El partido y la revolución
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El partido y la revolución

Teoría, programa y política. Polémica con Ernest Mandel

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El partido y la revolución

Teoría, programa y política. Polémica con Ernest Mandel

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"El bolchevismo se caracteriza por utilizar todos los medios y tácticas al servicio de la estrategia de construir el partido, movilizar a los obreros y tomar el poder. Las demás corrientes del movimiento obrero se caracterizan por lo opuesto: confundir estrategia con táctica, y elevar esta última a estrategia permanente.La historia del bolchevismo es una lucha constante por imponer los medios y las tácticas adecuadas para cada momento de la lucha de clases. El bolchevismo luchó contra los terroristas, pero supo utilizar el terror; luchó contra los sindicalistas, pero supo utilizar el trabajo sindical; luchó contra los parlamentaristas, pero supo utilizar el parlamento; luchó contra los anarquistas, pero supo destruir el estado burgués; luchó contra los guerrilleristas, pero supo hacer guerrillas; luchó contra los espontaneístas, pero supo dirigir las movilizaciones espontáneas del movimiento de masas. ¿Y para qué hizo todo eso? Para construir el partido bolchevique y movilizar a las masas hacia la toma del poder" (Nahuel Moreno).

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Capítulo V

Las estrategias decenales



Teoría, estrategia y táctica


Si hay algo que caracteriza a Germain y a sus compañeros de la mayoría es dar línea, orientación y consignas para acontecimientos futuros. Los camaradas están más preocupados por mirar su bola de cristal que por dar una respuesta política revolucionaria a los hechos presentes. Esta actividad tiene dos defectos: primero, que por mirar tanto el futuro quedan en general sin respuesta (o con una incorrecta) frente al presente; segundo, que las respuestas para el futuro tampoco sirven porque de sus predicciones equivocadas se desprenden tácticas generalmente inaplicables o trágicas.
Además, esta forma de actuar se manifiesta en una verdadera manía por darse estrategias a largo plazo. Ya hace cuatro años, como mínimo, que tienen la estrategia de “lucha armada” para América Latina y aclaran que todavía va para largo. Antes tuvieron ¡y la mantuvieron diecisiete años! la estrategia del “entrismo sui generis” para todo el mundo.

Una historia teórico-estratégica del movimiento obrero


Para justificar sus dos últimas estrategias decenales, la “lucha armada” para América Latina y el “trabajo sobre la vanguardia” para Europa, Germain nos da una versión de la historia de nuestro movimiento, e intenta hacerla aprobar por los jóvenes cuadros de nuestra Internacional en el próximo Congreso. He aquí esa peculiar historia:
“Desde 1905 el movimiento revolucionario en los países subdesarrollados se dividió entre los protagonistas de la teoría de la revolución permanente y aquellos que defendían la tesis de la revolución por etapas, la necesidad de completar una revolución democrático burguesa antes que pueda comenzar una revolución socialista proletaria. ¿Rechazaríamos alinearnos junto a la primera contra la segunda, bajo el pretexto de que hay una ‘tercera estrategia’, la ‘estrategia leninista de la construcción del partido’? (...) ¿Debemos contraponer a ambos aspectos del debate una ‘tercera alternativa’, la ‘estrategia leninista de la construcción del partido’? Desde 1917, el movimiento obrero internacional está discutiendo si es necesario destruir la maquinaria estatal burguesa para construir un tipo superior de democracia, llamada democracia soviética, como precondición para la conquista del poder estatal por el proletariado y el derrumbe del capitalismo, o si la democracia parlamentaria burguesa y su aparato estatal crean el necesario marco institucional para el derrocamiento del capitalismo. ¿Rechazaríamos alinearnos junto a los primeros y contra los segundos, bajo el pretexto de que existe una ‘tercera estrategia’, la ‘estrategia leninista de la construcción del partido‘?”1
La historia es una ciencia objetiva. La imaginación por más poderosa que sea no puede eliminar los hechos históricos y los momentos en que éstos se produjeron. Por lo tanto, el compañero Germain tiene que decirnos en qué “países subdesarrollados” se dio, a partir de 1905, esa división objetiva, histórica, entre partidarios y enemigos de la teoría de la revolución permanente. Nosotros no conocemos otro que Rusia y su esfera de influencia. En China, el marxismo entra sólo después de 1917. En el extremo oriente hubo un fenómeno parecido. En América Latina ya había penetrado pero la discusión en el movimiento obrero fue entre anarquistas y marxistas. Pero incluso en Rusia, esa discusión no es un capítulo de su historia. Con excepción de Germain, no hay nadie en el mundo que no sepa que en Rusia, entre 1905 y 1917, la principal división fue la que hubo entre bolcheviques por un lado y mencheviques y social-revolucionarios por otro. Esta es la historia real, política, de las tendencias existentes en Rusia. De la misma manera, la historia real, política, de las tendencias que había en Alemania es la lucha entre kautskianos y bernsteinianos a fines del siglo pasado y principios de éste; y entre luxemburguianos, kautskianos y oportunistas posteriormente, hasta la guerra del 14. En España y Francia la lucha fue entre socialistas y anarco-sindicalistas.
Al tomar como eje de la historia política del movimiento obrero las discusiones teóricas, Germain ha sido víctima, una vez más, de sus tendencias intelectuales. La teoría es uno de los elementos esenciales de todas las corrientes y organizaciones políticas; pero no lo es todo. Lo fundamental es la ubicación de las corrientes y organizaciones en el proceso de la lucha de clases. Esto es lo que explica que la elaboración de la teoría sobre el imperialismo haya sido comenzada por grandes teóricos oportunistas y no por Lenin y Trotsky, que pudieron dirigir la Revolución Rusa.
Un partido revolucionario puede tener una teoría incorrecta, o correcta sólo a medias, sin dejar por ello de ser revolucionario, ya que la relación entre la teoría y la organización no es mecánica sino dialéctica. Lógicamente, una teoría incorrecta o falsa, que con seguridad se reflejará en su práctica, podrá ser superada por el partido, podrá provocarle retrasos fundamentales o, incluso, llevarlo a la catástrofe.
Podríamos formular el siguiente teorema político: un partido bolchevique puede superar sus errores teóricos y dirigir a las masas a la toma del poder, pero una teoría correcta es absolutamente estéril cuando llega la situación revolucionaria si no ha tenido la estrategia previa de construir un partido bolchevique. Y una de las demostraciones de esta verdad es que Trotsky, que tenía la teoría correcta, no podía garantizar el triunfo de la revolución rusa porque no había tenido la estrategia de construir el partido, En cambio, pese a sus falencias teóricas, el Partido Bolchevique con Lenin a la cabeza sí pudo hacerlo.
Los bolcheviques estaban a favor de la revolución por etapas, pero en contra de la dinámica de clases que le atribuían los mencheviques. Estos confiaban la revolución democrático burguesa a la burguesía liberal; los bolcheviques se la confiaban a los obreros y campesinos. ¿Dónde entra esto en la historia de Germain? ¿De qué lado de su esquema están?
Es posible que no los ponga porque tendría que mencionar que una de las diferencias fundamentales entre mencheviques y bolcheviques, la que provocó la ruptura entre ellos, tenía que ver con la estrategia de construcción del partido, asunto que es mejor no mencionar.
Para analizar los hechos posteriores a 1917, Germain nos propone un nuevo esquema histórico: el movimiento obrero discute si hay que destruir al Estado burgués para imponer la democracia soviética o si se puede liquidar al capitalismo a partir de la democracia burguesa. ¿Dónde entran en la historia germainista las discusiones entre estalinistas y trotskistas sobre el “socialismo en un solo país”? ¿No tiene importancia la lucha del III y IV Congresos de la Internacional Comunista contra los ultraizquierdistas? ¿Qué hacemos con el debate entre estalinistas y trotskistas sobre el frente único obrero para derrotar al fascismo, durante el tercer período?
La historia real del movimiento obrero y revolucionario mundial es concreta, tiene nombres y apellidos: anarquistas y marxistas; revisionistas y marxistas ortodoxos; mencheviques y bolcheviques; revolucionarios y oportunistas; comunistas de izquierda y leninistas; estalinistas y trotskistas. Dentro de ese proceso real, podemos hacer una generalización, que es la que hace Lenin:
“¿En lucha contra qué enemigos dentro del movimiento obrero creció, se fortaleció y se templó el bolchevismo? (...) En primer lugar, y sobre todo... contra el oportunismo. Pero en segundo lugar, se sabe poco que el bolchevismo se formó, se fortaleció y se templó en largos años de lucha contra el revolucionarismo pequeñoburgués (...) que se consideraba particularmente ‘revolucionario’ o ‘de izquierda’ porque reconocía el terror individual, los asesinatos, cosa que nosotros, los marxistas, rechazábamos en forma categórica”.
Es decir que el bolchevismo no se templó en la lucha por o en contra de la “teoría de la revolución permanente”, sino en lucha permanente contra dos enemigos: los oportunistas y los ultraizquierdistas. La historia de la III y la IV Internacionales es, al igual que la de los bolcheviques, una lucha constante contra estas dos desviaciones.
La maniobra de Germain es evidente. Él trata de demostrar que, a lo largo del proceso histórico, aunque con distintos nombres, el movimiento obrero se dividió siempre en dos grandes corrientes teóricas: los partidarios de la revolución permanente y los de la revolución por etapas, o los que defendían la necesidad de la destrucción del aparato burgués y los que proponían vías pacíficas al socialismo. Con esto, él quiere colocar frente a frente, como enemigos irreconciliables, al oportunismo y al ultraizquierdismo, con lo cual elimina tanto a uno como al otro como enemigos del bolchevismo. Después de hacer esto, nos pide que optemos entre uno y otro bando y no insistamos en la estrategia de construcción del partido. Es decir, nos quiere impulsar a unirnos con el ultraizquierdismo en contra del oportunismo.
Con esto quiere justificar teóricamente su seguidismo crónico a las distintas posiciones que van impactando a la vanguardia en cada época de la lucha de clases. Un seguidismo cuya más reciente expresión es la famosa “estrategia de lucha armada”. Según él mismo dice, entre 1905 y 1917, nosotros debíamos haber estado junto a Trotsky que defendió la revolución permanente y contra Lenin que defendía las etapas pero construía el partido. Después de 1917 tendríamos que haber estado junto a los ultraizquierdistas que planteaban imponer la democracia soviética como tarea presente para todos los países, y contra Lenin y Trotsky que, combatiendo contra ellos, estaban construyendo el partido mundial, la III Internacional. Y en el presente, tenemos que estar junto a los guerrilleristas de todo pelaje, porque la vanguardia discute sobre la lucha armada y tenemos que optar por uno de los dos bandos.
Nosotros decimos que no, que antes de 1917 Lenin no optó entre oportunistas y ultraizquierdistas; se dedicó a construir el partido marxista revolucionario. Después de 1917, Lenin y Trotsky no optaron entre oportunistas y ultraizquierdistas, sino que lucharon contra ambos como parte de su estrategia de construir el partido marxista revolucionario.
Actualmente, nosotros nos negamos a optar entre ultraizquierdistas y oportunistas. Con los ultraizquierdistas modernos, los guerrilleristas, podemos tener sólo un acuerdo teórico muy general, en contra de los oportunistas: no hay vías pacíficas al socialismo; la lucha armada entre explotadores y explotados es inevitable. Y allí termina nuestro acuerdo. Estamos en contra tanto de la estrategia oportunista de la vía pacífica al socialismo, como de la guerrillerista de hacer lucha armada por cuenta y riesgo del partido.
Contra ambas, estamos por la construcción del partido trotskista con influencia de masas, que sea capaz de dirigir en todos los momentos la lucha contra la burguesía, lo que incluye la lucha armada.
Relación de la teoría con la estrategia y la táctica
En todas estas cuestiones lo que hace Mandel es confundir tres elementos básicos de la política revolucionaria: teoría, estrategia y táctica. El objetivo estratégico es el de largo plazo; las tácticas son los medios para llegar a ese objetivo. La teoría no es ni lo uno ni lo otro, puesto que hace a las leyes generales del proceso histórico y no a los objetivos estratégicos ni a las tácticas. Entre estos tres elementos hay ligazones estrechas, pero no mecánicas sino dialécticas.
Empecemos por la teoría. Nosotros podemos discrepar con los análisis económicos de Mandel, pero concordar con él en el objetivo estratégico de movilizar a las masas y construir partidos bolcheviques para barrer al imperialismo y al capitalismo e imponer la dictadura del proletariado. Esta coincidencia estratégica no significa que coincidamos en todo momento con las diferentes teorías que se van elaborando y desechando durante ese proceso que culmina con la toma del poder y la construcción del socialismo.
La relación de la teoría con la estrategia y la táctica existe, pero no se manifiesta en forma inmediata ni directa. En sus congresos, el partido no vota teorías sino líneas políticas de las que surgen estrategias y tácticas. El partido sólo se identifica con una teoría cuando ésta ha sido probada por los acontecimientos. Tal es el caso de la identificación de nuestra Internacional y sus secciones con la teoría de la revolución permanente, que no es una estrategia ni una táctica, sino la ley general de la revolución y del movimiento de masas en la etapa de transición del capitalismo al socialismo que estamos viviendo.
Respecto al problema de la estrategia y la táctica, es muy importante recordar que son términos relativos. En una etapa de retroceso del movimiento obrero podemos tener la estrategia de desarrollar luchas sindicales defensivas. La táctica adecuada a esa estrategia puede ser, por ejemplo, la huelga larga. Pero la huelga larga es una estrategia en relación a un medio, a una táctica: la organización de piquetes para garantizarla. Y los piquetes se convierten en una estrategia en relación a la táctica que empleamos para construirlos (si lo hacemos públicos, elegidos en asamblea, o clandestinos, elegidos en secreto por la dirección de la huelga). La propia estrategia por la cual comenzamos, el desarrollo de luchas sindicales defensivas, se convierte en una táctica en relación a nuestro objetivo estratégico de obtener triunfos importantes que cambien la etapa de retroceso en etapa de ascenso del movimiento obrero.
El trotskismo tiene dos únicas estrategias a largo plazo: construir el partido y hacer la revolución para tomar el poder
Como Germain no ve las cosas de esta forma, ironiza sobre el hecho de que nosotros hayamos empleado la palabra estrategia para un corto período. Pero el eje de nuestra polémica con Germain tiene que ver con las estrategias a largo plazo. Si algo podemos asegurar es que para los trotskistas hay a largo plazo dos estrategias fundamentales a escala internacional y nacional: tomar el poder junto al movimiento obrero, para empezar a construir el socialismo, y construir el partido como la única herramienta para lograrlo. En relación a estos objetivos estratégicos, todo lo demás es táctico, aunque lo llamemos “estrategia”. Para construir el partido y tomar el poder podemos y debemos utilizar la táctica adecuada en cada momento: hacer entrismo, concurrir a elecciones, impulsar el frente único revolucionario, levantar consignas de poder, plantear la lucha armada, levantar consignas ultramínimas y defensivas, etcétera. Todas las tácticas son válidas si se adecuan al momento concreto, presente, de la lucha de clases y entonces sirven para ayudar a movilizar a las masas y construir el partido. Pero las tácticas se usan y se desechan tantas veces como cambia la situación de la lucha de clases. Nunca se votan para largos períodos, jamás deben convertirse en estrategias a largo plazo.
El bolchevismo se caracteriza por utilizar todos los medios y tácticas al servicio de la estrategia de construir el partido, movilizar a los obreros y tomar el poder. Las demás corrientes del movimiento obrero se caracterizan por lo opuesto: confundir estrategia con táctica y elevar esta última a estrategia permanente. La historia del bolchevismo es una lucha constante por imponer los medios y las tácticas adecuadas a cada momento de la lucha de clases. El bolchevismo luchó contra los terroristas, pero supo utilizar el terror; luchó contra los sindicalistas, pero supo utilizar el trabajo sindical; luchó contra los parlamentaristas, pero supo utilizar el parlamento; luchó contra los anarquistas, pero supo destruir el Estado burgués; luchó contra los guerrilleristas, pero supo hacer guerrillas; luchó contra los espontaneístas pero supo dirigir las movilizaciones espontáneas del movimiento de masas. ¿Y para qué hizo todo esto? Para construir el partido bolchevique y movilizar a las masas hacia la toma del poder.
Un ejemplo ilustrativo
Cuando el compañero Germain trata sistemáticamente de poner en ridículo al compañero Hansen, diciéndole que no se le puede plantear a un obrero en huelga (que está embarcado en hacer piquetes) que “nuestra estrategia es construir el partido”, está diciendo una verdad de Perogrullo, con la cual demuestra que no entiende nada de nada. Lo que dice Germain es algo que ningún militante con algo de experiencia en el movimiento obrero se detiene a pensar. Si alguien, en una huelga, le dice a los obreros que hacen piquetes que nuestra estrategia es construir el partido, de hecho opone la construcción del partido a la existencia del piquete, porque estaría planteando que sólo pueden estar en el piquete aquellos que coinciden en la necesidad de construir el partido. Sería un pedante que disuelve una situación concreta, un medio, una táctica, en una estrategia decenal. Nunca hemos visto cometer este error que preocupa a Germain.
Pero lo contrario, el error de ocultar nuestra estrategia de construcción del partido, es posible que sea más fácil de cometer por aquellos militantes inexpertos que quieran captar rápidamente la simpatía de los huelguistas. Llevándolo al extremo, consistiría en decirles a esos obreros que nuestra estrategia es hacer piquetes y que nuestro eje de actividad fundamental durante diez, quince o veinte años, será hacer piquetes, con lo cual los estaríamos engañando y desarmando frente a los futuros cambios.
¿Y qué es lo que debemos hacer? En primer lugar, ponernos a la cabeza de ese piquete como los mejores militantes, es decir, ganar la huelga. En segundo lugar, debemos explicarles a esos obreros de vanguardia que, así como hoy están haciendo un piquete, mañana la lucha de clases les planteará que organicen una manifestación, o la defensa de una fábrica ocupada, o las milicias obreras, o que hagan propaganda, o que sean candidatos en las elecciones, porque la lucha contra la patronal no empieza ni termina en esa huelga, sino que empezó hace más de un siglo y terminará cuando la clase obrera tome el poder y construya el socialismo. En tercer lugar, que para llegar a eso hace falta un partido que dirija a todos los trabajadores, así como ellos dirigen a sus compañeros de fábrica, y que nosotros estamos construyendo ese partido y lo invitamos a que se incorpore a él. Si supimos ser los más abnegados militantes del piquete, si supimos explicar nuestra política, captaremos a esos obreros que están en el piquete. Y esto, ¿qué significa sino estar construyendo el partido?
El error más grave
Dijimos que no hay que confundir una estrategia con una táctica. Pero mucho más grave es confundir un medio o táctica con una estrategia decenal, es decir histórica: transformar la táctica en algo más que una estrategia, casi en un principio. Si los obreros sólo ven la necesidad de hacer alguna de estas tareas, y si hacemos como hace Germain, que convierte a esa tarea en una estrategia para diez años, estamos haciendo seguidismo a la conciencia de las masas. Así hizo Germain con el entrismo “sui generis”: al hacer seguidismo a los partidos comunistas, indirectamente o en última instancia estaba haciendo seguidismo al movimiento de masas. En la actualidad, está cayendo en la más grave expresión de seguidismo, el que hace a la vanguardia.
En su polémica con la minoría alrededor de la “estrategia de lucha armada” votada en el IX Congreso, el camarada Frank ha demostrado que ésta es, precisamente, la política de la mayoría. En su carta a la Convención del SWP enuncia correctamente nuestra concepción. Para la minoría “la mayoría de la Internacional, al aceptar la estrategia de lucha armada para América Latina, renuncia a construir partidos revolucionarios (...).”
Esto es precisamente lo que nosotros pensamos de la mayoría. Pero luego, el camarada Frank hace otro resumen, ya no tan fiel, de nuestra posición:
“El dilema: lucha armada contra construcción del partido no existe para nosotros. Lo mismo podemos decir del dilema sindicalista, ‘huelga general’ contra ‘construcción del partido’.”
Aquí el camarada Frank se “olvidó” de la palabra más importante: “estrategia”. No existe efectivamente ningún antagonismo entre la lucha armada, la huelga general o cualquier otra táctica, con la construcción del partido siempre y cuando las tomemos como lo que son, como tácticas. La lucha armada, la huelga general, o cualquier otra táctica, se oponen a la construcción del partido cuando se las pretende convertir en...

Índice

  1. El partido y la Revolución
  2. PRESETNACIÓN
  3. PRÓLOGO
  4. INTRODUCCIÓN
  5. Bolivia, clave de la actual discusión
  6. Argentina: la prueba definitiva de dos líneas
  7. El documento europeo y la sección francesa
  8. Dos trayectorias
  9. Las estrategias decenales
  10. ¿Partido mandelista o Partido Leninista?
  11. Elementos revisionistas en las concepciones de Germain
  12. El mayor peligro es la tendencia mayoritaria