¿Quién me movió el púlpito?
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¿Quién me movió el púlpito?

Liderando el cambio en la iglesia

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¿Quién me movió el púlpito?

Liderando el cambio en la iglesia

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Liderando el cambio en la iglesia¿Quién me movió el púlpito? A lo mejor esta no es exactamente la pregunta que estás haciendo. Sin embargo, sin duda alguna estás haciendo preguntas sobre los cambios en la iglesia: ¿cómo surgen?, ¿por qué ocurren?, ¿cómo se supone que los afrontarás y seguirás la dirección de Dios en medio de ellos? Incluso intentas adelantarte a los cambios para que tu iglesia cumpla fielmente su propósito eterno y sirva a las oportunidades de esta era. Si eres el pastor, el miembro del personal, el anciano, el diácono o un líder clave en tu iglesia, este es el libro que te capacitará para dirigir y celebrar los cambios sin importar los costos. ¡El momento es ahora!El exitoso autor, Thom S. Rainer, comparte un mapa de ruta para dirigir los cambios en la iglesia, el cual está basado en una combinación de conversaciones con miles de pastores e investigación de campo en más de 50 000 iglesias. No es cambiando la doctrina ni las bases bíblicas, sino las metodologías y las estrategias para alcanzar una cultura que cambia con rapidez.

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Información

Año
2020
ISBN
9781646910878

CAPÍTULO 1

CUANDO MUEVEN EL PÚLPITO

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Derek es el tipo de persona con quien a uno le gusta estar. Tiene una risa contagiosa, y una personalidad que atrae a la gente. Y es un buen líder.
También es el pastor de la Iglesia del Redentor, una congregación de unos 250 miembros en el Medio Oeste. Derek ha sido pastor durante 23 años, por lo que no es un novato en liderar iglesias. Él ha estado en la Iglesia del Redentor durante ocho de esos años, y casi todos en la congregación lo respetan y aprecian.
Derek comprendía el tema de los cambios en las iglesias establecidas. Como líder, era metódico y gradual en su estilo. Su método de tratar con el liderazgo de la iglesia contribuyó significativamente a su permanencia en la iglesia y a su ministerio en general. No temía al conflicto, pero le parecía que demasiados líderes de la iglesia creaban conflictos innecesarios.
Como pastor, Derek notó un cambio en su propio ministerio. Sus sermones eran cada vez más conversacionales en su enfoque y tono. No había hecho ese cambio como parte de un gran plan estratégico, pero ciertamente constituía una variación notable del estilo que tenía hacía varios años.
Derek supuso que el aumento en la cantidad de los de la generación del milenio o millennials en la iglesia había influido en su enfoque de la predicación. Entre estos adultos jóvenes había profesionales de una empresa de tecnología en crecimiento de la comunidad, y otros provenían de una universidad cercana.
Era evidente que los millennials preferían el estilo conversacional de predicación. La retroalimentación más positiva a sus sermones llegó cuando cambió a un enfoque más informal. Por lo tanto, estaba seguro de que su cambio en el estilo de predicación era un resultado directo del creciente número de adultos jóvenes en la iglesia.
El pastor también había notado que los feligreses de mayor edad aceptaban su cambiante estilo de predicación. Sabía que para ellos estaba bien porque sus cambios eran graduales; predicaba un mensaje conversacional un domingo y luego pasaba seis semanas con su enfoque más formal y tradicional. Poco a poco añadió el estilo informal con mayor frecuencia hasta que la congregación se acostumbró y se sintió cómoda con él.
La vida y el ministerio eran buenos para Derek. Podía considerar quedarse en la Iglesia del Redentor por el resto de su ministerio. Estaba muy agradecido de tener el apoyo total e incondicional de los miembros de la iglesia.
Al menos así pensaba él.

El conflicto impactante

Derek se había sentido cada vez más incómodo con el púlpito que había usado durante los ocho años en la Iglesia del Redentor. Le había servido bien cuando él predicaba más formalmente, apoyado en un manuscrito. Sin embargo, ahora le gustaba acercarse más a los congregados. Percibía el púlpito como una enorme barrera de madera. No complementaba su nuevo estilo de predicación. En su mente, el púlpito exclamaba: «tradicional»; «formal»; «barrera».
Tomó una decisión. El púlpito tenía que irse.
El viernes de la semana siguiente, Derek les pidió a los dos custodios que sacaran el viejo y enorme púlpito. Lo reemplazó por un nuevo estilo de púlpito, un pequeño atril que apenas se notaba. Ahora —pensó—, el púlpito complementará mi estilo de predicación.
En retrospectiva, el pastor ahora se da cuenta de que debería haber esperado la explosión; y admite que entró al servicio de adoración ese domingo con un poco de ingenuidad. Debería haber notado la tensión entre algunos en la habitación, al igual que las conversaciones entre dientes que tuvieron lugar antes y después de los servicios.
«Estaba ciego y me tomó por sorpresa —confesó Derek—. No me di cuenta de los rumores y murmullos de aquel domingo por la mañana. Supongo que me había confiado demasiado en mi estilo de liderazgo».
Todo comenzó aquel domingo por la tarde.
Primero, hubo una serie de correos electrónicos. Todos eran negativos, aunque el tono variaba en intensidad. Un miembro de cinco años sugirió amablemente: «Usted debería habernos advertido un poco». En el otro extremo, un miembro de setenta y tantos años atacó directamente al pastor: «¡Lo que ha hecho es herético! Debería avergonzarse de sí mismo. Creo que necesitamos ejercer un voto de no confianza contra usted». El resto del correo electrónico incluía otras ochocientas palabras, pero ya usted comprende la esencia.
Las cosas andaban mal. Muy mal.
Derek perdió la cuenta de los correos electrónicos, las reuniones y las llamadas telefónicas aquella semana. Entre todas, no había una voz de apoyo. Dejó de abrir el Facebook después de ver varias publicaciones que arremetían contra él.
El pastor sabía que lo había arruinado todo. «Violé mis propios principios de liderazgo —expresó—. En las iglesias establecidas en las que serví, siempre he realizado los cambios de manera gradual. He tratado de no sorprender a la gente, y de obtener la mayor participación posible —hizo una pequeña pausa—. Supongo que tuve un período de locura temporal», concluyó, pero solo medio en broma.
Derek sabía lo que tenía que hacer. Supuso que era demasiado tarde para traer el viejo púlpito de vuelta. El daño ya estaba hecho, y él realmente quería acentuar su estilo más informal. Determinó que el próximo domingo ofrecería una disculpa formal a la congregación.
El pastor entró algo turbado en el centro de adoración el domingo siguiente. No se sorprendió de ver a la gente haciendo comentarios entre dientes. No le sorprendió sentir la tensión en la habitación. Y no se sorprendió al ver muchos ojos mirando en dirección al púlpito.
Sin embargo, se sorprendió por lo que vio cuando miró al lugar donde estaba el púlpito. Cuando siguió aquellas miradas hacia el podio, Derek soltó un grito ahogado. Para sorpresa suya, constató el motivo de los murmullos de ese domingo.
El viejo púlpito estaba de vuelta.
Muchos miembros sostienen que la siguiente respuesta realmente sucedió. De hecho, afirman que se escuchó tan alto que toda la congregación se detuvo en una conmoción silenciosa. Todos alegan haberla escuchado. De hecho, algunos de los miembros señalaron que la pregunta del pastor se parecía más a un lamento de agonía. «¿Quién me movió el púlpito?».

Las consecuencias

Cuando hablé con Derek sobre este incidente, él estaba en su noveno año en la Iglesia del Redentor. Había sobrevivido a la crisis, aunque a duras penas.
«Lo que es realmente decepcionante —me expresó el pastor—, es que hayamos perdido probablemente dos años de impulso y ministerio efectivos. Hemos estado muy enfocados hacia dentro abordando este problema».
El pastor todavía está procesando la cuestión. Expresó: «Por un lado, realmente no puedo creer que los miembros estuvieran tan preocupados por algo como un púlpito. No creo que se hubieran molestado tanto si hubiera predicado herejías en mi sermón. Simplemente no tiene sentido».
Le preguntamos a Derek qué hizo inmediatamente después de que trajeran el viejo púlpito de regreso. Su respuesta fue suave pero honesta: «Me enfadé muchísimo». Podríamos asegurar que, aunque habían pasado dos años, todavía había dolor y pesar. «Pensé que me había ganado el derecho de hacer algo tan sencillo como cambiar un púlpito —se lamentó; respiró hondo y continuó—: No era tan sencillo como pensaba».

Primer fallo: no orar

Derek estaba totalmente dispuesto a realizar un diagnóstico sobre esta crisis. El pastor era un aprendiz en desarrollo. Ahora que la Iglesia del Redentor había comenzado a recuperar impulso, él estaba contento de evaluar lo qué había fallado.
«Puedo decirle fácilmente cuál fue mi primer disparate —comenzó—. Cada vez que dirigí un cambio en esta iglesia, lo inicié en oración». Le pedimos que ahondara. «En todos los demás cambios —nos señaló—, pasé unas dos semanas orando al respecto antes de siquiera mencionárselo a alguien más. Esta vez actué sin oración».
Derek no había terminado de explicar. «Luego le pedía a algunos de los verdaderos guerreros de oración en la iglesia que lo pusieran en oración— continuó—. Hay alrededor de ocho de estos hombres y mujeres que tienen un corazón y una pasión por la oración intercesora. Esta vez les pasé por encima».
Hizo una pausa. Era como si Derek captara la gravedad del error que había cometido. «Comencé en mi propia fuerza —comentó casi en un susurro—. Me había vuelto tan confiado y arrogante en cuanto a mi propio liderazgo, que al parecer pensé que esta vez no necesitaba a Dios. Es una locura. Absolutamente una locura».

Segundo fallo: no evaluar las consecuencias imprevistas

Derek admitió saber que, para muchos miembros de la iglesia, el viejo púlpito era un asunto emocional. «Lo que no puedo creer —expresó—, es que nunca me pregunté cómo respondería la gente ante este cambio. Debería haberlo previsto mejor».
Uno de los principios del liderazgo en cualquier organización, sobre todo en una iglesia local, es la ley de las consecuencias imprevistas. Esta indica que cualquier cambio significativo en una organización producirá reacciones que van mucho más allá del cambio en sí mismo.
El pastor no había considerado las consecuencias de mover el púlpito. Aunque sabía que existían antiguos y profundos vínculos emocionales con el púlpito, no consideró cómo las reacciones podrían impactar la iglesia. Derek pensó que podía asegurar el éxito con la fuerza de su personalidad.

Tercer fallo: no comunicar

En una ocasión un pastor me preguntó cuánto debía comunicar un tema importante en la iglesia. Mi respuesta fue: «Mucho más de lo que lo está comunicando ahora». Para ser franco, no sabía en realidad cuánto se comunicaba con la congregación. Simplemente sé que si algo es importante para la iglesia, toda comunicación será de provecho.
Derek nunca comunicó este tema a la iglesia. Nunca explicó sus razones. No compartió con la gente sobre su estilo de pre...

Índice

  1. Cover
  2. Título
  3. Huella
  4. Contenido
  5. Reconocimientos
  6. Introducción: Un correo electrónico de desesperación
  7. 1. Cuando mueven el púlpito
  8. 2. Cinco tipos de miembros de iglesia inamovibles
  9. 3. Deténgase… y ore
  10. 4. Confronte y transmita un sentido de urgencia
  11. 5. Forme una coalición entusiasta
  12. 6. Conviértase en voz y visión de la esperanza
  13. 7. Aborde los problemas con las personas
  14. 8. Pase de un enfoque interno a un enfoque externo
  15. 9. Recoja el fruto que está a la mano
  16. 10. Implemente y consolide el cambio
  17. 11. La vida es corta. Marque la diferencia
  18. Apéndice: Inventario para iglesias sobre la disposición al cambio
  19. Sobre el autor