Globalización y Teología

Joerg Rieger

• Editorial: JUANUNO1 Ediciones
• Año: 2020
• ISBN:
  9781951539382
• Edición: 1
• Categoría: Theology & Religion
• Categoría: Christian Theology

Es una muy buena noticia para el mundo teológico de habla castellana, contar con una nueva obra del reconocido pensador Joerg Rieger. Este libro nos ofrece una concentrada pero intensa interpretación de las dinámicas de poder global, en una clave crítica y a su vez propositiva, desde una fuente religiosa y comprometida con la realidad.Globalización es la palabra clave de nuestro tiempo, la cual refiere a la interdependencia que nos afecta a todos. Pero a menudo nos enfrentamos a la globalización con una ambivalencia extrema, con sus consecuencias tanto positivas como negativas para la economía, la política y la cultura. Joerg Rieger señala que incluso la propia teología puede ser una manifestación de la globalización. En el peor de los casos, la teología puede ser un reflejo del imperialismo intelectual occidental, y en el mejor de los casos, fomentar una visión convincente de la diversidad dentro de la unidad. El autor articula una teología de la globalización como un fenómeno diverso que respeta las diferentes formas de ver y conocer, fomentando así el sentido de armonía en lugar de la homogeneidad.

Capítulo cinco

Globalización y teologías que proveen alternativas al poder blando

El Imperio británico se consideraba a sí mismo como civilizado: no promovía fuerza ni violencia desmedidas, sino relaciones comerciales y tratados políticos. Por muy largo tiempo, los británicos estuvieron presentes en lugares como India a través de puestos comerciales que finalmente se convirtieron en la Compañía Británica de las Indias Orientales. Fue sólo a mediados del siglo diecinueve que tomaron el control político de India, luego de la insurrección de alcance nacional que conocemos como la primera guerra de independencia de India. Más allá de unas pocas máculas, como su participación en el mercado transatlántico de esclavos, los británicos podrían haberse considerado parte activa en la empresa del mejoramiento de la humanidad.

No obstante, allí operaban diferenciales claros de poder con relaciones de arriba hacia abajo establecidas en todos los niveles. Quienes quisieran ascender en la escala en Inglaterra, pero fueran de nacimiento menos encumbrado, generalmente probaban suerte primero en las colonias. Esto incluía tanto a gente de negocios como a académicos, pero también la religión era parte de ese flujo de poder desde arriba. En tal contexto, el enfoque alternativo propuesto por John Wesley, teólogo del siglo dieciocho y fundador del metodismo, fue más que inesperado. Según Wesley, “la religión no debe ir de lo más a lo menos grande, o podría parecer que el poder proviene de los hombres.”1 La primera cosa a notar aquí, es que Wesley percibió que existe un flujo de poder en la religión –algo que difícilmente se le ocurriría a muchos teólogos y gente de iglesia incluso hoy. Ese flujo de poder en la religión es paralelo al flujo de poder presente en los procesos de globalización desde arriba, incluso cuando estos procedan más a través del poder blando que del poder duro.

Lo que diferenció a Wesley de la teología de su tiempo fue que él llegó a comprender que, de hecho, la religión podía funcionar de un modo contrario; es decir, no de arriba hacia abajo, sino de abajo hacia arriba. Esto no fue sólo una idea radical de una gran mente, en realidad, estaba conectado a la emergencia de un movimiento religioso alternativo de promisión global: el metodismo temprano, cuya dinámica dependía de su relación con la gente común y miembros de la clase trabajadora, quienes se convertirían en líderes de su propio movimiento y comenzarían a labrar su propio destino. Tal es el sentido profundo de la ya gastada noción acerca de Wesley como un “teólogo del pueblo.” El hecho de que Wesley pudiese traducir conceptos teológicos para la gente común, sin duda contribuyó al movimiento, pero lo más interesante es cómo esta conexión con la gente común le dio forma a la propia teología de Wesley, y cómo las formas particulares de metodismo –que fluyen de aquella forma alternativa de globalización– están ligadas a esa dinámica de abajo hacia arriba.

En medio de los modos dominantes de globalización de su tiempo, que iban “de lo más a lo menos grande,” de las relaciones comerciales del Imperio británico con las colonias y los capitanes de la industria emergente a los pisos de las fábricas (donde los trabajadores ya no eran siervos no remunerados sino empleados pagos), Wesley identificó un proceso diferente. Si lo divino no se encontrase primeramente en la parte de arriba, sino en la parte de abajo del mundo, la teología se movería, de hecho, de “lo menos a lo más grande,” de abajo hacia arriba. Este movimiento puede verse en la obra de Wesley cuando designa como predicadores a gente trabajadora sin educación e incluye a las mujeres, pero también se puede observar en su teología. Para tomar un motivo común que estuvo siempre presente bajo la superficie en el trabajo de toda su vida, podemos observar que el Wesley tardío incorporó las “obras de misericordia” a la lista anglicana clásica de los medios de la gracia (oración, estudio bíblico, comunión). Involucrar a aquellos que estaban en los lugares inferiores de la sociedad, se torna entonces en un “canal” de la gracia de Dios, una manera en la cual Dios compromete a la iglesia y la transforma.2 Encontrar lo divino abajo, con aquellos que pasan necesidad, reconstruye la vida de fe de abajo hacia arriba. Este movimiento que es característico de la gracia de Dios en muchas de tradiciones judeocristianas, se traduce en un proceso alternativo de globalización que podría ser descripto como “globalización desde abajo.”

Las diferentes teologías de liberación que han surgido en los últimos cuarenta años pueden considerarse también como proveedoras de alternativas a las formas de globalización blandas desde arriba. La teología negra y la teología feminista en Estados Unidos, por ejemplo, surgieron en un tiempo cuando las formas más duras de opresión ya habían sido superadas: la esclavitud había sido abolida un siglo antes en Europa y Estados Unidos, y los afroamericanos en Estados Unidos ya habían alcanzado cierta independencia y el derecho al voto. Sin embargo, la presión sobre los afroamericanos y las mujeres era aún muy concreta y sistémica. La lucha contra las leyes Jim Crow3* y a favor de una mayor igualdad para las mujeres tuvo que enfrentar formas más blandas de poder que la lucha contra la esclavitud, y esas batallas continúan hoy contra formas todavía más blandas. Estas formas de poder encuentran ahora expresión en modos que son generalmente más difíciles de percibir como los salarios más bajos, los prejuicios escondidos que dificultan la obtención de empleos o el tratamiento justo ante la ley e, incluso, un cierto romanticismo que busca darle forma a otras personas de acuerdo con nuestras fantasías. Los varones, por ejemplo, tienden a romantizar a las mujeres cuando intentan hacer que ellas se ajusten a las imágenes masculinas sobre la belleza y la femineidad. Estos problemas se acentúan a causa de los diferenciales de poder subyacentes que toman, con frecuencia, forma económica.

La historia de la teología de la liberación latinoamericana proporciona otro ejemplo de resistencia teológica frente al poder blando de la globalización. Muchos de los malentendidos sobre tal teología tienen que ver con una incapacidad de comprender que ésta surgió de un proceso de resistencia autoconsciente al poder blando. En las décadas de los años 1950 y 1960, el modelo dominante en las Américas y otros “países del tercer mundo” era el desarrollismo. Ese era un tiempo de poder blando, cuando los “países del primer mundo” anunciaban sus intenciones de ayudar al “tercer mundo” a través de proyectos desarrollistas. En ese contexto, la diferencia entre dos escenarios se comprendía en términos de desarrollo. El razonamiento era: los países más desarrollados deben apoyar a los menos desarrollados para que estos también puedan ingresar a un proceso de desarrollo. Es más, este enfoque básico fue respaldado por las “teologías del desarrollo.”

Aunque el enfoque desarrollista fuera bienintencionado, contenía todos los elementos de la globalización desde arriba a través del poder blando. El lenguaje del desarrollo se prestaba a la idea de que los países subdesarrollados sólo necesitaban alcanzar a los desarrollados. Las causas de lo que se percibía como subdesarrollo no eran consideradas importantes por esos proyectos, aunque un cierto entendimiento de inferioridad era siempre parte de la terminología: los pueblos eran subdesarrollados por una falta de inteligencia, diligencia o carácter, o eran subdesarrollados a causa de un tipo de retraso y falta de educación. Se suponía que la transferencia de conocimiento, tecnología, industria, capital y todas las virtudes que parecían hacer superiores a los países desarrollados debía solucionar esos problemas. El favor de Dios, que había bendecido a los países desarrollados, podía ahora ser transferido a través de proyectos de desarrollo –al menos, así parecía.

La teología de la liberación, al comenzar a desafiar este punto de vista, hizo una contribución crucial en esa situación. Así como los teólogos Gustavo Gutiérrez, Hugo Assmann y otros lo señalaran, el problema no era el desarrollo y el subdesarrollo como tales. El problema tenía que ver con la relación que permitía que ciertos países persiguiesen su desarrollo a costas de otros que, en contrapartida, no solo eran dejados atrás, sino activamente subdesarrollados. Estos teólogos llegaron a comprender que la diferencia entre “primer mundo” y “tercer mundo” tenía que ver con un diferencial de poder que permitía a un mundo explotar a otros en pos de sus propios fines. La historia respalda esta interpretación: durante siglos, los recursos extraídos de América Latina y otras partes del mundo financiaron el desarrollo europeo. Más aún, millones de personas que podrían haber estado en posición de contribuir a favor de sus propios países y hacer historia, fueron impedidas de hacerlo a través del sometimiento y la esclavitud trabajando forzadamente para el beneficio de grupos dominantes, en los países dominantes. Numerosas culturas avanzadas y sus fuentes de conocimiento fueron simplemente destruidas en el proceso.

Aunque las llamadas teorías de la dependencia, que informaban a algunas teologías de la liberación, eran con frecuencia muy amplias y en cierto modo simplistas, proveyeron, sin embargo, percepciones importantes a distintos niveles tanto político como económico, cultural y teológico. En ese contexto, las imágenes de Dios que habían sostenido los procesos globalizadores de arriba hacia debajo de Europa y Estados Unidos fueron cuestionadas. ¿Cómo podía la gente común de América Latina confiar en un Dios que obraba para el provecho de otros y contribuía así a su propia desventaja? El Dios de los patrones y el Dios del pueblo ya no podía ser considerado el mismo Dios. Estas percepciones llevaron finalmente a un entendimiento más profundo de algunos ...

Índice

• Cover
• Portada
• Legales
• Portada2
• Contenido
• Prologo
• Introduccion
• Globalizacion, teologia y poder duro
• Globalizacion y teologias que proveen alternativas al poder duro
• Interludio Poscolonialismo, binarismos y dualismos
• Globalizacion, teologia y poder blando
• Globalizacion y teologias que proveen alternativas al poder blando
• Teologia y poder en un mundo globalizante Las lecciones de la globalizacion y el imperio
• En un mundo globalizante la via media conduce a la muerte
• Final