Buscando el futuro: educación superior para Colombia en el siglo XXI
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Información del libro

La publicación recoge gran parte de la memoria pública de la gestión del Rector de la Universidad Nacional de Colombia, profesor Moisés Wasserman, durante el periodo 2006-2012. El texto está dividido en tres partes. La primera, recoge los artículos escritos para medios de comunicación impresos, ente los cuales se encuentran los periódicos El Tiempo, El Espectador, Portafolio; y las revistas de la ANOI, Javeriana y Biomédica. La segunda parte reúne los discursos pronunciados en ocasión a la apertura de foros, cátedras, seminarios o conmemoraciones, entre otros. En la tercera parte se encuentran las presentaciones a publicaciones institucionales.

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Información

Año
2012
ISBN
9789587750188
Categoría
Pedagogía
Discursos o presentaciones de eventos

Maestría en Epidemiología Clínica
Sesión Inaugural

Centro de Convenciones Alfonso López, 11 de febrero de 2005
Imagino que el profesor Pardo, a quien conozco hace bastante, sabe de mi gran simpatía por la epidemiología. Simpatía que proviene de mi carrera y formación profesional y científica, y de mi visión de mundo. Hace algunos años inauguraba, como director del Instituto Nacional de Salud, una especialización, y curso internacional de epidemiología de campo. No recuerdo exactamente mis palabras, pero sin duda fueron muy parecidas a las que voy a pronunciar ahora.
Debo explicar un poco por qué esa simpatía. Entiendo que la epidemiología clínica es una especie de puente entre la medicina clínica y la epidemiología, pero que no surgió posteriormente a ella. Mas bien por el contrario, los fundadores de la epidemiología fueron en su mayoría clínicos. Todos la identifican automáticamente con la llamada "medicina basada en la evidencia". En este enfoque moderno, el clínico está alerta a la evidencia que apoya su práctica y valora la fuerza de esa evidencia en la toma de sus decisiones.
Su enfoque es fundamentalmente racional y su método es científico por excelencia. En un acercamiento popperiano, mejor casi darwiniano, el buen epidemiólogo clínico construye hipótesis y las confronta en forma rigurosa con las realidades observadas para descartarlas o retenerlas. No se deja confundir por las anécdotas, por las creencias ni por los mitos. No hay convicciones ni escuelas a las cuales les deba fidelidad. Su fidelidad está con la búsqueda de una verdad, que reconoce como temporal e imperfecta, pero que en el momento es la que le da las mejores posibilidades de éxito. Su disciplina le da muy bajo valor a la autoridad. Su formación está dirigida a construir la habilidad para juzgar en forma independiente y evaluar la credibilidad de opiniones expertas, incluso las opiniones de sus maestros.
Admiro en mis amigos epidemiólogos otra característica de rigor, que no es usual en todos los científicos. Es algo que llamaría una actitud metacognitiva, en la que ellos no solo observan su objeto de estudio, sino que convierten a su propio pensamiento en objeto de similar, y simultaneo análisis. Es un sistema de doble control en el cual llegan a la conclusión rigurosa, y luego revisan si el mecanismo mental con el cual llegaron a ella era correcto y no estaba viciado, ni contaminado con prejuicios.
Finalmente debo mencionar lo que me parece un aporte de enormes implicaciones éticas. El aporte de este programa, que ha cambiado al mundo en pocos años, lo comparten los estadísiticos en su práctica profesional. Esta es la visión de lo normal no como un estado con un contenido esencial de salud o de bondad, sino como una frecuencia. Así, lo anormal no necesariamente es lo malo o lo enfermo, sino lo menos frecuente. No tengo que explicarles lo que este cambio de visión significa para la medicina y para la sociedad.
Por estas razones la epidemiología clínica es tan exitosa. En los años 50 un estudio clínico controlado para introducir un fármaco era una curiosidad. Hoy no se puede imaginar la introducción de un fármaco, un método diagnóstico, un procedimiento médico de cualquier clase, que no sea sometido a un estudio clínico antes de su liberación.
Quiero felicitar a los organizadores por la iniciativa de esta maestría. Me parece que la alianza entre los epidemiólogos clínicos y los estadísticos para sacar adelante este programa es un ejemplo de lo que debemos hacer en la Universidad. Me parece también que el contenido científico, el rigor de las disciplinas y la metodología que usan constituirán un aporte significativo a la construcción de una sociedad física y moralmente más sana. Ojalá que tengan mucho éxito en su empresa.
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Discurso en el Congreso de la República
Lanzamiento de la iniciativa ARCA

5 de noviembre de 2006
Este proyecto de articulación entre la Academia y el Congreso, llamado con el bello acrónimo de ARCA me recuerda otro, de hace unos 20 años, el Bitnet. Tal vez algunos acá todavía lo recuerdan. Fue una primera red informática, precursora de Internet dedicada a comunicar libremente a los científicos del mundo. La sílaba bit de bitnet significaba en inglés "because it's time", en consecuencia, todo el acrónimo significa "porque ya es hora de una red". Exactamente lo mismo sentí cuando la señora presidenta del Senado, la doctora Dilian Francisca Toro, planteó en su discurso la posible alianza entre Congreso y Academia, y menos de una semana después de su posesión, nos invitó, a los rectores de las principales universidades, a discutir la propuesta; "porque ya es hora de que se haga esta alianza".
ARCA va a tener varios objetivos específicos y va a desarrollar planes de acción diversos. Pero nosotros vemos su principal importancia en que es un instrumento fundamental de coherencia cuya carencia se hace apremiante. Coherencia entre el diagnóstico y las decisiones, coherencia entre el discurso y las políticas, entre las propuestas políticas y los presupuestos, entre los presupuestos y los logros. Es esta coherencia el principio fundamental que en una gestión pública de calidad nos asegurará que los esfuerzos sean vectores que se sumen, porque estén en la misma dirección, y no se anulen por empujar en direcciones opuestas. Es un instrumento para el desarrollo democrático, potente e inteligente.
La gran responsabilidad de este Congreso es crear las condiciones para el desarrollo armónico y equitativo del país. La gran responsabilidad de la Academia es acompañarlo en el esfuerzo; explicarle y reiterarle que ese desarrollo no es posible sin una gran capacidad para generar y apropiar conocimiento a través de nuestros sistemas de ciencia tecnología e innovación y de educación superior. Permítanme, señores congresistas, repetir en este máximo recinto algunos argumentos{14} para sustentar esta hipótesis.
La afirmación de que vivimos en un mundo globalizado, y de que en ese mundo el bien económico fundamental es el conocimiento, ha hecho carrera y se ha establecido en un lugar de honor en la colección de lemas prefabricados. Políticos y líderes del primer y del tercer mundo parecen coincidir en esta apreciación. Sin embargo, sus acciones son fundamentalmente diferentes, como si no respondieran al mismo lema, sino más bien a agendas muy diferentes, sustentadas en visiones antagónicas. Así, mientras el mundo desarrollado aumenta su inversión en ciencia y tecnología, construye nuevas instituciones de investigación y educación superior y se hace cada vez más sabio y más competitivo, el tercer mundo limita y reduce sus inversiones en desarrollo científico y en educación.
Hay muchas y diversas razones para invertir decididamente en ciencia, tecnología y educación en nuestro país:
I. Razones económicas:
a. Generación de riqueza. No es un mito que la ciencia genera riqueza. No es una coincidencia que los países más ricos sean también los que tienen mayor desarrollo científico y mejores universidades. No es un lujo que se dan a posteriori los que ya han conseguido todo lo demás. Es suficiente mirar algunos pocos ejemplos para que se haga evidente que el desarrollo fue efecto de intervenciones dirigidas a mejorar la capacidad científica del país. Seguramente uno de los más notables proviene del sudeste asiático, donde países como Indonesia, Malasia, Singapur Tailandia y Filipinas, han construido una excelente capacidad para generar ciencia y educación, del más alto nivel y calidad, como paso previo a una sofisticada industria fuertemente orientada a la exportación. En 1965, hace apenas 40 años, se llevó a cabo en Australia la primera conferencia para promover el desarrollo de la ciencia en esos países que para el momento tenían las economías más pobres de Asia. Sus manufacturas eran menos del 25 % de su producto interno bruto y no llegaban al 6 % de las exportaciones. Después de una época de preparación de sus cuadros en el exterior y del establecimiento de universidades y centros de investigación en las más diversas áreas (que incluían al lado de algunas muy aplicadas otras como astrofísica, geología marina y biología molecular) entraron en un crecimiento vertiginoso y sostenido durante más de 10 años{15}, que los llevó a tener hoy altísimos índices de productividad. Tal es la correlación entre los dos hechos, que ante la crisis económica de hace 10 años, los tigres del sudeste asiático reaccionaron aumentando sus inversiones en ciencia, tecnología y educación, no rebajándolas para hacer un ahorro como hicimos y hacemos nosotros.
No es tan extraño este hecho si se piensa que el desarrollo de los Estados Unidos en la primera parte del siglo XX se basó precisamente en sus recursos naturales, en su tierra fértil, en una sociedad abierta, y en gente que sin querer la dependencia del viejo mundo estaba deseosa de adquirir sus conocimientos. Los primeros científicos estadounidenses se educaron en Gottingen, Oxford y Cambridge, y en otras excelentes universidades europeas. Luego regresaron a los Estados Unidos a aplicar los conocimientos y a construir al lado del aparato productivo, la más grande empresa de investigación científica y de educación superior en el mundo. A pesar de que durante una buena época esa capacidad de generación de conocimiento estuvo supeditada más a las necesidades del aparato de seguridad nacional que al aparato productivo, es innegable, que desde los años 60, el crecimiento económico estadounidense es absolutamente dependiente de su capacidad de innovación.
b. Una cultura de innovación y competitividad. No se puede generar algo realmente novedoso si no se ha entrenado la mente en una exploración osada de lo que es posible pero aún no existe. Solo una educación basada en la investigación científica que, más que dar conocimientos establecidos, proporciona instrumentos analíticos y capacidad para establecer relaciones entre los hechos y para producir hipótesis explicativas y funcionales, puede dar origen a una sociedad que inventa. La riqueza de las naciones en el mundo actual se basa en gran parte en la generación de productos novedosos. No solo me refiero a artefactos que se vuelven muy rápidamente obsoletos para que otros mejores los reemplacen, sino prácticamente a todos los ámbitos de la vida cotidiana como la alimentación (de muy alta productividad, más nutritiva, más económica, libre de riesgo de plagas), la salud (vacunas, fármacos, sistemas diagnósticos), los materiales que sirven para hacer una mejor raqueta de tenis o un tren más rápido o los sistemas de comunicación y de información, entre otros.
Se acostumbra decir que los pueblos del tercer mundo tienen mucha inventiva. Creo que hay en esa afirmación mucha verdad y algo de mito, e infortunadamente se usa para distraer del hecho de que no es suficiente el ingenio nativo; ese es igualmente abundante en toda la especie humana. Se confunde la verdadera innovación con el ingenio para encontrar soluciones remediales a problemas que muy frecuentemente reciben soluciones tecnológicas de fondo, en otras partes.
c. La capacidad para recibir e incorporar transferencia de tecnología.- Con mucha frecuencia la transferencia de tecnología consiste en la venta de unos equipos y la cesión, a cambio de regalías, o la venta de un proceso de producción. En este caso, el receptor de la tecnología no podrá ser competidor de quien la transfiere, sino que es un socio subordinado. Estará en posición de desventaja competitiva ante cualquier innovación que automáticamente volverá obsoleta la tecnología que adquirió. El salto a la independencia y a una auténtica competitividad solo se logrará cuando se genere la innovación propia. Es decir; cuando deje de depender de la mera transferencia y comience a depender de su propia y original capacidad científica y tecnológica.
Por otro lado, una transferencia tecnológica requiere un sustrato propio, una infraestructura de conocimiento mínima para que sea exitosamente apropiada. La transferencia tecnológica no es una opción de desarrollo autónoma, sino apenas una estrategia adicional, que solo será eficiente si existe como base la autosuficiencia que proporciona un desarrollo científico.
d. Capacidad para negociar recursos naturales y para tomar decisiones ilustradas.- Los recursos naturales por sí solos no constituyen más que una riqueza simbólica. Es muy claro que, si bien son una excelente base para lograr el bienestar, su utilización adecuada depende del conocimiento. Los países con mayores recursos naturales, con la mayor biodiversidad, los más ricos en agua, en minerales y en fuentes de energía no son los más prósperos.
El mayor ausente, del lado del subdesarrollo, en los foros de negociación, y en los círculos de decisión, es el conocimiento. Los negocios se hacen con frecuencia cuando una de las partes sufre de una carencia fundamental de ilustración. En ningún otro ámbito es más patente el significado del poder del conocimiento como en este.
José Goldemberg, profesor de Física de la Universidad de Sao Paulo, y en una ocasión Secretario Federal de Ciencia y Tecnología del Brasil, plantea tres campos en los cuales, en su opinión, la ciencia y la tecnología deben desempeñar un papel en la solución de problemas de los países del subdesarrollo{16}: 1) Contribuir a adaptar la tecnología a las circunstancias locales. 2) Incorporar la ciencia a la educación, e 3) Involucrarse en el gobierno, es decir asumir la responsabilidad de participar en las discusiones y aportar un punto de vista objetivo e ilustrado.
Ese último papel de los científicos es clarísimo en los países desarrollados. Basta observar los comités asesores técnicos del Congreso de los Estados Unidos, donde no es infrecuente ver a premios Nobel discutiendo proyectos de desarrollo. El uso del método científico y de la información y el conocimiento no asegura que se tomen siempre decisiones correctas, pero disminuye considerablemente el número de grandes equivocaciones.
II. Razones sociales
a. La investigación y la salud. Seguramente uno de los campos más dinámicos de investigación en el mundo es el campo de la salud. Es también un campo donde se han producido avances que afectan a cada persona, disminuyendo sufrimientos y prácticamente duplicando en apenas un siglo la expectativa de vida de gran parte de la población humana del mundo. Ese impacto social se ha visto reflejado en una altísima y creciente inversión en investigación en los países desarrollados. Los institutos nacionales de salud son la agencia civil financiadora de investigación más grande de los Estados Unidos;{17} su presupuesto de más de 25 000 millones de dólares ha venido creciendo en forma constante durante los últimos años.
Seguramente por eso mismo ha hecho carrera en círculos del tercer mundo la teoría de que no vale la pena invertir en investigación en salud, puesto que lo que hay que descubrir será descubierto por los países desarrollados, y lo que hay que desarrollar pronto llegará a nosotros distribuido por las compañías farmacéuticas transnacionales. Ese argumento sería válido solo bajo la premisa de que tenemos los mismos problemas y las mismas priorida...

Índice

  1. Portada
  2. Portadilla
  3. Página Legal
  4. Presentación
  5. Artículos en medios de comunicación impresos
  6. Discursos o presentaciones de eventos
  7. Otros escritos
  8. Página institucional
  9. Créditos