ENTRE LA ACADEMIA, EL ESTADO
Y LA MOVILIZACIÓN FEMINISTA
Un proyecto académico feminista en
mutación: la Escuela de Estudios
de Género de la Universidad
Nacional de Colombia
Luz Gabriela Arango Gaviria
Introducción
Mi ingreso a la Universidad Nacional de Colombia, como docente de planta del Departamento de Sociología en 1994, coincidió con la creación del Programa de Estudios de Género, Mujer y Desarrollo (PGMD) en la Facultad de Ciencias Humanas. Esta creación fue el resultado de un trabajo previo, realizado durante varios años por profesoras y feministas que habían conformado el Grupo de Estudios Mujer y Sociedad1, en el contexto de estímulo a los estudios interdisciplinarios desde la rectoría de la Universidad Nacional, principal universidad pública del país. En 1987 terminé mi formación doctoral en sociología en la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales de París, con una investigación sobre la historia de cuatro generaciones de obreras textileras en Medellín (Arango, 1991). Había trabajado en la Universidad Externado de Colombia en temas de sexualidad, educación e identidad de género entre adolescentes y estaba trabajando en la Facultad de Administración de la Universidad de los Andes en un programa sobre mujeres en la gerencia y habíamos impulsado con Mara Viveros, Magdalena León y otras colegas investigaciones y publicaciones sobre el trabajo y la salud de las mujeres y sobre las identidades de género (Arango, León y Viveros, 1995; Arango, Viveros y Bernal, 1995). La política de las gestoras del PGMD de favorecer el encuentro entre investigadoras de diversas instituciones que estábamos trabajando en temas relacionados con mujer y género y el nuevo espacio creado en la Universidad Nacional me motivaron a vincularme a esta institución. Desde entonces, mi trayectoria en esta institución ha estado marcada por un diálogo creativo y tenso entre la sociología y los estudios de género: creativo en la investigación y la docencia; conflictivo debido a una institucionalidad que ponía en competencia desigual al Departamento de Sociología y al PGMD. En 2001, el PGMD da paso a la Escuela de Estudios de Género (EEG), que accede en el organigrama de la Facultad de Ciencias Humanas a un estatus equivalente al de los otros departamentos pero con una diferencia: la ausencia de planta docente2.
A partir de este recorrido propongo algunas reflexiones sobre una historia de la que he sido partícipe y que por lo tanto escribo desde mi punto de vista, caracterizado por mi formación sociológica, por la prioridad dada a la investigación en mi trayectoria académica, por mi interés en el análisis de las desigualdades sociales, por la experiencia de haber sido Directora en la EEG, entre otros factores. Mi propósito es dar cuenta de algunas dimensiones de la historia de la EEG como proyecto académico feminista que durante más de veinte años ha desarrollado propósitos de transformación social, personal y académica. Mi aproximación analítica deja inevitablemente en la sombra múltiples dimensiones de las experiencias humanas, académicas y políticas que han confluido en la EEG y que colegas con otras sensibilidades, formación y prioridades pueden destacar mejor que yo.
El capítulo se organiza en torno a tres grandes ejes de análisis. En primer lugar, describo el contexto en que surge el PGMD y algunas de las tensiones que atraviesan su historia, señaladas en 2004 con ocasión de la celebración de sus primeros diez años de existencia. En segundo lugar, examino algunos de los sentidos que el lema feminista «lo personal es político» adquiere a lo largo de la historia del programa, desde la confluencia de preguntas e itinerarios de sus fundadoras hasta el impulso renovador de las nuevas generaciones con las que irrumpen las sexualidades disidentes, los feminismos negros y decoloniales, así como la interseccionalidad, entre múltiples opresiones.
En tercer lugar, analizo el proceso de institucionalización del PGMD y su carácter contradictorio. En este apartado me intereso por las disyuntivas que enfrentaron las integrantes de este proyecto entre la defensa de un «cuarto propio» en la universidad, como espacio autónomo y crítico, y la tarea de transformar sus comunidades académicas y disciplinares de origen. Asimismo, identifico cambios en las relaciones entre academia, Estado y movimiento social, considerando las circunstancias paradójicas que llevan a la institucionalización de políticas de equidad de género en el ámbito universitario.
El contexto de su creación
En 1994 se crea en la Universidad Nacional de Colombia el Programa de Estudios de Género, Mujer y Desarrollo (PGMD), adscrito al departamento de Trabajo Social de la Facultad de Ciencias Humanas, con el apoyo del Centro de Estudios Sociales y con el respaldo de un convenio entre la Universidad y el Ministerio de Cooperación para el Desarrollo de los Países Bajos.
Debido tal vez a la preocupación por hacer visibles estas gestas o por cierta capacidad reflexiva presente en el feminismo, la experiencia del PGMD ha sido objeto de varias investigaciones (Gómez Pereira, 2010; Puyana, 2007; Wills, 2007). Puyana identifica algunos factores que influyeron en el desarrollo de los estudios de género en la Universidad Nacional de Colombia: además de transformaciones sociales ligadas a la Modernidad —como la secularización relativa de las costumbres, el acceso de las mujeres urbanas a la educación media y superior, al empleo, a la participación política y al control de su sexualidad— pesaron aspectos como el surgimiento de movimientos feministas de «segunda ola» que en las décadas de 1970 y 1980 convocaron a mujeres de las clases medias urbanas, intelectuales y blanco-mestizas en torno a derechos ligados a la autonomía sexual, la identidad y la libertad. Muchas de aquellas feministas hicieron parte de movimientos políticos de izquierda, en los que algunas permanecieron, entrando en lo que entonces fuera denominado negativamente como doble militancia, mientras que otras establecieron rupturas definitivas tanto con el análisis de inspiración marxista que otorgaba un lugar secundario a la emancipación de las mujeres como con la organización patriarcal de los partidos políticos. Puyana relata que la mayoría de las mujeres que participaron en la creación del PGMD provenían de grupos socialistas y trotskistas, del Partido Comunista o del Nuevo Liberalismo; ellas organizaron en 1981 el primer encuentro feminista que planteó la necesidad de construir un feminismo ajeno a todo tipo de institucionalidad (Puyana, 2007, p. 122).
Simultáneamente, se expande el movimiento social de mujeres, llamado así por defender diversos derechos de este grupo poblacional como el acceso a servicios públicos y sociales, al empleo, a garantías laborales y sindicales, al cuidado de la salud, la atención de la infancia o la paz, sin reconocerse explícitamente como feministas. El proceso de formulación de una nueva Constitución Política de Colombia en 1991 favoreció el fortalecimiento y la aglutinación de muchos de estos movimientos y de las organizaciones no gubernamentales en los que se materializaban.
Por otra parte, el impacto del feminismo liberal en las agencias multilaterales y la cooperación internacional repercute en pactos internacionales como la Década de la Mujer (1975-1985), las Conferencias Mundiales (México 1975, Copenhague 1980, Nairobi 1990 y Beijing 1995), la Convention on the Elimination of All Forms of Discrimination against Women (CEDAW, 1979) —ratificada por Colombia en 1981—, que conducen a compromisos de los Estados. La Constitución de 1991 consagra derechos sustanciales para las mujeres y prohíbe toda forma de discriminación en su contra. En el gobierno Gaviria (1989-1994) se inicia el proceso de institucionalización de una política nacional para las mujeres y para la equidad de género a nivel nacional que se fue ampliando y transformando a lo largo de los años. Esto creó una demanda creciente de personas calificadas en estudios de género y políticas públicas que se refleja en las expectativas de una proporción importante de las estudiantes que se inscriben en la Maestría en Estudios de Género, Mujer y Desarrollo y en la Especialización en Proyectos de Desarrollo con Perspectiva de Género, que se inauguran en 1996. El tema del desarrollo es central y expresa el interés por las políticas públicas y la cercanía con la agenda de los organismos multilaterales.
En 2004, para conmemorar los diez años de existencia del PGMD, ya transformado en Escuela de Estudios de Género, organizamos el seminario internacional «Género, mujeres y saberes en América Latina: entre el movimiento social, la academia y el Estado» como espacio de reflexión sobre las experiencias, los avances y las dificultades en los estudios de mujer y género en la región (Arango y Puyana, 2007). Las reflexiones presentadas por las investigadoras feministas latinoamericanas invitadas a este evento señalaron logros y encrucijadas de los estudios de género. Entre estos cabe destacar las dificultades para lograr una reflexión interdisciplinaria y al mismo tiempo incorporar una perspectiva feminista en las disciplinas; la tensión entre la creciente actividad tecnocrática en torno al género y el desarrollo de un pensamiento crítico; los conflictos entre las lógicas académicas y las dinámicas de los movimientos feministas y de mujeres (León, 2007; Valdés, 2007); la brecha entre las mujeres académicas y las mujeres populares, así como el desconocimiento de la contribución de estas últimas en la producción de un conocimiento sobre su propia opresión; la necesidad de mayor audacia investigativa para emprender el análisis de «grandes estructuras, procesos enormes y comparaciones gigantescas», siguiendo a Charles Tilly (Anderson, 2007, p. 79); la dificultad para que los estudios de género, acusados de ser «ideológicos», obtuvieran una legitimidad académica (Sagot, 2007); las tensiones entre diversidad y universalidad en los contextos pluriétnicos y multiculturales de América Latina (Herrera, 2007).
Diez años después, la mayoría de las dificultades y tensiones identificadas en dicho seminario conservan vigencia, pero se expresan en términos distintos, como mostraré a continuación.
Lo personal es político: significados cambiantes
Buscando cuestionar la separación entre una esfera pública y una privada sobre la que se construyeron las democracias liberales, el feminismo occidental de la segunda mitad del siglo xx acuñó el lema «lo personal es político» que sintetiza desde entonces una de las grandes pretensiones y revoluciones de este movimiento. La riqueza de este lema radica en sus múltiples significados e interpretaciones, así lo utilizo para mostrar algunas de las maneras en las que se conjugó a lo largo de la historia de la EEG.
En los inicios del programa, la politización de las experiencias personales de la primera generación de docentes se manifiesta en una «sensibilidad política» común (Gómez Pereira, 2010) que se vuelca hacia la creación de un espacio académico feminista en la universidad. Lo personal se torna político en la medida en que las docentes se apropian, recrean y difunden un pensamiento crítico que busca transformar las mentalidades y las prácticas, en un diálogo entre sus propias experiencias personales y el descubrimiento de las teorías feministas y de género. Esto significó para varias de ellas una doble ruptura, personal y política: rompen con las organizaciones políticas de izquierda y se separan de sus parejas, generalmente conformadas por hombres de izquierda a los que deciden dejar de hacer concesiones en la esfera íntima.
«Lo personal es político» atraviesa los procesos de formación: así como las investigadoras de la EEG dan sentido a su dedicación a los estudios de género como parte del significado general de su existencia y de su compromiso político, un gran número de las estudiantes llega a los posgrados de la EEG buscando responder a preguntas existenciales e identitarias y con el deseo de contribuir a transformar el mundo.
El tema de las identidades también está presente en las investigaciones, en 1995, en la introducción a la compilación: Género e identidad. Ensayos sobre lo femenino y lo masculino (Arango, León y Viveros, 1995) incluimos la siguiente frase final:
Judith Butler (1990) nos invita a especular sobre la relación dinámica entre la fantasía y la creación de nuevas realidades sociales, como posibilidad de transformación y de invención social: ¿erradicación del género, pr...