Los "otros" de las independencias, los "otros" de la nación
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Los "otros" de las independencias, los "otros" de la nación

Participación de la población afrodescendiente e indígena en las independencias del Nuevo Reino de Granada, Chile y Haití

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Los "otros" de las independencias, los "otros" de la nación

Participación de la población afrodescendiente e indígena en las independencias del Nuevo Reino de Granada, Chile y Haití

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Entre el 19 y el 21 de mayo de 2010 tuvo lugar el Seminario Internacional: Las Otras Voces de la Independencia: Sectores Populares, Afrodescendientes e Indígenas en la Independencia de Colombia, organizado por la Universidad Nacional de Colombia, sede Medellín, en conjunto con la Corporación Afrocolombiana de Desarrollo Social y Cultural Carabantú. Planteado en el contexto de las celebraciones del Bicentenario de la Independencia de Colombia, este evento tuvo dos propósitos. En primer lugar, estuvo dirigido a crear un diálogo entre los académicos que hubieran contribuidoa estudiar la participación de los afrodescendientes e indígenas en la historia de las independencias en Colombia y, en segundo lugar, buscó propiciar un encuentro entre el saber producido por la academia y los saberes y experiencias de líderes afrodescendientes e indígenas locales, cuya lucha por el reconocimiento de sus derechos políticos en el contexto de la nación ha sido constante hasta la actualidad.El convenio que hizo posible que la Universidad Nacional y Carabantú se convirtieran en socios estratégicos en la organización de este seminario se constituyó en un pequeño paso hacia una forma diferente de concebir el saber histórico y sus usos. Esta experiencia intentó poner en contacto dos lenguajes que poco o ningún diálogo han mantenido entre sí. Este aparente extrañamiento puede delinear varios contornos. El primero es un contorno temporal. El lenguaje del historiador habla del pasado y esto puede llevarlo a construir una narrativa que se abstiene de cualquier vínculo con elpresente, produciendo un ejercicio de memoria histórica cerrada sobre sí misma y sobre sus pruebas argumentativas. Los líderes comunitarios construyen un discurso del presente que no se cierra sobre sí mismo porque apela siempre a una memoria del tiempo pasado.

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Información

Año
2015
ISBN
9789587753622
Categoría
Sociología
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Construyendo la nación. Nacionalismo agencia subalterna y conflicto “racial”
Aline Helg
Universidad de Ginebra, Suiza
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Esta contribución responde a la pregunta que nos hicieron los organizadores del seminario sobre el concepto de nación: ¿de qué forma influyó la participación de los sectores subalternos (sectores populares, afrodescendientes e indígenas) en la definición política de la nación? Después de un breve comentario sobre el surgimiento de la “nación”, la parte central de mi reflexión se enfocará en el caso de Cartagena que estudié y para el cual la participación directa de los sectores populares es bien documentada. Allí se puede notar, entre 1809 y 1812, un proceso de politización progresiva de la mayoría de la población, conformada por afrodescendientes libres y, a partir de 1812, un proceso de integración de esta mayoría dentro de un proyecto político controlado por las élites que rápidamente lograron neutralizar a estos sectores populares afrodescendientes gracias a algunas reformas legales y a la unión en contra de un enemigo común. Al final, trataré más rápidamente la posición de los esclavos y los indígenas durante este proceso, sobre todo en la región caribeña.

1.1 LA NACIÓN

A mi modo de ver, en la primera década del siglo XIX, y hasta bastante más tarde, no se puede hablar de nación sino en el imaginario de algunos líderes e intelectuales. Esto no solamente en Colombia y en América Latina, sino también en Europa. La nación como ideal o mito se construyó en la segunda parte del siglo XIX y principios del XX. A lo largo de las guerras de independencia y después de 1821, en parte por falta de vías de comunicación, la gente siguió identificándose sobre todo con su ciudad, villa o pueblo más que con su provincia, su región o la Nueva Granada. La gente aún concebía los pueblos y las ciudades como entidades jerárquicas y corporativas de las cuales los “ciudadanos respetables” constituían la cabeza, y las clases populares, el cuerpo. Sólo ocasionalmente surgieron prácticas autónomas e individuales de ciudadanía por parte de “los subalternos”. Pero estas prácticas abarcaron la ciudad, el poblado y rara vez un área más amplia.

1.2 LA PARTICIPACIÓN DE LOS HOMBRES AFRODESCENDIENTES LIBRES DE CARTAGENA EN EL PROCESO INDEPENDENTISTA

En Cartagena, desde la década que se inició en 1770 los hombres afrodescendientes libres, de cierta autosuficiencia económica (los artesanos, en particular), estaban organizados en milicias reales de defensa: la milicia de pardos y la artillería, compuesta sobre todo por negros. Como casi todos los blancos, minoritarios en la ciudad, se rehusaban a servir en la milicia, sólo el Fijo, formado en parte por soldados españoles y andinos, competía con los milicianos afrodescendientes para asegurar la defensa de la principal ciudad portuaria de Colombia.
Después de la invasión napoleónica de España, parte de la élite criolla de Cartagena quiso aprovechar el vacío de poder realista para establecer su control sobre la región. Desde el cabildo, estos aristócratas criollos decidieron expulsar al gobernador español Francisco Montes, pero sabían que para lograrlo necesitaban el apoyo militar de los milicianos de color. No solamente movilizaron a la milicia sino que, para impedir la intervención del Fijo, tomaron el riesgo de buscar el sostén de líderes mulatos, como el acaudalado armero Pedro Romero, para que reclutara y armara a los afrodescendientes de las clases más populares de la ciudad y del arrabal de Getsemaní. En junio de 1810, los Lanceros Patriotas de Getsemaní y grupos de hombres de los barrios de Santo Toribio y de Santa Catalina, armados con machetes y respaldados por una multitud, se congregaron frente al palacio del gobernador, donde el cabildo estaba sesionando. El cabildo entonces votó unánimemente la destitución del gobernador, quien fue deportado a La Habana. Impresionados por tal despliegue de resolución popular, los comandantes de todos los cuerpos militares, incluido el Fijo, aprobaron solemnemente la decisión.{1} Para evitar choques entre blancos españoles y criollos, el cabildo recalcó los “vínculos de nuestra fraternal unión”, su religión, sus derechos y deberes comunes y los movilizó en un batallón de Patriotas Blancos compuesto por “voluntarios patriotas, conservadores de los augustos derechos de Fernando VII”. Confirmando las divisiones coloniales españolas basadas en criterios raciales, el cabildo organizó un batallón separado de pardos y negros, los Patriotas Pardos, dirigido por oficiales blancos.{2}
En agosto de 1810, el cabildo de Cartagena estableció su propia Junta Suprema en respuesta a la revolución del 20 de julio de Bogotá, mientras aseguraba las prerrogativas que la Corona había establecido para Cartagena en la provincia. Para eso tuvo que integrar a los afrodescendientes libres que acababa de movilizar, y darles una representación política. Llamó a los hombres adultos libres de Cartagena, sin importar su color, a elegir a seis diputados de la ciudad, que se sumaron a cinco delegados que representaron al resto de la provincia para integrar la Junta Suprema, compuesta por los doce miembros del cabildo, su presidente (José María García de Toledo) y su vicepresidente. Esta inclusión de los afrodescendientes libres de las clases populares en el proceso de elección fue un cambio sociopolítico de grandes dimensiones, aunque se hizo mediante manifestaciones públicas en las que resultaron electos como sus representantes sólo diputados criollos blancos de la élite,{3} y efectivamente, ponía fin al estigma racial de la “mancha de la esclavitud” y a la exigencia colonial de la “limpieza de sangre”, que habían prohibido a generaciones de individuos libres de ascendencia africana “pura” o mestiza —negros, pardos, mulatos, zambos, cuarterones y quinterones— de América acceder al colegio y la universidad, a funciones reales y eclesiásticas, así como a honores y profesiones superiores.
Es interesante notar que un proceso similar ocurrió simultáneamente en Mompox, donde los miembros más radicales del cabildo movilizaron y armaron al pueblo afrodescendiente gracias al liderazgo de algunos mulatos y negros influyentes. Con el apoyo de esta multitud, expurgaron a la élite realista, destituyeron al representante del rey y declararon su separación de la provincia de Cartagena, una decisión ratificada por un cabildo abierto que reunió a los hombres libres sin distinción de raza en octubre de 1810.{4} Sin embargo, los afrodescendientes libres de Cartagena no hicieron causa común con los de Mompox.
Cuando en noviembre de 1810 el Consejo de la Regencia envió a Cartagena otro gobernador para remplazar al destituido Montes, las clases populares (en su inmensa mayoría de color) atacaron indiscriminadamente a los españoles y los criollos afectos a España, y una multitud rodeó el palacio gubernamental para asegurarse de que el cabildo no permitiera el desembarco del nuevo gobernador. Varios españoles se refugiaron en Santa Marta, que se convertía, cada vez más, en un bastión realista.{5}
Esta movilización masiva de los subalternos afrodescendientes impresionó y obligó a la Junta Suprema de Cartagena a dar un paso adicional: en diciembre de 1810 aprobó un sistema electoral de representación indirecta que incluía a todos los ciudadanos hombres, “blancos, indios, mestizos, mulatos, zambos y negros, con tal que sean padres de familia, o tengan casa poblada y que vivan de su trabajo”. Excluía sólo a los vagos, los criminales, los servidores asalariados y los esclavos.{6} Esta movilización de los sectores afrodescendientes libres tal vez explica también por qué, cuando a principios de 1811 la Junta de Cartagena le declaró la guerra a Mompox, no envió al batallón de pardos y negros formado algunos meses antes, sino a cuatrocientos veteranos del Fijo encabezados por el aristócrata Antonio José de Ayos contra los batallones de voluntarios pardos y blancos de Mompox. Bajo el estandarte de “Dios e Independencia”, pero con pocas armas y escasas municiones, los momposinos resistieron el ataque durante tres días. Al final, las tropas de Cartagena ocuparon Mompox, destruyeron sus instituciones revolucionarias y lanzaron una represión feroz.{7}
La acción directa y autónoma de los libres de color de Cartagena culminó en febrero de 1811, cuando el Fijo, de regreso de la guerra contra Mompox y respaldado por seguidores de la Regencia, intentó tomarse el palacio gubernamental. Luego de ser denunciada por oficiales de bajo rango, la conspiración fracasó antes de que se hiciera un solo disparo.{8} No obstante, fortaleció el poder de las clases populares. Ante los rumores de que todos los peninsulares hacían parte de la conspiración e iban a detener la Junta, reprimir y ahorcar a la gente, una muchedumbre de negros, mulatos y zambos armados se apoderó de la ciudad durante cinco días, atacó las casas españolas, arrestó a los hombres españoles y los recluyó en las barracas de los Patriotas Pardos.{9}
Esta demostración de poder popular, de la capacidad de los afrodescendientes libres para actuar contra la voluntad de sus líderes, tuvo un impacto decisivo;{10} por ejemplo, dividió la Junta Suprema de Cartagena, que enfrentaba crecientes dificultades para justificar su continua lealtad a España. Adelantándose al resto de la Nueva Granada, una fracción radical de sus miembros comenzó a demandar que la provincia declarara la independencia total de España. La ideología se entrecruzaba con los lazos familiares, ya que dos momposinos, los hermanos Gabriel y Germán Gutiérrez de Piñeres, abogados y miembros del gobierno de Cartagena, encabezaban el movimiento de independencia y simultáneamente denunciaban la fiera represión de la Junta a la revolución que su hermano Vicente Celedonio, había liderado en Mompox.{11} La llegada de noticias sobre los debates de las Cortes de Cádiz, tales como la negativa de los diputados peninsulares a dar en la asamblea paridad en la representación a los americanos y la exclusión de los afrodescendientes “puros” o mestizos del sufragio, contribuyeron también al creciente sentimiento antiespañol entre los libres de color de Cartagena. En junio de 1811, varios radicales entregaron a García de Toledo una petición, escrita por Germán Gutiérrez de Piñeres y firmada por 479 vecinos de Cartagena, que exigía para la provincia una constitución republicana e independencia de las Cortes españolas, pero la Junta se negó a declarar la independencia.{12}
Finalmente, el 11 de noviembre de 1811, los radicales movilizaron una vez más a los sectores afrodescendientes en un golpe que obligó a la Junta Suprema de Cartagena a declarar la independencia. Los cuerpos de Lanceros Patriotas de Getsemaní y de Patriotas Pardos tomaron posiciones sobre las murallas de la ciudad y volvieron su artillería contra las barracas del Fijo y los Patriotas Blancos para impedir su intervención. Gabriel Gutiérrez de Piñeres y Pedro Romero congregaron a los hombres de clase baja y a los artesanos en frente de la iglesia de Getsemaní. La multitud ingresó a la ciudad, forzó las puertas del arsenal para apoderarse de las armas, y asedió el palacio gubernamental. Los rebeldes enviaron a la Junta dos emisarios blancos, un abogado y un sacerdote, para exigir independencia absoluta de España, “la igualdad de derechos de todas clases de ciudadanos”, un gobierno dividido en tres ramas, la subordinación del ejército al ejecutivo, la apertura al público de las sesiones legislativas, el nombramiento de comandantes pardos y negros en el batallón de pardos y en la artillería, la abolición de la Inquisición y la exclusión de “europeos antipatrióticos” de los cargos públicos.{13} Luego, la turba armada invadió el palacio, agredió a García de Toledo y obligó a la junta a firmar el Acta de Independencia de la provincia, situando a Cartagena a la vanguardia de todas las provincias de la Nueva Granada.{14}
En los días siguientes, todos los miembros de los cuerpos militares, los funcionarios públicos y las autoridades eclesiásticas, con excepción del obispo, juraron fidelidad al Acta de Independencia. En cuanto a la Inquisición, ésta fue obligada a cerrar, y su personal trasladó el Santo Oficio a Santa Marta. El 11 de noviembre, los manifestantes de Cartagena también exigieron, y lograron, que finalizara la ocupación y la represión en Mompox. Vicente Celedonio Gutiérrez de Piñeres y otros momposinos radicales retomaron el poder, dejando de lado su plan para formar una provincia independiente.{15} Evidentemente, sin la movilización de los “sectores subalternos” libres de Cartagena, la provincia no hubiera declarado su independencia el 11 de noviembre de 1811. La acción de los sectores populares fue decisiva. Pero también fue el final de un proceso político autónomo que había empezado en noviembre de 1810 y culminado en febrero de 1811. Durante estos meses, los afrodescendientes libres de distintas capas sociales — artesanos, jornaleros, milicianos, etc.— actuaron sin el liderazgo de la élite criolla, pero no exigieron otra cosa que medidas antiespañolas. No lograron pasar de la unión contra los peninsulares a la unión en favor de un programa común más revolucionario que el reconocimiento de la igualdad legal que de hecho ya se les había concedido en 1810.
Aunque constituían la mayor parte de la población masculina y estaban armados y organizados en unidades militares basadas en un criterio racial, cuando demandaron que se nombraran a oficiales afrodescendientes como ellos para estos cuerpos, no transformaron estas unidades en organizaciones políticas autónomas. Continuaron confiando su representación política a la élite blanca reformista. Esto se debía en parte a que estaban dirigidos por líderes afrodescendientes, como Pedro Romero, que estaban demasiado involucrados en redes verticales de patronazgo
encabezadas por aristócratas blancos como para hacerse ideológicamente independientes.{16} Eso permitió a la élite criolla radical adoptar la misma estrategia que García de Toledo en 1810: organizar y armar a los afrodescendientes libres pero, al mismo tiempo, mantenerlos bajo estricto control. Una vez en el poder, la élite criolla convocó a los hombres cabezas de familia de la provincia de Cartagena, sin distinción de raza, a designar a los electores que escogerían a los diputados a una asamblea constituyente. Los radicales, liderados por los hermanos Gutiérrez de Pi-
ñeres, obtuvieron la mayoría entre los treinta y seis diputados electos. Como signo de los nuevos tiempos, al menos uno de ellos, Pedro Romero, era mulato.{17}
Durante los debates de la convención para redactar la Constitución en febrero de 1812, el pueblo y los Lanceros Patriotas de Getsemaní comenzaron a organizar manifest...

Índice

  1. Portada
  2. Portadilla
  3. Página legal
  4. Introducción
  5. Parte 1 - La población de ascendencia africana y el problema de la ciudadanía republicana
  6. Parte 2 - La revolución de Haití y los proyectos políticos de los revolucionarios pardos en la Nueva Granada
  7. Parte 3 - Manumisión, abolición y libertad
  8. Parte 4 - La población indígena frente a los proyectos de nación: Nueva Granada y Chile
  9. Parte 5 - Castas e indígenas de la Nueva Granada: resistencias políticas
  10. Parte 6 - Reflexiones finales sobre el evento
  11. Los autores
  12. Página Institucional
  13. Créditos
  14. Contraportada