Naciones indígenas en los Estados contemporáneos
eBook - ePub

Naciones indígenas en los Estados contemporáneos

  1. Spanish
  2. ePUB (apto para móviles)
  3. Disponible en iOS y Android
eBook - ePub

Naciones indígenas en los Estados contemporáneos

Detalles del libro
Vista previa del libro
Índice
Citas

Información del libro

La Constitución Política de 1991 reconoció la diversidad cultural y étnica de la nación, pero la estructura institucional y las prácticas sociales y políticas no se han transformado sustancialmente en Colombia. La universidad, a diferencia del escenario académico de otros países, se mantiene impermeable y excluyente de las perspectivas indígenas que afirman su autodeterminación como pueblos, sus sistemas de conocimiento y formas de vida. Sin embrago, la universidad tiene un compromiso inexcusable con la construcción de procesos que sirvan al fortalecimiento de la nación multiétnica y pluricultural. Bajo esta premisa, el Grupo de investigación Plebio de la Universidad Nacional de Colombia propuso el tema Naciones Indígenas en los Estados Contemporáneos para desarrollar la Cátedra Jorge Eliécer Gaitán en 2008, que fue avalado por el Consejo de la Sede Bogotá. Se tuvo como objetivo resaltar la importancia de la diversidad cultural de la nación conforme a los principios de la Constitución Política, el Convenio 169 de 1989 y la Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas. La realización de la cátedra y esta publicación son resultado del esfuerzo conjunto entre el equipo de la Universidad Nacional de Colombia y la Organización Nacional Indígena de Colombia (ONIC). Estas Memorias recogen la voz y expresión de líderes indígenas, al igual que de académicos e investigadores de Canadá, México, Ecuador y Colombia. Cubren temas como identidad cultural, derechos colectivos, territorio, educación, salud, derecho consuetudinario, genética de poblaciones, investigación en conocimiento tradicional y biodiversidad, entre otros. Los contenidos serán materia de reflexión y consulta para organizaciones e investigadores de la cuestión indígena.

Preguntas frecuentes

Simplemente, dirígete a la sección ajustes de la cuenta y haz clic en «Cancelar suscripción». Así de sencillo. Después de cancelar tu suscripción, esta permanecerá activa el tiempo restante que hayas pagado. Obtén más información aquí.
Por el momento, todos nuestros libros ePub adaptables a dispositivos móviles se pueden descargar a través de la aplicación. La mayor parte de nuestros PDF también se puede descargar y ya estamos trabajando para que el resto también sea descargable. Obtén más información aquí.
Ambos planes te permiten acceder por completo a la biblioteca y a todas las funciones de Perlego. Las únicas diferencias son el precio y el período de suscripción: con el plan anual ahorrarás en torno a un 30 % en comparación con 12 meses de un plan mensual.
Somos un servicio de suscripción de libros de texto en línea que te permite acceder a toda una biblioteca en línea por menos de lo que cuesta un libro al mes. Con más de un millón de libros sobre más de 1000 categorías, ¡tenemos todo lo que necesitas! Obtén más información aquí.
Busca el símbolo de lectura en voz alta en tu próximo libro para ver si puedes escucharlo. La herramienta de lectura en voz alta lee el texto en voz alta por ti, resaltando el texto a medida que se lee. Puedes pausarla, acelerarla y ralentizarla. Obtén más información aquí.
Sí, puedes acceder a Naciones indígenas en los Estados contemporáneos de Gabriel Ricardo Nemogá en formato PDF o ePUB, así como a otros libros populares de Sozialwissenschaften y Soziologie. Tenemos más de un millón de libros disponibles en nuestro catálogo para que explores.

Información

Año
2011
ISBN
9789587197747
Categoría
Soziologie

CAPÍTULO 1

img4.png
PUEBLOS INDÍGENAS Y ESTADOS MULTICULTURALES
img5.png

LA CONSTITUCIÓN POLÍTICA DE 1991 Y
LOS PUEBLOS INDÍGENAS DE COLOMBIA{1}

LORENZO MUELAS HURTADO
Gobernador del pueblo Misak o Guambiano
Buenas tardes para todos. Gracias al profesor Gabriel Ricardo Nemogá, al profesor Luís Guillermo Vasco{4}, y a la asamblea de este auditorio que nos honra con su presencia. Hoy me han convocado para hacer mi exposición sobre la Constituyente de 1991, de la cual fui partícipe. Pero antes quisiera explicar por qué los pueblos Indígenas, las organizaciones Indígenas, tomamos la decisión de participar en ese momento histórico por el que estaba pasando Colombia.
Nosotros veníamos de un largo proceso de reivindicaciones de los derechos que nos vulneraron, que nos violaron a través de la historia, hechos que todos conocemos. Los pueblos Indígenas sabíamos perfectamente que existían unos derechos muy antiquicios, vernáculos, originarios de estas tierras, los cuales el pueblo guambiano y sus autoridades denominaron Derecho Mayor, los arhuacos Ley de Origen, los u’was Ley Natural. En ese momento histórico en que Colombia se estaba preparando para el cambio de lo que los políticos y legisladores llaman la Carta Magna, se estaba dando el cumplimiento del Quinto Centenario del inicio de la invasión europea a nuestros territorios y a nuestras vidas, con la que precisamente se inició todo ese proceso de violación de nuestros derechos. Entonces, nosotros quisimos participar porque sabíamos de ese derecho preexistente, de ese derecho natural que nunca se descompone, que no tiene vencimiento, que no prescribe, el cual se le había desconocido a nuestros pueblos, a nuestros antepasados, a nuestros abuelos, a nuestros padres y a nosotros mismos, y con la pérdida de esos derechos, que nuestros antepasados nos legaron, nos hicieron sufrir violentamente.
Los hombres extraños que llegaron a este Continente no nos reconocieron como seres humanos, no nos reconocieron como pueblos, no reconocieron que teníamos derechos. Simplemente nos calificaron como objetos, y no como sujetos de derecho. Muchos pueden pensar que es una exageración mía, pero no lo es. Una ley del siglo 19 aún calificaba a los Indígenas colombianos como salvajes, como dementes, como incapaces de conducir nuestro destino, como menores de edad, aunque uno fuera mayor de 50 años; en la misma norma éramos también declarados, condenados, a ser pobres de solemnidad. Y esta norma, que aún sigue siendo vigente, fue debatida y aprobada en el Congreso de Colombia y sancionada por el gobierno de esa época, lo que demuestra que NO era un error, sino un hecho pensado, analizado, debatido y aprobado. Por eso, antes de empezar, quiero leer un artículo de prensa que registra este hecho jurídico y su abolición, después de la Constituyente. Dice así:
La Corte Constitucional derogó ayer tres artículos de una ley del siglo pasado, que definía a los Indígenas como ‘salvajes’, sin derechos y susceptibles de ser castigados si faltaban a la moral cristiana. La legislación que había sido promulgada en 1890 establecía la manera en que “deben ser gobernados los salvajes que se vayan reduciendo a la vida civilizada”. De esta manera, la alta corporación acabó el martes con un “exabrupto legislativo” que regía desde hace 105 años y que autorizaba a someter a castigo a los aborígenes que no profesaran el cristianismo.
De igual forma, las normas de esa ley ahora derogadas privaban a los Indígenas de los derechos y deberes inherentes a la mayoría de edad, ya que se les daba el trato de menores de edad.
La ley que definía a los aborígenes como ‘salvajes’ fue promulgada cuando la mitad de los 2 millones de habitantes que tenía Colombia eran indios. En la actualidad solo el 2.9% de la población colombiana es aborigen.
La Corte dejó sin vigor dicha legislación en una sesión cuya ponencia fue del presidente de dicha Corporación, Carlos Gaviria. Abril 14 de 1996.
Entonces, hace solamente unos trece años que los Indígenas de Colombia somos reconocidos como ciudadanos con plenos derechos. Yo, siendo delegatario de la Asamblea Nacional Constituyente, tenía 55 años de edad en ese momento, y según esa norma fui menor de edad, fui salvaje, demente, incapaz de conducir mi propio destino.
Ese hecho que nos causó tanto dolor y tristeza lo he sentido como una gran tragedia humana a través de la historia. Y es ésta la que nos ha hecho a nosotros, al movimiento Indígena de ese momento, tomar decisiones para arriesgarnos a llegar a la Constituyente, a buscar las posibilidades con el apoyo de la sociedad nacional no Indígena y, por fortuna, pudimos lograrlo. No se, ustedes nos ayudarán a analizar si esto fue para bien o para mal.
Pero en ese momento tomamos esa decisión. ¿Por qué?
Yo empecé diciendo que llegaron los hombres extraños y nos arrebataron nuestras tierras, nos sometieron, nos humillaron, nos esclavizaron con las armas, y luego usaron nuestra fuerza de trabajo en sus ganaderías, en sus granjas, en todo aquello que a ellos les interesaba para desarrollar su economía en estos territorios, en nuestras tierras. Y así, nuestros antepasados fueron sometidos a lo que ellos al comienzo llamaron la encomienda, posteriormente la mita y finalmente la terrajería.
Yo soy hijo de terrajero y terrajera, y he hecho mi reflexión profunda de que en mi infancia, en mi niñez, y hasta en mi adolescencia, no entendía, no sabía qué era lo que estaba pasando con nosotros, no sabía por qué había tanta carencia. Había tantas tierras que uno veía, pero no estaban en nuestro poder, no estaban en poder de nuestros padres, y NO nos dejaban cultivar. Por eso sufríamos mucho. Ser terrajero era ser un vil miserable, una especie de gamín de los que se pueden ver en las grandes ciudades.
Pero nosotros, aunque habiendo sido convertidos en gente muy pobre -que originalmente no lo éramos, sino que nos empobrecieron-, tenemos el honor de haber mantenido nuestra dignidad, pues nunca fuimos mendigos.
En eso nos da la dignidad de nuestros antepasados, abuelos, padres y de nosotros mismos.
Por eso, las reivindicaciones de la lucha Indígena se iniciaron con el Derecho Mayor. En ese proceso nosotros también hemos cometido errores, entre ellos el de solamente exigir los derechos, olvidándonos un poco de los deberes. En eso hemos fallado. Pero hoy lo estamos reconociendo, tratando de corregir esos errores, asumiendo que tenemos unos derechos, pero también unos deberes que cumplir, para con nuestros abuelos, nuestros padres, nuestros espíritus, nuestros dioses, nuestra madre naturaleza.
Entonces, parecía que para los Indígenas colombianos, para los Indígenas del Cauca, para los Indígenas de mi municipio de Silvia, para los
Indígenas terrajeros guambianos, la vida era imposible; era imposible vivir. En algún momento yo llegué a pensar que uno para qué habría nacido. Pero nuestros abuelos, nuestras abuelas, taaanto nos insistieron, tanto nos dijeron: estas tierras nosotros NO las hemos vendido, NO las hemos enajenado, estas tierras nos las quitaron violentamente; estas tierras, algún día ustedes tendrán que recuperarlas, tendrán que hacer algo por ellas, que por esa insistencia en algún momento nació un germen muy pequeño que fue creciendo cada vez más.
Mientras tanto yo andaba por ahí volando. Como yo había renegado que para qué yo habría nacido, pues yo me había alejado de mi tierra donde nací. En algún momento regresé y encontré unos abuelos, unas abuelas, tocando esta música que ustedes acaban de escuchar, la que llamamos música de flauta y tambor, que hacía mucho tiempo no había vuelto a escuchar. Los tambores estaban ahumados, de igual manera las flautas, del humo producido en los fogones de los ranchitos donde vivían. Era gente muy pobre, pero allí estaban, escuché la música, y eso como que me llamó, me jalonó. Por eso yo quiero mucho esa música, nunca me canso de escucharla, aunque nunca pude ser músico, pues no nací para ese fin.
Los tantos vejámenes y todas las enseñanzas de nuestros abuelos hicieron que nos precipitáramos, creo que sin estar suficientemente preparados para ese evento tan importante, de tanta trascendencia; pero nos arriesgamos. Me encontré con unos amigos no Indígenas que veían que de pronto podríamos, si no resolver nuestra situación económica, política, identitaria, al menos lograr algo, si participábamos en esa Constituyente. Y ahí estuvimos, ahí estuve, me presté para eso.
Algunos Indígenas no creían que fuera posible. Como yo hablaba y hablaba y hablaba, y decía que había que participar, pelear, y hacer reconocer los derechos políticos, económicos y culturales, algunos Indígenas decían: bueno, lancemos a Lorenzo al agua, sin salvavidas, a ver qué pasa. Ellos querían estar en la barrera, y yo me presté para eso. Y haciendo mi propio y modesto análisis, creo que no hemos fracasado; hemos hecho reconocer algunos derechos, aunque no se logró como lo queríamos, como están contemplados en el Derecho Mayor. Ustedes saben muy bien que en la Constituyente hubo muchos intereses, así como también nosotros los tuvimos. Por eso nosotros no pudimos avanzar mucho; pero creo que logramos unas importantes definiciones en ese momento.
¿Qué recuerdo yo de la Constituyente? ¿Qué dije yo como Constituyente en ese momento? Teníamos un enorme interés, no solamente en la situación Indígena, sino en la totalidad del problema nacional: el problema de los afro-descendientes, de los campesinos, y también el de las gentes marginadas que encontramos en las grandes ciudades. En mi intervención en el Debate General{5} dije que el pueblo, Indígena y no Indígena, veía la situación del país como una serie de plagas que habían caído al jardín colombiano, y que esas plagas se podían resumir en: la inseguridad de la vida; la falta de trabajo, de tierra y de conocimientos; el imperio de la injusticia; la corrupción de la política; el secuestro del poder; y la destrucción de la naturaleza. También dije que nuestra propuesta consistía en una serie de remedios para asegurar el mejoramiento continuo de la situación, los cuales eran: asegurar la existencia de la vida; asegurar las libertades de las gentes y disminuir las desigualdades entre los poderosos y el pueblo; asegurar mecanismos reales que permitieran mejorar la vida económica y social; asegurar la participación real de la población en la dirección del Estado. Manifesté que a estos remedios íbamos a brindar nuestro decidido apoyo, en un intento por ayudar a construir una Colombia mejor. Expresé además que:
Dentro de este panorama estamos los Indígenas que no sólo afrontamos las mismas plagas de los colombianos, sino que además sufrimos la discriminación por ser distintos a los demás, porque hablamos diferente, pensamos diferente, sentimos diferente, actuamos diferente. Por eso reclamamos el reconocimiento de la diversidad; y no se trata de una simple diversidad étnica, cultural, geográfica, sicológica o de costumbres, sino de algo más profundo, de una diferencia humana en términos reales, históricos, lingüísticos y de pensamiento, diversidad hasta en la concepción del mundo.
Y solicité por lo tanto a los Constituyentes la construcción de una Constitución de acuerdo a nuestros tiempos y basada en nuestra realidad. Indiqué también que no bastaba con proclamar que Colombia es un país multiétnico y pluricultural, sino que era necesario que los derechos fundamentales de los pueblos Indígenas y de las minorías étnicas quedaran taxativamente plasmados en el texto de la Constitución porque, después de 500 años de desconocimiento, no podíamos someternos al capricho interpretativo de posteriores legisladores.
Así iniciamos nuestra participación en la Asamblea Nacional Constituyente. Fueron 150 días de un arduo trabajo. ¿Cuál fue, el resultado de este enorme esfuerzo, de ese enorme desgaste? Yo debo reconocer mi ingenuidad en la política, pues pensaba que todo lo que se decía y hacía en el escenario, en los debates, y que todo lo que se aprobaba, una vez hecho, una vez salía del escenario, de las comisiones, sería respetado. Yo todavía no había entendido con qué clase de gente, con qué personajes estaba yo ahí. Yo todavía no había caído en cuenta. Sabía que no eran mis amigos, que no eran mis compañeros y mucho menos mi gente, sabía que estaba en otro mundo, en otra realidad, pero no creí que hubiera gente de la que uno debía desconfiar tanto. Me equivoqué también ahí. ¿Qué pasó?
Yo creo que muchos colombianos no se enteraban de lo que pasaba al interior de la Asamblea Nacional Constituyente. No sabían del desprecio, por lo menos hacia mi, por mi traje, el mismo que hoy ustedes observan. Yo sufrí por pensar distinto, por ser distinto, por hablar distinto a ellos. Querían que yo no fuera a un escenario tan importante, donde se debatía la alta política de este país, con este traje; me dijeron verbalmente que viniera vestido decentemente, con un vestido decente como el de ellos. Hubo mucha presión para que yo me desmontara el sombrero de mi cabeza. Y tuve que rebelarme contra todo eso; me rebelé. Creo que la opinión pública nunca se enteró de esto.
Como tampoco nunca se enteró la opinión pública del forcejeo interno que mantuvimos durante los 150 días. Hubo algunos personajes que, aunque no fueran mis amigos, como la verdad nuestra es tan grande, no podían negar el derecho de nuestra existencia. En cositas simples nos respaldaban, en cositas que no eran importantes decían: Lorenzo, Lorenzo, te voy a apoyar, mira que estoy votando a favor. Me llamaban. Pero cuando se tocaban los derechos fundamentales, el caso de los territorios Indígenas, ahí sí nos negaban el apoyo.
Creo que me ha ido bien en la Comisión Segunda, donde yo estaba. Pudimos avanzar hasta la primera ronda. En esa primera ronda nos fue bien en la Plenaria; ganamos cosas importantes ahí. Pero cuando ya nombraron la comisión accidental que llamaron Comisión Redactora, y que yo no sabía ni qué era, se fueron para una finca que se llama Yerbabuena y allá, en la mesa de redacción, nos saquearon, nos robaron todo lo ganado en cinco meses. Cuando llegó el proyecto para la vuelta definitiva habían desaparecido casi todos los artículos que habíamos introducido, los artículos que habíamos ganado con el apoyo de muchos delegatarios. Esto sucedió tres días antes de la culminación de la Asamblea Nacional Constituyente, cuando ya las comunidades Indígenas que habían estado presentes para respaldarnos habían regresado a sus tierras, a sus casas, confiados y seguros, contentos, porque ya habían sido aprobados los artículos en los que se reconocían sus derechos. Uno de mis asesores leyó muy rápidamente y me llamó para decirme eso, que ya no habían regresado los artículos, y me dijo las siguientes palabras que tengo grabadas en mi mente: Lorenzo, te regresás a tu casa con la historia de que llegaste aquí a la Constituyente y quedás contándole a la gente que lo que habíamos ganado nos lo robaron, te vas para tu tierra, para tu casa, con la cabeza gacha, o aquí armás un tierrero. Él como asesor ...

Índice

  1. PORTADA
  2. PORTADILLA
  3. PÁGINAL LEGAL
  4. AGRADECIMIENTOS
  5. INTRODUCCIÓN
  6. PALABRAS DE INAUGURACIÓN
  7. CAPÍTULO 1
  8. CAPÍTULO 2
  9. CAPÍTULO 3
  10. CAPÍTULO 4
  11. CAPÍTULO 5
  12. CAPÍTULO 6
  13. ANEXOS
  14. AUTORES
  15. PÁGINA INSTITUCIONAL
  16. CRÉDITOS