Las trabajadoras remuneradas del hogar: acción colectiva y sindicalismo en Latinoamérica, 2000-2016
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Las trabajadoras remuneradas del hogar: acción colectiva y sindicalismo en Latinoamérica, 2000-2016

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Las trabajadoras remuneradas del hogar: acción colectiva y sindicalismo en Latinoamérica, 2000-2016

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El primer quindenio del siglo XXI trajo consigo un panorama de crisis para el movimiento sindical en Latinoamérica, debido a La instauración de lógicas corporativistas, al fortalecimiento de políticas de corte neoliberal, que sostienen la subsunción de la vida al capital, y al establecimiento de relaciones "cooperativas" de la clase trabajadora con la clase superdominante, en las que se pierde el lugar de confrontación y se desconoce la existencia de una lucha de clases en las sociedades. En ese sentido, la investigación se centra en interpelar al sindicalismo latinoamericano desde el análisis crítico de la acción colectiva desplegada por los sindicatos de trabajadoras remuneradas del hogar, de cara a La transformación de las lógicas impuestas por el sistema moderno colonial de género. Para esto, se estudió a la Confederación latinoamericana y del Caribe de trabajadoras del hogar (CONLACTRAHO). como un escenario regional; el Sindicato del Personal de Casas de Familia (Sinpecaf), de Argentina; la Federación Nacional de Sindicatos de trabajadoras de Casa Particular (Fesintracap), de Chile, y la Unión de trabajadoras afrocolombianas del servicio Doméstico (UTRASD), de Colombia.

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Información

1. Las trabajadoras remuneradas del hogar sindicalizadas en Latinoamérica

La transformación de las sociedades latinoamericanas ha sido un devenir histórico en el que las relaciones de clase son definidas por el carácter contradictorio del sistema social capitalista y su articulación con el colonialismo y el patriarcado. El conflicto permanente entre las clases, conformadas por sujetos dominantes y dominados, ha determinado cómo se desarrollan los procesos de producción, reproducción y resistencias en el escenario político. Esto lleva al reconocimiento de que el capitalismo es un sistema dinámico y complejo, no estático ni fácilmente predecible, cuyo sustento está en las relaciones asimétricas de poder.
El sistema capitalista, a lo largo de la historia latinoamericana, ha demostrado su capacidad para mutar y establecer lógicas de explotación que se entrecruzan con otras formas de dominación, como lo son las establecidas por el patriarcado y el colonialismo, con el ánimo de mantenerse como concepción hegemónica del mundo y de la vida. En efecto, no se trata solamente de la definición de proyectos económicos, sino de proyectos sociales, culturales y políticos, y es precisamente allí donde las transformaciones del primer quindenio del siglo XXI recrean claramente la capacidad de mutación que tiene el capitalismo por medio de la consolidación de la dependencia y subordinación neocoloniales de centros y periferias impuestas por el neoliberalismo. En medio de estos procesos, los sindicatos han reconfigurado sus relaciones con el Estado y con los partidos políticos, aunque también se ven cambios en el sindicalismo ligados al corporativismo2 y al aumento de la conflictividad laboral en países como Argentina y en otros, así como el fortalecimiento de una apuesta anticorporativa clara, como en el caso de Colombia y Chile.
Además, este periodo de tiempo ha significado para los gobiernos progresistas, como para los neoliberales, crisis y cambios en la representación política, la cual, articulada a la renovación y mutación de lógicas coloniales, define y establece un escenario cargado de retos para las organizaciones de personas trabajadoras en el que
podemos vislumbrar una tendencia a la divergencia en las relaciones entre los sindicatos y el Estado y los partidos, en América Latina, que retan no solo a nuestras construcciones conceptuales, sino también a nuestra capacidad de crear propuestas políticas acordes a una tendencia de integración regional con particularidades nacionales. (Celis, 2014, p. 10)
En este panorama general, se ubica una serie de problematizaciones ante la conformación de sindicatos que no posibilitan la creación de propuestas regionales, lo cual mantiene una estrecha relación con un escenario adverso de regulación laboral en el que algunos dirigentes de los movimientos se presentan como aliados de quienes ocupan el lugar de explotadores3 . Con esto, se han desdibujado el papel del sindicalismo como movimiento de y para la clase trabajadora y el de esta como sujeto protagónico de la revolución social, de ahí que los sindicatos no sean espacios neutrales a la construcción social, económica y política sobre los cuerpos y sujetos y, por consiguiente, puedan ser escenarios de reproducción de las lógicas de dominación.
Con todo lo anterior, es posible señalar la existencia de sindicatos en los cuales:
La construcción diferencial de las identidades y subjetividades dada en el sistema moderno colonial de género (antagónica en una confrontación que es constante pero desigual) se reproduce.
La racionalidad se constituye como el principio fundamental para el ejercicio político. Si se reconocen emociones, estas son las que rodean la competitividad y la dominación de los otros y las otras, por ejemplo, el odio o la rabia. Sin embargo, sentimientos considerados femeninos, como el amor, la solidaridad y la compasión, no hacen parte del ejercicio sindical o político.
Lo personal no es político. Lo que se juega en las relaciones consideradas “íntimas”, “afectivas” y “familiares” es un problema personal o familiar que no tiene nexo con las relaciones de poder que se juegan en el mundo del trabajo y, por lo tanto, es independiente de las actividades productivas e improductivas dadas al interior de los hogares con una acción colectiva desde el sindicalismo.
El reconocimiento y la vocería los asumen los cuerpos que más se acercan a la idea del ciudadano moderno: varones, no racializados, con mayores niveles de educación formal, heterosexuales, etc., mientras que las y los demás se convierten en la base que realiza trabajos considerados como de menor importancia: secretarías, convocatorias, etc. Con ello, se reproducen las jerarquías modernas al interior del sindicato.
Persisten ideologías esencialistas que presuponen la superioridad de la clase trabajadora sobre otras identidades que pueden potenciar su accionar, y, en su lugar, estas identidades son fundamento de discriminación, marginación, explotación y violencia. Se desconoce, por lo tanto, que cada identidad social implica una diferencia particular en el modo de vivir y asumir el trabajo, así como en sus expectativas, oportunidades y deseos frente a este, además de que estas diferencias son producto y sustento de desigualdades originadas en el proyecto moderno colonial de género. En síntesis, los sindicatos que subsumen otras identidades diferentes a la trabajadora obligan a que determinadas personas deban adaptarse a formas de vida social y política impuestas y definidas por la clase superdominante, por lo que terminan convirtiéndose en un medio de reproducción de los procesos de aculturación hegemónica.
Así, el ingreso de los sujetos racializados y generizados al sindicalismo no ha sido fácil ni sencillo, y este es un reto que aún está vigente para los sindicatos de la región. Adicionalmente, se requiere asumir en su accionar el principio de la diferencia, pues son necesarias las reflexiones que permitan pensarlo de manera dinámica y dialéctica. Quienes han sido históricamente explotados y despojados por el capitalismo deben apostar por cambios profundos. Cabe anotar que la cultura de la opresión es parte de estas identidades, no basta con reconocer la diferencia en detrimento de dicha cultura, y esta, por ende, requiere ser transformada en los principios y las prácticas sindicales.
Garantizar el éxito de tales reflexiones pasa por analizar la situación del sindicalismo en contextos diversos que, aunque adversos todos al movimiento sindical, le presentan diferentes retos; por ello, se decidió hacer un balance regional a través de la Confederación Latinoamericana y del Caribe de Trabajadoras del Hogar (CONLACTRAHO) y tomar los casos de Argentina, Colombia y Chile, que, durante el periodo de análisis, presentan situaciones sociales y políticas disímiles que brindan oportunidad de contraste en cuanto al tema de estudio.
Se parte de considerar que las trabajadoras remuneradas del hogar han logrado posicionarse y desplegar un accionar político desde el ser sindicalistas y mujeres al interior de países como Chile y Argentina, y en el caso de Colombia, a partir de ser sindicalistas, mujeres y negras. Estas expresiones políticas de confluencia identitaria desde lo sindical han logrado conformar un espacio regional en el que confluyen los sindicatos de este sector, la CONLACTRAHO.
Surge así la pregunta orientadora de la presente investigación: ¿qué dinámicas de la acción colectiva de los sindicatos de trabajadoras remuneradas del hogar en Latinoamérica permiten fortalecer la consolidación de una apuesta sindical regional para transformar la explotación capitalista en el marco del sistema moderno colonial de género? En la investigación se parte de la siguiente hipótesis: el hecho de que las trabajadoras remuneradas del hogar hayan logrado formar y sostener sindicatos en un escenario regional en el que confluyen diferentes identidades como las de ser mujer, trabajadora, pobre, migrante, negra o afro, indígena, etc., les ha permitido a ellas cuestionar la comprensión de la lucha de clases exclusivamente desde la identidad obrera y, en su lugar, complejizarla con otras formas de subordinación y explotación; lo anterior ha marcado unas reflexiones, un accionar y unas apuestas políticas que cuestionan y redefinen las relaciones en torno a los preceptos y las prácticas de reconocimiento de la clase trabajadora.
En este sentido, la presente investigación tiene por objetivo interpelar al sindicalismo latinoamericano partiendo de las dinámicas de la acción colectiva de los sindicatos de las trabajadoras remuneradas del hogar, de cara a la transformación de las lógicas impuestas por el sistema moderno colonial de género. Para esto, se han escogido cuatro escenarios organizativos de trabajadoras remuneradas del hogar: una confederación regional –la CONLACTRAHO–y tres sindicatos de Chile –la Federación Nacional de Sindicatos de Trabajadoras de Casa Particular (Fesintracap)–, Argentina –el Sindicato del Personal de Casas de Familia (Sinpecaf)– y Colombia –la Unión de Trabajadoras Afrocolombianas del Servicio Doméstico (UTRASD)–.
Es importante señalar que la CONLACTRAHO y los sindicatos de trabajadoras remuneradas del hogar son actores políticos activos a pesar de la reconfiguración neoliberal que se ha dado en la región, la cual ha permitido la recomposición emergente del capitalismo neoliberal, con su naturaleza radicalmente colonialista, y podría sugerir una “tercera reedición de la servidumbre” (Puello–Socarrás, 2013, p. 22). Para los sindicatos de trabajadoras remuneradas del hogar, el neoliberalismo y su faceta colonial situaron este trabajo dentro de un régimen de generalizada esclavitud y en un nivel de “renovada” explotación económica de la fuerza de trabajo de las féminas y los sujetos colonizados.
Contraria a diferentes sindicatos que han tenido líneas divisorias en su interior, la CONLACTRAHO se ha consolidado como un proyecto de unidad en el que se busca que los diferentes sindicatos de trabajadoras remuneradas del hogar existentes en la región logren confluir en varios sentidos. Primero, se busca que confluyan como una unidad regional que busca visibilizar las condiciones de explotación en las que se desarrolla el trabajo remunerado del hogar en la región. Segundo, se trata de una apuesta política que busca incidir en los gobiernos latinoamericanos y caribeños por medio de la aplicación de normas e instrumentos jurídicos que mejoren las condiciones de vida de las trabajadoras remuneradas del hogar; por ejemplo, es uno de los pilares de la CONLACTRAHO la ratificación del Convenio 189 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) (2013; 16 de junio de 2011) en todos los países de la región. Tercero, a pesar de las diferencias existentes entre las trabajadoras remuneradas del hogar de un país a otro, estas han logrado situar los puntos de encuentro y los desafíos que plantea el ejercicio de este trabajo en América Latina.
Por lo tanto, la pertinencia académica y política de la investigación, en el marco de los estudios políticos latinoamericanos, se evidencia en tanto el análisis de la construcción de identidades subalternas de resistencia que realizan quienes han sido excluidas, dominadas y subordinadas en el marco de un ejercicio sindical permite la comprensión y el reconocimiento de la región como una realidad geohistórica, así como de la imperiosa necesidad de pensar y consolidar proyectos para la construcción de la vida en comunidad, donde la solidaridad y el reconocimiento a los otros y otras sean los ejes definitorios de la vida humana.

1.1. Reflexiones teóricas

1.1.1. Trabajo

La categoría trabajo tiene un carácter histórico y su significado ha sido construido, reinterpretado y transformado según las relaciones de lucha y poder que se han gestado a lo largo del tiempo. La definición clásica y dominante es la asociada a la díada capital/trabajo asalariado: es un “concepto típico–ideal que correspondió a una forma particular de trabajo erigida en norma universal por economistas, sociólogos e historiadores de la clase obrera” (Arango, 2011, p. 11). Sin embargo, es necesario, como lo propone Noguera (2002), abordar las implicaciones teóricas del concepto trabajo, que subyace a las mismas desde la tradición de la teoría social crítica que inició Marx, en tanto se trata de una tradición teórica inspirada en valores emancipatorios y que ha renunciado a los esencialismos ahistóricos.
Con el ánimo de clarificar las diversas posturas teóricas sobre la categoría trabajo, Noguera (2002) propone cuatro ejes guías:
El primero, valorización vs. desprecio del trabajo, supone el análisis sobre si el trabajo es dignificado y revestido de valor social o, por el contrario, despreciado como actividad. Estas dos posturas reflejan las visiones contrapuestas que dominaban en las sociedades modernas y antiguas, respectivamente. El grado máximo de la valorización del trabajo será la glorificación de este, en la que el trabajo se convierte en fuente del progreso humano y representación del bien. Es esta la base de la “ética del trabajo” del capitalismo industrial.
En el segundo, concepto amplio vs. concepto reducido del trabajo, se considera como concepto amplio que el trabajo es una actividad que puede tener recompensas intrínsecas a sí misma, como medio de solidaridad social y como autoexpresión o autorrealización, mientras que en el concepto reducido el trabajo es entendido en relación con las recompensas extrínsecas que generan las actividades, como la producción o la creación de valores de uso y como deber o disciplina coercitiva; aquí el trabajo lo define su carácter instrumental.
En el tercero, productivismo vs. antiproductivismo en relación con el trabajo, una concepción productivista es aquella que asume la producción de bienes económicos como una finalidad en sí misma, equipara toda actividad humana con la producción económica o considera que las actividades mercantiles son el único modelo de producción de bienes y servicios.
En el cuarto, centralidad vs. no centralidad del trabajo, la centralidad tiene que ver con las dimensiones sociales y culturales del trabajo, es decir, con hasta qué punto el trabajo hace parte de la estructuración de las instituciones sociales y la vida de los individuos. La centralidad puede ser descriptiva o normativa: la primera se refiere a la constatación, al hecho, y, en su lugar, la segunda se remite a la cuestión política y ética de si el trabajo debe poseer importancia sociocultural.
Para Noguera (2002), estos tres últimos ejes se pueden aplicar a autores y autoras de diversas tradiciones de la teoría social marxista, y entrelazarlos es fundamental para entender la categoría de trabajo desde la teoría social crítica (tabla 1).
Tabla 1. Conceptos de trabajo en el pensamiento social
pg26
Fuente: Noguera (2002, p. 419).
Estas relaciones permiten alejarse de las perspectivas dicotómicas que se han impuesto al momento de estudiar la tradición marxista, por ejemplo, entre ortodoxia y heterodoxia y entre economicismo y culturalismo.
En primer lugar, la defensa de un concepto amplio y antiproductivista de trabajo, entendido en las tres dimensiones que se han especificado, puede ser una ayuda teórica para mantener aún hoy el concepto unificado y abstracto de “trabajo” nacido en el siglo xviii como categoría coherente de actividad (aunque pueda cobrar contenidos diferentes); y ello contra los ataques sociologistas o relativistas a esa categoría, que buscan disolverla (Baudrillard, 1973; Foucault, 1966; Naredo, 1997), como también contra una posición esencialista o nominalista que la abstraiga de su evolución histórica y de su carga política, cayendo en el reduccionismo de identificar trabajo y empleo asalariado. (Noguera, 2002, p. 163)
Así, en esta investigación se toma la categorización del trabajo desde un concepto amplio alejado de la centralidad normativa de este, es decir, el trabajo tiene potenciales de autonomía y autorrealización, lo cual trasciende una actividad instrumental. La autorrealización no supone en Marx solamente goce y consumo, sino que presume esfuerzo e incluso dolor para el desarrollo de la potencialidad y capacidad humanas, que pueden ser emancipatorias. Con esto, se afirma que “el trabajo es una actividad objetivadora, productora de mundo, pero no por ello debe ser actividad necesariamente alienada” (Noguera, 2002, p. 154).
En ese sentido, hay que tener presente que el trabajo presenta dos aspectos fundamentales: como parte orgánica de la vida cotidiana, la ejecución de un trabajo, aquello que Marx llamó labour, y como una objetivación directamente genérica, la actividad de trabajo, ...

Índice

  1. Cubierta
  2. Portadilla
  3. Página legal
  4. Dedicación
  5. Contenido
  6. Lista de siglas y acrónimos
  7. Agradecimientos
  8. Introducción
  9. 1.  Las trabajadoras remuneradas del hogar sindicalizadas en Latinoamérica
  10. 2.  Contexto histórico y político del trabajo remunerado del hogar y del sindicalismo en Latinoamérica
  11. 3.  Dinámicas de acción colectiva de los sindicatos de trabajadoras remuneradas del hogar
  12. Conclusiones
  13. Referencias
  14. Normativa
  15. Bibliografía consultada
  16. Cubierta Posterior