
FRANCISCO
«La herida abierta, dolorosa y compleja de la pedofilia»
Cuatro cartas a la Iglesia de Chile
GUÍA DE LECTURA DE LAS
«CARTAS A LA IGLESIA DE CHILE»
Diego Fares S.I.
Una herida abierta, dolorosa y compleja, que desde hace mucho tiempo no deja de sangrar: así se podría definir el escándalo de los abusos que golpea a la sociedad y a la Iglesia de Chile. Intentaremos dar cuenta del proceso que ha iniciado Francisco para sanar esta llaga. Como se trata de un proceso en curso, presentaremos una cronología de los hechos principales y de los pasos dados. Haremos luego una reflexión acerca de los criterios de discernimiento que utiliza el Papa para iluminar esta realidad en la cual «todos estamos implicados», como dijo a los obispos de la nación.
Un hecho significativo, que condensó muchos otros y fue, de alguna manera, el detonador del proceso de los últimos meses, tuvo lugar el 18 de enero de 2018, cuando una periodista interpeló al papa Francisco sobre el caso del obispo Barros. Él le contestó: «El día que tenga una prueba voy a hablar».
Tres días después, en el viaje de regreso de Perú a Roma, la habitual conferencia de prensa durante el vuelo tuvo un carácter singular. El testimonio de varios periodistas que participaron de ese momento concuerda en el hecho de que el Papa se expuso a cualquier pregunta que le quisieran hacer. En este clima, pidió perdón dos veces por la palabra «prueba» que había utilizado: «Sobre esto debo pedir perdón, porque la palabra “prueba” ha herido, ha herido a muchos abusados». Varios detalles de las cosas que el Papa explicó prolijamente dejaban entrever que desde hacía tiempo venía recorriendo un camino con las víctimas y con los acusados.
En este paso, que suscitó muchas interpretaciones y conmovió por el modo en que el Pontífice pidió perdón en primera persona, rescatamos una actitud que el padre Bergoglio había caracterizado como «una dialéctica propia de la situacionalidad del discernimiento: buscar —dentro de sí— un estado parecido al de fuera […] y —de esta manera— se está en mejor disposición de hacer el discernimiento». El clima del «afuera» mediático era de acusaciones cruzadas de todo tipo y calibre. El Papa se acusó a sí mismo y pidió perdón de algo concreto en lo que había ofendido, y haberse acusado le permitió, como veremos, discernir con más claridad los pasos a seguir.
Después de un mes de oración y consultas, el 19 de febrero envió a Mons. Charles Scicluna a Chile con la misión de escuchar desde el corazón y con humildad a las víctimas y hacer un informe de la situación que le brindara un diagnóstico lo más independiente posible y ofreciera una mirada limpia. Como le dijo luego al Pueblo de Dios en su carta, «la visita de Mons. Scicluna y Mons. Bertomeu nace al constatar que existían situaciones que no sabíamos ver y escuchar».
Después de la lectura del informe, que le fue entregado el 20 de marzo, el Papa dio tres pasos. El primero fue encontrarse «personalmente con algunas víctimas de abuso sexual, de poder y de conciencia, para escucharlos, y pedirles perdón por nuestros pecados y omisiones». De estos encuentros rescatamos tanto las declaraciones de las víctimas acerca de lo que significó para ellas el trato del Papa y, para el Santo Padre, cuánto le alegró y esperanzó que ellos reconocieran a tantas personas que los ayudaron: los «santos de la puerta de al lado» como le gusta llamarlos al Santo Padre.
El siguiente paso lo dio el 8 de abril, y fue para convocar a los obispos chilenos a reunirse con él en Roma. Los obispos estaban reunidos en la 115ª asamblea plenaria y el Papa les escribió «para solicitar humildemente vuestra colaboración y asistencia en el discernimiento de las medidas que a corto, medio y largo plazo deberán ser adoptadas para restablecer la comunión eclesial en Chile, con el objetivo de reparar en lo posible el escándalo y restablecer la justicia».
El encuentro tuvo lugar entre el 15 y el 17 de mayo. A las 16 hs del 15 de mayo el Santo Padre se reunió con los 34 obispos que vinieron de Chile en la auletta del Aula Pablo VI y, después de tener una meditación, entregó a cada uno de los obispos la carta de diez carillas con los puntos tratados y los invitó a dedicar exclusivamente un tiempo a la oración hasta la siguiente reunión, que tuvo lugar el miércoles 16 de mayo por la tarde.
El jueves 17 de mayo tuvieron otros dos encuentros, donde el Papa escuchó a los obispos, que se explayaron cada uno según lo que había rezado. Ese mismo día el Santo Padre les agradeció con una breve carta el encuentro realizado.
El 18 de mayo, en un gesto de disponibilidad para con el Santo Padre, todos los obispos pusieron a su disposición sus cargos. El 31 de mayo, el Papa envió una carta a todo el Pueblo de Dios que peregrina en Chile. El 11 de junio el Santo Padre aceptó, ahora sí, la renuncia del obispo de Osorno, Juan Barros, y de otros dos obispos, y el 12 de junio envió a monseñor Scicluna en una nueva misión de 8 días a Chile, con el fin de evidenciar la cercanía del pontífice con Osorno y de prestar asesoría técnica y jurídica concreta para las curias diocesanas de Chile.
En la misa realizada en Osorno el domingo 17 de junio, Mons. Scicluna, de rodillas y acompañado por el nuevo administrador apostólico, Jorge Concha, expresó: «El papa Francisco me ha encargado pedir perdón a cada uno de los fieles de la diócesis de Osorno y a todos los habitantes de este territorio por haberles herido y ofendido profundamente».
En el transcurso de este proceso, que seguirá adelante en el corto, medio y largo plazo, salió a la luz la exhortación apostólica Gaudete et exsultate, firmada el 19 de marzo, fiesta de san José y presentada oficialmente el 9 de abril.
Si bien no es pertinente sacar conclusiones de un proceso que está en marcha y en el que el Papa sorprende cada día con sus iniciativas, sí puede ser de ayuda una reflexión para sacar provecho acerca de este nuevo modo de caminar juntos y de interpretar la realidad que el Papa promueve en medio de todo el pueblo fiel de Dios.
Carta de convocatoria: una convicción, una lucidez y un deseo
La primera carta es una llamada a la conversión. El Papa comparte con sus hermanos obispos una convicción, una lucidez y un deseo: «la convicción de que las dificultades presentes son también ocasión para restablecer la confianza en la Iglesia, confianza rota por nuestros errores y pecados»; la lucidez de que, «sin la fe y sin la oración, la fraternidad es imposible»; el deseo de «que cada uno de ustedes me acompañe en el itinerario interior que estoy recorriendo en las últimas semanas», pidiendo al Espíritu que sea Él quien conduzca el proceso.
Si prestamos atención, vemos que Francisco pone en primer lugar la tarea de restablecer la confianza en la Iglesia y luego plantea la necesidad de convertir los pecados y sanar las heridas. En esto se ve su discernimiento acerca de la gravedad de este tipo de pecado. Es un pecado que convierte en abusador al que tiene que proteger —el consagrado— y en ámbito corrupto al ámbito sanador —la Iglesia jerárquica—. Por eso es tan delicada la tarea, pues se trata de sanar la Iglesia y a sus pastores al mismo tiempo que a las víctimas.
Y por eso son tan radicales los medios que usa el Papa. Destacamos tres: la acusación de sí mismo, la actitud paternal para con sus hermanos que también son padres, y situarse en el seno del pueblo fiel de Dios como lugar teológico sano desde el cual comenzar a sanar todo lo demás. En este punto, Francisco no solo pide a los obispos que convoquen a la oración al Pueblo de Dios en general, sino que promueve la escucha «de corazón y con humildad» de las víctimas y de los que las ayudaron, en cuanto porción predilecta del Pueblo de Dios. Mons. Scicluna recogió 64 testimonios de víctimas de graves abusos de conciencia, de poder y sexuales por diversos consagrados.
Carta para el discernimiento en un trasfondo de profecía y sinodalidad
La segunda carta —la más significativa en cuanto expresión de ese «itinerario interior» que el Papa recorrió— es la meditación...