Adopción e identidades
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Adopción e identidades

Cultura y raza en la integración familiar y social

  1. 160 páginas
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Adopción e identidades

Cultura y raza en la integración familiar y social

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Adoptar es una decisión definitivamente importante para una pareja, un adulto solo o una familia, y especialmente trascendental en la vida de un niño. De su éxito depende el bienestar y la felicidad de todos ellos. El fracaso significaría su sufrimiento constante. Esta cuestión, éxito o fracaso, dependen de la forma como el hijo adoptado pueda reconstruir su identidad después del cambio, en general drástico, que la adopción significa. También, de que pueda integrarse convenientemente en su medio familiar y social, asumiendo la diferencia étnica cuando esta existe. Solo así podrá hacer de su nueva casa y de su nuevo entorno su hogar y su lugar de pertenencia.La tarea más importante de los padres en la adopción es ayudar al hijo a desarrollar estos procesos. Este libro explica el desarrollo y la constante remodelación de la identidad a lo largo de toda la vida, los acontecimientos que la influyen y su papel en la integración familiar y social. Describe especialmente la función de los padres y la ayuda que aportan al hijo adoptado, a través de la relación con él, a base de interés, apoyo y empatía. Presenta también los factores que pueden limitar las posibilidades de integración y las formas de reducirlos.Las autoras son profesionales de la asistencia social, la psicología, la psiquiatría de niños y adolescentes y la pediatría, con muchos años de experiencia en adopción internacional, que trabajan en la Fundación Eulàlia Torras de Beà (FETB).

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Información

ISBN
9788499215075
Edición
1

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1. Evolución de la vivencia social del hecho adoptivo

En este capítulo haremos un recorrido por las diferentes atribuciones, utilidades y vivencias que la adopción ha tenido a lo largo de la historia, así como la cristalización de las mismas en marcos legislativos de ámbito internacional, estatal y nacional.
También analizaremos las bases sobre las que se asientan los diferentes tipos de familias y el «plus» que supone la asunción de una parentalidad adoptiva.

La adopción ha existido siempre: un rastreo por la historia

El Diccionario de la Real Academia Española define «adopción», término que procede del latín adoptio y que consiste en la acción de adoptar, a saber, «recibir como hijo, con los requisitos y solemnidades que establecen las leyes, al que no lo es naturalmente».
Son numerosos los estudios acerca de la historia de la adopción. Cuándo, cómo, dónde y por qué se ha ido practicando y la manera como ha ido evolucionando, madurando en cuanto a concepto, son datos que a continuación apuntamos brevemente.
Revisando diversas investigaciones que peinan la historia de la adopción, comprobamos que ocupa un lugar destacado en las obras mitológicas. Estas nos explican que descendientes de relevantes personajes fueron abandonados en un río o en un apartado paraje, siendo luego hallados por una familia humilde o un animal salvaje que se ocupó de ellos y los ayudó a crecer hasta que el héroe, ya adulto, decidió tomar venganza para recuperar el lugar que le correspondía por su linaje (Vallverdú, 2004).
Sargón en la cultura mesopotámica, Moisés en la hebrea, Ciro en la persa, Perseo y Edipo en la griega, Rómulo y Remo en la romana, y la reconocida práctica de la adopción en los códigos babilónicos de Hammurabi –1750 años antes de nuestra era–, son ejemplos que otorgan a la adopción precedentes milenarios. La adopción se puede rastrear, también, en la literatura en obras como: Oliver Twist de Dickens o Perdita de Shakespeare. Ha existido en todas las culturas y la practican no solo los humanos, sino también más de 120 especies de mamíferos y más de 150 especies de aves (Avital, Jablonka y Lachmann, 1998). Por ejemplo, en las avestruces y otras aves, se sabe que los adoptantes se benefician de una reducción de las posibilidades de depredación de sus propias crías al darse el llamado efecto de grupo; por otro lado, se dan tasas de crecimiento superior en las crías de grandes familias a través la reciprocidad altruista; y, por último, existe mayor número de vigilantes frente a los depredadores. En los gatos salvajes, si la madre está herida o fallece, algún gato puede haber aprendido el patrón de comportamiento parental y ello aumenta la posibilidad de que uno de ellos ejerza el papel de madre.
El significado de la adopción, en su aspecto más amplio, se ha visto modificado a lo largo de los tiempos. Al ser una práctica ligada a leyes motivadas por valores de cada época, en la adopción se han ido reflejando las necesidades sociales de cada civilización, así como su sistema de creencias y valores. Constatamos que los valores que más peso han tenido estaban en sintonía con la moral predominante en cada época, ligados a la herencia genética, a la clase social, al linaje, a la sexualidad y al lugar que, en cada momento histórico, se ha otorgado a la infancia.
Así, las finalidades de la adopción en la antigüedad diferían notablemente de aquellas que hoy en día perseguimos. La adopción romana, por ejemplo, servía al propósito de prevenir la extinción de una línea familiar, se basaba en el reconocimiento de los derechos y las necesidades de los padres, mientras que las leyes modernas protegen el bienestar de los niños adoptados. En Roma, las personas adoptadas eran, habitualmente, de sexo masculino y adultas (Giberti, 1992).
En los Códigos de Hammurabi, 1750 años antes de nuestra era, la adopción estaba regulada para proporcionar mano de obra a las familias que lo necesitaban.
Durante la Edad Media, pocas legislaciones regulaban la adopción tal y como la entendemos hoy en día. Sucedía que el derecho feudal no consideraba correcta la convivencia entre señores y plebeyos. Además, durante el Medievo se otorgó muy poco valor a la infancia. En parte se debía a la alta mortalidad infantil que desembocó, sin duda, en la idea de que invertir amor en los niños tenía un elevado coste. La infancia, durante los primeros años (0 a 4), se asociaba a fragilidad física. A partir de esta edad el niño que sobrevivía iniciaba su aprendizaje fuera del ámbito familiar, confundiéndose con el mundo de los adultos. Este aspecto unido a la gran cantidad de nacimientos (dado el escaso o nulo control de la natalidad) hacía fácil substituir al hijo muerto, convirtiendo a esta época de la historia en la que menos en cuenta tuvo a la infancia.
A finales de la Edad Media, tanto la Iglesia como el Estado comenzaron a adquirir una posición de poder en asuntos que hasta entonces decidía cada familia. Entre los siglos xii y xiii, la Iglesia condenó el abandono de niños, el aborto y el infanticidio.
En el siglo xvii, se crearon los primeros asilos para niños abandonados. En 1638, San Vicente de Paúl fundó en Francia el Hospital de Niños Expósitos. Durante el siguiente siglo se multiplicaron este tipo de instituciones infantiles. En 1739, se creó en Londres el Foundling Hospital con el objetivo de acoger a los hijos nacidos de relaciones no maritales, pero no fue hasta 1802 que se reconoció su existencia en los registros de adopción.
En 1851 aparecieron las primeras leyes modernas sobre adopción, fundamentadas en el derecho Romano. Se trata de las leyes de Massachusetts, redactadas para paliar la necesidad de mano de obra barata; con su implementación se «vaciaron» los orfanatos, siendo los niños adoptados por familias de trabajadores del campo.
A las mencionadas leyes de Massachusetts, les siguieron otras resoluciones a nivel mundial, en un intento de regular los procesos de adopción.
En España, en 1901, se regularon las figuras del «prohijamiento» y la «crianza». La primera consistente en la posibilidad de todo varón de recibir por hijo a cualquier hombre o mujer capaz de «heredarle»; y, la segunda, en el cuidado de tipo asistencial, que llevaba incluida la alimentación y la educación, pero no el ingreso en el círculo familiar ni la posibilidad de adquirir derechos hereditarios (Giberti, 1992).
En 1917 se aprobó la Minnesota Children Law, que reconocía la igualdad entre hijos biológicos y los adoptivos ante la ley, en cuanto al apellido, derechos filiales y hereditarios. Sin embargo, permitía la anulación del proceso de adopción si, durante los cinco años tras haberse producido esta, la criatura desarrollaba problemas mentales o físicos.
La adopción pasó de ser un modo eficiente de resolver el problema de los niños nacidos fuera del matrimonio –debido a los valores considerados morales en la época– a producirse sistemáticamente a nivel internacional con niños procedentes de países que habían sido devastados por la guerra, la pobreza o el genocidio.
Después de la Segunda Guerra Mundial los estudios de Bowlby aportaron un nuevo concepto, la maternal deprivation. Bowlby observó que los niños que no vivían con sus madres sufrían daños irreversibles para su crecimiento, lo que reforzó la importancia y la necesidad de la adopción. Bowlby sostuvo que los niños debían vivir en el seno de una familia y no en instituciones.
El gran cambio en la adopción es el giro radical del objetivo de la misma. A partir de ese momento ya no ha vuelto a estar al servicio de satisfacer las necesidades de los adultos, sino que se ha constituido como un recurso destinado a proteger a la infancia desamparada o sin protección familiar adecuada.
A lo largo de los años sesenta se dieron los primeros conatos de adopción internacional, cuando un elevado número de familias suecas adoptaron masivamente en Corea. Suecia resultó, entonces, el país occidental donde se adoptó mayor cantidad de niños nacidos en el extranjero, con más de 50.000 adoptados internacionalmente, de los cuales 10.000 niños provenían de Corea del Sur (Hübinette, 2009).
En 1993 se firmó el tratado más importante hasta ese momento en materia de Adopción internacional. Es el Convenio de la Haya, relativo a la protección del niño y a la cooperación en materia de adopción internacional.
A finales del siglo xx fue adquiriendo nuevas apreciaciones la «adopción abierta» –especialmente en Estados Unidos–, tratándose de un proceso en el que los padres adoptivos y los biológicos están o pueden estar en contacto a lo largo de la vida del adoptado.
La adopción está regulada, en casi la totalidad de legislaciones de este siglo, con la finalidad de proteger al menor que se encuentre en situación de desamparo. Ha pasado de ser un contrato dejado al arbitrio de las partes, a convertirse en una medida de protección que se rige por leyes de orden público, donde la intervención del Estado es un requisito ineludible para su constitución.

Cuestiones legales de la adopción

La adopción es un proceso legal, psicológico y social de integración plena y definitiva de un menor en el seno de una familia en la cual no ha nacido. Se trata de una medida de protección a la infancia que proporciona una relación paternofilial con los mismos efectos legales que la paternidad biológica, a la vez que desaparecen los vínculos jurídicos con la familia de origen, siempre en interés del niño.1 La adopción es una medida irrevocable. Con la aprobación de la Constitución española, se introdujeron cambios sustanciales en el tema de la filiación ya que se eliminó la distinción entre la filiación legítima y la ilegítima.
La filiación determina la potestad del pa...

Índice

  1. Portada
  2. Créditos
  3. Introducción
  4. 1. Evolución de la vivencia social del hecho adoptivo
  5. 2. La identidad de las personas adoptadas
  6. 3. Identidad en la adopción transracial
  7. 4. La relación del niño adoptado dentro y fuera de su familia nuclear
  8. Bibliografía
  9. Sobre las autoras