Diario de Nantes
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Diario de Nantes

  1. 700 páginas
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Con la misma amenidad y erudición de sus Cartas norteamericana, Cartas del Mediterráneo Orientaly sus Cartas berlinesas, José Emilio Burucúa narra su larga estadía académica en Nantes, con gran rigor y mucho sentido del humor, ofreciéndole al lector un recorrido cultural, artístico, histórico, musical, cinematográfico, turístico y gastronómico. Apenas llegado a la ciudad francesa, Burucúa abre así su fascinante `Diario de Nantes´: "Esta ciudad es una mezcla interesante de gótico, barroco neoclásico a la francesa y arquitectura muy contemporánea (erigida sobre todo en los barrios destruidos por los bombardeos aliados en 1943-44; aquí cerca, en Saint-Nazaire, los nazis tenían una de las bases más temibles de submarinos en todo el Atlántico). […]A partir del siglo XVII y hasta bien entrado el XIX, no hubo en Nantes institución, ni vínculo social, ni empresa, ni plan o proyecto personal o comunitario, que no estuviese condicionado por la trata de esclavos. El comercio infame, en principio a cargo de los armadores de los astilleros ubicados en las bocas del Loira, volcó sus ganancias inconmensurables en la comodidad y belleza de la arquitectura, en las costumbres galantes de una burguesía que se aprovisionaba de los objetos, las telas, los alimentos más refinados y caros de las Indias Orientales y Occidentales. Mi contacto con la barbarie se está convirtiendo en un hábito, que mantiene los ojos de mi mente abiertos, sin piedad, frente a las lacras del mundo…"

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Información

Año
2020
ISBN
9789874159991
Regreso a Nantes
20 de febrero
Alain Supiot y Muriel, su esposa, nos han invitado a cenar en su casa de la rue du Roi Albert, entre la Catedral y el edificio neoclásico de la Prefectura. El comportamiento de Martina es ejemplar. Come como una princesa todo cuanto le ofrecen, sin hacer remilgos, y luego completa las notas de su diario de viaje. Los anfitriones nos felicitan. Los platos preparados por Muriel son exquisitos. La conversación fluye alrededor de la crisis de la política francesa, la tristeza de los jóvenes después de los atentados del Bataclán, Borges y el coraje mítico e inservible del outlaw argentino, Foucault y la medicina, Foucault y su teoría incompleta del derecho. Muriel y Alain nos ponen al tanto acerca de quién era el doctor Georg Walther Groddeck, fundador de la medicina psicosomática, corresponsal de Freud y alumno del médico de Bismarck, Ernst Schweninger; Alain nos muestra que todos esos atributivos de Groddeck estaban fuertemente conectados a través de la teoría de Schweninger sobre la simulación perpetua del paciente.
* * *
21 de febrero
Vamos al cine del Centro Atlantis donde también se encuentra IKEA. Almorzamos en Vapiano, un lugar muy simpático donde sirven pasta, pizza y ensaladas muy ricas. Martina y yo vemos el capítulo 7 de Star Wars. Martina no puede creer el parricidio del pobre Han Solo. Aurora ve la película disparatada ¡Salve, César!, de los hermanos Cohen. Me la recomienda. Iré a verla después de la partida de las muchachas.
* * *
22 de febrero
Mamadou Diawara presenta a Margret Frenz, historiadora y antropóloga formada en Heidelberg y Oxford. Estudia problemas históricos de la globalización, con la perspectiva “desde abajo” que nos enseñó la escuela inglesa. Su trabajo se funda sobre una labor consistente en archivos de Kenia, Uganda, Tanzania, India, Gran Bretaña y Francia. Va en busca de los recuerdos y las memorias de las personas afectadas por los fenómenos migratorios, pero se ocupa más que nada de formas de circulación “suave”, no traumática. Por ejemplo, hoy nos habla de los viajes del personal médico en las colonias británicas y francesas durante el período 1900-1960. “¿Curar el Imperio?” es el título de su ponencia y de su última investigación. En los imperios coloniales, los médicos se movieron con frecuencia entre las metrópolis y los dominios, así como entre los países asiáticos y africanos. Un asunto crucial es el de las adaptaciones de las teorías científicas, en las que esos profesionales habían sido educados, y las realidades o prácticas sanitarias locales con que se toparon. Dato importante a tener en cuenta desde el comienzo es que los médicos formaron parte de la élite en las sociedades coloniales. Margret nos dio información acerca del desarrollo de sistemas, instituciones y servicios médicos en los imperios británico y francés. El servicio sanitario de la India nació de la unificación, llevada a cabo en 1858, de tres sistemas existentes desde finales del siglo XVII, producto de la colaboración entre la marina británica y la Compañía de las Indias en las posesiones de Bombay, Madrás y Bengala. En cuanto al Imperio francés, en 1890 fue creado el Cuerpo de Salud centralizado cuya competencia se extendió a todas las posesiones de la República en África, Asia y las Antillas.
La doctora Frenz desplegó luego una serie muy atractiva de análisis de casos, bien documentada y atenta a los vínculos entre los individuos y los procesos macrosociales. En el horizonte británico, se trataba de médicos de origen portugués, naturales de Goa, quienes estudiaron en las escuelas inglesas de medicina de la India, Bombay principalmente, y fueron luego a ejercer en Kenia. Los ejemplos franceses correspondieron a vidas de médicos formados en Francia y activos, desde muy jóvenes, en la isla de La Reunión, frente a Madagascar. El doctor Rosendo Ayres Ribeiro (1870-1951) fue el primer médico que practicó la profesión libre en Nairobi. Acudía a ver a sus pacientes montado en una cebra (la foto es desopilante) pero, aparte de sus excentricidades, dio la alarma de una epidemia de peste en 1900 y el fondo que él creó para financiar actividades médicas en Kenia permitió abrir una escuela en Nairobi en 1932. El doctor A. C. L. de Sousa (1883-1958) estudió en Bombay y abrió el primer sanatorio de obstetricia en la capital keniata. Una mujer excepcional, la doctora Mary M. de Sousa (1890-1953), formada también en la India, ejerció en Nairobi y se involucró desde allí en la política india, dio refugio a políticos del subcontinente en los tiempos de la lucha por la independencia y se vio involucrada en la planificación de políticas públicas para la educación. Los casos franceses, referidos a doctores activos en Saint-Denis, la capital de La Reunión, abarcaron un período más amplio, desde la figura de Jean-Dominique Vinson (1819-1903), uno de los primeros médicos de consulta abierta en la isla y gran naturalista (participó en las exploraciones sobre la fauna y la flora de Madagascar, organizadas por Napoleón III), hasta la persona de Adrien Marie Berg (1901-1976), cuya familia estaba instalada en La Reunión desde 1811, formado en Montpellier, miembro del servicio de administración colonial y presidente del consejo del Ordre des médecins en la isla.
Margret se ocupó enseguida de las características de la ciudadanía, las formas de su concesión y extensión en los imperios coloniales. Respecto de Francia, el asunto se remonta a los principios igualitarios de la Revolución, establecidos ya en el texto constitucional de 1791, que la Asamblea de Guayana, por ejemplo, hizo efectivos para los amerindios en aquel mismo año. A partir de la abolición de la esclavitud en todos los territorios bajo soberanía francesa, decretada por la Convención el 4 de febrero de 1794, la cuestión de la ciudadanía se tornó compleja, pues libertad jurídica e igualdad de ejercicio de los derechos políticos (que implica toda ciudadanía) resultaron incompatibles en la práctica. No obstante, la Constitución de 1795, sancionada durante el Directorio, reconoció el carácter de ciudadanos a los nativos de las colonias departamentalizadas. Es sabido que Bonaparte restableció la esclavitud en la Martinica, Tobago y Santa Lucía el 20 de mayo de 1802 y la situación permaneció inalterada hasta que la Segunda República abolió definitivamente toda forma de esclavitud en las tierras bajo dominio francés el 27 de abril de 1848. Sin embargo, la aplicación de tal ley distinguió entre las colonias anteriores a la Revolución del 48 (las Antillas francesas, las posesiones de la India y la factoría de Senegal) y Argelia, cuya conquista no había terminado aún. Si los habitantes de las primeras accedieron a la ciudadanía a partir de entonces, los nativos de Argelia verían cómo ese derecho les era retaceado hasta después de la Segunda Guerra Mundial. En cuanto a la Gran Bretaña, la definición de una ciudadanía imperial es materia muy compleja. Margret nos mostró el cuadro laberíntico que construyó Rieko Karatani en 2003 para explicarla (Defining British Citizenship: Empire, Commonwealth and Modern Britain) y nos proporcionó el concepto acuñado por Daniel Gorman en 2006 (Imperial Citizenship: Empire and the Question of Belonging): la ciudadanía británica se basa en la fidelidad individual al soberano, mantenida y desarrollada por el otorgamiento de libertades políticas; el proceso culmina en la formación de una comunidad política cosmopolita (valga la redundancia), asentada en el acogimiento de los valores británicos de moralidad y empeño personal. En 1914, el carácter de “súbditos británicos” (asociado al ejercicio de los derechos civiles que ello implica desde la Glorious Revolution de 1688-89) fue reconocido a todos los habitantes del imperio. Una ley de 1948 estableció las condiciones para la obtención del estatus de “ciudadano del Reino Unido y sus colonias”. Ahora bien, ¿cómo se integraron los médicos en las redes legales descriptas en cada uno de los imperios coloniales? El acceso de casi todos ellos a la ciudadanía estuvo garantizado, así como su pertenencia a una élite educada y profesional. Sin embargo, las prácticas concretas de su integración a las sociedades, mucho más en las metrópolis que en las colonias, naturalmente, se vieron marcadas por la ambivalencia y las desigualdades culturales. Nuestra colega investiga, en este momento, la posibilidad de utilizar la categoría de “subalternidad negociada” para dar cuenta del fenómeno de la experiencia de los médicos en los imperios de los siglos XIX y XX.
Hubo un aluvión de comentarios y preguntas. Gerhard opinó que Margret había mostrado muy bien los ejemplos de personas integradas en el sistema colonial, pero nos faltaba saber algo acerca de quienes enfrentaron esa organización. Margret respondió que casi no hay rastros de los fracasos protagonizados por médicos y otros profesionales en los archivos. Andreas se concentró en la noción de élite; nos recordó el parangón con la jirafa, ente difícil de definir pero que reconocemos apenas estamos frente a él. ¿A qué clase de élite pertenecían los médicos? ¿De qué cifras hablamos? ¿Había o no categorías dentro de esa élite, como una clase de “médicos no blancos” o algo parecido? La doctora Frenz proporcionó cifras, tomadas de los registros del personal de los sistemas sanitarios de las colonias a lo largo del siglo XX. Ward preguntó si hubo no sólo algún tipo de crítica contra el sistema por las personas estudiadas, sino quejas de su parte sobre el menosprecio de los privilegios teóricos a los que les daría derecho su educación. Margret contestó que sólo una minoría estuvo involucrada en una actitud crítica. Mor fue muy penetrante, como de costumbre. Puntualizó que en las escuelas coloniales de medicina del Imperio francés –Dakar, Antananarivo, Saigón, Argel, Pondichéry–, la enseñanza abarcó cuestiones y teorías sociales que, más tarde, vincularían a los médicos formados en ellas con las ideas revolucionarias del siglo XX (el marxismo, el panafricanismo y el panislamismo). Babacar argumentó enseguida que un modelo de lo recordado por Mor (aunque no educado en Martinica, su lugar natal) fue, sin duda, Frantz Fanon, uno de los más grandes deconstructores de la teoría del poder colonial. Personalidades como esa estuvieron ausentes de la conferencia de Margret. El colega Fall cuestionó también la escasa representatividad de La Reunión en el imperio para trazar un cuadro de la medicina colonial francesa. Otra de nuestras Zauberköpfe, la de Viren, nos martilló con sus interrogaciones teóricas: ¿qué quiere decir élite subalterna? ¿Su nota esencial sería acaso el sentimiento de ser excluidos de sus miembros? Y ¿curar el imperio?, al menos requeriría distinguir entre curar enfermedades en el imperio y curar las tensiones o el malestar implícitos en el proyecto imperial. Marc pidió aclaraciones sobre los rasgos específicos de la élite médica, comparada con otras élites profesionales, las de los juristas, los ingenieros, los escritores. Ward esbozó una buena categoría destinada a alcanzar una síntesis del problema: los médicos formaron una élite frustrada de los imperios.
Por la tarde, preparé mi intervención en el taller sobre conciencia y física moderna, que tendrá lugar el jueves 25 en el IEA. A la noche, vemos con Martina el telefilm Monsieur Léon (Pierre Boutron, 2006), una historia llena de suspenso y sentimiento sobre un abuelo y su nieto en tiempos de la ocupación nazi en Francia. Martina dijo que “nunca en su vida” había visto una película como esa, que la conmoviese tanto. Ha quedado patentado el género de “películas de nazis” en su repertorio. Entiendo que no es un aporte menor de la visita a Francia a su educación. Vamos bien.
* * *
23 de febrero
Visitamos nuevamente la Isla de las Máquinas. En la galería, asisto al espectáculo de un nuevo monstruo mecánico: la araña, cien veces mayor que su tamaño natural. Las muchachas suben al elefante y quedan impresionadas. Por mi parte, vuelvo al IEA y asisto a la conferencia deslumbrante de Dany-Robert Dufour sobre “Política de la ciudad”. Gabriela Patiño, una de sus discípulas conspicuas, introduce al orador. Nos informa que se trata de un filósofo del lenguaje y de la política, un conocedor del psicoanálisis, quien analizó tres horizontes del saber social: el de las estructuras enunciativas, el de las condiciones biológicas y simbólicas del conocimiento y el del impacto del neoliberalismo en el pensamiento contemporáneo. Dany ha escrito además una novela filosófica, Les instants décomposés [Los instantes descompuestos], publicada en 1993. Según el ejemplo de Pierre Legendre, nuestro orador de la tarde se ocupa del armazón dogmático, de los fundamentos ideológicos que regulan las relaciones en las sociedades occidentales. El título de su conferencia encierra un pleonasmo, por cuanto “política” y “ciudad” son conceptos igualmente anclados en la forma y la experiencia de la pólis griega. Pero el título está pensado a propósito para llamar la atención sobre un término vinculado al de pleonasmo: pleonexia, que significaba el “querer tener más” para los griegos, una voluntad siempre acompañada de un sentimiento poderoso de injusticia. La noción se encuentra en obras mayores de la filosofía práctica de Occidente, por cuanto la prohibición de la pleonexia constituye la base institucional de las primeras ciudades democráticas de la historia, especialmente Atenas. Jean-Pierre Vernant nos ha explicado cómo el “milagro ateniense” de la creación casi simultánea de la ecclesia, la boulé, el ágora y el espectáculo teatral, fue posible merced a la puesta en acto de un control sobre la tendencia del ser humano a la ac...

Índice

  1. Portada
  2. Créditos técnicos y legales
  3. Sobre las imágenes
  4. Diario de Nantes
  5. Interludio sardo
  6. Otra vez, Nantes. “Il pleut sur Nantes...”
  7. Interludio suizo
  8. Una semana con Martina en París
  9. Regreso a Nantes
  10. Link a paneles con imágenes
  11. Índice