El undécimo mandamiento
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El undécimo mandamiento

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El undécimo mandamiento

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Fue la última voluntad de Jesús. Y su mandato final es un claro llamado para nuestra iglesia hoy. "Que os améis unos a otros". Si fuéramos sus verdaderos seguidores –dice Jesús–, deberíamos amar al mundo como él lo amó. ¿Lo hacemos? En este libro profundamente conmovedor, el escritor, evangelista y pastor Dwight Nelson formula la pregunta: ¿Somos un pueblo que ama? ¿O, al igual que los fariseos, nos estamos tragando los camellos del prejuicio y la parcialidad, en tanto que menospreciamos la justicia y la misericordia? ¿Es nuestra iglesia un hospital para pecadores o un museo para "santos"? Mientras enseñamos la obediencia a los Diez Mandamientos, ¿estamos desobedeciendo el undécimo? Con ejemplos memorables y una parábola renovada y poderosa para un nuevo milenio, Nelson nos muestra el secreto de permanecer en Cristo y reflejar su amor a un mundo que sufre en desesperada necesidad; que el Juicio gira en torno a mostrar amor, y no en conocer la verdad acerca del amor; que el undécimo Mandamiento se aplica a un enfermo de sida, una madre soltera, un drogodependiente, e incluso a un abusador sexual convicto. Adopta estos conceptos, y permite que este libro te saque de la zona de comodidad, y te lleve a una manera completamente nueva y distinta de vivir y amar.

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Información

Año
2020
ISBN
9789877981612
Categoría
Religion

Ciento veinte dedos en el templete secreto

Ha­ce al­gu­nos me­ses, re­ci­bí una car­ta anó­ni­ma. Por lo ge­ne­ral no leo los anó­ni­mos, ni los com­par­to, por­que apren­dí ha­ce mu­cho que el me­jor lu­gar pa­ra las car­tas que no tie­nen fir­ma es el ta­cho de la ba­su­ra. En rea­li­dad, ¡por qué pres­tar­ aten­ción a una idea de la que ni si­quie­ra su au­tor se quie­re ha­cer res­pon­sa­ble!
Bien, me alegro de no haber tirado esa carta. Porque la leí, la he releído y he vuelto a leerla. ¿Por qué? Léela tú también:
“Querido Dwight:
“Cuando lo escuché predicar el sábado pasado, no pude dejar de preguntarme ¿quién es el “Cristo” de Dwight Nelson? Este librito [el escritor anónimo incluyó las fotocopias de un folleto] [...] recuerda una verdad que es poco conocida y muchas veces resistida en nuestros días: que seguir a Jesús significa convertirse en nada. Tal como lo dice el libro: ‘No hay forma de que Cristo viva en mí, y él sea el todo, a menos que yo esté dispuesto a que mi yo sea nada’.
“Dios lo ha utilizado a usted, Dwight, en Net ‘98... [Pero] Dios quiere hacer más por medio de usted y no tanto gracias a usted, si usted se lo permite. Teniendo en cuenta el protagonismo del que ha disfrutado, puedo imaginar que tendrá dificultades para anonadarse y abrazar el desafío de llamar a sus hermanos de iglesia a unírsele en ese propósito [...].
“Mi­ran­do a mi al­re­de­dor, en la uni­ver­si­dad, a lo que de­ma­sia­do a me­nu­do pa­re­ce ser pie­dad su­per­fi­cial, cre­cien­tes di­vi­sio­nes y di­fe­ren­cias, el afe­rrar­se a las co­sas y a “mi ma­ne­ra” de ha­cer­las, no pue­do evi­tar el sen­ti­mien­to de que el egoís­mo es­tá de­ma­sia­do vi­vo.
“No creo que sus fe­li­gre­ses re­ci­ban con be­ne­plá­ci­to un lla­ma­do a mo­rir al yo –nin­gu­no de no­so­tros lo ha­ce–, pe­ro es un men­sa­je de­ses­pe­ra­da­men­te ne­ce­sa­rio. Oro para que Dios le indique cuál es su situación al respecto...
“Le deseo lo mejor,
“Un hermano viajero”
¿Ahora comprenden por qué no tiré esa carta? Porque el remitente tenía razón. ¿Cómo puedo discutir con él, o ella? ¿Pero qué debería hacer con ese llamamiento anónimo? ¿Qué haremos nosotros con él?

Vivir el undécimo Mandamiento

La respuesta se encuentra en un momento que no es para nada anónimo, en aquel aposento iluminado por antorchas. ¡Seguramente, quedará en la historia como una de las más gráficas y eficaces demostraciones prácticas de todos los tiempos! Sin embargo, no es de extrañar que rara vez la recordemos cuando leemos el undécimo Mandamiento. Después de todo, el crescendo de la última noche y de la Última Cena nos conduce hacia el desenlace, no hacia los momentos anteriores. Pero cuando se trata de vivir el undécimo Mandamiento, es solo volviendo atrás que aprendemos cómo ir hacia delante. El secreto de la carta anónima está en ir atrás. “Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros. En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros”.15
¿Comprendieron la mirada atrás de Jesús? Como vivimos después del Calvario, tenemos la tendencia a ver la cruz en toda referencia al amor divino. Es totalmente natural. Pero cometemos un error, cuando del undécimo Mandamiento se trata. Porque esa noche Jesús hablaba directa y claramente a sus discípulos: Quiero que se amen los unos a los otros “como yo os he amado”. (El original del griego se puede traducir: “tal como los amé”. En pasado. Y punto.)
¿Qué cosa del pasado debería estar en cada una de aquellas mentes aquella noche?

A la grandeza por la humildad

El registro dice acerca de aquella noche: “Cuando era la hora, se sentó a la mesa y con él los apóstoles [...] Hubo también entre ellos una disputa sobre quién de ellos sería el mayor”.16 En menos de 24 horas Jesús moriría una muerte salvaje y cruel. Esa era su última noche en la Tierra, con sus amigos más queridos. ¡Pero ellos todavía no lo habían comprendido! Y me sonrojo al reconocer que nosotros tampoco lo hemos comprendido. ¿O sí?
“Pero él les dijo: Los reyes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que so­bre ellas tie­nen au­to­ri­dad son lla­ma­dos bien­he­cho­res; mas no así vo­so­tros, si­no sea el ma­yor en­tre vo­so­tros co­mo el más jo­ven, y el que di­ri­ge, co­mo el que sir­ve”.17
En un ho­gar ju­dío, los jó­ve­nes sir­ven a los ma­yo­res, y eso su­ce­de tam­bién en la ma­yo­ría de las de­más fa­mi­lias hoy en día, a me­nos que el más jo­ven sea una ni­ña, co­mo lo apren­di­mos a muy tem­pra­na edad mi her­ma­no y yo. Pe­ro, por lo ge­ne­ral, to­dos sa­be­mos que el me­nor es el man­da­de­ro ofi­cial: “Tráe­me es­to, al­cán­za­me lo otro”. El pun­to de Je­sús es cla­ro: ¡Si quie­res ser el ma­yor, tie­nes que ser el “man­da­de­ro”!
“Porque, ¿cuál es mayor, el que se sienta a la mesa, o el que sirve? ¿No es el que se sienta a la mesa? Mas yo estoy entre vosotros como el que sirve”.18
Entonces, para probar lo que acababa de decir, comenzó el electrizante desarrollo de Juan 13. Los comentadores coinciden en que Lucas 22 y Juan 13 son registros paralelos del mismo momento en el aposento alto.
“[Je­sús] se le­van­tó de la ce­na, y se qui­tó su man­to, y to­man­do una toa­lla, se la ci­ñó. Lue­go pu­so agua en un le­bri­llo, y co­men­zó a la­var los pies de los dis­cí­pu­los, y a en­ju­gar­los con la toa­lla con que es­ta­ba ce­ñi­do”.19
Conocen el incidente, ¿verdad? El siervo, que debería estar disponible para realizar esa tarea, la más baja y servil, no apareció. De paso, la tarea de lavar los pies era tan servil, que si un amo judío tenía esclavos o siervos judíos y gentiles, se sobreentendía comúnmente que los siervos judíos estaban exceptuados de tener que lavarle sus pies, y la tarea quedaba en manos de los esclavos gentiles. A veces, las esposas y los hijos lavaban los pies del esposo y padre, pero nunca a la inversa.
¡Qué es lo que confiere tanta magnificencia a ese momento! ¡Un maestro judío, que es reverenciado como Maestro por sus propios discípulos, se ha desnudado hasta la cintura y se ha arrodillado a los pies de sus discípulos judíos, para realizar la tarea servil que está relegada, de acuerdo con las costumbres sociales, a los esclavos gentiles de más bajo rango!
¡Por eso Pedro se niega a que Jesús continúe!
“Entonces vino a Simón Pedro y Pedro le dijo: Señor, ¿tú [modo enfático, en el original griego] me lavas los pies? Respondió Jesús y le dijo: Lo que yo [modo enfático en el griego] hago, tú no lo comprendes ahora; mas lo comprenderás después. Pedro le dijo: No me lavarás los pies jamás [doble negativa en el original griego, para mostrar la encendida protesta de Pedro]. Jesús le respondió: Si no te lavare, no tendrás parte conmigo. Le dijo Simón Pedro [fiel a su estilo tumultuoso de hablar sin pensar]: Señor, no sólo mis pies, sino también las manos y la cabeza [¡Dame un baño completo!]. Jesús le dijo: El que está lavado, no necesita sino lavarse los pies, pues está todo limpio; y vosotros limpios estáis, aunque no todos. Porque sabía quién le iba a entregar; por eso dijo: No estáis limpios todos.
“Así que, después que les hubo lavado los pies, tomó su manto, volvió a la mesa, y les dijo: ¿Sabéis lo que os he hecho?”20
Nos deja con la intriga, ¿no es verdad? ¿Sabemos qué acababa de hacer Jesús?

¡Amar como Jesús

No quiero parecer irreverente, pero ¿qué sucedería si tratáramos de psicoanalizar a Jesús por un momento? No creo que pudiéramos tener algún éxito. Pero pensemos por un instante en qué sucedería si pudiéramos introducirnos en la mente de Jesús, investigar su psiquis, descubrir sus patrones de pensamiento en su vida interior Después de todo, ¿no nos ordenó amar a los demás de la misma manera que él nos amó? ¿Cómo podremos saber la forma de amar a los otros, si no comprendemos verdaderamente cómo nos amó él?
Por suerte para nosotros, el Evangelio de Juan expone la vida interior y la mente de Jesús como ningún otro evangelio. Y aunque Juan no utiliza nunca los vocablos “humilde” ni “humildad”, lo que emerge claramente de su Evangelio es una definición profunda de esa humildad manifestada en el aposento alto, que según lo afirma Jesús es como debemos amarnos los unos a los otros.
Examinemos las siguientes declaraciones de Jesús en el Evangelio de Juan, y advirtamos la forma intencional en que se refiere constantemente a su relación con el Padre. Advirtamos cuidadosamente cuán a menudo Jesús utiliza las palabras “no” y “nada” con relación a sí mismo:
Juan 5:19 – “De cierto, de cierto os digo: No puede el Hijo hacer nada por sí mismo”.
Juan 5:30 – “No puedo yo hacer nada por mí mismo [...] porque no busco mi voluntad”.
Juan 5:41 – “Gloria de los hombres no recibo”.
Juan 6:38 – “Porque he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad”.
Juan 7:16 – “Mi doctrina no es mía”.
Juan 7:28 – “Y no he venido de mí mismo”.
Juan 8:28 – “Y que nada hago por mí mismo”.
Juan 8:42 – “Pues no he venido de mí mismo, sino que él me envió”.
Juan 8:50 – “Pero yo no busco mi gloria”.
Juan 14:10 – “Las palabras que yo os hablo, no las hablo por mi propia cuenta”.
Juan 14:24 – “Y la palabra que habéis oído no es mía”.
Cuéntenlas. Jesús se niega públicamente a sí mismo, en honor del Padre, doce veces. Andrew Murray, el ministro sudafricano del siglo pasado que advirtió esas doce negaciones intencionales de Jesús en su movilizador libro Humility, llega a esta conclusión:
“Cristo era nada, para que Dios pudiera ser todo. Renunció a sí mismo, con su voluntad y sus poderes para que el Padre pudiera obrar en él. De su propio poder, su propia voluntad y su propia gloria, de su misión plena con todas sus obras y enseñanzas, Jesús dijo: ‘No soy yo; yo no soy nada; le entregué mi yo al Padre para que él obre. Yo no soy nada, el Padre lo es todo’ ”.21
Por ello, cuando Jesús se inclinó para lavar los 120 dedos de los pies de sus subordinados, cuando el Maestro se arrodilló ante los pies polvorientos de sus discípulos y se ensució a sí mismo para servirlos, estaba dando testimonio de su autorrenuncia intencional. El que se había hecho nada ante su Padre en el cielo, se humilló y se convirtió en nada ante sus propios seguidores. ¡Humildad extrema! ¡De qué otra manera podríamos describir tal humillación del Dios encarnado! Está dispuesto a hacerse nada para que aquellos que él ama –ya sea Dios o el hombre– puedan llegar a ser todo.
Vez tras vez en el Evan­ge­lio de Juan, Je­sús rei­te­ra su ano­na­da­ción. Y pa­ra pro­bar­la, ¡la­va nues­tros pies! Es­ta es­ce­na sor­pren­den­te es tan ex­tra­ña y ex­tre­ma pa­ra nues­tros co­ra­zo­nes egoís­tas, que Je­sús tie­ne que pre­gun­tar­nos: “¿Sa­béis lo que os he he­cho?”22
¿Lo sabemos? ¿Sabemos el significado de esta humildad extrema que nace del amor abnegado?

El templo del ego

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Índice

  1. Tapa
  2. Dedicatoria
  3. Palabras previas
  4. El undécimo mandamiento
  5. Ciento veinte dedos en el templete secreto
  6. El sabor del vino nuevo
  7. Tragándose el camello
  8. “¿Llamados a odiar?”
  9. Sala de emergencias
  10. Pegar los añicos del jarrón
  11. El club de los buenos samaritanos
  12. Palabras finales