El amor de Madgalena
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Un extraordinario sermón anónimo francés del siglo XVII, luminoso, de una verdadera actualidad espiritual, descubierto por Rainer Maria Rilke en la tienda de un anticuario parisino en San Petersburgo el año 1911. "Si no he inscrito ningún nombre al principio de esta maravilla no es porque no se me haya ocurrido ninguno. Quienquiera que esté familiarizado con Bossuet creerá, quizás con razón, reconocer aquí, ora la sublimidad de su pensamiento, ora la osadía de sus imágenes (…) Pero, sea cual fuere su autor, lo cierto es que nadie le recriminará haber escogido este tema, ni haberlo realzado con colores tan vivos". Del Prefacio original.

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Información

Año
2017
ISBN
9788425439131
Categoría
Religión
EL AMOR DE MAGDALENA
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Magdalena, la santa amante de Jesús, lo amó en sus tres estados. Lo amó vivo, lo amó muerto, lo amó resucitado. Mostró la ternura de su amor por Jesucristo presente y vivo; la constancia de su amor por Jesucristo muerto y sepultado; las impaciencias y los arrebatos, las pasiones, las debilidades y los excesos de su amor desamparado por Jesucristo resucitado y subido a los cielos.
Cuando miro a Magdalena a los pies de Jesús, me parece que veo al amor extraviado que lamenta sus yerros y busca la recta senda a los pies de Aquel que es la senda misma. ¿Acaso la apremia el amor? Sus besos ardientes lo demuestran; las palabras de Jesucristo lo confirman. Pero ¿qué tipo de amor es el amor de Magdalena? El amor todo lo puede; el amor se anima a todo; el amor no es solo libre y familiar, sino también osado y atrevido, pero veo que Magdalena permanece detrás, que no se atreve a alzar los ojos ni a mirar el rostro de Jesús, se siente afortunada solo de acercarse a sus pies. Veo que suspira y no habla, que llora y no se atreve a esperar consuelo. Veo que lo da todo, que se entrega toda ella e incluso así no se atreve a pedir su gracia. Si es el amor el que te incita, Magdalena, ¿a qué le temes? Atrévete a todo, inténtalo todo. El amor no conoce límites, sus deseos son su regla; sus pasiones, su ley; sus excesos, su medida. Solo teme el temer; y su razón para poseer es la osadía de pretenderlo todo y la libertad de intentarlo todo.
Es cierto: tales son los derechos del amor, siempre que vaya por la recta senda. Pero de encontrarse extraviado, debe volver dando largos rodeos, debe temblar, debe alejarse, debe lamentar sus extravíos y reparar las faltas cometidas a causa de su confusión. ¡Oh, amor! ¿Para qué estás hecho? Para lo bello y lo bueno, para la unidad y el todo, para la verdad y el ser, para la fuente del ser: y todo eso es Dios mismo. Sí, si has caminado siempre por la recta senda de Dios, te atreverías a todo con Jesucristo, lo intentarías todo por Él. El Dios hecho hombre para ser del hombre se hubiese abandonado todo él a tus brazos, tan castos como libres, tan sosegados y dulces como fervientes e insaciables. Lo pretenderías todo sin temor y lo poseerías todo sin reservas. Pero, amor, te has perdido entre objetos desconocidos, para los que no has sido hecho. Vuelve, vuelve, pobre vagabundo, pero vuelve con temor a un justo castigo por haber dejado errar a tu libertad; vuelve, oprimido por el dolor, a fin de cargar la pena de tus desahogos disolutos; vuelve, humillado y abatido, a fin de mostrar que, muy atrevidamente, te has sacudido el yugo y has olvidado a tu Soberano.
El amor une, el pecado distancia y el amor penitente participa de ambos. Magdalena corre hacia Jesús: eso es amor. Magdalena no se atreve a acercarse a Jesús: eso es pecado. Entra decidida: eso es amor; se acerca temerosa y confundida: eso es pecado. Perfuma los pies de Jesús: eso es amor; los moja con sus lágrimas: eso es pecado; esparce y prodiga sus cabellos: eso es amor; enjuga con ellos los pies de Jesús: eso es pecado. Es ávida e insaciable: eso es amor; no se atreve a pedir nada: eso es pecado. Pero Magdalena llora, suspira, mira, se calla: es a la vez el amor y el pecado. ¡Qué amable es el amor penitente en sus sumisas insolencias, en sus libertades reprimidas, en sus licencias temblorosas! Y otra vez, ¡qué amable es, porque ama, porque honra, porque practica la justicia y la renuncia a los derechos que le pertenecen por el nombre y la calidad del amor, para que, con sentimientos de penitencia, reine la justicia!
Oigamos, pues, hablar al amor en el Cantar de los Cantares. Él solo aspira a la unión de los castos besos, a los íntimos abrazos del Esposo. Ardiente e impetuoso como es, comienza así: «Bésame con los besos de tu boca». El amor penitente sin duda querría abandonarse desde el principio a este amable exceso, pero, turbado por sus confusiones, no se atreve a hablar con esta noble pasión, y en lugar de cantar con la Esposa: «Bésame con los besos de tu boca», ¡ay!, se consideraría más feliz si lo dejaran decir: «Que me permitan tan solo besar sus pies». Ese es el cantar del amor penitente, aquel que canta María Magdalena con sus lágrimas, con sus sollozos, con su silencio melodioso.
No creamos, sin embargo, que renuncia por completo a los abrazos del Esposo. Todas esas amables dulzuras de las que parece alejarse, convencida de no ser digna de ellas, en su fuero interno más secreto sí las anhela. Postrada a sus pies, entregada toda ella a esos pies sagrados y sin osar siquiera mirar su rostro, ya lo abraza espiritualmente con su corazón. Pero, al sentirse demasiado libre después de sus pecados, ella reprime ese deseo y, al reprimirlo, le proporciona otra forma más íntima, más delicada. Ese deseo, reprimido por la humildad, busca su objeto por otro camino. Se acerca retirándose, y la cautividad que se impone le da la libertad.
Estos son los admirables y misteriosos rodeos del amor penitente, que avanza huyendo, que posee rechazando, de algún modo, el bien que persigue. No osa decirle al Esposo, con esa libertad de la Esposa: «Ven, amor de mi alma, ven, ven pronto». Pero él encuentra el modo de llamarlo de otra manera, diciendo: ¡Apártate, apártate! «Apártate de mí, Señor —como decía san Pedro—, porque soy un hombre pecador». ¡Método nuevo e inaudito que invita rechazando...

Índice

  1. Cubierta
  2. Portada
  3. Créditos
  4. Índice
  5. Sobre el sermón
  6. El amor de Magdalena
  7. Epílogo de Javier Melloni
  8. Información adicional