Muerte y mortalidad en la filosofía contemporánea
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Información del libro

Basándose en diversas obras académicas publicadas en diferentes idiomas y procedentes de corrientes de pensamiento distintas, este libro representa un estudio completo y sistemático de la filosofía de la muerte. El autor centra su análisis en tres problemas fundamentales: el conocimiento de la mortalidad; la definición de muerte humana en el contexto del actual debate biomédico; y, finalmente, la cuestión de determinar si la muerte puede considerarse un mal absoluto.

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Información

Año
2018
ISBN
9788425439971

II

La teoría del conocimiento acerca de la muerte

2. Max Scheler y el conocimiento intuitivo de la mortalidad
1. INTRODUCCIÓN
Hay algo paradójico acerca del ser humano. Por una parte, no se contenta con «adoptar simplemente el impulso [de la vida]», para tomar prestada la expresión de Bergson,1 sino que más bien tiene una conciencia de su mortalidad y del hecho de que tiene que morir y puede morir, que «sabe que tiene que morir»2 y que su muerte podría ocurrir en cualquier momento —mors certa, hora incerta (segura es la muerte, incierta la hora)—.3 Pero, por otra parte, para emplear una de las expresiones de Kierkegaard, vive por un engaño, «un falso adulador» (se adula a sí mismo en sus pen­samientos, prefiriendo de manera complaciente la seguridad del momento, el aplazamiento y la postergación), y vive en el rechazo, consciente o inconsciente, a hacer frente a la muerte, una confrontación que, según Kierkegaard, procede de un pensar serio.4
No quiero demorarme en las razones que hay para esta represión de la muerte, sino que más bien prefiero analizar la manera en que un ser humano llega a la conciencia de su muerte. ¿Cómo llega un ser humano a la certeza de que tiene que morir, y qué argumentos forman la base para la afirmación de que «la muerte es la única certeza»?5 Heidegger llega al extremo de describir la muerte como el fundamento de toda certeza. La filosofía contemporánea propone varias respuestas: el conocimiento intuitivo, ontológico o innato de la propia muerte; el conocimiento obtenido mediante el razonamiento inductivo, o el contacto interpersonal. En los capítulos siguientes examinaré estas explicaciones propuestas y también ofreceré un análisis detallado de los argumentos que las sostienen.
Scheler es uno de esos «filósofos de la vida» que rechazaron ciertas corrientes del pensamiento científico que llevaban el mecanicismo y el finalismo al extremo de considerar la muerte como un suceso más o menos catastrófico, externo al individuo y comparable al accidente mecánico, artificial.6 En la primera sección de su obra póstuma, titulada Muerte y supervivencia, escrita entre 1914 y 1919, defiende la noción de muerte natural (volveré a este concepto) y de ese modo se distancia también del idealismo alemán, el cual sostiene que la muerte no afecta a un ser humano. Según Scheler, cada ser vivo se caracteriza esencialmente por «el agotamiento interno de los agentes que dirigen la vida de la especie».7 La muerte es un fenómeno «vinculado a la esencia de lo vital»;8 pertenece «a la forma y a la estructura»9 de toda vida. La vida es inconcebible sin la muerte. Scheler, junto con Simmel, prepara el camino al pensamiento de Heidegger:10 la muerte no ocurre como un accidente o una catástrofe, como mantienen Sartre y Levinas, sino más bien como un suceso natural, ya que la vida humana se dirige hacia la muerte. Con el fin de probar su tesis, Scheler no utiliza el método experimental, tan querido por el empirismo clásico, sino que adopta un enfoque innovador, refiriéndose a un conocimiento intuitivo de la mortalidad.
2. LA ACTITUD DEL HOMBRE MODERNO ANTE SU PROPIA MUERTE
La reflexión tanatológica de Scheler tiene un origen muy preciso. Su punto de partida no es un comentario de las tesis cartesianas o kantianas, ni un análisis psicológico de la relación cuerpo-alma, sino más bien el hecho empírico de que la creencia en la inmortalidad, en Occidente, se ha debilitado progresivamente. Algunos consideran este declive como el resultado de argumentos teoréticos y especulativos. Otros dicen que la razón ha de hallarse en el progreso científico, que se supone trae aparejada la destrucción de todos los sistemas de creencias religiosas. Oponiéndose a tal interpretación, Scheler sostiene, en primer lugar, que «los fines y métodos de la ciencia moderna» no son neutrales, sino que, en realidad, «han brotado tan solo de supuestos religiosos de otra índole».11 La inmortalidad no es «demostrable» ni científica ni racionalmente, mediante «pruebas» filosóficas. Scheler piensa que los muchos avances realizados por las ciencias nunca serán capaces de probar que los datos de la religión son verdaderos o falsos: el progreso científico no llega a mostrar sino «la impotencia de la ciencia frente a la religión».12 Como la historia ha demostrado en incontables ocasiones, la existencia de una vida personal después de la muerte es objeto de una «intuición inmediata», de «experiencia vital anterior a toda reflexión», de una «concepción natural del mundo».13 Como Bergson y Blondel, nuestro autor adjudica a la inteligencia intuitiva una cierta preeminencia sobre la inteligencia discursiva.
La razón del declive en la creencia en la vida después de la muerte no ha de hallarse, en opinión de Scheler, en la deconstrucción racional de las pruebas de la inmortalidad. Más bien habría que buscarlas, en «la relación del hombre moderno [que el filósofo describe como el “moderno hombre occidental de Europa”, al cual considera un “tipo”]14 con la muerte misma»,15 esto es, en la manera «en que el hombre moderno intuye y experimenta su propia vida y muerte [...] porque, fundamentalmente, niega en el fondo el núcleo y la esencia de la muerte».16 Él huye de la certeza intuitiva de su muerte y ha dejado de vivir «en vista de la muerte». La suprime de su conciencia y está contento de considerarla un simple hecho que algún día caerá sobre él.
3. LA CERTEZA DE LA MORTALIDAD BASADA EN LA OBSERVACIÓN Y LA INDUCCIÓN O EN LA INTUICIÓN
Generalmente se piensa que la certeza sobre «mi muerte» se adquiere, en un momento u otro, a partir de la experiencia externa, basándose en la observación de la muerte de otras personas y mediante inducción, es decir que se deduce empíricamente a partir de una serie de casos concretos. Rechazando, «con la mayor energía»,17 la noción común, Scheler se pone en busca (como hará Heidegger más tarde) de una razón que pudiera permitir a un individuo que nunca hubiese experimentado la muerte de nadie —es decir, la transformación de un ser humano vivo en un cadáver— tener la certeza absoluta de su propia condición mortal. Un ermitaño tendría un presentimiento de su fin si comparase las distintas fases de su vida o reflexionase sobre sus experiencias, tales como el envejecimiento, el sueño y la enfermedad. Extrapolando a partir de esas experiencias, podría concluir que hay una posibilidad de dejar de ser, de no despertar más algún día. Estas experiencias, no obstante, no conducirían a un conocimiento absolutamente seguro de su mortalidad, sino a lo sumo a la posibilidad de tal final. Ciertamente, Scheler pregunta, con razón (y, como veremos, esta es una pregunta que tendrá un efecto bumerán sobre su propia tesis), cómo el sujeto solitario podría saber que la curva que trazan sus experiencias no continuará más allá de todos los límites, que su vida no se hallaba realmente abierta a infinitas posibilidades, que no sería interminable, «un proceso que va siempre más allá, siempre abierto por naturaleza».18
La observación de la muerte de otros y la inducción a partir de estas, así como las memorias del eremita cuando compara las fases de su vida, podrían con el tiempo permitirnos afirmar la (ciertamente grande) «probabilidad» de que un individuo sea mortal, pero no una absoluta certeza acerca de la necesidad de la muerte. Para lograr eso, Scheler propone un último ejemplo: un ser humano solitario que no percibiera los signos externos de su envejecimiento, que no sintiera debilidad ni fatiga y que no padeciera ninguna enfermedad. Scheler sostiene que «en el sentimiento de su vida»,19 en la experiencia vivida de la estructura de cada fase de su vida, tal hipotético individuo tendría certeza acerca de su mortalidad. En su opinión, la idea de la muerte es uno de «los elementos constitutivos no solo de nuestra conciencia, sino de toda conciencia vital».20 Constituye una «verdad esencial»21 basada en la tesis de que la muerte es una parte esencial de la vida, de su forma y su estructura. La muerte básicamente «se halla ya en toda “fase de la vida”, por pequeña que sea, y en la estructura misma de la experiencia».22
Limitando su análisis de la muerte a la perspectiva biológica, Scheler afirma que la vida se manifiesta de dos modos diferentes: por una parte, como «grupo de fenómenos de forma y m...

Índice

  1. Cubierta
  2. Portada
  3. Créditos
  4. Índice
  5. Dedicatoria
  6. Prefacio
  7. Introducción
  8. I. La muerte humana personal
  9. II. La teoría del conocimiento acerca de la muerte
  10. III. ¿Acaso la muerte no significa nada para nosotros?
  11. Conclusión
  12. Bibliografía
  13. Índice de nombres
  14. Índice de conceptos
  15. Información adicional