Los conquistadores de México
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Los conquistadores de México

  1. 200 páginas
  2. Spanish
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  4. Disponible en iOS y Android
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Los conquistadores de México

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En este volumen seleccionamos textos del historiador mexicano Manuel Orozco que revelan la idea que tuvo de la Conquista de México y de sus hombres, de su genio y carácter y también del resultado de ese encuentro entre dos grandes culturas: la indígena y la española. Orozco es autor de varias colecciones de documentos, transcripción detallada de varios manuscritos valiosos y muchas obras de indudable valor.

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LAS EMPRESAS DE LOS CONQUISTADORES

La toma y destrucción de la ciudad de México fue el brillante principio de la conquista; mas el hecho no determinó la sujeción completa de la tierra. De los reyes de la triple alianza, Tetepanquetzaltzin el de Tlacopan había perecido, quedando borrado su reino de las divisiones políticas del valle; Ixtlilxóchitl, señor de Texcoco, era hechura de los castellanos, su súbdito mejor que su aliado; habiendo concurrido eficazmente a la expugnación de Tenochtitlán, estaba dispuesto a ayudar con todas sus fuerzas a los hombres blancos; Cuauhtémoc, vencido y aherrojado, había perdido juntamente corona y libertad. De los pueblos sometidos a México, al norte y al sur, los unos habían reconocido al conquistador, los otros recobraban su perdida independencia apercibiéndose a defenderla de los nuevos invasores. De los enemigos religiosos del imperio, Tlaxcala era la amiga más ardiente de don Hernando; Cholula y Huejocingo medio entregadas, medio combatidas, llevaban un carácter ambiguo entre provincias aliadas y sujetas. También al norte y al sur existían pueblos independientes, algunos feroces, algunos civilizados, sobre los cuales no tenía influjo lo acontecido con los mexicanos, cada uno de los cuales según sus instintos o sus fuerzas obrarían como les conviniera llegados los casos respectivos. En medio de la tierra recorrida entonces por la invasión, los vencedores habían formado tres centros permanentes, tres núcleos desde donde se haría sentir su autoridad sobre el país sojuzgado; la Villa Rica de la Veracruz sobre la costa; la primera puebla española levantada en Anáhuac, Segura de la Frontera (Tepeaca, estado de Puebla), segunda en el orden cronológico; México Tenochtitlán, a la sazón renaciendo de sus cenizas, apenas todavía en embrión. Cuarta puebla española debiera ser Medellín, mas para el tiempo a que nos vamos refiriendo esta cuarta villa estaba todavía sólo en mandato. Mientras se reedificaba la que debía ser capital de la colonia de la Nueva España, el ejército vencedor se alojaba en Coyoacán. Con la investidura de gobernador y capitán general entre sus soldados, reconocido por los indígenas como único y verdadero monarca en virtud de los derechos de la guerra, alejado Cristóbal de Tapia sin ser reconocida su autoridad suprema, don Hernando Cortés era en realidad el señor absoluto en la conquista; su voluntad era la única ley, y aquella incipiente faz de la colonia estaba representada por un campamento militar, obrando y dirigiéndose por las órdenes inapelables del jefe superior.
Para proseguir sus empresas faltaba por completo la pólvora a don Hernando; a fin de proveerse de uno de los principales ingredientes, el azufre, le ocurrió mandarle sacar del Popocatépec, volcán entonces en actividad, visitado por Diego de Ordaz en 1519. Comisionó al efecto a Francisco Montaño, hombre animoso, quien en compañía del artillero Francisco de Meza, Peftalosa, Larios y otro castellano, salió de Coyoacán tomando el camino para Chalco, dirigiéndose en seguida para Ameca: iban provistos de dos guindaletas, costales de tela forrados en cueros de venado, mantas gruesas y otros menesteres. Reuniéronse los indios en gran multitud, atraídos por la novedad del intento, acompañando a los exploradores hasta el pie de la montaña en donde labraron algunos ranchos para esperar la vuelta. A cosa de medio día emprendieron los castellanos la subida, sorprendiéndoles la noche cuando sólo llevaban vencida una parte de la falda; acordaron para defenderse del frío ahondar en la arena, mas a los dos palmos dieron en la peña, extremadamente caliente y exhalando por algunas aberturas vapores azufrosos; estuviéronse ahí un poco, hasta que molestados por la temperatura y el hedor se pusieron de nuevo en marcha hacia la media noche.
Durante la oscuridad uno de los viajeros rodó a un abismo, y pereciera sin duda a no haber quedado detenido por unos carámbanos de hielo al borde de un precipicio; dio voces el hombre, acudieron los compañeros y le libraron arrojándole una guindaleta. Cansados todos, sin saber qué hacer, permanecieron juntos calentándose mutuamente con el aliento, pues estaban yertos de frío. A la salida del sol emprendieron de nuevo la subida; media hora después el volcán arrojó una gruesa columna de humo, grandes llamaradas y una piedra que vino rodando en dirección de quienes trepaban, aunque por fortuna era tan liviana que pudieron detenerla con una manta. Calentados con la misma piedra, que debía ser pómez, prosiguieron el ascenso; cansado uno de ellos se quedó en el camino, llegando los otros cuatro al borde del cráter, hacia las diez de la mañana. Desde ahí contemplaron la inmensa boca, descubriendo en el fondo, a una buena profundidad, cómo ardían las materias eruptivas. Dieron la vuelta para encontrar por dónde sería más fácil la entrada; echaron suertes; tocó a Montano, quien sostenido por los compañeros fue colgado a una guindaleta, dentro de un saco de cáñamo, llevando además un costal; descolgado en esta forma penetró catorce estados dentro del cráter hasta poner los pies en lugar firme; arrancó el azufre cristalizado que le había en gran abundancia, de manera que en siete veces sucesivas que entró y volvió a salir, sacó ocho y media arrobas del ingrediente: otro de los compañeros penetró seis veces, obteniendo otras seis arrobas. Cargados con el azufre intentaron la bajada, cosa muy difícil por no haberla segura, por lo resbaladizo de las nieves, lo pendiente del suelo y la multitud de precipicios; rodeando la montaña, deslizándose por las pendientes no sin graves peligros, llegaron afortunadamente al lugar en donde se había quedado el compañero desfallecido, quien recibió inmenso júbilo, pues se tenía por abandonado y muerto. Detenidos un rato ahí, prosiguieron el descenso, alcanzando el fin de la falda a las cuatro de la tarde. Los indios les recibieron con las mayores muestras de asombro; diéronles de comer, pues desde el día anterior no ha...

Índice

  1. PRESENTACIÓN
  2. LOS CONQUISTADORES DE MÉXICO
  3. SÍNTESIS DE LA CONQUISTA DE MÉXICO
  4. LAS EMPRESAS DE LOS CONQUISTADORES
  5. CRONOLOGÍA DE MANUEL OROZCO Y BERRA
  6. BIBLIOGRAFÍA MÍNIMA
  7. INFORMACIÓN SOBRE LA PUBLICACIÓN