Diplomacia en tiempos de guerra
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Diplomacia en tiempos de guerra

Memorias del embajador Gustavo Iruegas

  1. 540 páginas
  2. Spanish
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  4. Disponible en iOS y Android
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Diplomacia en tiempos de guerra

Memorias del embajador Gustavo Iruegas

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Información del libro

En esta obra se recoge el testimonio del embajador Gustavo Iruegas, personaje que tuvo un papel protagónico en la diplomacia mexicana de la segunda mitad del siglo XX y, en particular, en la fase del conflicto centroamericano de los años setenta y ochenta. Se destaca, en especial, el período de la diplomacia activa del gobierno mexicano y la actuación de Iruegas en Nicaragua y El Salvador.El recuento de su vida y su carrera diplomática constituye un testimonio excepcional para el conocimiento de esta etapa de las relaciones México-Centroamérica, en el que relata episodios de la diplomacia mexicana desconocidos hasta ahora y ofrece información relevante con respecto a otros temas de la política exterior y de la política interna de México.Esta fue la última vez en que Gustavo Iruegas estuvo dispuesto a dar su testimonio en una serie de entrevistas, en las que se entremezclan la visión de un representante diplomático del Estado mexicano y sus propias opciones políticas. Pero en estos dilemas de sus simpatías personales y la razón del Estado, se preserva siempre la perspectiva del diplomático.

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Información

Año
2016
ISBN
9786079475284

EL ÚLTIMO TRAMO

Siempre había querido ir al Uruguay

De Noruega fuimos a Montevideo directamente. Creo que era la primera vez que íbamos del extranjero al extranjero, sin regresar a México, o casi. Desde que estuve en Buenos Aires, siempre había querido vivir en Montevideo. En esa época, unas dos o tres veces Susie y yo nos fuimos a Montevideo. Pero lo que más me gustaba era cruzar el río en el Ferry que había entonces. Lo tomaba uno al atardecer y llegaba en la madrugada. Ahora hay estos barcos que sólo tardan dos horas, pero en esa época el viaje era de toda la noche.
Habíamos visto que era una ciudad que tenía una mejor manera, una ciudad amplia, una ciudad tranquila, una ciudad de clase media, como lo que es Uruguay, actualmente. Y más aún comparada con Buenos Aires, con la presión de Buenos Aires, con sus departamentos mínimos, con sus carros apretados. Con esa cosa horrible de que se estacionaban los carros en la calle y, si no habías tenido la suerte de dejarlo a la mitad de la cuadra, seguramente lo encontrabas afuera. Porque ahí se estilaba que a los carros les agregaban unas defensas especiales, y uno debía dejar el carro suelto, porque los otros lo empujaban. Unos a otros se iban empujando los carros para encontrar lugar. Entonces, los que estaban hasta adelante, terminaban a media calle.
En cambio, en Montevideo las calles eran anchas, había menos carros, aunque muchos eran viejitos. Había muchas carcachitas en aquella época. Siempre que llegábamos, nos íbamos a caminar. Si era sábado o domingo en la noche, todo estaba desierto y la gente se quedaba en sus casas. En el cine solía haber una película de Mario Moreno “Cantinflas”. Por todo eso me gustaba.

La historia de los tupamaros

Recuerdo que la primera vez que fuimos, en el periódico se había publicado la información de que se había prohibido usar la palabra tupamaro. Estaba prohibido. Los tupamaros ya habían tenido algunos actos interesantes, a su estilo, que era como el de Robin Hood. No eran muy sangrientos, pero sí muy audaces y humillantes. Una vez asaltaron un club de golf y se llevaron los libros, se llevaron toda la información y exhibieron a los grandes burgueses. Ese era el tipo de cosas que hacían.
La historia de los tupamaros es muy larga y compleja, pero el problema fue que no lograron trascender. Pudieron crear un movimiento clandestino, con gente de muy alto nivel, porque la mayoría eran universitarios, gente preparada. Pero no consiguieron transformar eso o crear de manera paralela un movimiento popular. La creación del movimiento popular es muy importante, porque de ahí es de donde surgen los sustitutos y los nuevos cuadros para que crezca la organización. En cambio, un movimiento así, como el de ellos, clandestino, era muy cerrado, porque estaban evitando las penetraciones que les mandaba la policía. Por eso las bajas que iban teniendo eran difíciles de sustituir y se fue haciendo cada vez más débil, porque no tenían esa fuente de reclutamiento, que era el movimiento popular. Eso pasó también un poco en Argentina.
Era muy diferente a lo que sucedió en Centroamérica, donde todas las facciones en todos los países empezaban con uno de estos tres elementos: o un partido o un movimiento armado o un movimiento de masas, y desde uno hacían el otro y al final, cuando ya la guerra fue suficientemente abierta, todos tenían los tres elementos. El partido se había transformado en movimiento de masas, que es lo que les había permitido crecer. En cambio en Sudamérica las cosas no prendieron de esa manera.

Primera y segunda vuelta

Siempre habíamos tenido la idea de que nos gustaría alguna vez ir al Uruguay. Estaba en Noruega, curiosamente también en el barco, cuando me habló Rosario Green, ya por celular. Sé que fue por sugerencia y promoción de Carlos de Icaza, que era subsecretario para América Latina. Me habló y me preguntó que si me iba a Uruguay. Yo estaba encantado, pues ya tenía tres años en Noruega. Entonces nos fuimos a Uruguay en noviembre de 1999.1
Recuerdo que, prácticamente al llegar, estaban las elecciones en las que participaba el Frente Amplio. Había grandes marchas políticas, enormes concentraciones, todo por las elecciones. Ganó Jorge Batlle, un hombre que había intentado, creo que esa era su cuarta o quinta vez, ganar la elección. Finalmente la ganó en esta fórmula de primera y segunda vuelta y se convirtió en presidente. Aunque Tabaré Vázquez obtuvo más votos en la primera vuelta, ninguno de los candidatos tuvo la mayoría. Entonces se juntó la derecha y ganó en la segunda vuelta. Eso sucede con frecuencia, la segunda vuelta está diseñada así. La segunda vuelta funciona así, de manera que ante el peligro del adversario, se unen los otros partidos.

Una de esas trampas típicas

Fue muy interesante y, antes de que tomara posesión, estuvo listo el acuerdo de alcance parcial de la Asociación Latinoamericana de Integración (ALADI). La ALADI es una institución de esas que, como el Sistema Económico de América Latina (SELA), lo más importante que tienen es la capacidad de supervivencia. En los años sesenta se creó la Asociación Latinoamericana de Libre Comercio (ALALC), que tenía el concepto de promover la integración latinoamericana a partir del esquema cepalino. Los países tenían la política de la sustitución de importaciones y, al producir algunas cosas en el país en vez de comprarlas fuera, liberaban algunas divisas para comprar más bien máquinas-herramienta. Bastante elemental, pero ese era el criterio.
Entre los diez países que formaban la ALALC, proponían tratados que abarcaran a los diez países para ir trabajando por áreas, así como los europeos. Pero la verdad es que nunca prosperó, porque nunca firmaban los diez países todos los acuerdos, muchos no los firmaban. En 1980, veinte años después, decidieron renovar el esquema y le llamaron ALADI (Asociación Latinoamericana de Integración).
En una de esas trampas típicas de los organismos internacionales, le elevaron el nombre. Ya no era de libre comercio sino de integración, porque la integración es más amplia. Pero, en la práctica decidieron que, en vez de hacer tratados generales de todos los integrantes, harían tratados específicos entre dos o más países, los que fueran. A partir de ese criterio, sumarían todos los tratados sueltos que se firmaran y terminaría siendo un gran tratado que cubriría a toda la región. Pero de nada sirvió. Ahora ya tiene 27 años, siete años más vieja que lo que fue la ALALC, pero no sirvió para nada.
Ya desde los noventa, a partir de que México firmó el Tratado de Libre Comercio (TLC), el Mercado Común del Sur (MERCOSUR) se convirtió en la contraestrategia, aunque también existía el Pacto Andino, que nunca prosperó mucho. Siempre ha habido dificultades en cualquiera de los países que no le habían permitido avanzar, porque al final de cuentas lo que había imperado era la idea de que si comerciaban, los países se unirían, cosa que no fue cierta. No era un argumento sólido, es el argumento que han usado, pero que nunca se ha materializado.

Atrapado entre las dos grandes economías

Como dije antes, en esos momentos se estaba firmando, estuvo listo y a mí me tocó firmarlo, el acuerdo de alcance parcial. ¿Por qué alcance parcial? Porque antes era general, entre México y Uruguay. Era muy importante porque para Uruguay, que siempre ha sido un país que tiene un nivel de desarrollo semejante al argentino, más alto que el brasileño, pero que está atrapado entre las dos grandes economías, ha sido una estrategia lógica buscar un acuerdo con una contraparte comercial, no me gusta la expresión socio porque me suena falsa, pero que sea grande como México y que no sea ni Brasil ni Argentina. Es decir, con un país suficientemente grande para que el comercio sea relevante, para que haya un mercado importante para ellos, suficientemente lejos para que no lo tengan apretado como Argentina y Brasil. Por eso Uruguay firmó este acuerdo con México.
Ahora ya hay acuerdos más amplios, pero en ese momento lo que significaba era que era el primer país que firmaba fuera del MERCOSUR, porque el MERCOSUR estaba concebido en la idea de integración cerrada, era un concepto cerrado, no un concepto abierto. El de México con Esta- dos Unidos es un concepto abierto, no tanto por México, sino porque Estados Unidos no puede comerciar sólo con México, porque es un actor mundial. Naturalmente el concepto mexicano era abierto, mientras que el concepto del MERCOSUR era cerrado. Pero no lograron mantenerlo cerrado y esa fue la primera ocasión en que eso se puso de manifiesto.

No era pobre, pero estaba ajustado

Después de eso, no pasaron demasiadas cosas. La verdad es que ahí no había tanta actividad. Teníamos una colonia de urumexes, que eran las gentes que estuvieron en el exilio en México y regresaron con sus familias. A los niños que nacieron en México y regresaron a Uruguay les decían los urumexes, así como hay argenmex, era el mismo fenómeno. Todavía era una sociedad con la marca de la dictadura. Cuando hablaba uno con la gente, decían que en esos años habían tenido problemas muy serios, pero yo no escuchaba que hablaran de “la dictadura”, a menos que fuera ya una conversación muy específica.
Montevideo era una sociedad de clase media, que se mantenía con los niveles de educación de la clase media, de lectura y de cultura, pero con poco dinero para la infraestructura, para llevar a cabo nuevas construcciones. Cada vez había más, pero comparado con el movimiento en Argentina, que años después entró en su crisis, pues Uruguay estaba siempre en un nivel más bajo. No es que fuera solamente chico. No era pobre, pero estaba ajustado. No era una sociedad de clase media boyante, con sobrantes de dinero, estaban siempre justos.

Las venas que van al corazón

Empecé entonces a hacer gestiones para traerme mi barco de Noruega. Había que averiguar cómo lo podía traer. Desde Noruega era muy fácil, porque eso ahí era cotidiano, pero aunque había un club náutico en Montevideo, todo eso era muy complicado y la cancillería no estaba muy de acuerdo. Yo no quería importarlo para venderlo, sino traerlo como todos los barcos que se mueven en el mundo.
Estaba en eso cuando un día me fui a hacer un chequeo médico y me dijeron que me tenían que operar de las venas que van al corazón. Pensé operarme en Uruguay, porque ahí son bastante desarrollados en ese sentido. Tienen buenas clínicas para eso. Me recomendaron una doctora para que me operara, pero la señora estaba de vacaciones y volvería después de varios meses. Entonces calculé que me convenía más regresar a México para operarme y pasar aquí las elecciones de Vicente Fox. Eso hice y me dieron una licencia de dos meses. Del hospital salí a los tres o cuatro días y regresé a mi casa convaleciente. Eso me permitió estar aquí dentro del proceso de Fox y, en realidad, lo hice con esa intención.

Todos venían del Grupo San Ángel

Hasta entonces los contactos con Adolfo Aguilar Zinser, Jorge G. Castañeda y Rubén Aguilar habían sido ocasionales. Todos ellos venían del Grupo San Ángel. El que no estaba en ese grupo para nada era yo, entre otras cosas, porque no vivía por allá. Vivíamos al otro lado de la ciudad, en Jardines de Santa Mónica, una colonia que está después de Ciudad Satélite. Pero de todos modos nos reuníamos y platicábamos.
Cuando Jorge vivía en Nueva York y daba sus clases, a veces yo iba para allá. En esa época, mi hija Ix-Nic se había casado y se había ido a Nueva York con su esposo, en una estancia de intercambio entre bufetes de abogados. En ocasiones ella iba a cuidar al hijo de Jorge, que entonces era un niño de unos ocho o nueve años.
Recuerdo que, después de la elección, cuando ya había ganado Vicente Fox, Jorge y Adolfo eran algo así como los intelectuales del grupo de Fox. Porque los demás eran muy poco intelectuales. Jorge y Adolfo eran los teóricos, los expertos políticos y, en ese momento, ya era evidente que Jorge tenía una influencia muy fuerte sobre Fox. Era una especie de hegemonía intelectual. Ahora todos los mexicanos sabemos que eso no era una hazaña, pero en ese momento era muy interesante ver a ese hombrón tan fuerte, que estaba coincidiendo con Jorge, porque Jorge ejercía esa jettatura sobre él.

Los tres eran mis amigos

Estando en México sugirieron que hiciéramos una cena en la casa de mi hija Ix-Nic, en la que también estuvo Rubén Aguilar. Yo era bastante lento para darme cuenta de los pleitos, de las rencillas en las relaciones entre ellos. Como no me metía realmente, pues no me daba mucha cuenta. La cena estuvo muy bien. Me acuerdo que hubo grandes carcajadas, porque Adolfo era muy simpático y Jorge es un tipo al que se le da mucho reírse de las gracias de los demás. También estaban en la mesa Rubén y su esposa, Sybille, pero él era menos participativo, no sólo por su estilo personal. Todavía no me daba cuenta de lo que había entre ellos, que después supe, no con detalle: Jorge le guardaba rencores a Rubén porque alguna vez no estuvo de acuerdo con él en algo en el Grupo San Ángel.
En ese momento los tres eran mis amigos, de los momentos de las revoluciones en Centroamérica. Había pasado ya mucho tiempo, nos habíamos juntado y yo estaba muy feliz. Porque con esos tres amigos tuve asuntos muy importantes y fueron muy solidarios, muy de izquierda. Ahí estaban en casa de mi hija. Ellos disfrutaban mucho ir a la casa porque Susie hacía cenas que les gustaban, pero en este caso era ya mi hija. Y hubo ese ambiente que me resultaba muy grato.

Agente del imperialismo chino-comunista

Hubo una ocasión o dos o tres, en que nos reunimos aquí, todavía en esa circunstancia. Recuerdo perfectamente una reunión no muy grande, en casa de Javier Wimer, en donde estaba también nuestro amigo Luis Ortiz Monasterio, que en ese momento era cónsul en Texas, en Dallas o algo así. Luis había estado en el servicio de carrera, pero se había retirado. Prácticamente lo habían corrido porque, en una estancia que realizó en República Dominicana, se hizo amigo de los militares nacionalistas y finalmente lo acusaron ante el gobierno de México de ser agente del imperialismo chino-comunista. Fue en aquellas primeras épocas en que estuvimos todos en Cuba unos meses, luego él se fue a Costa Rica y ya después a la Dominicana.
En esa época ya no existía ese concepto, ya habían roto los chinos y los rusos, pero así lo acusaron y le tomó mucho esfuerzo. Querían que renunciara por el buen nombre de la familia Ortiz Monasterio, y recuerdo que él contestaba que, por el buen nombre de la familia Ortiz Monasterio, no renunciaría. Finalmente intervino Porfirio Muñoz Ledo, que en aquella época era subdirector del Seguro Social, era un joven funcionario. Gracias a la intervención de Porfir...

Índice

  1. Portadilla
  2. Página Legal
  3. Índice
  4. Dedicatoria
  5. Introducción
  6. PRIMERA PARTE INFANCIA Y JUVENTUD
  7. Primera sangre
  8. SEGUNDA PARTE. LA CARRERA DIPLOMÁTICA
  9. Aprendiz de brujo
  10. El caimán verde
  11. El pequeño escribiente florentino
  12. El potrillo
  13. Otra vez la guerra
  14. Dos terremotos y un huracán
  15. Entre militares te veas
  16. De San Diego A San Andrés
  17. El último tramo
  18. Aprender de la historia
  19. TERCERA PARTE. EL TESTIMONIO DE SUSIE IRUEGAS
  20. La potranca
  21. Cronología
  22. Índice onomástico