Mahler
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Mahler

  1. 518 páginas
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Información del libro

Hay razones para considerar a Gustav Mahler el mayor creador musical del siglo xx, a pesar de que su muerte se produjo cuando apenas comenzaba la segunda década del mismo, pero la audacia de su lenguaje, su riqueza expresiva, sus estallidos de fatalismo, de angustia agónica y también de alegría desatada, le sitúan como testigo de excepción de una época especialmente conflictiva.Rigurosa y erudita, esta biografía realizada por el musicólogo José Luis Pérez de Arteaga, acompañada de un estudio de su obra musical y de su discografía completa, es la mayor aportación de la crítica española al compositor más interpretado (y discutido) de nuestro tiempo. Sin duda una obra de referencia.

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Información

Año
2015
ISBN
9788491140818
Edición
1
Categoría
Classical Music

II. Obra

La música de Mahler

Gustav Mahler estaba lejos de considerar la música como una forma artística sin misión u objetivo, justificada por sí misma. Más bien al contrario. Para el artista era la manera de expresar sus más íntimos anhelos y, al mismo tiempo, la forma de demostrar su genialidad estética y su capacidad de romper las normas; era el grito de su derecho a ocupar un puesto protagonista en la historia de la música. Sentía desde joven una vocación musical mesiánica, quizá no ajena a su origen hebreo, que extrapolaba a todas las facetas de su existencia: al trabajo, al que se enfrentaba con dedicación absoluta; a sus obras musicales, que defendería frente al rechazo unánime inicial; a su planteamiento estético, que era una permanente apuesta por la innovación y la modernidad; y hasta a su mujer, a quien exigió que abandonara todo para vivir con y para él. Para Mahler, el Destino –con mayúscula– le había situado en un lugar desde el cual tenía que alcanzar la meta que se había propuesto. Pero aquí nacen algunas de las constantes preguntas que ocuparán al músico durante toda su vida de manera recurrente. ¿Cuál debía ser esa meta? ¿El triunfo sobre el mundo? ¿La eternidad? ¿La armonía con la naturaleza? ¿La integridad moral? ¿La obra artística? ¿El amor eterno? ¿La gloria? ¿La trascendencia mística? Las respuestas quedarán en el aire, pero sus elucubraciones se transformarán en música.
Es aquí donde aparece Mahler como hombre contemporáneo. Frente a los precedentes idealismos utópicos de perfección y armonía, el mundo de Mahler revela una crueldad desgarradora al que a veces ni siquiera él es capaz de enfrentarse, sólo de intuir y plasmar. Para Mahler, la existencia no tiene lugar exclusivamente en el contexto de vida humana, sino que se amplía al vasto espacio del Universo físico donde ésta se desarrolla. Todo está en Uno y Uno está en Todo: del mismo modo, podría predicarse que Mahler está en la música y la música está en Mahler. Y también en la misma línea, sus partituras no se limitan a ser un orden escrito de sonidos ordenado mediante ciertas reglas, sino que son el resultado de sus propias inquietudes filosóficas y espirituales centradas en la metafísica y plasmadas en música, sea cual sea el resultado estético final. Dios, la vida, su papel en el mundo, su actitud frente a la adversidad, ante el amor y ante la muerte aparecen reflejados claramente, como un eco de su personalidad atormentada y combativa.
En Mahler todo es llevado al límite: algunos de sus Adagios parecerán agonizar, llevando de hecho la acotación «ersterbend» («Muriendo»); varios de sus Allegros se convierten en tornados, con la no menos indicativa acotación «stürmisch» («Tempestuoso»). En su obra, como en el Hombre en general, hay desesperación y esperanza; vida y muerte; profundidad y vulgaridad; belleza y fealdad; placer y dolor; amor y odio. No una cosa tras la otra, sino todo a la vez. Los temas surgen según le llegan: si se le han aparecido así, ¿quién es el para alterar este orden? ¿Acaso no dijo: «No compongo, soy compuesto»? ¿Quién es él para modificar el verdadero fluir de los acontecimientos, las danzas, las marchas, la música exterior que le rodea? ¿Y quién es él para rechazar la reacción espiritual que provocan estas músicas? Sólo es cuestión de separar los temas mediante un silencio de blanca.
Indiferente a las críticas, Mahler necesita explicar, contar, demostrar al mundo que es Titán, pero un Titán que también sufre y ama y enferma. En su vida terrena vive la pobreza y la muerte desde su más tierna infancia, pero conoce también muy pronto los laureles de la fama; y mientras goza los placeres de la vida está luchando también contra la enfermedad. En su vida espiritual, en su música, las marchas fúnebres serán el fondo de una canción infantil, las danzas populares se convertirán en bailes grotescos, la incertidumbre vital rodeará a un Adagietto de amor.
La sensación de abrazo, de dominio que produce en los directores la música de Mahler tiene también un motivo musical: era un director que escribía para directores, que conocía los recursos de una orquesta, que sabía lo que podía hacerse y lo que no. Es bajo el paraguas de una plantilla sinfónica donde el músico se sentirá más cómodo a la hora de componer. Aquí es necesario tener en cuenta la admiración por Beethoven, de quien Mahler se creía el único heredero. Y lo sentía en dos frentes: por un lado, en el meramente artístico y por otro, en el formal. Lo que Beethoven engrandeció en contingente instrumental, Mahler llegó a triplicarlo. Los problemas formales para Mahler eran un reto que había que superar mediante la ruptura.
OBRAS PERDIDAS DE JUVENTUD
El principal problema a la hora de abordar el estudio de la producción juvenil de Mahler es la catalogación. Hay muchas dudas acerca de las composiciones auténticas que el músico pudo escribir entre sus quince y veinticinco años –bien mirado, un lapso de tiempo relativamente breve–, e incluso sobre las que pudiera haber redactado antes. La suma de los diversos testimonios ofrecidos por los testigos de su biografía dan como resultado un inventario absurdo, porque si se juntan sólo las Sinfonías que Bauer-Lechner, Alma, Paul Stefan, Richard Specht y Mengelberg adjudican al compositor, anteriores a la que hoy conocemos como Primera (1885-88), el montante global es de siete. La cifra es exagerada, y caben hipótesis plenamente opuestas. La Grange mantiene que es probable que no haya existido ninguna de estas obras, mientras que para Jack Diether –y parcialmente para Mitchell– cabe el que todas –o la mayor parte– hayan sido escritas y, posteriormente, destruidas o extraviadas.
El inventario creativo oficial, el legado por el propio Mahler y sus herederos, comienza en 1880 con la Canción del lamento (Das Klagende Lied), terminada a los veinte años de edad. Pero el simple estudio de esta partitura en su versión primitiva –no el de la versión revisada, de 1899–, revela un dominio de los medios vocales y orquestales tan absoluto que hace inviable cualquier hipótesis de ópera prima referida a esta composición: es casi inconcebible que sólo tres años de Conservatorio hayan podido conferir tal soltura técnica a una persona, por muy notables que sean sus dotes naturales.
De otra parte, los testimonios del mismo Mahler a Natalie Bauer-Lechner, Alma y Alfred Rosé –cuñado del compositor–, dan fe de la redacción de cierto número –posible– de páginas de diverso signo anteriores a La Canción del Lamento. Hasta hace no muchos años, estas composiciones juveniles se consideraron irrelevantes, pero la publicación revisada del primer volumen de la biografía de Donald Mitchell puso las cosas en su sitio, justificando la importancia de ese legado que –parafraseando la observación de Campodónico sobre Falla– podría llamarse «pre-Gustav de ante-Mahler».
Dentro de la fragilidad verídica de todas estas partituras, hay una serie de obras sobre cuya existencia parecen estar de acuerdo todos los especialistas. En las diferentes publicaciones de La Grange, Mitchell y Martner hay referencias a otras páginas no indicadas en este texto, no señaladas aquí por ser la autoría de Mahler meramente especulativa. A continuación se exponen las obras escritas por Mahler sobre las que existen referencias documentales.
Obras de cámara
Polka con una marcha fúnebre introductoria. Una pieza para piano, quizá de 1867 –escrita cuando Mahler contaba siete años (?)–, citada por Natalie Bauer-Lechner en Mahleriana, el original de su libro, cuyo manuscrito está en posesión de Henri-Louis de La Grange. Página desaparecida.
Tres canciones para voz y piano. La fecha de composición es muy insegura, Denis Mathews sólo se arriesga a situarla entre 1870 y 1880. Se sabe que una de las piezas tenía texto de Lessing (Die Türken haben schöne Töchter (Los turcos tiene hijas hermosas) que Natalie cita en Mahleriana. Otra de las canciones estaba dedicada a Marie Lorenz. Partituras desaparecidas.
Nocturno para violonchelo. De nuevo es una obra citada por Bauer-Lechner, que la confidente de Mahler sitúa en los años de estudios en Viena, 1875-80. Página desaparecida.
Sonata para violín y piano. Esta composición debió de ser escrita entre 1875 y 1876, ya que fue interpretada en Jihlava el 31 de julio de 1876, con el propio Mahler al piano. Página desaparecida.
Suite para piano. Puede haber sido escrita en 1876. Bauer-Lechner dice de ella que Mahler tuvo que escribirla rápidamente, para suplir, en un concierto del Conservatorio, una sinfonía que Hellmesberger se negó a ensayar. Página desaparecida.
– Quinteto para piano y cuerdas. Esta sería, teóricamente, la obra con cuyo primer movimiento Mahler ganó el premio de composición de fin de curso 1875-76. Hay una enorme controversia sobre el tema, y los especialistas no se ponen de acuerdo en cuántas obras compuso Mahler para la misma plantilla instrumental durante los mismos años. Mitchell sostiene la tesis de que esta pieza no es sino el Cuarteto en La menor, y que el término «quinteto» se debe a una denominación coloquial. Banks y La Grange entienden que la existencia de este Quinteto es verídica. La página con tal nombre, en cualquier caso, ha desaparecido.
Scherzo para Cuarteto con piano, en Sol menor. Fragmento de treinta y seis compases. Este breve episodio forma parte del Cuarteto en La menor, y La Grange no deja de mostrar su asombro ante el hecho de que una obra en La menor presentara un Scherzo en Sol.
Scherzo para Quinteto con piano. Podría ser la misma página anterior revisada. Dataría de 1878, y según Banks y La Grange sería la página que valió a Mahler el premio de composición en ese año. Hay referencias de su interpretación en el Conservatorio, el 11 de julio de dicho año, con Mahler al piano.
Quinteto para cuerdas. Puede ser el Quinteto ya citado. Lo cita Richard Specht, y su fecha de composición –por otra parte improbable– pudo haber sido (¿también?) 1876. Página desaparecida.
Obras vocales
Herzog Ernst von Schwaben (El Duque Ernesto de Suabia). Ópera inspirada en la muerte de su hermano Ernest, con libreto de Josef Steiner, desaparecida y posiblemente nunca terminada. Mahler hace referencia a ella en cartas de 1875, durante la estancia de los dos amigos en Ronow.
Rübezahl. Ópera mágica, con libreto de Mahler. Fue la página que originó el malentendido con Hugo Wolf. Se conserva el libreto, redactado por el propio compositor. Aparentemente trabajó durante un breve espacio de tiempo –entre 1879 y 1883– en la escritura de la música, pero no existe ningún testimonio de ésta.
Die Argonauten (Los Argonautas). Ópera con libreto de Mahler y Steiner. Los datos existentes, vía Guido Adler y Bauer-Lechner, apuntan hacia 1878-80 como posibles fechas de trabajo de Mahler sobre este tema, compaginándolo con el de La Canción del Lamento. En última instancia, la cantata desplazó a la ópera, que quedó en proyecto, aunque indicó a Natalie en 1896 que había escrito, durante esos años, el Preludio de la pieza. Donald Mitchell sostiene, en solitario, la idea de que Mahler llegó a escribir, al menos para piano y canto, toda la partitura de la ópera. En cualquier caso, los pentagramas han desaparecido.
Preludio para coro y orquesta. Esta partitura, dedicada al actor Karl Häser en su quincuagésimo cumpleaños, fue destruida en el bombardeo de Kassel en 1944.
Das Volkslied (Una canción popular). Teóricamente era una partitura para solistas vocales, coro y orquesta. Se da también por perdida.
Obras sinfónicas
Sinfonía de Conservatorio. Esta sería la obra cuyos materiales Hellmesberger no fue capaz de leer en el Conservatorio. De ella dan testimonio tanto Natalie como Richard Specht, aunque a este último pudo llegarle la información a través de la primera. Página desaparecida.
Sinfonía en La menor. Se trata, nuevamente, de un testimonio de Mahler a Natalie Bauer-Lechner. Es muy posible que esta obra haya existido realmente, ya que Mahler precisó a su amiga que «tres movimientos estaban completos, mientras que el cuarto no pasó d...

Índice

  1. Prólogo
  2. I. Biografía
  3. II. Obra
  4. III. Discografía
  5. IV. Bibliografía