PRIMERA PARTE
LA REVELACIÓN EN LAS GRANDES TRADICIONES RELIGIOSAS
«EL CIELO NO HABLA» CONFUCIANISMO Y TAOÍSMO
ANTONI PREVOSTI MONCLÚS
¿Podemos hablar de revelación a propósito del confucianismo y el taoísmo? Si es así, ¿con qué sentido, o con qué matices, en comparación con lo que se entiende por revelación en las religiones que nos son más próximas y más conocidas, especialmente, la nuestra, el cristianismo? ¿Hasta qué punto el concepto de revelación es adecuado o no para entender y explicar las religiones chinas? Ya de entrada puede que hayamos advertido que revelación no es una palabra que se encuentre usualmente en las exposiciones del confucianismo, ni tampoco en muchas de las que se refieren al taoísmo. Si hacemos unas rápidas búsquedas iniciales, nos podemos encontrar con constataciones más bien negativas. Por ejemplo, al buscar en el índice de materias de una obra de amplio alcance como Confucian Spirituality, el término «revelación» simplemente no aparece.
El hecho básico que condiciona el modo en que tendremos que introducirnos en esta indagación es que no nos podemos fundar en la existencia de una tradición lingüística que permita pasar más o menos fluidamente de nuestro término «revelación» a un término chino generalmente admitido. En consecuencia, no podemos investigar la cuestión siguiendo el método que sería más sencillo, es decir, conforme a algún o algunos términos chinos; será preciso que definamos previamente un concepto o, al menos, un conjunto de rasgos que delimiten aquello que queremos buscar.
El término chino que hallaríamos en el diccionario para traducir revelación, qǐshì 啟示, es un neologismo reciente que no nos remite a ninguna noción clásica especialmente significativa para nuestro tema, ni tan solo si tomamos independientemente sus componentes: qǐ 啟 (abrir; enseñar, instruir; exponer, dar a conocer) y shì 示 (signo, manifestar, mostrar). No sucedería lo mismo si tomáramos como hilo conductor la expresión «palabra de Dios». Podemos buscar de una manera definida y relativamente poco problemática esta expresión o sus afines en los textos chinos desde la antigüedad hasta hoy, es decir, en los textos más representativos del confucianismo y del taoísmo. Pero, aunque esto puede aportar resultados interesantes, sería insuficiente, ya que pueden darse otros modos de revelación más allá de la palabra de Dios.
Tenemos que definir, pues, lo que vamos a buscar, con algunos rasgos o elementos básicos. Para nuestro propósito, empezaré definiendo la revelación como una manifestación al hombre de la Verdad primera y del camino para la salvación. Con esta definición sitúo la revelación como dada al conocimiento (sea contemplativo, sea práctico). La Verdad primera puede ser personal o impersonal; además, su manifestación puede ser verbal o no verbal. La noción de palabra de Dios hace referencia a una manifestación verbal de la Verdad primera personal. Cubre, por lo tanto, solamente una de las cuatro posibilidades que surgen lógicamente de las anteriores distinciones.
Podríamos generalizar un poco la noción de manifestación verbal. Es decir, podríamos hacer la distinción entre manifestación inmediata y manifestación mediante signos. Hay signos no verbales. Y toda acción y cosa puede ser signo, aunque no verbal, por el mero hecho de entrañar alguna enseñanza. Por ejemplo, los milagros de Jesús, o sus acciones, como retirarse al desierto, orar, etc. Jesús se nos revela con toda su vida, no solo con sus palabras. Ahora bien, el mundo visible, en cuanto es obra de Dios, que nos lo da a conocer, ¿es también, en consecuencia, revelación? Quizá sí en un sentido lato, pero seguramente será necesario precisar algo más para obtener un sentido específico según el cual al decir «revelación» no nos referimos a este modo de manifestación.
Generalmente entendemos «revelación» en un sentido más restringido, que la definición anterior deja aún abierto, de modo que será necesario añadir algo. En efecto, reservamos el nombre de «revelación» a las formas de manifestación de la Verdad primera que no resultan propiamente de un esfuerzo humano y no las consigue el hombre con sus facultades y su industria, sino que más bien acontecen desde la Verdad primera misma, como si procediesen de su iniciativa. Además, al menos en el cristianismo, hablamos de revelación en sentido estricto cuando el conocimiento que el hombre alcanza con ella es superior a la capacidad ordinaria de la razón humana y, por lo tanto, ha de ser la Verdad primera, Dios mismo, quien se hace accesible al ser humano.
Por lo tanto, con vistas a nuestro propósito, se nos ofrece, por un lado, una primera vía, en la línea de la revelación verbal, que consistirá en examinar el confucianismo y el taoísmo guiados por la idea de la palabra de Dios, así como por la pregunta por el origen y la autoridad de los libros sagrados. Después convendrá tener en cuenta todo lo que pudiera ser alguna forma de revelación no verbal: cualquier noción de enseñanza divina a los hombres, de una manifestación de la realidad primera, de fundamentación última no humana de la doctrina. La cuestión final que en todo caso deberá plantearse es la de la autoridad de las doctrinas y el origen de la sabiduría.
1. PANORAMA INTRODUCTORIO
En su forma primitiva, antes de la aparición del confucianismo y el taoísmo, el núcleo de la religión china y fondo común de las religiones posteriores lo encontramos en la religión ancestral, el culto de los antepasados, estrechamente ligado a la estructura familiar y social del pueblo chino. Junto con este culto ancestral se daba culto a diversos espíritus o divinidades territoriales, de la naturaleza y astrales, que culminaba en el culto a la divinidad suprema, Shangdi (Señor de Arriba) o Tian (Cielo). La denominación Shangdi sugiere la posible identificación de este dios con el primer antepasado mítico de la familia real. En el contexto de las creencias ligadas a estos cultos, hay que mencionar especialmente, como elemento relevante para la cuestión de la revelación, las prácticas oraculares, que eran entendidas generalmente como consultas a los espíritus, muy importantes en la corte de los reyes de las primeras dinastías, donde todas las decisiones de algún peso pasaban por la consulta.
Por otro lado, existían las prácticas y creencias asociadas a la figura de los wu, los brujos de la antigüedad china, a las que es habitual referirse con el término wuismo, por establecer un paralelo con el chamanismo, al que se suele asociar. En la época de la dinastía Shang (siglos XVI-XI a.C.), los wu estaban plenamente integrados en el sistema religioso del estamento dominante, e incluso parece que los reyes podrían haber poseído ellos mismos el carácter de wu. Con la dinastía Zhou (siglos XI-III a.C.), y sobre todo con el ascenso del confucianismo, los wu y sus prácticas fueron cada vez más marginados o tenidos por inferiores y poco recomendables, al menos en los Estados del Norte. En los Estados meridionales, como el de Chu, mantuvieron su prestigio, como se hace patente en los poemas que componen el Chuci. Conviene mencionar, en este contexto, la posibilidad de una conexión entre los wu y los orígenes del taoísmo, sugerida por diversos estudiosos.
Todas estas prácticas de comunicación con los dioses y los espíritus pueden ser consideradas como los primeros aspectos de la religión china arcaica, en que se encontraría algo próximo a una revelación. Quizá lo que más materia ofrecería para nuestro propósito serían las prácticas mánticas mediante huesos y plastrones de tortuga, de los cuales han llegado a nuestros días miles de ejemplares con inscripciones que contienen las consultas y respuestas del oráculo. En continuidad con esto podemos pensar en otra forma de oráculo, la aquilea, y en el Yijing, el manual adivinatorio que se convirtió en uno de los libros canónicos del confucianismo. Especialmente, los comentarios o apéndices que lo acompañan tienen para nosotros un interés especial porque ofrecen interpretaciones del proceso de adivinación, sea como comunicación con los espíritus, sea como resonancia natural con las circunstancias.
Siguiendo este hilo, cabe pensar también en el resto de los libros canónicos (Poesía, Documentos, Ritual, Cambios y Primaveras y otoños), y plantear hasta qué punto eran considerados «textos sagrados» y si se puede hablar o no de revelación a prop...