Roland Barthes por Roland Barthes
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Roland Barthes por Roland Barthes

  1. 256 páginas
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Roland Barthes por Roland Barthes

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Información del libro

Roland Barthes, uno de los críticos más importantes del siglo xx, relee su propia obra al tiempo que se retrata como sujeto. Y en ese proceso, consigue resignificar toda una vida a partir del modo de narrarla."Toda la obra de Barthes es una exploración de lo histriónico o lo lúdico; de muchas e ingeniosas maneras, una excusa para el paladeo, para una relación festiva (más que dogmática o crédula) con las ideas. Para Barthes, como para Nietzsche, el fin no es alcanzar algo en particular. El fin es hacernos audaces, ágiles, sutiles, inteligentes, escépticos. Y dar placer".Susan Sontag"Barthes encontró de un solo golpe la superación de la novela y del ensayo".Pablo Gianera, La Nación"Con el Barthes por Barthes consigue algo más: la consagración como escritor; el derecho a pertenecer al campo de la literatura a secas, en pie de igualdad con cualquier poeta o escritor de ficciones".Alan Pauls, (del prólogo)

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Información

Año
2018
ISBN
9789877121957
Categoría
Literatura

Activo/reactivo

En lo que escribe hay dos textos. El texto I es reactivo, movido por indignaciones, miedos, réplicas internas, pequeñas paranoias, defensas, escenas. El texto II es activo, movido por el placer. Pero al escribirse, al corregirse, al plegarse a la ficción del Estilo, el texto I se vuelve a su vez activo; pierde entonces su piel reactiva, que solo subsiste por placas (entre pequeños paréntesis).

El adjetivo

Le cuesta soportar toda imagen de sí mismo, sufre cuando lo nombran. Considera que la perfección de una relación humana tiene que ver con esa falta de imagen: abolir entre ambos, de uno hacia el otro, los adjetivos; una relación que se adjetiva está del lado de la imagen, del lado de la dominación, de la muerte.
(En Marruecos era evidente que no tenían ninguna imagen de mí: el esfuerzo que hacía, como buen occidental, por ser esto o aquello quedaba sin respuesta: ni esto ni aquello me eran devueltos bajo la forma de un lindo adjetivo; no se les ocurría comentarme, se negaban, a mis espaldas, a alimentar y halagar mi imaginario. En un primer momento, esa opacidad de la relación humana tenía algo agotador; pero poco a poco aparecía como una virtud de civilización, o como la forma verdaderamente dialéctica del diálogo amoroso).

La comodidad

Hedonista (puesto que así se considera), aspira a un estado que es, en definitiva, el confort; pero es un confort más complicado que el confort doméstico, cuyos elementos establece nuestra sociedad; es un confort que él mismo se organiza, que se arma con sus propias manos (así como mi abuelo B., al final de su vida, se había instalado una pequeña tarima a lo largo de su ventana para ver mejor el jardín mientras trabajaba). Ese confort personal, podríamos llamarlo: la comodidad. La comodidad cobra una dignidad teórica (“No tenemos que tomar nuestras distancias respecto del formalismo, sino solo nuestras comodidades”, 1971, I2) y también una fuerza ética: es la pérdida voluntaria de todo heroísmo incluso en el goce.

El demonio de la analogía

La bestia negra de Saussure era la arbitrariedad (del signo). La suya es la analogía. Las artes “analógicas” (cine, fotografía), los métodos “analógicos” (la crítica universitaria, por ejemplo), están desacreditados. ¿Por qué? Porque la analogía implica un efecto de Naturaleza: hace de lo “natural” una fuente de verdad; y lo que incrementa la maldición de la analogía es que es irreprimible (, 394, IV): apenas una forma es vista, es preciso que se asemeje a algo: la humanidad parece condenada a la Analogía; es decir, a fin de cuentas, a la Naturaleza. De allí el esfuerzo de los pintores, los escritores, por escapar de ella. ¿Cómo? Por medio de dos excesos opuestos, o, si se prefiere, dos ironías, que ponen a la Analogía en ridículo, ya sea fingiendo un respeto espectacularmente chato (es el caso de la Copia, que, por su parte, queda salvada), ya sea deformando regularmente –según ciertas reglas– el objeto imitado (es el caso de la Anamorfosis, CV, 792, II).
Fuera de esas transgresiones, lo que se opone de manera benéfica a la pérfida Analogía es la simple correspondencia estructural: la Homología, que reduce la remisión del primer objeto a una alusión proporcional (etimológicamente, es decir: en las épocas felices del lenguaje, analogía quería decir proporción).
(El toro ve rojo cuando el señuelo le salta a la vista: los dos rojos coinciden, el de la ira y el de la capa: el toro está en plena analogía, es decir: en pleno imaginario. Cuando resisto a la analogía, resisto en realidad a lo Imaginario; a saber: a la coalescencia del signo, a la semejanza entre significante y significado, al homeomorfismo de las imágenes, al Espejo, al señuelo que cautiva. Todas las explicaciones científicas que recurren a la analogía –y son legión– participan del señuelo, forman lo imaginario de la Ciencia).

En el pizarrón negro

M. B., profesor de la clase de Troisième A del liceo Louis-le-Grand, era un viejito socialista y nacional. A principios de año, solemnemente, contabilizaba en el pizarrón negro los padres de los alumnos que habían “caído en el campo de honor”: abundaban los tíos y los primos, pero yo fui el único que pudo anunciar a un padre; el hecho me incomodó, como si fuera una marca excesiva. Sin embargo, una vez borrado el pizarrón, de ese duelo proclamado ya no quedaba nada –excepto, en la vida real, que, por su parte, es siempre silenciosa, la figura de un hogar sin arraigo social: ningún padre al que matar, ninguna familia que odiar, ningún entorno que desaprobar: ¡gran frustración edípica!
(Los sábados a mediodía, a manera de distracción, ese mismo M. B. le pedía a un alumno que sugiriera un tema de reflexión cualquiera, y, por descabellado que fuera, jamás renunciaba a extraer de él un pequeño dictado, que improvisaba mientras se paseaba por la clase, demostrando así su dominio moral y su facilidad para la redacción).
Afinidad carnavalesca entre el fragmento y el dictado: el dictado reaparecerá aquí a veces como figura obligada de la escritura social, retazo de la redacción escolar.

El dinero

La pobreza lo convirtió en un niño desocializado, pero no desclasado: no pertenecía a ningún medio (a B., lugar burgués, solamente iba de vacaciones: de visita, y como a un espectáculo); no participaba de los valores de la burguesía, que tampoco podían indignarlo, puesto que para él no eran sino escenas de lenguaje del género novelesco; solo participaba de su arte de vivir (1971, II). Ese arte subsistía, incorruptible, en medio de las crisis de dinero: no conocíamos la miseria sino la dificultad; es decir: el terror de los plazos, los problemas de vacaciones, de zapatos, de libros escolares y aun de comida. De esa privación soportable (la dificultad siempre lo es) quizás haya surgido una pequeña filosofía de la compensación libre, de la sobredeterminación de los placeres, de la comodidad (que es precisamente el antónimo de la dificultad). El problema que lo formó fue sin duda el dinero, no el sexo.
En el plano de los valores, el dinero tiene dos sentidos opuestos (es un enantiosema): se lo condena muy fuertemente, sobre todo en el teatro (muchos ataques contra el teatro de dinero, allá por 1954), luego se lo rehabilita, siguiendo a Fourier, como reacción contra los tres moralismos que se le oponen: el marxista, el cristiano y el freudiano (SFL, 777, III). Con todo, por supuesto, lo que se defiende no es el dinero retenido, embutido, atascado; es el dinero gastado, despilfarrado, arrastrado por el movimiento mismo de la pérdida, abrillantado por el lujo de una producción: el dinero se vuelve entonces, metafóricamente, oro: el Oro del Significante.

La nave Argo

Imagen frecuente: la de la nave Argo (luminosa y blanca), de la que los argonautas reemplazaban poco a poco cada pieza, de modo que al final terminaron con una nave completamente nueva, sin tener que cambiarle el nombre ni la forma. Esta nave Argo es muy útil: proporciona la alegoría de un objeto eminentemente estructural, creado no por el genio, la inspiración, la determinación, la evolución, sino por dos actos modestos (que no pueden caer dentro de ninguna mística de la creación): la sustitución (una pieza expulsa a la otra, como en el paradigma) y la nominación (el nombre no tiene relación alguna con la estabilidad de las piezas): a fuerza de hacer combinaciones dentro de un mismo nombre, nada queda ya del origen: Argo es un objeto sin otra causa que su nombre, sin otra identidad que su forma.
Otro Argo: tengo dos espacios de trabajo, uno en París, el otro en el campo. Entre uno y otro no hay objetos comunes, pues nunca nada se traslada. Sin embargo, esos lugares son idénticos. ¿Por qué? Porque la disposición de los útiles (papel, plumas, pupitres, péndulos, ceniceros) es la misma: lo que constituye su identidad es la estructura del espacio. Bastaría este fenómeno privado para echar luz sobre el estructuralismo: el sistema prevalece sobre el ser de los objetos.

La arrogancia

No le gustan mucho los discursos de victoria. Como le cuesta soportar que cualquiera sea humillado, apenas una victoria se dibuja en algún lado, tienen ganas de irse a otra parte (si fuera dios, no pararía de revertir las victorias –¡que es lo que hace Dios!). Traspuesta al plano del discurso, la victoria más justa se vuelve un disvalor de lenguaje, una arrogancia: la expresión, hallada en Bataille, que habla en algún lado de las arrogancias de la ciencia, se hizo extensiva a todos los discursos triunfantes. Padezco, pues, tres arrogancias: la de la Ciencia, la de la Doxa, la del Militante.
La Doxa (palabra que reaparecerá a menudo) es la Opinión pública, el Espíritu Mayoritario, el Consenso pequeñoburgués, la Voz de lo Natural, la Violencia del Prejuicio. Podemos llamar doxología (término de Leibniz) a toda manera de hablar que se adapta a la apariencia, a la opinión o a la práctica.
A veces lamentaba haberse dejado intimidar por ciertos lenguajes. Entonces alguien le decía: pero, sin eso, ¡usted no habría podido escribir! La arrogancia circula como un vino fuerte entre los convidados del texto. El intertexto no incluye solo los textos delicadamente elegidos, secretamente amados, libres, discretos, generosos, sino también textos comunes, triunfales. Uno mismo puede ser el texto arrogante de otro texto.
Decir “ideología dominante” no sirve de mucho, ya que es un pleonasmo: la ideología no es otra cosa que la idea en tanto que domina (PT, 238, IV). Pero puedo ir más allá subjetivamente y decir: ideología arrogante.

El gesto del arúspice

En S/Z (129, III), la lexia (el fragmento de lectura) es comparada con ese pedazo de cielo que recorta el bastón del arúspice. Le gustó esa imagen: qué hermoso debía de ser, antaño, ese bastón apuntado hacia el cielo, es decir hacia lo inapuntable; y además es un gesto loco: trazar solemnemente un límite del que no queda absolutamente nada, salvo la remanencia intelectual de un recorte; entregarse a la preparación completamente ritual y completamente arbitraria de un sentido.

Asentir, no elegir

“¿De qué se trata? Estamos en la guerra de Corea. Un pequeño grupo de voluntarios de las fuerzas francesas patrulla vagamente los matorrales de Corea del Norte. Uno de ellos, herido, es recogido por una niña coreana que lo lleva a su pueblo, donde lo reciben los campesinos: el soldado elige quedarse entre ellos, con ellos. Elegir, ese es al menos nuestro lenguaje. No es exactamente el de Vinaver: de hecho, no asistimos ni a una elección, ni a una conversión, ni a una deserción, sino más bien a un asentimiento progresivo: el soldado asiente ante el mundo coreano que descubre…” (A propósito de Aujourd'hui ou Les Coréens, de Michel Vinaver, 1956).
Mucho más tarde (1974), en ocasión del viaje a China, trató de retomar el término asentimiento para darles a entender a los lectores de Le Monde –es decir, a su mundo– que no “elegía” China (le faltaban demasiados elementos para dilucidar esa elección), sino que consentía en el silencio (al que llamó “insipidez”), igual que el soldado de Vinaver, lo que allí se estaba trabajando. No lo entendieron mu...

Índice

  1. Cubierta
  2. Sobre este libro
  3. Portada
  4. Prólogo
  5. Agradecimientos
  6. Imágenes
  7. Fragmentos
  8. Biografía
  9. Bibliografía 1942-1974
  10. Textos citados
  11. Ilustraciones
  12. Página de legales
  13. Créditos
  14. Otros títulos de esta colección