Perspectivas del absoluto
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Perspectivas del absoluto

Una aproximación místico-fenomenológica a las religiones

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Perspectivas del absoluto

Una aproximación místico-fenomenológica a las religiones

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Perspectivas del Absoluto, situado en el ámbito de la fenomenología de las religiones y de la experiencia místico-religiosa, explora el territorio transconfesional con la intención de favorecer el diálogo sobre lo sagrado. Los seres humanos percibimos las distintas manifestaciones de lo sagrado a través del entorno que nos configura, y las interpretamos a partir de la religión o cosmovisión que profesamos. En efecto, lo sagrado está presente en todas las tradiciones como horizonte último y primero, el cual se muestra a través de las formas físicas, mentales y espirituales que nos moldean en un proceso continuo de asunción y a la vez de trascendimiento. Fruto de la maduración de su autor, Javier Melloni presenta las diferentes religiones como radios que emanan del Centro hacia la periferia y de la periferia hacia el Centro, a partir de un dinamismo de salida y retorno, de éxtasis y éntasis que es correlativo a diferentes niveles de conciencia. Este gran mandala de las religiones es externo e interno a la vez, ya que cada ser humano es quien tiene que recorrer la distancia que separa su periferia de su Centro.

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Información

Año
2018
ISBN
9788425441790
Categoría
Religión
II

SEGUNDO CÍRCULO


EL MUNDO IMAGINAL
Y LA IMAGEN TEOFÁNICA.
APROXIMACIÓN SIMBÓLICA
Las ropas y arreos de esa mujer eran verdaderamente
los de una dakini, pero ignoro si esto ha sido el aviso
de una dakini o un obstáculo de una criatura maligna.
MILAREPA

Se presentó de nuevo ante mí ese Rostro de indecible belleza.
Se me apareció como un gran río de fuego,
más ancho y profundo que el mar.
HADEWICH DE AMBERES

Es necesaria una percepción mística.
Percibir todas las formas como formas epifánicas,
es decir, percibir que son distintas al Creador
y que, sin embargo, son Él.
HENRY CORBIN
1. LA IMAGINACIÓN, LO IMAGINARIO Y LO IMAGINAL
Avanzando e interiorizando los elementos del primer círculo llegamos a un plano poblado por la imagen que está en tránsito entre lo visible y lo invisible, entre lo tangible e intangible, entre lo sensible y lo espiritual. Es el reino donde surgen los símbolos, los mitos y los arquetipos, así como las imágenes oníricas, cuya fuerza ha intrigado a todas las culturas en cuanto mensajeras de contenidos que trascienden al subconsciente. También es el topos de la experiencia visionaria. Por ello recurriremos a los escritos de místicos de las diversas tradiciones, porque en ellos aparecen las imágenes propias de cada religión con una fuerza transformadora. La cuestión es determinar la naturaleza de tales imágenes, que son la base de los mitos y de los símbolos religiosos. Por un lado, se nutren de las formas sensibles perceptibles por los sentidos, porque el mundo simbólico y los sueños se abastecen del material absorbido durante la vida diurna del primer círculo, pero, por otro lado, también proceden de regiones más profundas que se manifiestan en este plano intermedio que está más allá de la memoria biográfica del receptor. Su fuente es transtemporal, ya sea que provenga del sub­consciente como que lo haga del supraconsciente. En este plano ya no manejamos elementos externos, sino internos. Se ha dado un proceso de apertura a dimensiones más hondas respecto del plano anterior, se ha producido una mayor receptividad de la conciencia. Sin embargo, las capas superficiales del psiquismo siguen activas y continúan emitiendo sus propias imágenes, que muchas veces son mera fantasía.
Cada imagen es resultado de un encuentro entre lo que emerge de abajo y lo que desciende de arriba. Como venimos diciendo desde el comienzo, existen dos perspectivas o hermenéuticas: la arqueológica, marcada por lo biográfico, sociológico o biogenético, la cual es de carácter proyectivo y ascendente, y la escatológica o trascendente, que considera que las imágenes y los símbolos emanan de la Ultimidad y tienen un carácter descendente.1 La aproximación arqueológica se sitúa desde abajo y avanza con cautela, consciente de que procede del reino de la necesidad. A su vez se pueden distinguir en ella dos posiciones: la reduccionista y la progresiva. Es reduccionista cuando interpreta el símbolo y el fenómeno religioso únicamente a partir del sustrato biológico, psicológico, cultural o sociológico, como vehículos de autocomprensión del ser humano a través de elementos ya conocidos y necesarios. Es reduccionista porque en esta lectura lo de arriba es absorbido por lo de abajo, es decir, las manifestaciones del espíritu son vistas como meras proyecciones del subconsciente, como necesidades biológicas y psíquicas, ya sean personales o colectivas. Desde la perspectiva del biologismo, del psicologismo o del lingüismo reduccionistas, el contenido de este plano intermedio está suministrado por sublimaciones del primero. Esta perspectiva no considera que los símbolos también aparecen en el proceso de liberación y en la liberación misma, incluso como anticipación. Tal es el punto de partida del psicoanálisis, en el que la emergencia de imágenes es leída como un rechazo o una eflorescencia del placer (Freud) o del poder (Adler). En la antropología nos hallamos en la posición de Claude Lévi-Strauss y Malinowski, los cuales abordaron el mundo simbólico a partir del estructuralismo, según el cual las imágenes y los símbolos de una cultura proceden de las estructuras que cada colectividad privilegia para su cohesión y supervivencia. Asimismo, la aproximación lingüística de George Dumézil tiende a reducir el simbolismo a la sociedad que lo sostiene. También se inclinó a interpretarlo de este modo Émile Durckheim, el gran sociólogo de la religión. La postura dinámico-progresiva, en cambio, considera que se llega hasta arriba a través de un proceso auténtico de transformación en el que se recorren los diferentes niveles de la realidad, cuyos referentes proceden inevitablemente de los sustratos inferiores, pero no se reducen a ellos. Las imágenes no solo son susceptibles de transformación, sino que su impulso y su destino es precisamente alcanzar dicha transformación. Por el contrario, la postura trascendentalista-descendente considera que las imágenes primordiales y más significativas no son proyecciones del subconsciente, sino reminiscencias o atisbos de planos superiores. En esta segunda perspectiva se sitúa la filosofía perenne basada en Platón, cuya mayéutica no es otra que conducir la impresión de los objetos sensibles al mundo de las ideas. La reminiscencia, lejos de ser una memoria vulgar, es el despertar de la imaginación epifánica.2 En este mismo terreno se sitúa toda la obra de Mircea Eliade.3
Para aclarar este terreno tan sutil y movedizo vamos a diferenciar tres planos: el imaginativo, el imaginario y el imaginal. Esta terminología procede de tres pensadores contemporáneos que centran su obra en el valor epistemológico y cognitivo de las imágenes: Carl Gustav Jung (1875-1961), Henry Corbin (1903-1979) y Gilbert Durand (1921-2012). Para los tres las imágenes y los mitos (que son constelaciones de imágenes) aportan una verdad doxológica de sentido frente a la verdad epistemológica de la ciencia. Las primeras transmiten valores, mientras que la segunda proporciona conocimiento. La aportación de Jung procede del campo de la psicología, la de Gilbert Durand de la antropología y la de Henry Corbin proviene de la teología y de fenomenología de la mística visionaria, particularmente del islam.
1.1. La imaginación en el plano imaginativo
Entendemos por imaginación la capacidad de hacer presente en nuestra mente un elemento de la exterioridad mediante una imagen interna. Esta capacidad representativa ayuda a distanciarse de las situaciones inmediatas dándoles un significado. Toda imagen internalizada comporta una concentración de contenido objetual y está cargada de energía instintivo-emocional. La imaginación configura el vínculo entre el cuerpo y el espíritu, entre lo sensible y lo inteligible.
Las aportaciones de Gilbert Durand en este campo son fundamentales. Se distancia de Husserl, para el cual la imagen es un obstáculo en el proceso ideativo del concepto. También se distancia de Sartre, el cual consideraba que la imagen no es más «que sombra del objeto, maestra del error».4 Para Durand, la imagen —diferente que la palabra— es portadora de sentido dentro mismo de la significación imaginaria. Se puede hablar de la inmediatez insólita de la imagen. Proporciona la sustancia de la vida interior y su ámbito es el alma, es decir, el psiquismo, el cual se halla entre la luminosidad sutil y simple del espíritu y la densidad oscura y compuesta del cuerpo. Es el lugar de pasaje del Uno a lo múltiple. La pobreza de imágenes es signo de adormecimiento psíquico. Cuando esto sucede, el ser humano está mucho más a merced de las manipulaciones ajenas, sean interrelacionales, sociales, culturales o religiosas. La imaginación, junto con su capacidad metafórica y simbólica, posibilita un abanico de significaciones que permiten escapar de las interpretaciones unidimensionales.
La imagen se sustrae al tiempo. A través de la memoria (hacia el pasado) o la anticipación imaginativa (hacia el futuro) se produce una expansión del presente. Si la imagen se extrae del tiempo significa que su asiento está en el espacio. La espacialidad interior, liberada del tiempo, se convierte en una reserva infinita frente a la temporalidad. Se da una primacía de la visión, en la que toda percepción sensorial es traducida a una forma, al mismo tiempo que se da una profundidad, es decir, una jerarquización espontánea de las figuras. Es una invitación a un viaje, a un viaje iniciático, un viaje hacia el centro.
Las imágenes son el soporte de los símbolos, los cuales no solo no impiden la conciencia clara de la idea, sino que son fruto de la insatisfacción emotiva que produce la misma idea o la intelectualización de los fenómenos. La semántica del símbolo es creadora y su sintaxis no está separada del contenido, así como lo útil no está separado de lo imaginativo. Los signos utilizados en el lenguaje no son significativos por sí mismos porque son convenciones arbitrarias, mientras que el símbolo imaginario es la cara psicológica del plano primitivo de la expresión. Con el desarrollo del lenguaje ha aumentado el carácter arbitrar...

Índice

  1. Cubierta
  2. Portada
  3. Créditos
  4. Índice
  5. Prólogo
  6. Introducción
  7. I. Primer círculo. Plano cósmico y existencia histórica. Aproximación a través de la percepción de los sentidos y del conocimiento racional
  8. II. Segundo círculo. El mundo imaginal y la imagen teofánica. Aproximación simbólica
  9. III. Tercer círculo. Expresiones de la totalidad de la manifestación
  10. IV. El centro. El Deus absconditus, lo pleno-vacío y el fondo sin fondo ni forma
  11. V. Participación de toda la realidad en ese fondo
  12. VI. Cada ser humano es el mandala integral
  13. VII. Recapitulación final. Cuanto mayor adentramiento en el centro, mayor apertura a todas las formas religiosas
  14. Índice de nombres
  15. Información adicional