Reflexiones en el espejo
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Reflexiones en el espejo

  1. 190 páginas
  2. Spanish
  3. ePUB (apto para móviles)
  4. Disponible en iOS y Android
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Reflexiones en el espejo

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Índice
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Información del libro

En esta obra, Guillermo Hermida invita al lector a una reflexión personal sobre la vida que está viviendo. Si es realmente lo que desea o por el contrario está navegando por el mar de su existencia sin tener el rumbo de su destino.Para ello, nos invita a tomar conciencia de que vivimos nuestras vidas de acuerdo con un plan de vida, muchas veces elaborado por todos excepto por nosotros mismos; luego, nos hace reflexionar sobre el plan de vida que rige nuestra existencia, para finalmente incitarnos a promover un cambio que favorezca nuestro crecimiento personal y felicidad.No es una novela con un mensaje de autoayuda, no es un compendio de anécdotas con consejos útiles o de enseñanzas de vida, ni tampoco es un cuestionamiento existencial. Es un libro de desarrollo personal con una estructura y un contenido pensados y dispuestos para efectivamente serlo.Como afirma Guillermo Hermida: "El cambio nace en nuestro interior, por lo que perdemos el tiempo si lo buscamos en el exterior".

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Información

Editorial
Tregolam
Año
2020
ISBN
9788418411175
Edición
1
SABIOS, CONSEJEROS Y ADIVINOS
El aconsejar es un oficio tan común que lo usan muchos y lo saben hacer muy pocos.
Fray Antonio de Guevara


Llegas a la cena con una bolsa llena de regalos. La puerta está abierta y huele a cordero asado. Entras. Dejas el abrigo colgado del perchero que hay al lado del árbol de Navidad y te alisas la corbata frente al espejo. Desde allí, puedes oír a los demás en el salón: tu cuñado y tu madre discutiendo sobre política, tu tío y tu hermano hablando de fútbol, tus primos corriendo y saltando mientras gritan que quieren abrir los regalos.
Tu padre sale al pasillo con una bandeja de turrones y mazapanes, y te da un beso.
—Pasa, hijo. Te estábamos esperando.
El salón está decorado con guirnaldas y figuras de renos y trineos. Todo el mundo se sienta a la mesa. Las conversaciones se cruzan unas con otras hasta formar un agradable murmullo. De fondo se oye a los niños cantores de Viena en la retransmisión televisiva de todos los años, pero nadie les presta atención.
Los tenedores atacan las fuentes de espárragos y langostinos.
—¿Y tú qué tal? —te pregunta tu cuñado.
Tu cuñado trabaja repartiendo pan. Por un momento dudas en decir lo que realmente estás pensando, quizás a lo mejor él no sepa nada del tema. Pero al final te lanzas a la piscina y lo dices. Le cuentas que vas a vender tu casa, dejar tu trabajo y que te propones abrir un negocio. No hay vuelta atrás. Ya lo has dicho. Solo te queda asumir las consecuencias.
Él se te queda mirando con un gesto de incredulidad, sosteniendo una cabeza de langostino entre los dedos. Por un momento, no puede creer lo que acaba de escuchar. Alerta. Alguien que quiere salirse del plan prefijado. Un disidente. Alguien que piensa por sí mismo. Cuidado. Alguien que se cree que es original. ¡Alguien que se atreve a salir de la cueva y dibujar un nuevo mapa vital! Su gesto rápidamente se transforma en una exagerada mueca de autosuficiencia y empieza a hablarte como si la vida no tuviera secretos para él:
—Mira, te lo digo yo, eso como realmente funciona es...
Y es entonces cuando comienza una interminable ponencia sobre el mercado de valores, la tendencia alcista de los precios de las materias primas, el oro, el petróleo, Irak, la globalización y la contaminación de los océanos. Instantáneamente, tu cuñado se ha convertido en Warren Buffet. Habla de geopolítica y de economía financiera sin ninguna dificultad aparente, de elecciones en países de los que ni siquiera has oído hablar, de índices bursátiles inexistentes, de leyes que todavía están por promulgar. Mezcla las terminologías, corta y pega titulares de aquí y allá leídos a toda prisa en internet sin ningún criterio, hace una ensaladilla rusa con las noticias de todos los canales de televisión.
—Hazme caso —añade, mientras moja su langostino en la mayonesa—. Te lo digo yo, la cosa es que...
Y sigue hablando y tú no sabes muy bien cómo ponerte a salvo de ese diluvio universal de sabiduría. En un intento desesperado por hacerle entender que no termina de convencerte como asesor, miras al mantel, colocas la cubertería, haces como que buscas el salero y, finalmente, como tu cuñado no se da por enterado y sigue su interminable ponencia, bajas la mirada y te concentras en mojar los espárragos en la mayonesa y metértelos en la boca uno tras otro.
Así que te preguntas y te dices: «Con lo que sabe este tío, ¿qué coño hace repartiendo pan? Si la vida fuera justa, él debería ser, por lo menos, un pez gordo de una agencia de calificación, alto cargo del Fondo Monetario Internacional, asesor de la CIA, experto de la NASA...»
Tu cuñado es un verdadero sabio. Esa persona que igual te puede hablar del conflicto político de Oriente Medio como del cultivo de soja en Brasil. Ningún tema es especialmente árido o difícil para él. Es capaz de dar con las claves mundiales de todos los conflictos militares existentes. ¿Cómo no va a poder asesorarte sobre la venta de una casa o la apertura de un nuevo negocio? Eso es calderilla mental para él.
Quieres mucho a tu hermana, pero si por ti fuera, huirías de tu cuñado como de la peste. Sabes que hacerle caso sería como confiar en un carnicero para que te haga una operación a corazón abierto.
* * *
Reconozco que no soy muy amigo de ir a las oficinas bancarias. Me parecen una pérdida de tiempo. Con la llegada de internet, nos hemos ahorrado horas y horas de colas inútiles y papeleos incómodos. Mi abuela solía hablarme del director de su banco como una figura sabia llena de autoridad, pero las cosas han cambiado desde entonces. Actualmente, muchos vemos los bancos como lo que son: empresas que ofrecen servicios a cambio de una contraprestación.
El caso es que hace algún tiempo me tocó ir a una sucursal de mi banco para hacer unas gestiones. Entré en la oficina y, después de hacer cola, me atendió un simpático profesional.
—¿En qué puedo ayudarle?
Le dije que tenía un problema con mi tarjeta y el señor, muy amable, me dijo que me entregaría una nueva en un minuto.
Así fue.
Cuando ya iba a irme, el señor me cogió de la mano:
—Veo que lleva usted mucho tiempo sin venir por aquí. Si me regala un minuto, mi compañero Eduardo le comentará unos temas que seguro son de su interés.
Y fue así como me condujo hasta otra mesa en la que Eduardo, engalanado de traje y corbata, me invitó a sentarme.
Después de las presentaciones de rigor, me dijo:
—He consultado sus datos bancarios y veo que lleva más de quince años con nosotros. Para los clientes tan fieles como usted tenemos un nuevo producto inmejorable que…
Y entonces empezó a hablarme de mercados, de materias primas, de la bolsa, del IPC, de interés, de rentabilidad… ¿Te suena de algo? ¿Un cuñado en una cena familiar? Solo le faltaba el langostino en la mano y la mayonesa encima de su mesa de trabajo. Después de diez minutos escuchándolo, me invitó, ante mi sorpresa, a invertir treinta mil euros en un fondo de países emergentes. Me aseguraba que podía duplicar mi capital en menos de cinco años.
Le dije que no me interesaba con la más simpática de mis sonrisas. Argumenté que no estaba seguro, que el tema se me escapaba, que no tenía la suficiente información como para embarcarme en esa inversión.
Pero Eduardo no se amilanó y volvió a la carga. Insistió en las ventajas de la operación, volvió a canturrearme los beneficios de la inversión, insistió en que todo era muy seguro y me repitió hasta la saciedad que estaba a punto de dejar pasar una oportunidad única.
Me acordé de mi madre y de mi abuela, de su perseverancia y su sentido común cuando iban a hacer las compras al mercado y peleaban con uñas y dientes para sacar el mejor producto al precio más reducido. Yo tampoco me iba a dar por vencido ni me iba a dejar convencer por el primero que pasaba.
Cuando terminó de contarme lo sensacional que era su oferta, le pregunté cuánto tiempo llevaba en el banco.
—Más de diez años —contestó.
Lo dijo con orgullo, hinchando el pecho de una manera un tanto exagerada, como si el tiempo pasado desempeñando su trabajo fuera la garantía total de que sus consejos sobre inversiones eran infalibles. Parecía que estaba en posesión de la verdad absoluta.
Pensé en Warren Buffet. Él fue capaz de convertirse en uno de los hombres más ricos del mundo y había empezado con novecientos dólares que le prestó su propio padre. Me pregunté cómo Eduardo no había sido capaz de conseguir lo mismo si estaba tan seguro de la rentabilidad de sus inversiones y sus capacidades como asesor financiero.
Entonces, se me ocurrió una idea.
—¿Está completamente seguro de que yo puedo duplicar mi capital con la inversión que me propone? —pregunté.
Eduardo se hinchó todavía un poco más, se ajustó la corbata, tiró de su cinturón hacia...

Índice

  1. UN MAPA VITAL
  2. CARBÓN Y DIAMANTES
  3. EL TÚNEL DE LOS DESEOS
  4. UNA CUEVA EN LA MONTAÑA
  5. SABIOS, CONSEJEROS Y ADIVINOS
  6. LA BARCA MALDITA
  7. EL ESPEJO EMBRUJADO
  8. EL BOSQUE OSCURO
  9. EL PICAPEDRERO Y EL MAESTRO