Darwin y las ciencias del comportamiento
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Charles Darwin es considerado uno de los científicos más importantes de la historia de la humanidad. Con la publicación de El origen de las especies (1859), la forma en que todos entienden su lugar en el mundo ha pasado de la visión en la que el destino era controlar la naturaleza a una visión integrada en la que el ser humano se ve a sí mismo como parte de una historia que no tiene un destino final y divino, sino causas explicables en forma natural. Las ciencias del comportamiento han incorporado las implicaciones del pensamiento evolutivo de forma creciente en el planteamiento de sus problemas y en el conjunto de explicaciones de los fenómenos que estudian. En este libro editado por Germán Gutiérrez y Mauricio Papini, autores de múltiples nacionalidades y diversas disciplinas abordan las implicaciones del trabajo de Darwin para la comprensión del comportamiento animal y humano. Este libro se compone de cuatro partes. La primera, "Contexto biográfico", presenta las circunstancias que dieron origen al desarrollo de las ideas evolutivas de Darwin. En la segunda parte, "Legado teórico y áreas de influencia", autores de disciplinas como la psicología, la ecología, la sociología, la economía y la pedagogía muestran las diversas formas en que estas disciplinas han sido impactadas por el pensamiento evolutivo. En la tercera parte, "Conducta, desarrollo y sistema nervioso", se analizan desarrollos clásicos y recientes de procesos psicológicos como el aprendizaje y el condicionamiento, el desarrollo y el funcionamiento del sistema nervioso, entre otros, derivados de la evolución de las especies. La cuarta parte, "Cognición, lenguaje y cultura", presenta las claves para comprender la conducta social en humanos y otras especies animales. Nota: Impreso en papel esmaltado.

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Información

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Continuidad (y discontinuidad) mental (y neural)

MAURICIO R. PAPINI
Texas Christian University,USA


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Continuidad mental: de la lombriz al ser humano
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E
n su último libro, Darwin (1881/1985) describió cómo las lombrices transforman el paisaje por medio de la acumulación de pequeños efectos de cada animal a lo largo de muchos años. En este libro, Darwin documentó cómo rocas, piedras y otros objetos son lentamente enterrados como consecuencia de la capacidad de las lombrices de circular el humus, cambiando lo que está enterrado por lo que yace en la superficie. Las ruinas de famosos sitios arqueológicos, como Stonehenge y varias villas romanas del sur de Inglaterra, también sufrieron, según Darwin, las consecuencias del reciclamiento del humus provocado por las lombrices. Esto explicaría, en parte, el colapso de las paredes y el hundimiento de los pisos en edificios de la antigüedad clásica. La detallada descripción que ofrece Darwin de la influencia de las lombrices en el paisaje inglés se basa en algunas dimensiones permanentes de su pensamiento, que incluyen el uniformismo y el gradualismo.
El uniformismo visualizó los cambios en la geología terrestre en función de la acción continua de fuerzas que transforman las masas continentales, tales como la erosión producida por el viento y la lluvia. El gradualismo (que es básicamente la misma noción, pero aplicada a los organismos) conceptualizó la diversidad de especies como resultado de la descendencia con modificación a través de la acumulación de pequeñas variaciones beneficiosas para el portador (Darwin, 1859/1993). En el pensamiento darwiniano, el gradualismo no solo explica la continuidad morfológica (como la similitud entre los armadillos vivientes y los gliptodontes extintos que Darwin excavó en La Pampa argentina), sino también el comportamiento y la «vida mental» de los animales. Esto último se conoce hoy en día como la hipótesis de la continuidad mental.
Darwin no parece haber utilizado la expresión ‘continuidad mental’ en su obra. Una búsqueda de esta (www.darwin-online.org.uk) en el capítulo sobre instintos de The Origin of Species (tanto en la primera como en la sexta edición) y en todo el texto de The Descent of Man and Selection According to Sex muestra el uso de varios adjetivos para calificar el término ‘mental’, entre los que se incluyen ‘poder’, ‘acción’, ‘cualidad’, ‘hábito’, ‘facultad’, ‘carácter’ y ‘aptitud’. Esto demuestra que Darwin utilizó una terminología con similar connotación a la actual (Darwin también parece haber hecho poco uso del término ‘evolución’ en su obra). Aunque Darwin no utilizara la expresión ‘continuidad mental’ como tal, dicho concepto está claramente desarrollado en sus libros. Por ejemplo, en la introducción al Capítulo II de The Descent of Man, Darwin (1871/1981) comparó la vida mental de «un Newton o un Shakespeare» con la de un «salvaje», un bárbaro inferior, los simios y hasta con los «peces inferiores, como la lamprea o el anfioxo». Aunque las diferencias sean inmensas, tales diferencias están conectadas por un gran número de gradaciones que sugieren que no existen diferencias fundamentales entre especies. Darwin (1871/1981, p. 35) describe esta idea con estas palabras: «Mi meta en este capítulo es solo mostrar que no existen diferencias fundamentales entre el hombre y los mamíferos superiores en sus facultades mentales».
En The Expression of Emotions in Man and Animals, Darwin (1872/1965, p. 17) desarrolló la misma idea en relación con las diferentes razas humanas:
A partir de la información así adquirida, se deduce que el mismo estado mental es expresado en todo el mundo con una uniformidad notable; y este hecho es en sí mismo interesante, como evidencia de la gran similitud de todas las razas humanas en la estructura del cuerpo y en la disposición mental.
La hipótesis de la continuidad mental sugiere que ningún rasgo biológico es enteramente nuevo, sino que evoluciona a partir de versiones menos elaboradas o complejas presentes en los ancestros. Esto se aplica también a las características mentales del ser humano, de modo que todas las diferencias en las capacidades psicológicas que aparentemente distinguen el funcionamiento mental del ser humano del de otros animales son interpretadas como diferencias cuantitativas, más que cualitativas. La emoción, curiosidad, imitación, atención, memoria, imaginación, razonamiento, aprendizaje, uso de herramientas, lenguaje, conciencia, sentido estético y hasta la creencia en Dios son algunos de los temas desarrollados por Darwin (1871/1981) en el Capítulo II. De acuerdo con la visión darwiniana de la naturaleza, estas capacidades psicológicas humanas son la expresión última de una extensa historia evolutiva caracterizada por la acumulación de innumerables cambios pequeños. Un corolario de esta hipótesis predecía que versiones más simples o rudimentarias de estas capacidades fenotípicas debieran estar presentes en otras especies.
La hipótesis de la continuidad mental abrió el camino para el estudio de la «vida mental» de los animales, algo que antes de Darwin fue considerado solo ocasionalmente (Papini, 2008). Darwin mismo implementó este enfoque en una serie de estudios sobre la capacidad de representación de las lombrices de tierra. Darwin (1881/1985, p. 34) ofreció una descripción bastante antropocéntrica de las capacidades mentales de estos invertebrados:
Cualidades Mentales. Poco se puede decir de sus cabezas. Hemos visto que las lombrices son tímidas. Puede dudarse que sufran dolor cuando se lastiman, tal como lo sugerirían sus contorsiones. A juzgar por su avidez por ciertas clases de comida, deben disfrutar del placer de comer.
Su pasión sexual es suficientemente fuerte como para superar por un momento su odio a la luz. Tal vez posean una traza de sentimiento social, pues no las perturba arrastrarse sobre los cuerpos de otras lombrices y a veces yacen en contacto. De acuerdo con Hoffmeister, pasan el invierno ya sea solas o enrolladas con otras lombrices en una bola, en el fondo de sus túneles. Aunque las lombrices tienen deficiencias sensoriales notorias, esto no necesariamente precluye a la inteligencia, tal como lo muestran algunos casos tales como los de Laura Bridgman; y hemos visto que cuando se activa su atención, desechan impresiones a las que de otra manera hubieran prestado atención; y la atención indica la presencia de una clase de mente. Son más fácilmente excitadas en ciertos momentos.
La capacidad de las lombrices para hacer circular el humus y transformar el paisaje debía estar acompañada por un conjunto de capacidades tales como la de construir túneles y la tendencia a cerrar la entrada de esos túneles durante el día. Por lo tanto, las lombrices se enfrentan diariamente con el problema de abrir y luego tapar la entrada a sus túneles. Escribió Darwin (1881/1985, p. 64):
Si un hombre debiera tapar un agujero cilíndrico pequeño con objetos tales como hojas, pecíolos o ramitas, arrastraría o empujaría estos objetos tomándolos por el extremo más puntiagudo; pero si los objetos fueran delgados en relación con el tamaño del agujero, probablemente insertaría algunos por el extremo más gordo o ancho. En este caso, la inteligencia es la guía. Sería entonces valioso observar cuidadosamente cómo las lombrices arrastran objetos dentro de sus túneles, ya sea por un extremo, por la base o por el medio.
Para distinguir entre instinto e inteligencia, Darwin apeló al uso de estímulos arbitrarios. Su razonamiento no fue dicotómico, sino que apeló a la interacción entre instinto y cognición. Si bien las lombrices instintivamente arrastran objetos, la elección de un objeto específico puede explicarse mediante una de tres hipótesis: instinto, azar o inteligencia. Así lo expresó Darwin (1881/1985, pp. 64-65):
Sería especialmente deseable estudiar esta conducta en relación con plantas no nativas de nuestro país, pues aunque el hábito de arrastrar hojas es sin duda instintivo para las lombrices, el instinto no podría indicar cómo actuar en el caso de hojas que los progenitores nunca conocieron. Además, si las lombrices actuaran solo instintivamente o de acuerdo con un impulso invariante heredado, entonces arrastrarían todas las hojas hacia sus túneles de la misma manera. Si no tienen tal instinto, podríamos predecir que el azar determinaría si toman las hojas por la punta, la base o el medio. Si ambas alternativas son excluidas, solo quedaría la inteligencia; a menos que la lombriz ensaye métodos diferentes y siga aquel que sea factible o el más fácil; pero actuar de esta manera y probar diferentes métodos es análogo a una conducta inteligente.
Darwin (1881/1985) presentó observaciones detalladas del comportamiento de las lombrices, registrando el tipo y forma de los objetos utilizados para tapar la entrada de un túnel, y —dando un paso más allá de la observación— utilizó estímulos preparados por él mismo. Por ejemplo, colocó trozos de hojas y pedazos de papel cortados en varias formas al lado de los túneles y registró cuidadosamente la manera en que las lombrices arrastraban estos objetos hacia la entrada del túnel. Esta metodología anticipó la noción de experimento de campo que se desarrollaría años más tarde (v. gr., Watson, 1908). Hojas de varias clases, pecíolos y triángulos de papel eran, en general, arrastrados desde el ápex más cercano a la entrada del túnel, pero no desde el extremo más lejano a la entrada o desde la parte media del objeto. En cambio, las hojas que tenían una base angosta eran arrastradas desde la base.
La transformación del suelo fértil por la acción de las lombrices fue para Darwin un paradigma del poder de los cambios graduales para causar grandes transformaciones. En sus conclusiones sobre estos «experimentos» con lombrices, Darwin fue inusualmente atrevido, postulando la idea (aún un poco controversial hoy en día) de que las lombrices poseen la capacidad de formar representaciones mentales. Darwin (1881/1985, p. 97) sostuvo:
Si las lombrices son capaces de juzgar, ya sea antes o después de arrastrar un objeto hacia la cercanía de la boca de sus túneles, cuál es la mejor manera de arrastrarlo, deben adquirir alguna noción de su forma general.
Esto lo adquieren probablemente al tocarlos en muchos lugares con la extremidad anterior de su cuerpo que sirve como un órgano táctil. [...] Si las lombrices poseen el poder de adquirir una noción, no importa cuán cruda, de la forma de un objeto y de sus túneles, tal como parece ser el caso, se merecen ser llamadas inteligentes, pues actúan casi de la misma manera en que lo haría un ser humano en circunstancias similares
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Bases de la continuidad mental
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La continuidad mental requiere de la continuidad biológica, es decir, de la conservación de todos los caracteres biológicos que contribuyen al desarrollo de las capacidades psicológicas. Esto incluye la continuidad comportamental, neural, endócrina, genética y la de todos aquellos sistemas del organismo que producen fenómenos psicológicos. Muchos aspectos de la biología de los organismos exhiben un grado sustancial de estabilidad. Como ejemplo basta citar la cuasi universalidad del código genético, según el cual los mismos tripletes de bases de ADN forman un aminoácido específico en todos los animales y en prácticamente todos los organismos vivientes (Maynard-Smith & Szathmary, 1997). La relación entre estabilidad y cambio es paradójica: sin cambio no habría necesidad de postular teorías de la evolución, pero sin estabilidad sería imposible comprender el cambio evolutivo (Papini, 1998, 2002). Por ejemplo, los pinzones de las islas Galápagos, que inspiraron la idea de selección natural en Darwin, son notables por la variedad de sus picos, adaptados para recoger distintas clases de alimento (Grant, 1986). Pero si el resto de sus caracteres morfológicos fuera tan divergente como sus picos, probablemente sería difícil o imposible clasificar estas especies como parte de una radiación adaptativa surgida de un ancestro común. La estabilidad permite identificar ancestros comunes y, en consecuencia, no es difícil comprender la razón por la que Darwin priorizó la idea de continuidad mental, como una manera de demostrar los lazos genealógicos entre especies. Los caracteres que forman la base de la continuidad mental exhiben un alto grado de conservación entre especies. Las neuronas y las hormonas proveen dos ejemplos que ilustran el papel de la estabilidad en la evolución de caracteres importantes para comprender la continuidad mental.
Aunque la comprensión actual del sistema nervioso es, como mucho, mediocre, se puede afirmar que las funciones neurales exhiben un alto grado de conservadurismo entre especies (Papini, 2008; Papini, Salas, y Muzio, 1999). Los animales más simples que poseen neuronas son los ...

Índice

  1. Portada
  2. Portadilla
  3. Página Legal
  4. Introducción
  5. Primera parte contexto biográfico
  6. Segunda parte legado teórico y áreas de influencia
  7. Tercera parte conducta, desarrollo y sistema nervioso
  8. Cuarta parte Cognición, lenguaje y cultura
  9. Los autores
  10. Página Institucional
  11. Créditos