Historia mínima de Cataluña
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Historia mínima de Cataluña

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Historia mínima de Cataluña

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Información del libro

¿Cuándo y cómo surgió Cataluña?¿Cuál es la historia de la bandera catalana?¿Por qué la expansión catalana se dirigió hacia el Mediterráneo?¿Cuál es el origen de la 'Generalitat'?¿Cuál es el texto más antiguo que se conserva en catalán?¿Por qué se produjeron las guerras remensas?¿Cómo afectaron a Cataluña las guerras carlistas?¿Cómo y cuándo apareció el nacionalismo catalán?¿Qué papel tuvo Cataluña en la España republicana?¿Cómo se manifestó la represión durante el franquismo?¿Cómo se inició el proceso autonómico y el estatuto de autonomía?¿Qué desafíos afronta Cataluña en el siglo XXI?

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Información

Editorial
Turner
Año
2016
ISBN
9788416354610
Edición
1
Categoría
History
Categoría
World History

V
LA CATALUÑA DE AYER Y DE HOY

En un ensayo publicado poco antes de su fallecimiento, en 2014, Jacques Le Goff se preguntaba si era necesario cortar la historia en tramos. La respuesta, a pesar de todas las matizaciones, era positiva. La periodización constituye, sostenía este medievalista, un acto complejo, a la vez cargado de subjetividad y de esfuerzo por producir un resultado aceptable para la mayoría. Cada periodo extiende siempre sus largos tentáculos hacia las etapas anterior y posterior. Nada empieza totalmente de cero ni nada termina de manera abrupta, siendo la evolución, en forma de antecedentes y consecuencias, construcciones y destrucciones y, asimismo, continuidades y discontinuidades, la clave de todo relato histórico. Como escribiera Eric J. Hobsbawm, la historia es como un autobús de línea, que no obliga en cada parada a bajar a todos los pasajeros y recoge a otros totalmente nuevos.
Si lo anterior resulta evidente en las divisiones en grandes épocas, más lo es todavía en la periodización en etapas más cortas. En 1923 terminó la Restauración, pero la monarquía de Alfonso XIII iba a alargarse hasta 1931. En 1936 principiaba la Guerra Civil, mas en una buena parte del territorio español y, en concreto, en Cataluña, proseguía la Segunda República. El franquismo empieza en muchas partes en 1939; en otras, en 1936, en 1937 o, como en Lérida, en 1938. La dictadura perdura algo más allá de la muerte del dictador, en noviembre de 1975. ¿Cuándo comienza y acaba, en realidad, la transición democrática?
Si de una periodización del siglo XX basada exclusivamente en criterios derivados de los acontecimientos políticos pasáramos a otra en la que lo económico, lo social, lo demográfico y lo cultural tuvieran también su propio peso, percibiríamos más adecuadamente los extraordinarios cambios que tuvieron lugar en los años sesenta. Existe, en este sentido, una mayor distancia entre los años cincuenta y los sesenta que entre los años treinta y los cuarenta, en los que el primer franquismo no deja de ser una continuidad de la Guerra Civil, al igual que esta lo fue de la Segunda República. El único corte histórico indiscutible, en fin de cuentas, es el postrero, entre el pasado y el futuro. El presente es, únicamente, un instante.

REPUBLICANA

El 14 de abril de 1931, Lluís Companys, tras deponer al alcalde monárquico, proclamó la república desde el balcón del ayuntamiento de Barcelona. Las elecciones municipales, celebradas dos días antes, habían dado el triunfo en Cataluña a los republicanos y, en especial, a la flamante ERC, liderada por Macià y de la que Companys formaba parte. ERC se impuso con claridad a la Lliga, que en los últimos meses se había convertido en uno de los sostenes de la monarquía. Los comicios supusieron para esta y para Alfonso XIII, al fin y al cabo, un plebiscito adverso, en especial en las grandes ciudades. Algo más de una hora después del acto de Companys, Macià procedió a la proclamación, en nombre del “pueblo de Cataluña”, del “estado catalán, que con toda cordialidad procuraremos integrar en la Federación de repúblicas ibéricas”.
Macià nombró nuevas autoridades y formó un gobierno provisional de Cataluña, integrado por miembros de las principales fuerzas republicanas: Macià, Gassol y Casanovas (ERC); Campalans y Serra Moret (USC); Vidal (UGT), Giralt (Partido Republicano Radical, PRR) y Carrasco i Formiguera (Partit Catalanista Republicà, PCR). El día 15 fue declarado feriado, coincidiendo con la convocatoria de una huelga general, lo que dio lugar, como en la tarde anterior, en un ambiente festivo, a importantes manifestaciones callejeras, en algunas de las cuales se corearon vivas a Macià y mueras a Cambó.
Desde el 14, el contacto entre las nuevas autoridades en Madrid y Barcelona fue permanente. El 17 se llegó al acuerdo de renunciar al proclamado estado catalán a cambio de la constitución de un poder político, que iba a tomar el nombre histórico de Generalidad, y la elaboración de un estatuto de autonomía. Este debería ser aprobado por las cortes republicanas. El envite del Avi –el Abuelo, como se conocía popularmente a Macià–, apostando por un estado para que no se escapara la prometida autonomía acordada en el pacto de San Sebastián, había dado buenos resultados.
La Generalidad provisional asumió las competencias de las cuatro diputaciones, que fueron suprimidas. El primer gobierno de la etapa que principiaba era casi idéntico al formado unos días antes. La tarea principal y urgente de las nuevas autoridades fue la elaboración del estatuto, una tarea emprendida con diligencia por una comisión creada a este efecto, encabezada por Jaume Carner.
El estatuto de Nuria, como se denomina a este texto, definía Cataluña como “un estado autónomo dentro de la República española”, establecía el catalán como única lengua oficial, contemplaba numerosas competencias transferidas y, en el preámbulo, expresaba el deseo de que España se estructurara de manera federal. Los ayuntamientos lo refrendaron durante la segunda mitad de julio y el 2 de agosto tuvo lugar una consulta popular, que, con un setenta y cinco por ciento de participación, dio como resultado un noventa y nueve por ciento de votos positivos. A mediados de agosto, Macià hizo entrega oficial del texto al gobierno de la República.
Las elecciones a cortes constituyentes tuvieron lugar el 28 de julio. Se impuso la coalición de socialistas y republicanos. En Cataluña, las votaciones otorgaron un amplio triunfo a ERC, con 25 de los 54 escaños en disputa en las cinco circunscripciones. Iba a convertirse en la nueva fuerza hegemónica. Esta formación nacionalista, republicana y socializante, declaradamente interclasista, surgió en marzo de 1931 de la confluencia de Estat Català, el Partit Republicà Català, el grupo de L’Opinió y sectores federales. Su fuerza popular y territorial se explica por la integración de la gran variedad de centros, pequeños casinos y peñas que estaban en la base del republicanismo en Cataluña. El carisma del Avi y la identificación, a partir de mediados de 1931, entre ERC y Generalidad, actuaron como elementos unificadores.
La constitución española se aprobó en diciembre. Alcalá-Zamora fue nombrado presidente de la Segunda República y reafirmado Azaña como primer ministro de un gobierno republicano-socialista, en el que Carner detentaba la cartera de Hacienda. En mayo de 1932 se empezó a discutir en el congreso el estatuto catalán. El debate fue largo y, en muchos momentos, tenso. Aprobado el 9 de septiembre, el 15 fue rubricado por el presidente de la República. La adaptación a la nueva constitución, que se refería a España como un estado integral compatible con la autonomía regional y municipal, obligaba a definir Cataluña, en el estatuto de autonomía de 1932, como una “región autónoma dentro del estado español”. Mientras que las lenguas oficiales iban a ser el catalán y el castellano, las competencias se recortaban con respecto al texto de Nuria, sobre todo en cuestiones financieras y relativas a la enseñanza. A pesar de ello, la sensación de haber dado un paso decisivo resultaba evidente entre los nacionalistas.
A principios de octubre de 1932 se formó un nuevo gabinete presidido por Macià, que en esta ocasión era casi monocolor. A finales de mes se convocaron las primeras elecciones al parlamento de Cataluña, que tuvieron lugar el 20 de noviembre. ERC ganó por mayoría absoluta: 56 escaños de un total de 85. La Lliga obtuvo 16 diputados y 5 la USC; con 1 se iba a quedar, entre otras formaciones, Unió Democràtica de Catalunya (UDC), un partido católico fundado el año anterior.
Companys fue elegido presidente del parlament –un cargo que tuvo que dejar en junio del año siguiente al ser nombrado ministro de Marina– y Macià, el 14 de diciembre de 1932, president de la Generalidad, un puesto que ocupó hasta su fallecimiento. Los tres gobiernos formados en esta etapa únicamente integraron a miembros de las distintas corrientes internas de ERC. El parlamento catalán aprobó, entre 1932 y 1934, un estatuto interior y numerosas leyes que afectaban a variados ámbitos, desde la de creación del Tribunal de casación hasta la de contratos de cultivo, pasando por otras en los terrenos municipal, financiero o cultural.
En octubre de 1931, el consejo ejecutivo de la Generalidad aprobó el decreto de creación de una ponencia para el estudio de una división administrativa. Las comarcas debían sustituir a las provincias, un modelo considerado foráneo e impuesto. Los ponentes presentaron a finales de 1932 los resultados, en los que se proponía una Cataluña integrada por nueve veguerías y treinta y ocho comarcas. La inestabilidad política de los años siguientes frenó, sin embargo, la voluntad de llevar el proyecto a la práctica. La nueva división no se implementó hasta la segunda mitad de 1936, con la Guerra Civil ya empezada. El decreto, de 27 de agosto, establecía una división en nueve regiones y treinta y ocho comarcas, a fin de integrar los 1.070 municipios catalanes. Esta estructura territorial estuvo vigente hasta 1939 y fue recuperada –aunque no las regiones– por la Generalidad en 1987.
La CNT, que agrupaba a casi la mitad de los obreros catalanes, vivió en su interior, en los primeros tiempos republicanos, un enfrentamiento entre los sectores más moderados, llamados trentistas, entre ellos Pestaña y Peiró, y el faísmo, tanto el de los militantes de la FAI Juanel o Abad de Santillán, como el de hombres de acción como García Oliver, Durruti o Acaso y el de la familia Urales-Montseny. Los faístas acabaron imponiéndose, forzando la salida de los demás, que crearon la Federación Sindicalista Libertaria y los Sindicatos de Oposición.
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1936: Cataluña se divide en nueve regiones y treinta y ocho comarcas.
Las huelgas resultaron muy frecuentes desde los primeros meses tras la proclamación de la República. La decepción obrera frente al reformismo de los nuevos gobernantes provocó un alzamiento, a mediados de enero de 1932, en la cuenca minera del alto Llobregat, en la que se abolió la propiedad privada, declarándose el comunismo libertario. Los enfrentamientos entre activistas de la CNT y de los escamots de Estat Català, dirigidos por Dencàs y Badia, que se arrogaban la tarea de mantener el orden público en Cataluña, menudearon y propiciaron la hostilidad entre los anarquistas y el gobierno catalán, por un lado, y, de otro, la lucha en el seno de ERC de este grupo y el de L’Opinió, que tildaba a los primeros de fascistas.
En las elecciones generales de noviembre de 1933 se impuso, en el conjunto de España, la CEDA, aunque sin mayoría absoluta. En Cataluña ganó la Lliga Catalana –nombre adquirido por la refundada Lliga Regionalista a principios de febrero de 1933–, encabezada por Cambó, que obtuvo 22 escaños frente a los 17 de ERC. Ante las prevenciones de las izquierdas frente al cedismo, Alcalá Zamora encargó formar gobierno al radical –ahora moderado en la práctica– Alejandro Lerroux, que emprendió una revisión de las políticas llevadas a cabo en el bienio anterior.
Macià falleció en la navidad de 1933. Para sustituirle al frente de la Generalidad fue elegido Companys, que formó un gobierno amplio, con presencia de los distintos sectores de ERC, la USC, ACR (Acció Catalana Republicana) y PNRE (Partit Nacionalista Republicà d’Esquerres), un partido constituido por el grupo de L’Opinió –Tarradellas, Lluhí i Vallsecà–, escindido de ERC. En las elecciones municipales, a mediados de enero de 1934, la coalición liderada por ERC venció en la capital y en todas las grandes localidades, con la excepción de Gerona, Vic y Olot. La Lliga, alegando coacciones en esta cita electoral, se retiró del parlament.
Las discusiones sobre la ley de contratos de cultivo marcaron el año 1934. La situación en el campo catalán era conflictiva y las pugnas entre rabasaires y propietarios menudearon. En abril, el parlamento autonómico aprobó la ley, que mejoraba sensiblemente la situación de aparceros y arrendatarios y favorecía su conversión en propietarios. ERC y Unió de Rabassaires mantenían entonces vínculos profundos. El Instituto Agrícola Catalán de San Isidro se opuso frontalmente al precepto, mientras que la Lliga solicitó al nuevo gobierno radical de Samper su impugnación ante el Tribunal de garantías constitucionales, que, por estrecha mayoría, resolvió anular la ley. La respuesta del parlament fue aprobarla de nuevo sin modificaciones. El gobierno de España y la Generalidad, sin embargo, entablaron negociaciones.
Las posiciones del IACSI se hicieron cada vez más intransigentes y la entidad pasó de la órbita de la Lliga a la de la CEDA. A principios de septiembre unos pocos miles de propietarios catalanes se manifestaron en Madrid. Aunque no fuera la única razón, resulta evidente que la actitud conciliadora del gobierno Samper y el acuerdo al que acabó llegando con la Generalidad para retocar algunos aspectos de la ley contribuyeron a su caída.
Otra cuestión provocó, asimismo, algunos roces entre las administraciones central y autonómica. En septiembre fue cesado el jefe de la comisaría de orden público, Miquel Badia, un nacionalista radical que se había caracterizado durante su mandato por la represión del cenetismo y el desarme del somatén. Tuvo que presentar la dimisión por las presiones gubernamentales tras la detención de un fiscal. Al frente de la consejería de Gobernación estaba el principal líder de Estat Català, Josep Dencàs, con el que Badia colaboraba estrechamente en el diseño de unas fuerzas de orden público de obediencia estrictamente catalana y preparadas frente a cualquier eventualidad.
El 4 de octubre se constituyó un nuevo gabinete Lerroux, que incorporaba a tres ministros de la CEDA. Era uno de ellos Anguera de Sojo, al frente de Trabajo. Esta presencia cedista en el gobierno de España fue la razón que justificó el estallido de distintos movimientos insurreccionales. Las revueltas de octubre de 1934 tuvieron tres focos principales: Madrid, Barcelona y Asturias. Estos episodios pusieron de manifiesto una de las razones del fracaso de la experiencia del régimen: la incapacidad de construir una república integradora, en donde las derechas y los monárquicos tuvieran un espacio legítimo.
Las llamadas a la huelga de la Alianza Obrera en Cataluña, en coordinación con otros puntos de la geografía nacional, tuvieron un éxito relativo el día 5. Era la Alianza una plataforma de sindicatos y organizaciones obreras, con la UGT como entidad más destacada, creada a finales de 1933. La CNT-FAI se desentendió del movimiento. La sede de Fomento fue asaltada y los rabasaires se movilizaron en el campo.
El presidente de la Generalidad proclamó, el 6 de octubre de 1934, “el estado catalán dentro de la República federal española”. Era una respuesta, se aseguraba, ante una Cataluña y una República en grave peligro, ya que habían “asaltado el poder” las “fuerzas monarquizantes y fascistas”. El seguimiento fue escaso, si descontamos a los escamots de Estat Català, a militantes de fuerzas separatistas algo insignificantes, como Nosaltres Sols y el Partit Nacionalista Català, o a miembros de la paramilitarizada Palestra de Batista i Roca.
El general Batet, que estaba al frente de la IV División orgánica, declaró, de acuerdo con el gobierno Lerroux, el estado de guerra. Las tropas asediaron el palacio de la Generalidad, defendido por los mozos de escuadra. La guardia civil y la mayor parte de los efectivos de los cuerpos de seguridad y asalto se pusieron a las órdenes de Batet. Poco antes del amanecer, tras la rendición de Companys y su gobierno, la Generalidad fue tomada; también el ayuntamiento, cuyo alcalde y concejales de izquierda se habían solidarizado con las autoridades del otro lado de la plaza. Los detenidos fueron trasladados a los buques Uruguay y Ciudad de Cádiz, acondicionados como prisión. Únicamente Dencàs logró escapar, a través de las alcantarillas, huyendo a Francia. Todos los dedos iban a señalarle como el culpable del fiasco. La rebelión había durado menos de diez horas.
En la capital casi no hubo resistencia. Los escamots intervinieron escasamente y la resistencia sindical fue corta. El único episodio destacable tuvo lugar en los locales del CADCI. El enfrentamiento terminó con tres muertos, uno de los cuales fue Jaume Compte, máximo dirigente del Partit Català Proletari (PCP). El balance de bajas en la ciudad, entre civiles y militares, fue de una cuarentena.
En el resto de Cataluña se incendiaron algunos templos, algunos eclesiásticos sufrieron agresiones y se ocuparon fincas y viviendas, además de practicarse detenciones y la destitución de algunos ayuntamientos de derechas. Los principales conflictos tuvieron lugar en la provincia de Barcelona y en el norte de la de Tarragona, además de en las ciudades de Gerona y Lérida. Algo más de siete mil personas fueron detenidas. El día 8, en cualquier caso, la revuelta social y la insurrección nacionalista habían terminado. Octubre de 1934 ahondó la fractura catalana.
La actuación del presidente del gobierno autónomo, aquel 6 de octubre, debe ser puesta en relación con las tensiones políticas acumuladas en los últimos meses, tanto en el interior de Cataluña como en el marco español. No era, en puridad, un pronunciamiento separatista, sino de reconducción del régimen republicano hacia una vaga vía federal. La acción de Companys resultó, en esencia, populista, viril y martirial. Populista, ante todo: se pretendía, como en abril de 1931, provocar una amplia movilización ciudadana para presionar y amenazar al estado, esperando una negociación o reconducción de la línea política. Era un órdago. Pero esta vez el estado decidió no participar en el juego, las plazas no se llenaron y el líder populista perdió la partida.
Viril, en segundo lugar: no pueden excluirse razones íntimas, vinculadas con el corazón y la entrepierna, en la decisión de Companys, que necesitaba reafirmar su frecuentemente cuestionado nacionalismo frente a Estat Català, Dencàs y los hermanos Badia. Con uno de ellos, Miquel, conocido como Capità Collons (Capitán Cojones), se había disputado los favores sexuales de su amante, la militante independentista Carme Ballester. La proclama de Companys fue, en parte, un acto para mostrar lo grande que era su amor a la patria.
Martirial, por último. A medida que el año 1934 iba avanzando, Companys asumió, de manera paralela a su propia exacerbación nacionalista, una posición victimista. Y abocada fatal pero fecundamente al martirio.
El coronel Jiménez Arenas fue nombrado gobernador de Cataluña y presidente accidental de la G...

Índice

  1. Cubierta
  2. Portadilla
  3. Créditos
  4. Índice
  5. Prólogo
  6. I Noticias de Cataluña
  7. II Cataluña y la corona de Aragón
  8. III Cataluña en la monarquía hispánica
  9. IV Cataluña en la época contemporánea
  10. V La Cataluña de ayer y de hoy
  11. Bibliografía