Entre hermenéutica y teoría crítica
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Entre hermenéutica y teoría crítica

Articulos 1929-1931

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Entre hermenéutica y teoría crítica

Articulos 1929-1931

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Los artículos publicados por Herbert Marcuse entre 1929 y 1931, inéditos hasta el momento en castellano, constituyen un momento de gran originalidad en la filosofía del siglo XX. En ellos puso en diálogo ideas procedentes de la hermenéutica (Dilthey y el primer Heidegger) y del pensamiento crítico (Marx, Korsch y Lukács). El objetivo de Marcuse en esta original y arriesgada empresa fue repensar las bases filosóficas de la teoría social de matriz marxista, para devolverle un alcance crítico devaluado por el marxismo ortodoxo y por los diversos revisionismos dominantes en su época. El resultado es una aportación a la teoría social que anticipa importantes aspectos de la teoría crítica de la sociedad desarrollada por Horkheimer y por el propio Marcuse en Nueva York en los años 30. Pero, al mismo tiempo, estos textos escritos por el que fue asistente de M. Heidegger en Friburgo, testifican la permanencia de los problemas heideggerianos como las tensiones que provocaron en su proyecto de renovación crítica de la teoría de la sociedad.

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Información

Año
2012
ISBN
9788425429590

1

Sobre la problemática de la verdad del método sociológico:

Ideología y utopía de Karl Mannheim1

En el libro de Karl Mannheim Ideología y utopía irrumpe toda la problemática de nuestra situación científica actual (que es la problemática de la propia existencia [Dasein]2 humana actual) y lo hace con tal fuerza que hace estallar el planteamiento mismo del libro. Esta problemática está centrada en la historicidad universal de la existencia [Dasein] humana y en la cuestionabilidad, resultante de esta, de la división tradicional entre ser real y ser ideal. Tal problemática tiene como conocimiento rector que toda existencia [Dasein] humana está determinada en lo tocante a su ser, hasta el fundamento de su existencia, en todas sus conductas y creaciones, por la situación histórica única en la que nació y que la realidad encontrada, captada y configurada por la existencia [Dasein] en cada caso es, hasta el fundamento de su ser, una «realidad» solo en tanto que histórica. Con ello también el pensamiento (en el sentido más amplio) y su rendimiento (el mundo «teórico», «espiritual») se pondrían de manifiesto, en su historicidad conforme a su ser, como una de esas conductas y una de esas creaciones de la existencia humana. No solo los contenidos singulares del pensamiento, las ideas particulares, las representaciones, los conocimientos, las creaciones espirituales de una época, de una nación, de una comunidad social, son desvelados en su carácter condicionado histórico, político-social, como ideologías o utopías, sino que ese carácter condicionado se extiende, como necesario e inextricable, hasta la estructura de la conciencia, hasta el «aparato categorial» del pensamiento mismo: «Cuando se dice acaso que tal época vive en tal mundo de ideas y nosotros en un mundo diferente, o que tal perspectiva histórica concreta piensa en unas categorías diferentes de las nuestras, no se quiere mentar con ello solo los contenidos de pensamiento singulares, sino un sistema de pensamientos completamente determinado, un tipo determinado de forma de vivencia y de interpretación. Precisamente resulta funcionalizado el nivel noológico siempre que uno refiere, junto con los contenidos y los aspectos concretos, también la forma, en definitiva, el aparato categorial a su situación».3 Esta puesta en relación de todas las verdades con lo socio-histórico (Mannheim evita el concepto, que se impone aquí, de «relativismo») motiva en el ámbito de la existencia concreta un dejar-en-suspenso todas las decisiones, acompaña a toda acción con la vivencia de su carácter condicionado y aferra con ello las raíces del existir, el cual exige, en cambio, desde sí mismo la permanente actualidad del decidir, la permanente incondicionalidad del actuar (que experimenta todo carácter condicionado solo como aumento de la incondicionalidad). Y así formula Mannheim, ya al comienzo de su investigación, la pregunta central: «¿Cómo puede en realidad aún pensar y vivir el ser humano en un tiempo en el que el problema de la ideología y la utopía se plantea radicalmente y es pensado hasta el final?».4
Ya a partir de este esbozo de la situación del libro resulta que, en principio, la confrontación con él en cuanto asunto de la existencia necesita de una base más profunda que la que puede aportarle una revista. Queremos por ello intentar encontrar el camino hacia la genuina problemática fundamental persiguiendo solo un único problema: el de la verdad del ser histórico.
A partir del conocimiento científico de la historicidad universal surge el método «sociológico» de la interpretación de los productos espirituales, que se contrapone a la interpretación «desde dentro» y considera toda idea «desde instancias externas a ella», en especial desde el «ser social», y la funcionaliza respecto al «sujeto colectivo» social en cada caso y su situación social («situación del ser» [Seinslage]).5 Esta no es una interpretación ajena al significado, traída desde fuera, que finalmente no pueda decir nada sobre el sentido propio del producto interpretado por ella, sino que pretende captar, precisamente en esta consideración desde el ser social, el «sentido último» de su objeto: «Toda explicación sociológica, por ejemplo, en tanto que funcionaliza los productos espirituales de una comunidad histórica con relación al “ser social” que se encuentra detrás, sitúa este ser social como un amplio nexo de sentido, aunque almacenado de manera diferente, solo desde el cual puede comprenderse propiamente el sentido último del producto particular».6 De esta manera, también el marxismo resulta ahora interpretado sociológicamente, es decir, es visto y comprendido como «ideología» de una clase social determinada, del proletariado, en una determinada situación social, el capitalismo, y como tal ideología se encuentra en principio con el mismo valor junto a las demás ideologías y utopías históricas, como es el caso del quiliasmo de los nuevos bautistas, las ideas liberal-humanitarias de la burguesía y las ideas conservadoras (valgan estos solo como tipos creados por Mannheim, no como enumeración histórica completa). Dejemos de lado todavía las objeciones que se imponen por sí mismas y preguntemos qué aporta de positivo en principio esta interpretación del marxismo.
A través de la relación, que impulsa esta interpretación, del marxismo como teoría con el ser social del proletariado situado «tras él», se despeja de nuevo la base originaria para la comprensión, por un lado, del marxismo frente a los encubrimientos y los desplazamientos del revisionismo y, por otra, de la interpretación «sociológico-trascendental» proveniente de Kant (Max Adler). La teoría marxista se presenta desde el principio solo como teoría concreta de la praxis proletaria en su orientación a una acción revolucionaria y únicamente el proletariado como clase aparece como su portador exigido históricamente. La teoría versa sobre una acción histórica única, completamente determinada, y sobre un portador histórico de la acción único y completamente determinado: su dimensión es la actualidad concreta. El significado de esta constatación aparentemente insignificante se torna transparente solo cuando se hace patente la desviación del marxismo hacia una sociología científica «válida universalmente», en la que han coincidido el revisionismo y el marxismo neokantiano. Esto ha implicado considerar al marxismo como teoría científica libremente flotante [freischwebende] respecto a las leyes de movimiento de la vida social y, en concordancia con ello, fundamentarla en términos de teoría del conocimiento y marginar o simplemente dejar completamente fuera la praxis política concreta. Los dos ámbitos centrales de la teoría reciben de nuevo en Mannheim su lugar adecuado: tanto la relación entre teoría y praxis como el materialismo histórico, el cual es captado en su verdadero significado ontológico (que apunta al nexo de fundamentación ontológico entre ser social y conciencia, no a la relación fáctica entre ambos en una sociedad fáctica ni a la relación en general entre materialidad e idealidad).
Las aportaciones de la interpretación sociológica se volverán aún más claras si examinamos ahora las objeciones que surgen contra una interpretación tal (nos limitaremos de nuevo al ámbito del marxismo). Es decir, vamos a dejar de lado las objeciones que pudieran ser presentadas contra la posición fundamental del método sociológico y nos preguntamos si el marxismo es mostrado como ideología y como tal se coloca con el mismo valor junto, por ejemplo, a las ideas conservadoras y democráticas, ¿no es aniquilada con ello su pretensión de validez del mismo modo en que Marx creyó haber aniquilado la pretensión de validez de las ideas burguesas en cuanto ideología? Si la teoría marxista es solo el dar forma a un determinado aspecto, bajo el cual una clase determinada tiene que vivenciar e interpretar necesariamente la realidad, ¿puede entonces tener todavía realmente la pretensión de ser una teoría «verdadera»? ¿Y no es entonces el análisis de la sociedad capitalista y la teoría, fundada en él, de la revolución proletaria nada más que un recorte unilateral de esa realidad, una perspectiva histórica única y nada más? Igualmente, la burguesía capitalista, a partir de su ubicación con sus circunstancias, ¿tiene razón o se equivoca? Y podría añadir un marxista: ¿hay para el marxismo una interpretación más peligrosa y más hostil que esta, que aniquila completamente la decisiva incondicionalidad de la acción proletaria y tiene que conducir a un oportunismo universal?
Caractericemos previamente la dirección en la que vamos a buscar la respuesta: se puede mostrar –desgraciadamente, en este lugar no se puede hacer con la suficiente claridad– que todas las objeciones mencionadas no se mueven en absoluto en la dimensión en que se puede decidir sobre la verdad y la validez de una teoría histórica, es decir, de una teoría del ser histórico. El carácter condicionado histórico concreto de una teoría, también el carácter condicionado total en el sentido esbozado al comienzo, no dice lo más mínimo sobre la verdad y la validez de esa teoría sino, precisamente, que la verdad y la validez en la esfera del ser histórico exigen realmente un tal carácter condicionado para no ser desde el comienzo falsa y no válida. Una verdad histórica puede ser relativa a un único pequeño grupo histórico en la más pequeña situación temporal única y puede tener, en cambio, una validez incondicional, que hace estallar todo carácter condicionado a su alrededor. Tanto menos se puede decidir sobre la verdad y la validez de una teoría histórica en la esfera inmanente del contenido de esa teoría, al considerarla como ciencia pura. Todos estos intentos presuponen conceptos completamente determinados tanto de verdad y validez como de ciencia pura en cuanto sistema ideal intemporal universalmente válido, que no se acercan en absoluto a la historicidad de su objeto. Uno de los mayores méritos de Mannheim es haber dirigido la mirada de nuevo a aquella esfera solo en la cual se puede decidir acerca de la verdad y la validez de una teoría histórica y haber mostrado que aquí no se puede continuar con el concepto tradicional de verdad, sino que para ver esta problemática hay que ahondar en una dimensión más profunda. Queremos intentar clarificar esto en relación con nuestro problema concreto.
La interpretación sociológica dice: el socialismo –como teoría, fundada y elaborada por Marx, de la sociedad capitalista y de la revolución proletaria– es el modo en que el proletariado como clase tiene que vivenciar, captar y configurar la realidad a partir de su situación social. No es ninguna ciencia libremente flotante universalmente válida, sino una función histórica de la situación de la clase proletaria y según su sentido solo puede comprenderse a partir de esta función suya. Sigamos por un momento con la problemática de la verdad. El conocimiento que la sociología moderna alcanza de este modo lo ha expresado Marx mismo siempre de nuevo con inconfundible claridad. En lugar de citar innumerables lugares, quedémonos con solo uno, mencionado por el propio Mannheim: «El comunismo no es para nosotros un estado de cosas que haya de ser producido, o un ideal por el que tenga que orientarse la realidad. Denominamos comunismo al movimiento real que supera el estado de cosas actual. Las condiciones de ese movimiento resultan de los supuestos actualmente existentes».7 Apenas puede creerse que el «desarrollo del socialismo desde la utopía a la ciencia» haya podido ser comprendido de hecho como si el socialismo debiera convertirse en una ciencia objetiva universalmente válida o fundamentarse en una ciencia tal, ¡cuando, por el contrario, ciencia tiene aquí solamente el sentido e implica la tare...

Índice

  1. Colección
  2. Portada
  3. Créditos
  4. Índice
  5. Introducción: ¿Entre Marx y Heidegger? La trayectoria filosófica del primer Marcuse
  6. 1. Sobre la problemática de la verdad del método sociológico: Ideología y utopía de Karl Mannheim
  7. 2. ¿Un marxismo trascendental?
  8. 3. Sobre el problema de la dialéctica I
  9. 4. Sobre el problema de la dialéctica II. Una aportación a la cuestión de las fuentes de la dialéctica marxiana en Hegel
  10. 5. El problema de la realidad histórica
  11. 6. Sobre la crítica de la sociología
  12. 7. Para una confrontación con Sociología como ciencia de la realidad de Hans Freyer
  13. Notas
  14. Más información