Generaciones y mentalidades
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Generaciones y mentalidades

Estudios de teoría de la Historia

  1. 271 páginas
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Generaciones y mentalidades

Estudios de teoría de la Historia

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Mario Hernández Sánchez-Barba, discípulo de J. Vicens Vives y fuertemente influido por las primeras generaciones de la escuela de los Annales, defiende un modelo de historia analítica e integral cuyo objetivo es la comprensión. Frente a la ilusa pretensión, todavía no extirpada en buena parte de la historiografía, de reconstruir (a partir de nombres, fechas y datos) el pasado, reivindica el oficio de historiador como esfuerzo, nunca del todo alcanzado, por dotar de sentido la experiencia histórica del hombre. Busca aproximarse a la razón contenida en la historia, que nada tiene que ver con la pretensión, tan de aficionado, de convertir en claves cuatro datos de la compleja estructura histórica. Con la intención de reconocer un magisterio e introducir su ingente producción, presentamos una selección de sus textos, centrada especialmente en sus reflexiones teóricas sobre la disciplina. Recogemos, por un lado, textos sobre el significado del cambio y el tiempo, la continuidad y la discontinuidad, el análisis generacional y la idea de mentalidad y, por otro, algunos de los temas que más le han interesado: la época del Descubrimiento, el mundo anglosajón, los procesos de emancipación e independencia americanos, la Monarquía, etc.

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Información

Editorial
Editorial UFV
Año
2019
ISBN
9788418360145
Edición
1
Categoría
Arte
La disciplina

CAPÍTULO 1

Acceso a los planos argumentales1

En 1973, Mario Hernández Sánchez-Barba publica su libro Dialéctica contemporánea de Hispanoamérica, centrado, según sus propias palabras, en su preocupación intelectual básica: el mundo contemporáneo hispanoamericano, al que ya había dedicado, con anterioridad, otro libro,2 que este, también de forma expresa, pretendía replantear. Junto con esta motivación temática, otras razones nos llevan a comenzar con este texto, complejo teóricamente, pero útil, pues manifiesta ciertas inquietudes y aclara conceptos básicos del pensamiento de su autor.
Relacionando otros textos, en los que comienza con la teoría, pasa en este del problema, la preocupación, a la teoría que sustenta su resolución, porque «nadie puede argumentar soslayando sus bases operativas», ni «ninguna especialidad puede, ni debe, marginar los fundamentos teóricos que la sustentan». De esta forma, se enfrenta a la necesaria explicación de tres conceptos: «Hispanoamérica» —rechazando cualquier otra denominación, en su opinión, frívola—, «dialéctica» y, muy especialmente, «contemporaneidad», que no puede reducirse a un «concepto de ciencia positivista que, como tal, expresa más bien, especialidades y compartimentos de clasificación»; es, más allá de cualquier límite temporal, una actitud consciente respecto al futuro; «la necesidad, cada vez más urgente, ya no solo de prevenir, sino incluso la posibilidad de influir sobre el futuro y asumirlo».
Desde aquí reflexiona sobre la historia y la Historia —solo una mayúscula, como indica en otras ocasiones (vid. cap. 5), cambia completamente el significado de la palabra— e insiste, junto con la previsión y sus límites, en el pasado, que, en el campo de la historia, «es de suyo una persistencia en cada presente», y, en relación con la Historia, en su condición analítica.
Al mismo tiempo, el texto señala, al referirse a la diferente actitud hacia el positivismo en Brasil y en Hispanoamérica, el interés global y comparativo de su obra y, frente a la amenaza del diletantismo, presenta la responsabilidad universitaria como un servicio social sostenido sobre el rigor.
Un último interés manifiesta este texto. Las lecturas sobre las que Mario Hernández Sánchez-Barba fundamenta su obra son incontables —baste observar las dimensiones de la bibliografía extraída de las citas del puñado de textos que conforma esta selección—, como resulta evidente la franqueza con la que reconoce deudas intelectuales y la claridad con la que marca distancias.
En este «acceso a los planos argumentales» aparecen no pocos de sus autores de referencia. Intentar establecer cualquier análisis sobre estos —somos consciente— puede introducir deformaciones, pero, asumiendo el riesgo, creemos posible hablar de cuatro grandes grupos: 1) los autores que se constituyen en soporte teórico de sus planteamientos: Zubiri, Millán Puelles, Hartmann y, en especial, Pérez Ballestar; 2) un amplio sector de intelectuales (sobre este término, vid. cap. 3), en su mayoría hispanoamericanos que, situados muy lejos de la disciplina histórica, le han influido poderosamente: L. Zea, J. Marías, C. Fuentes, E. Sábato…; 3) los renovadores de la disciplina histórica, sobre todo franceses —Bloch, Febvre, Braudel, Morazé…— y anglosajones —Hill, Merritt…—; y 4) un amplísimo sector de colegas, en los que manifiesta —como de forma explícita hace en la introducción a su España. Historia de una nación, Madrid, 1995— su alta consideración sobre la calidad de las escuelas historiográficas españolas: José María Jover, Claudio Esteva Fabregat, Pedro Borges, José Manuel Pérez-Prendes,3 Juan Manzano, Cándido Pérez Gállego, Juan Pablo Fusi… y, muy especialmente, Jaime Vicens Vives, al que una y otra vez reconoce, por encima de cualquier otro, como su maestro. Sin ignorar, por supuesto, a especialistas de disciplinas que rara vez aparecen citados en obras históricas: Llavero Avilés, E. Fromm…
* * *
El presente libro es, ante todo, un producto de reflexión sobre el tema que constituye la básica preocupación profesional e intelectual de su autor: el mundo contemporáneo hispanoamericano. Un campo este que, en los momentos actuales, atrae la atención desde plurales sectores científicos en una considerable apertura de especialidades y que, también, constituye un nivel preocupativo para los más diversos emplazamientos contingenciales, como pueden ser las ideologías políticas, las informaciones periodísticas, los desplazamientos económico-financieros, las inquietudes del conocer sobre sus característicos medios de expresión literarios. Existe, pues, en torno a su comprensión e identificación, una enorme gama de intereses que abarca, en consecuencia, un considerable abanico de posibilidades en torno a su caracterización, a la búsqueda de su sentido y a la interpretación de sus realidades. Por consiguiente, en sus implicaciones conceptuales, el tema lleva una fuerte carga tendencial a convertirse en un lugar común. Como en los tiempos en que hizo furor la arqueología clásica, parece, hoy, que cualquiera puede hablar, escribir, dictaminar, sobre Hispanoamérica. Ciertamente, esta inquietud representa la manifestación, en nuestra época, de un interés latente durante mucho tiempo antes.
Aplicando, a largo plazo, el modelo simbólico de Willer,4 elaborado como un esfuerzo para promover una metodología sociológica, estaríamos en disposición de establecer los supuestos de una exigencia histórica de largo plazo de manifestación, cuyo sujeto es el mundo hispanoamericano y cuyos niveles activos serían: a) posición de interés latente, que implica un nivel eficaz de exigencia y cierta información sobre la situación social e histórica, normalmente de instancia ético-didáctica. Tal situación se caracteriza, fundamentalmente, por instancias intelectuales de carácter minoritario que plantean procesos de inquietud relativos a temas administrativos, coyunturales, políticos, religiosos, mantenidos siempre en estructuras institucionales. Tales caracteres se corresponden con la amplia etapa histórica que va desde 1492 hasta, aproximadamente, la mitad del siglo XIX. Durante ese largo proceso no faltaron, ciertamente, las intenciones de trascendencia cultural, como el humanismo renacentista, que se interiorizó y se hizo épico, lo que impidió una brusca ruptura con la mentalidad medieval; el barroco, reflejo del orden administrativo colonial, que impuso estabilidad en beneficio de la jerarquización burocrática centralista y señaló ya los primeros conflictos con las minorías criollistas; la ilustración y el neoclasicismo, inseparables para establecer el balance activo de la mentalidad emancipadora de los criollos, aunque también subsumidos en zonas de intimidad y minorización social; y, finalmente, la gran apertura que supuso el romanticismo hispanoamericano, con su proclamación de la libertad del individuo, la consigna del nacionalismo y la intensificación telúrica de la poesía de la naturaleza. No obstante, no puede dudarse de que la instancia conflictiva romántica permaneció como fondo patrimonial de la minoría intelectual, sin que proyectase trascendencia intencional con suficiente capacidad para galvanizar una opinión pública, prácticamente inexistente todavía en los horizontes vitales, sociales e ideales del mundo hispanoamericano. Esta posición de interés latente quedará trascendida por; b) la articulación del interés por la que entendemos cualquier formulación capaz de transformar una exigencia en un interés; formulación que puede variar, desde los más simples enunciados verbales a los sistemas ideológicos de máxima elaboración y complejidad. La articulación constituye una acción de comunicar, capaz de realizar la trascendencia desde el interés latente al interés manifiesto. Como es lógico, el desarrollo de un grupo de interés manifiesto depende totalmente del desarrollo de una articulación y de la existencia de un grupo —aunque minorizado— de interés latente. Pero, precisamente, en la medida en que las posiciones de interés latente no sean idénticas ni homogéneas, la articulación operará en forma diferencial imprimiendo un desarrollo distinto, e incluso, en virtud de la competencia, dividiendo en diversos sectores el grupo de interés latente, bloqueando parcial o totalmente los procesos dinámicos proyectivos.
Todas estas funciones las cumple, con toda evidencia, en el mundo iberoamericano, el positivismo, tan magistralmente estudiado por Leopoldo Zea.5 Los hispanoamericanos vieron en esa doctrina el más adecuado instrumento para conseguir una estabilización política, para alcanzar un desarrollo progresivo de las fuentes de riqueza, para modelar las formas más elementales de la vida social, la filosofía capaz de conseguir la emancipación mental o ideológica;6 en definitiva, los hispanoamericanos entendieron el positivismo como un arma de combate y liberalización: el medio más eficaz para la solución de todos los problemas que tenían planteados en los ya indicados niveles minoritarios. Esto va a implicar el bloqueo7 y la inevitable división en el interés manifiesto, por más que la articulación, con un sentido positivo, haya producido la transferencia del interés latente al manifiesto. En efecto, en México fue interpretado como la posibilidad del final de su endémica anarquía; en la Argentina, como remedio del absolutismo tiránico; en Chile, como el medio para convertir en realidades los ideales del liberalismo; en Perú y Bolivia, después de la catástrofe nacional supuesta por la derrota que les infligió Chile, lo consideraron la solución para su reconstrucción moral; los cubanos, como ariete ideológico en sus propósitos de independencia. No cabe duda de que el interés despertado por el positivismo en amplios círculos, no exclusivamente filosóficos, promovió en la política, el derecho, la educación o la economía, un evidente interés por los problemas científicos y un medio muy adecuado para que, mediante el planteamiento de cuestiones teóricas, muchos se inclinasen hacia sistemáticas previas de aplicación práctica. Pero la radicalización de los supuestos positivistas y de la universalización de sus principios como solución efectiva para todos los problemas hizo que el desenvolvimiento de la teoría llevase en su seno la larva del fracaso. Por otra parte, en cuanto fue doctrina que quiso imponerse a la realidad, y no a la inversa, en sus diversas interpretaciones nacionales, figuraron fatalmente las más tremendas contradicciones; c) posición de interés manifiesto, la establece cualquier comunidad que comparta intereses constitutivos de base potencial para la acción concertada; constituida tal posición como consecuencia de la articulación, la situamos en el mundo hispanoamericano en el periodo 1880-1930, como una fragmentación expresiva, cristalizada en cuatro coherencias intelectuales:
el modernismo literario, en el que se advierte claramente una renovación estética de un ímpetu romántico a una serenidad expresiva y una renovación hacia la consideración de los valores propiamente hispanoamericanos;8
la reacción filosófica antipositivista, como actitud espiritual contra el fracasado positivismo; sus hombres9 han merecido el sobrenombre de fundadores y su siembra fue realmente importante, de modo especial en los medios universitarios en el sentido de preparar el terreno para el desenvolvimiento de una idea hispanoamericana;10
la tercera coherencia sería la que he llamado el 98 hispanoamericano11, grupo intelectual de recio contenido que comienza a aplicar los valores del futuro en la formulación de la adecuación política; sus hombres12 argumentaron la necesidad de elaborar una teoría política capaz de conducir a los pueblos hacia metas concretas, concordándolos al mismo tiempo con la tradición y, en cierta manera, con la realidad, si bien, al buscar tales realidades y aplicar sus elaboradas soluciones, lo hicieron fundamentalmente a partir de unas convicciones firmemente arraigadas y, al mismo tiempo, sumidos en un profundo pesimismo;
por último, el cuarto sector intelectual lo integraron los apóstoles educadores,13 que se caracterizaron, fundamentalmente, por su ardorosa predicación sobre la extensión de las fuerzas educativas en el mundo hispanoamericano.
Por más que provocasen el bloqueo de la articulación positivista, la importancia de estos cuatro grupos o coherencias intelectuales es considerable, porque, efectivamente, elevaron el nivel de exigencia a un plano de interés manifiesto. Este plano constituye lo que yo considero «la doctrina hispanoamericana», la plataforma especulativa sobre la cual construir la posibilidad de cristalizar en supuestos ideológicos de alta dinamicidad las realidades regionales en el mundo contemporáneo, cuya caracterización es, cabalmente, el propósito primero de este libro. Pero, paralelamente a la formulación de los niveles de exigencia que hemos delineado, se ha desarrollado también —y no es posible soslayar su radical realidad— un proceso de enorme interés condicionante de la realidad básica hispanoamericana. Concluido con la independencia política el periodo que vinculó a Hispanoamérica co...

Índice

  1. Portada
  2. Resumen
  3. Sobre el autor
  4. Creditos
  5. Índice
  6. Introducción
  7. La disciplina
  8. El mundo histórico
  9. Preocupaciones intelectuales
  10. Apéndice
  11. Bibliografía