Celebraciones centenarias
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Celebraciones centenarias

La construcción de una memoria nacional en Colombia

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La construcción de una memoria nacional en Colombia

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Este libro analiza la construcción simbólica del Estado-nación, uno de los temas más fascinantes de la historia de Colombia. Por lo tanto, aborda los procesos de memoria sobre la independencia y las disputas a lo largo de un siglo para producir un referente fundacional de la República. Una de esas confrontaciones en el plano simbólico tuvo lugar en el primer siglo de vida republicana con la adopción de las fechas andinas 20 de julio y 7 de agosto como referentes nacionales, en detrimento del 11 de noviembre, que se vio enfrentado a múltiples problemas para convertirse en un elemento clave de la memoria.De esta forma, en Celebraciones centenarias, Raúl Román examina la invención del 20 de julio y el 7 de agosto como fechas exclusivas de la Independencia en una coyuntura política particular.

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Información

Año
2019
ISBN
9789587835342
Categoría
History
Las celebraciones centenarias en Cartagena (1911-1921)
El 11 de noviembre de 1911 se convirtió, en el marco de la celebración de los centenarios, en una conmemoración que enfrentó un doble conflicto: por un lado, rivalizó con el 20 de julio para constituirse en el núcleo de una memoria nacional y, por otro, concentró la confrontación de diferentes sectores sociales por simbolizar en esta conmemoración las acciones de personajes que representaban la clase y la raza de estos grupos de la sociedad. La conmemoración se preparó con dos años de anticipación, y el 24 de octubre de 1911 se publicó y difundió el programa. La festividad duró diez días; inició el 10 de noviembre y terminó el 19 del mismo mes. La junta directiva que organizó el festejo estuvo compuesta por Camilo S. Delgado como presidente, J. J. Gómez F., vicepresidente, y Alejandro Amador y Cortés como secretario146.
Durante esos diez días se realizaron un gran número de actos alusivos a la Independencia que reproducían el orden jerárquico y simbólico de la ciudad. El primer día, además de la recepción de los invitados y delegados del Gobierno, se programó un bando cuyo principal atractivo fueron las representaciones de los carros alegóricos a la guerra, las artes, el comercio y el escudo de Cartagena, con la personificación de la India Catalina como emblema de la libertad (Programa de las fiestas del primer centenario…, 1911, p. 3). El segundo día, el 11 de noviembre, desde muy temprano, las principales calles y plazas de la ciudad se convirtieron en puntos obligados de concurrencia para sus habitantes, quienes, al ritmo de una banda musical, campanadas de iglesia, sonidos y ruidos resonantes de pólvora, recordaban y festejaban los acontecimientos que habían dado como resultado el Acta de Independencia absoluta, hecho que hacía posible que ese día la ciudad estuviera celebrando el primer centenario de vida independiente. Ese día los actos oficiales tenían como propósito reproducir los acontecimientos realizados el 11 de noviembre de 1811, que terminaron con la declaración de la independencia de Cartagena frente a la Plaza de la Proclamación.
Por ello se dio la reunión en el Salón Amarillo de la gobernación, desde las 9 de la mañana, donde se recibió a los estudiantes del colegio Martínez Olier, quienes llevaron como obsequio un mapa del Estado de la Provincia de Cartagena y las cinco grafías de las firmas de los próceres. A las 10 y 30 de la mañana, ya la plaza contaba con la presencia de uno de los regimientos, los colegios y una concurrencia importante de habitantes de la ciudad, que esperaban la lectura del Acta de Independencia absoluta por parte de Alejandro Amador y Cortes. Luego, el gobernador se dirigiría a los espectadores y se daría inicio al recorrido de los colegios y asistentes por las principales calles de la ciudad, programadas para este acto.
A las 4 de la tarde de ese mismo día se inaugurarían el obelisco y el Parque del Centenario en medio del regimiento militar, estudiantes y profesores de los colegios y asistentes en general; este acto estaría presidido por las principales autoridades del departamento y la ciudad. Día tras día se fue dando cumplimiento a cada uno de los números y eventos programados. De esta forma, el principal objetivo, rendir culto a los fundadores de la Independencia, quedó cumplido en su totalidad. Sin embargo, más allá de la representación que hizo esta celebración, encarnó una disputa simbólica entre diferentes sectores de la sociedad cartagenera.
La confrontación simbólica de la celebración del centenario
La celebración del primer centenario de la independencia de Cartagena hizo parte fundamental de un doble propósito: el primero, dirigido a proyectar las acciones de la ciudad de Cartagena por la Independencia como decisivas en el proceso de fundación del Estado-nación; el segundo propósito estuvo orientado a culminar un proceso de disciplinamiento de la memoria popular que buscaba, sobre todo, imponer como fundadores de la independencia de la ciudad a un grupo de individuos que pertenecían al patriciado de Cartagena en la primera mitad del siglo XIX (Román Romero, 2001, pp. 8 y 9). Este segundo propósito provocó que la celebración centenaria se convirtiera en un escenario de disputa simbólica entre los sectores dirigentes de la ciudad y los populares representados por los artesanos. Ambos grupos sociales estaban decididos a ocupar el espacio público para proyectar los héroes y acciones representativas de los individuos pertenecientes a su clase y raza (Gutiérrez, 2000)147.
Las festividades del Centenario se prepararon con dos años de anterioridad, con lo cual hubo tiempo de estructurar un dispositivo modernizador para la ciudad. Ello llevó a la pavimentación, arreglo y ornamento de sus principales calles y plazas, pero lo más importante fue la construcción de una red de monumentos con la cual se pretendía instaurar una memoria política e histórica148. Durante esa celebración se enviaba un mensaje claro a los habitantes de la ciudad, en el que se señalaba quiénes fueron los fundadores de la libertad de Cartagena, pues durante el festejo no solo se inauguró el Parque del Centenario como el proyecto más grande para representar en el espacio público los cien años de la independencia de la ciudad, sino que, además, se impuso a la vista pública a los firmantes del Acta de Independencia como los creadores de la República; para esto se utilizó la implantación del obelisco en medio del parque. Paralelo a ello, se estableció e inauguró una estatua conocida como la Noli me tangere, con la que se llenó de significado el panteón de héroes proyectados como gestores exclusivos de la Independencia desde 1873.
De ese modo, se fue dando la ocupación paulatina del espacio público y se fue representando el nacimiento de una nueva era de progreso materializada con la construcción de algunos edificios como el Teatro Heredia y monumentos como el de la bandera, así como otros de importancia para la ciudad que evidenciaban los logros de sus sectores dirigentes (El Porvenir, noviembre 9, 10 y 12 de 1911; Lemaitre, 1983, pp. 523-525; Román Romero, 2001, pp. 8 y 9)149.
Esta apropiación y despliegue de poder en el espacio público por parte de los sectores hegemónicos cartageneros para imponer una memoria histórica y política representativa de su clase tenía tres propósitos fundamentales: primero, ligar a los habitantes de la localidad con un pasado común; segundo, postularse como herederos políticos de los fundadores de la República y el proyecto nacional; y, tercero, mimetizar a los sectores populares dentro de una simbología monumental, con la cual este grupo social no se identificaba del todo (Gorelik, 1997)150.
La celebración favoreció la instalación de algunos lugares para el recuerdo histórico; ello implicó el despliegue de un escenario con los protagonistas de la historia representativos de las clases dirigentes y, por esta razón, la celebración materializó un enfrentamiento simbólico que venía dándose desde el siglo xix, porque con ese despliegue se pretendía condenar al olvido otra memoria histórica que contenía sus propias imágenes y actores. Esa otra memoria que encarnaban los actores y sujetos populares se convirtió en alternativa y fue remozada y proyectada por los artesanos en nombre de los sectores populares de la población. Ellos lograron, mediante sus acciones y su discurso, confrontar la memoria que se quería imponer desde el poder. Con ello, crearon sus propios espacios de aparición151.
Los dirigentes artesanales, conscientes de la hegemonía que querían prolongar algunas familias cartageneras, crearon desde 1908 su propio proyecto político y se organizaron como Sociedad de Artesanos de Cartagena (sac). Dentro de ese proyecto, uno de los propósitos fundamentales fue alcanzar los espacios de poder, como en efecto lo lograron parcialmente en 1910, con la llegada de dos de sus representantes al Concejo Municipal, que a fin de cuentas no respondieron a sus expectativas. Este proyecto de los artesanos necesitó una legitimación simbólica que generara la identidad y la solidaridad de los sectores populares con las iniciativas de este grupo social.
Atendiendo a este objetivo, la celebración del primer centenario de la independencia se convirtió en el momento clave para buscar esa legitimidad que desde el punto de vista simbólico necesitaba el proyecto. Por esta razón, los trabajadores se propusieron, con dos años de anterioridad, participar de manera activa en la celebración. Para ello previeron que la inauguración del Parque del Centenario sería el momento y el sitio privilegiado para crear otro símbolo de la independencia que representara la participación de los artesanos y sectores populares en el logro definitivo de la libertad de Cartagena.
Ese símbolo no podía ser encarnado por Padilla, el héroe de mayor representatividad para las clases populares negras y mulatas de la Independencia de 1821. Se trataba, más bien, de proyectar las acciones populares ocurridas el 11 de noviembre de 1811 en las que los miembros de la milicia Lanceros de Getsemaní, comandados por Pedro Romero, tuvieron un papel significativo para que se firmara el Acta de Independencia definitiva de la ciudad. En consecuencia, los artesanos proponían la construcción de una estatua en honor a este héroe popular. Desde El Penitente de Cartagena, órgano de información simpatizante de los proyectos de los artesanos de la ciudad, se anunciaba este objetivo señalando:
Hasta ahora, el patriota a quien parece corresponder el honor que se propone tributar la gratitud de los artesanos cartageneros, será el valiente Pedro Romero, teniente coronel de los ejércitos de la independencia, que tanto se distinguió, en los primeros años de la magna fecha, según consta en los anales de la historia de Bolívar y de conformidad con las tradiciones de familia y los archivos particulares que todavía se conservan. (El Penitente [Cartagena], n.° 160, octubre 2 de 1910)
Con las acciones de Pedro Romero se identificaban muchos sectores populares de la ciudad. José Morillo, dirigente de los trabajadores en los años veinte, en un libro titulado Más allá de la historia, publicado a propósito del sesquicentenario del 11 de noviembre de 1811, se refería a este personaje así: “Este a quien el pueblo cartagenero, en el devenir de los años, personifica como un símbolo en la revolución política, es objeto de referencias, de anécdotas y de algo más” (Murillo, 1961, p. 25). Edificar esta estatua significaba contraponer otra memoria a la establecida en el Camellón de los Mártires que, en palabras de Redondo Mendoza, escritor liberal de la década de 1930, teatralizaba el mito de una “impostora audacia”. Guiados por esta intención, los artesanos dispusieron aportar una cantidad de dinero para sufragar los gastos de la ejecución de las obras del parque y, alrededor de cincuenta de ellos se comprometieron con su finalización, regalando una hora de trabajo diaria (Román Romero, 2001)152.
Los sectores dirigentes de la ciudad, viendo que era casi inminente que se expusiera públicamente un busto de un héroe popular que no pertenecía a su clase ni raza, decidieron centralizar y limitar la democratización de los festejos. Por medio de la Junta Directiva del Centenario se logró la imposición de un solo programa, que concentraba los actos públicos alrededor del Camellón de los Mártires y el Parque del Centenario, con lo cual dejaban por fuera otros programas para la celebración. Además,...

Índice

  1. Cubierta
  2. Portadilla
  3. Página legal
  4. Dedicación
  5. Contenido
  6. Agradecimientos
  7. Prólogo a la segunda edición
  8. Introducción
  9. En busca de la unidad nacional y del fortalecimiento del Estado
  10. La amenazante desintegración de la nación comienzos del siglo xx
  11. Politización, crisis y confrontación partidista en década del siglo xx
  12. El 20 de julio, día de la independencia nacional: la invención de una tradición
  13. El centenario del 20 de julio y la formación de una memoria nacional
  14. El 11 de noviembre de 1811 y su frustrado papel en la construcción de una memoria nacional
  15. Las celebraciones centenarias en Cartagena (1911-1921)
  16. Conclusiones
  17. Bibliografía
  18. Índice analítico
  19. Cubierta posterior