Bion en Buenos Aires
eBook - ePub

Bion en Buenos Aires

Seminarios, presentación de casos y supervisiones

  1. 206 páginas
  2. Spanish
  3. ePUB (apto para móviles)
  4. Disponible en iOS y Android
eBook - ePub

Bion en Buenos Aires

Seminarios, presentación de casos y supervisiones

Detalles del libro
Vista previa del libro
Índice
Citas

Información del libro

Así como Freud introdujo la dimensión inconsciente y la relación consciente-inconsciente, Bion desarrolló ideas sobre la relación finito-infinito, la tolerancia a la duda, a la incertidumbre y al misterio. Propuso nuevas ideas acerca de lo que llamó la relación entre la parte psicótica y no psicótica de la personalidad y en la última parte de su obra postuló como objetivo del psicoanálisis, además del conocerse a sí mismo, el devenirse auténtico, el devenirse sí mismo. La riqueza de sus hipótesis, la amplitud de sus teorías y la flexibilidad de sus modelos, agregadas al consejo de instalarse "sin memoria, sin deseo y sin entendimiento" en la tarea de observación e investigación clínica, apuntan a estimular la capacidad creativa de los analistas, como si les dijera "atrévanse a pensar por sí mismos". Bion habla de las dificultades para expresar ideas nuevas con palabras conocidas y explica que esto lo lleva a veces a introducir términos desprovistos intencionalmente de significado, como alpha y beta, o a utilizar palabras conocidas con significados estipulados por él. Para él la comunicación lateral es muy mala; si el objeto –es decir el paciente– está allí, uno puede señalar esa realidad compartida con el paciente, que está presente en la sesión. En cambio es muy difícil, si no imposible, cuando se trata de transmitir lo que ocurrió en la sesión a los colegas analistas, que no están presentes en ese análisis, en esa sesión, puesto que la experiencia del analista con su paciente es una experiencia emocional única e irrepetible.

Preguntas frecuentes

Simplemente, dirígete a la sección ajustes de la cuenta y haz clic en «Cancelar suscripción». Así de sencillo. Después de cancelar tu suscripción, esta permanecerá activa el tiempo restante que hayas pagado. Obtén más información aquí.
Por el momento, todos nuestros libros ePub adaptables a dispositivos móviles se pueden descargar a través de la aplicación. La mayor parte de nuestros PDF también se puede descargar y ya estamos trabajando para que el resto también sea descargable. Obtén más información aquí.
Ambos planes te permiten acceder por completo a la biblioteca y a todas las funciones de Perlego. Las únicas diferencias son el precio y el período de suscripción: con el plan anual ahorrarás en torno a un 30 % en comparación con 12 meses de un plan mensual.
Somos un servicio de suscripción de libros de texto en línea que te permite acceder a toda una biblioteca en línea por menos de lo que cuesta un libro al mes. Con más de un millón de libros sobre más de 1000 categorías, ¡tenemos todo lo que necesitas! Obtén más información aquí.
Busca el símbolo de lectura en voz alta en tu próximo libro para ver si puedes escucharlo. La herramienta de lectura en voz alta lee el texto en voz alta por ti, resaltando el texto a medida que se lee. Puedes pausarla, acelerarla y ralentizarla. Obtén más información aquí.
Sí, puedes acceder a Bion en Buenos Aires de Wilfred Bion, Lia Pistiner de Cortinas, Elizabeth Tabak en formato PDF o ePUB, así como a otros libros populares de Psicología y Psicoanálisis. Tenemos más de un millón de libros disponibles en nuestro catálogo para que explores.

Información

Año
2020
ISBN
9789878362090
Edición
1
Categoría
Psicología
Categoría
Psicoanálisis
Parte I
Los seminarios clínicos de Bion

Seminario 11

VIÑETA DE UN CASO • CONTRATRANSFERENCIA • LA SUBJETIVIDAD DEL ANALISTA COMO UN FACTOR EN LA TÉCNICA DE LA PRÁCTICA CLÍNICA • SIN MEMORIA Y SIN DESEO • PREGUNTAS DEL PÚBLICO
Señor presidente, señoras y señores, estoy muy agradecido por su amable bienvenida. Aprecio profundamente la oportunidad de estar aquí y de enterarme del tipo de trabajo que están realizando. Trataré de decir algo acerca de mi propia experiencia.
Cierta vez tuve un paciente de aproximadamente 31 años, cuya actitud era de gran cordialidad y cooperación. Me referiré ahora a una sesión bastante típica, en mi opinión, de casi toda la fase temprana de un análisis, esto es, el primer año, y casi molestamente característica del segundo año de tratamiento.
El paciente manifestó que había tenido un sueño que no recordaba muy bien, pero sí sabía que había salido a pasear con su novia, quien señaló un objeto en el cielo al tiempo que comentaba que era muy notable, pero él no pudo verlo y ella se sintió sorprendida. Esto, según creía el paciente, era todo el sueño. Manifestó luego que no la consideraba en realidad como su novia, pero que la conocía desde hacía muchos años y que esa amistad había ido adquiriendo un sentido más profundo durante los últimos meses. Le interpreté que me veía como a una novia o una hermana, que en realidad nunca había tenido, y eso significaba que para él se había hecho importante tener una relación con una especie de hermana analítica en lugar de una relación directa conmigo.
El paciente estuvo totalmente de acuerdo conmigo. Durante esta etapa del tratamiento, yo había comenzado a experimentar cierta desconfianza con respecto a la forma en que estaba llevando adelante el análisis, según la opinión de mi paciente. Consideraba que no había tenido hasta ese momento suficiente material como para hacer esa interpretación y me disponía a recordarle cierto material previo que me había servido de base para formularla, esto es, señalarle con qué datos contaba. En síntesis, me habría gustado decirle: “Bueno, ¿por qué piensa usted que eso es correcto?”. Pero resulta algo difícil plantear tal pregunta cuando uno acaba de decir que, en la propia opinión, esa interpretación es correcta. El paciente continuó hablando y manifestó que, en realidad, y como confirmando mi interpretación, su madre le había contado que una hermana había muerto antes de que él naciera, y siguió luego proporcionando material que corroboraba una vez más lo acertado de mi interpretación. Concluyó afirmando que a su madre le encantaría venir a verme y hablar conmigo sobre el asunto.
Le dije que yo me preguntaba por qué pensaba que su madre podría decirme más que él acerca de lo que yo quería saber, que probablemente debía haber alguna razón por la cual, en esta etapa del análisis, él consideraba que su información era incompleta y que su madre podía proporcionarme datos más exactos acerca de lo que pasaba en su mente. El paciente estuvo por completo de acuerdo conmigo; y aceptó que estaba en un error y dijo que sería mejor que él mismo me proporcionara esa información, cosa que hizo. Manifestó que esos objetos habían sido descriptos por su novia como nubes de formas muy definidas, casi demasiado definidas como para que fueran nubes; en síntesis, que se trataba más bien de objetos con forma de platos voladores. Le dije que esos objetos debían ser muy significativos para él y que le resultaba necesario tener una hermana que apareciera, por lo menos en un sueño, para mencionar esos hechos. Con todo, era bastante significativo que él hubiera tenido el sueño y lo recordara y, puesto que el sueño le pertenecía, la joven debía ser necesariamente un aspecto de su propia personalidad. Por supuesto, también aquí estuvo de acuerdo conmigo. Manifestó luego que era extraordinaria la frecuencia con que en medio de un día claro, aparecían nubes, comenzaba llover y todo se arruinaba.
El paciente siguió hablando sobre el asunto, pero no daré mayores detalles al respecto. Solo diré que sentí que él deseaba que le hiciera una interpretación sobre los dos objetos que lo atacaban durante ese paseo y que atacaban también su relación con su novia, y que la destruirían si él tuviera una novia en la realidad, quienquiera que fuese, incluyéndome a mí mismo en el tratamiento analítico. Una vez más, el paciente aceptó mi interpretación.
Ahora bien, este tipo de sesión, como ya dije, venía repitiéndose desde hacía un año y parecía que yo le daba excelentes interpretaciones que contaban con la entusiasta aceptación del paciente. Con todo, por esa época yo ya había empezado a sentirme algo cansado de estas maravillosas sesiones que, al mismo tiempo, no parecían ejercer el menor efecto. Las cosas siguieron así durante un tiempo, aunque yo realmente estaba convencido ya de que era necesario hacer algo al respecto. Asimismo comenzaba a sentirme algo irritado.
Ahora bien, estoy acostumbrado a que me digan que esto es una contratransferencia, con la que estoy de acuerdo, pero la experiencia me ha llevado a pensar que es muy improbable que alguna vez tengamos un análisis en que nos veamos libres de contratransferencia. Lo importante es esto: se dice que uno puede hacer uso de la contratransferencia, pero creo que, desde el punto de vista técnico, se trata de una idea errónea, pues pienso que el término contratransferencia debería reservarse para la respuesta inconsciente. Por tales razones, creo que la supuesta conciencia que el analista tiene de que se trata de una contratransferencia carece en realidad de toda importancia, dado que nada puede hacerse al respecto en el curso de la sesión. Quizá se podría hacer algo en tal sentido en nuestro propio análisis; de no ser así, solo queda lamentarlo. Debemos seguir trabajando como analistas y tratar de lograr las curaciones que podamos, a pesar de tales conflictos. Uno confía en estar razonablemente libre de ellos, cualquiera sea el significado de este término. No tiene sentido preocuparse por la contratransferencia pues si se trata de un motivo inconsciente es una pena, ya que no hay nada que podamos hacer al respecto: uno no puede recurrir al propio analista en medio de una sesión con su propio paciente.
Por lo tanto, parto de la base de que no se trata tanto de una contratransferencia como de una transferencia, en el sentido de que mi irritación está justificada por motivos que calificaría de conscientes o que por lo menos deberían ser conscientes. De cualquier manera, los inconscientes carecen de importancia aquí. Esto no significa que no necesitemos más análisis; sería muy difícil hacer tal afirmación en ningún momento, pero lo cierto es que llega un momento en que uno debe dejar de analizarse, le guste o no. Y uno confía en haber llevado a cabo un tratamiento que será suficiente. Se debe adoptar el criterio de que, en psicoanálisis, hay una participación consciente, de que el análisis es una labor que se realiza conscientemente, como cualquier otro trabajo, y que como psicoanalistas tendemos inevitablemente a desarrollar prejuicios, como resultado de nuestra tarea. Existen todos los motivos para creer en la importancia del inconsciente, y por eso tendemos a olvidar que lo consciente es aún más importante, y lo es para el psicoanalista cuando está psicoanalizando.
Ahora quisiera retroceder un poco y examinar el problema de la libre asociación. Creo que, en términos generales, y en relación con el caso que describo aquí, ocurre que el paciente habla, asocia, uno espera que lo haga mediante oraciones bien construidas del lenguaje corriente, y por lo general eso es lo que sucede. Al mismo tiempo, uno recibe o confía en poder recibir toda una serie de impresiones. Creo que lo fundamental es la interpretación. En el momento en que se hace una interpretación, ésta tiene importancia porque es fundamental que el paciente sepa cuál es la interpretación. Pero en lo que se refiere al analista, la labor que le hace posible dar esa interpretación ha sido llevada a cabo en las semanas, los meses o los años precedentes.
Ahora bien, cuando le doy a este paciente una interpretación del tipo descripto, confío en que, además del aspecto de su comunicación que le he interpretado, he recogido también una serie de impresiones que no le he interpretado y que no podría interpretarle porque no sé qué significan. Pero sí espero que algún día evolucionarán, como suelo decir, esto es, espero que lleguen a una situación en que se vuelvan preconscientes, conscientes y que luego se las pueda formular. De modo que, en el momento a que me refiero, digo que es el futuro del pasado y es el presente de una interpretación futura.
En mi opinión, esto es solo un ejemplo típico de muchas experiencias que me llevaron a reflexionar cuidadosamente sobre qué es lo que uno interpreta. Existe el peligro de interpretar lo que el paciente dice, cosa que el paciente no tarda en percibir y entonces se dedica a decir cosas que son adecuadas para una interpretación.
Consideremos, por ejemplo, la ansiedad. Nadie, absolutamente nadie, abriga la menor duda acerca de su realidad. Como analista, tampoco tenemos duda alguna con respecto a qué significa la ansiedad, hay todo un vocabulario correspondiente a ella. Sin embargo, este conocimiento basado en el sentido común no tarda en perder todo vestigio de sentido común, aunque sigue teniendo sentido. No se trata de sentido común, pues la gente no ha pasado por la experiencia que sí tiene una persona con formación analítica. Quiero decir que frente a un auditorio analítico no hay dificultad alguna en hablar sobre la ansiedad, pues todos saben muy bien qué significa. Esto se extiende incluso más allá de los límites del análisis, aunque no tanto como quisiéramos creer. Lo que estamos aplicando es sentido común, y éste puede ser utilizado por otras personas que también tienen intuición, aun cuando ésta no se haya visto ampliada por un tratamiento psicoanalítico. Tanto es así, que un analista no tiene mayores dificultades para reconocer que un paciente aparentemente hostil o furioso en realidad experimenta ansiedad.
Pero no muchas personas legas, dotadas de escasa intuición, aceptarían esa afirmación, de modo que uno sobrepasa muy rápidamente los límites del sentido común psicoanalítico. Lo que quisiera destacar aquí, es con cuánta rapidez olvidamos que, de hecho, tenemos mucha más experiencia que los legos porque toda nuestra formación, y creo que toda nuestra práctica después de haber completado aquella, nos enseña cuán poco sabemos y eso tiende a interferir en forma negativa en nuestra labor analítica. De modo que conviene tener en cuenta que, a pesar de ello, algo sabemos, quizás no mucho pero sí algo.
Esto me lleva a lo siguiente: creo que deberíamos manejarnos con esta realidad, con respecto a la cual no necesitamos abrigar duda alguna, como la ansiedad, por ejemplo, que carece de una contraparte sensorial, carece de forma, carece de color y, en síntesis, no es accesible a los sentidos. Así, lo que es necesario desarrollar es lo que llamo intuición. Como analistas, nos vemos aquí en dificultades puesto que esta palabra se ha utilizado antes. No se puede inventar un lenguaje nuevo, y cuando uno usa el habitual y dice, por ejemplo, “intuición”, todos creen entender lo que queremos decir, pero no es así. Los psicoanalistas sí lo comprenden; tienen motivos para ello porque la utilizan a diario en su labor. Por lo tanto, aunque uso ese término, pienso que los analistas lo empleamos en un sentido especial, que se asemeja a la connotación que tiene para los legos.
Espero haber dejado bien aclarado que manejamos aquí, inconfundiblemente para nosotros, una realidad externa. Esto es, el analista enfrenta una realidad externa de un tipo muy particular. En mi opinión, es imposible negar que se trata de una realidad virtualmente imposible de comunicar a nadie que no sea el paciente. Este tiene una ventaja injusta, por así decirlo, puesto que se encuentra allí, y eso le permite entender cuando uno dice: “Usted se siente muy ansioso”. Quiera hacerlo o no, cuenta con la oportunidad de percibirlo. Pero cuando se los digo, por ejemplo a ustedes que están aquí, exceptuando el hecho de que son analistas, no hay motivo alguno por el cual deban aceptar que se trata de una afirmación correcta, porque las pruebas en que me baso para decirlo no están aquí. Las pruebas existían cuando le hice esa interpretación al paciente, y a eso se debe que las interpretaciones que son eficaces y a las que el paciente no se opondría son criticadas por nuestros colegas. Estos tienen motivos para ello, no se trata de mera malicia, sino simplemente de que la comunicación lateral es muy mala. Si el objeto está allí, uno puede señalarlo; si no está presente en el análisis, no es posible hacerlo.
Ahora bien, se sentirán sin duda aliviados al saber que he llegado por fin al comienzo de mi trabajo, y quisiera decir que me parece que es muy importante comprender que nuestras dificultades empiezan precisamente cuando se ha completado la formación analítica. Así me siento ahora y me temo que lo mismo les ocurrirá a ustedes. Pero no puedo presentar las cosas como si fueran más simples de lo que son, pues entonces estaría hablando de algo completamente distinto. Sin embargo, quiero comenzar con una traducción aproximada de un pasaje de una carta de Freud a Andrea Salomé. Lamento decir que no la tengo aquí, pero espero no introducir demasiadas distorsiones y, de cualquier manera, como alguien dijo en cierta ocasión refiriéndose a la filosofía, no estoy escribiendo la historia del psicoanálisis, sino simplemente aprovechando cualquier fragmento de experiencia para hablar sobre el psicoanálisis en esta oportunidad y practicar el psicoanálisis en otras ocasiones. Freud dice:
“No puedo percibir muchas cosas que usted puede ver porque no las entiendo, pero sí comprendo su valor. Ello se debe, en parte, a que, cuando estoy tratando un tema, en cuanto llego a algo que es muy oscuro tengo que cegarme artificialmente para lograr que un penetrante rayo de oscuridad ilumine el punto oscuro”.2
Creo que podrían considerarse otros aspectos de esta frase, pero prefiero no hacerlo esta noche. Con todo, quiero llamar la atención sobre este punto, pues considero que es de gran importancia que todos los analistas puedan cegarse, en el sentido de despojarse de todo aquello que arroja luz, o parece hacerlo, sobre la situación analítica. Ahora bien, esto significa que cuando la situación se vuelve particularmente oscura, uno no se lanza a la caza de una interpretación adecuada. Es éste un problema con respecto al cual me resulta difícil explicar qué quiero decir, pero confío en que ustedes lo comprenderán y sacarán algún provecho de lo que me propongo exponer aquí.
En primer lugar, considero que es muy importante que todo analista trate de concentrar en su arsenal unas pocas teorías esenciales, esto es, unas pocas teorías que son esenciales para él, y para nadie más, tan económicas como sea posible, en el menor número posible, y que abarquen el área más amplia posible, porque no conviene perder el tiempo pensando en una interpretación durante el análisis; el tiempo es aquí demasiado valioso. Los cincuenta minutos de una sesión corriente son demasiado valiosos, constituyen la única oportunidad con que uno cuenta para obtener el material que permite dar una interpretación. En comparación con eso, ninguna otra cosa es importante. Esto significa que el analista debe mantenerse en un estado que le permita captar al máximo. Repito una vez más que acepto la necesidad fundamental de una formación analítica, pero me refiero aquí al desarrollo posterior de la propia técnica. Esto significa que uno debe conocer muy bien unas pocas teorías.
Por ejemplo, es necesario que uno esté absolutamente seguro de comprender acabadamente qué entendía Freud cuando hablaba de la situación edípica. Y cuando eso ha llegado a formar parte de uno, ya no es necesario preocuparse por recordarlo, uno ya puede dejar que se desarrolle, sin necesidad de lanzarse en su búsqueda. Ustedes habrán observado que cuando se encuentran cansados, o desconcertados, hay una tendencia a lanzarse a la búsqueda de una certeza, y una manera fácil de hacerlo es comenzar a buscar una interpretación que, según ustedes sienten, cuenta con la bendición de algún papa psicoanalítico.
Ahora bien, según mi experiencia, es posible establecer en forma relativamente fácil ciertas categorías no demasiado imprecisas, según espero, con respecto a determinados fenómenos mentales que intervienen y tienden a ejercer un efecto peculiarmente oscurecedor. Se interponen entre el analista y la realidad con que aquél debe ponerse en contacto. En líneas generales, quiero utilizar y de hecho los he empleado, los términos recuerdo y deseo para referirme a la mayoría de tales fenómenos. Por ejemplo, si se está a punto de terminar la sesión, creo que uno comienza a preguntarse cuándo llegará ese momento; lo mismo ocurre con la semana y con lo que uno hará después de esa sesión. Eso es precisamente lo que entiendo por deseo. Ahora bien, esas ideas interponen entre el analista y la realidad que debe estar manejando en ese momento una pantalla particularmente opaca.
Cuando digo recuerdo y deseo, utilizo sustantivos pero quiero que éstos tengan tiempo pasado y futuro. A título de ejemplo, en este sentido no tiene mucha importancia que uno empiece a pensar: “¿Qué dijo ayer ese paciente?” o “¿Qué voy a hacer este fin de semana?”. Son la misma cosa, tienen una cualidad idéntica y el mismo grado de opacidad. Mientras uno piensa en todas esas cosas, el análisis prosigue y uno no está realmente presente.
Habrán observado que he modificado el tema central de estos comentarios, que inicialmente se referían al paciente y a las interpretaciones que trataba de darle, y he pasado a hablar sobre el analista. Y ello se debe, no a que quiera dejar de lado al paciente, sino a que pienso que una vez que uno ha completado su formación analítica en la medida de lo posible, es necesario evitar malos hábitos que tienden a retrotraernos al estado en que nos encontrábamos originalmente cuando acudimos al análisis como pacientes. Y creo que, por lo tanto, es conveniente adquirir y mantener buenos hábitos en el curso de nuestro trabajo que, al fin de cuentas, ocupa una considerable parte de nuestro tiempo y regula gran parte de él.
Ahora bien, el enfoque que quiero destacar aquí, el enfoque que consiste en lograr que el penetrante rayo de oscuridad ilumine la zona oscura, padece de algunos defectos desagradables para el analista. No creo que se trate de algo insólito, pues incluso en algo tan simple como aprender a jugar al tenis, si uno sigue las indicaciones del entrenador, no jugará demasiado bien y lo sentirá como algo extraño hasta que llegue a formar parte de uno mismo. Y esto se aplica también a este intento particular de establecer un estrecho contacto con las realidades que el psicoanálisis debe encarar.
Creo que, en algún momento, la mayoría de la gente tiene la experiencia de sentir que su análisis andaría muy bien si pudiera librarse del analista y, además, qué excelente analista sería uno si pudiera librarse del paciente. Ahora bien, la experiencia a que me refiero exhibe la cualidad desagradable precisamente opuesta a esto. En la medida en que es posible alcanzar algún éxito, la situación emocional del análisis se ve enormemente realzada y creo que es justo decir que uno logra aproximarse a lo que Melanie Klein describió, esto es, la transición de la posición paranoide esquizoide a la posición depresiva. Ahora bien, no creo que sea conveniente utilizar tales términos en este contexto ni que resulte útil suponer que estamos libres d...

Índice

  1. Cubierta
  2. Portada
  3. Créditos
  4. Agradecimientos
  5. Homenaje a Elizabeth Tabak de Bianchedi, traductora de las conferencias, seminarios y supervisiones de Bion en Buenos Aires, por Lia Pistiner de Cortiñas
  6. Introducción, por Lia Pistiner de Cortiñas
  7. Bion en el Nuevo Mundo. De Los Ángeles a Buenos Aires, por Joseph Aguayo
  8. Parte I. Los seminarios clínicos de Bion
  9. Parte II. Presentación de Bion de un caso propio
  10. Parte III. Supervisión de Horacio Etchegoyen con Bion
  11. Parte IV. Supervisiones adicionales de Bion con otros psicoanalistas argentinos
  12. Parte V. Diálogo de Bion con el público sobre cuestiones de la supervisión
  13. Sobre este libro
  14. Sobre Lia Pistiner de Cortiñas
  15. Otros libros de nuestra editorial