Ciencia, valores y poder
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Ciencia, valores y poder

Una mirada a los discursos de divulgación científica en Colombia

  1. 247 páginas
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Ciencia, valores y poder

Una mirada a los discursos de divulgación científica en Colombia

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La divulgación científica ha funcionado en diferentes momentos y contextos como una estrategia de política científica para articular las relaciones que se espera de la ciencia y la tecnología con la sociedad. El interés de esta obra es comprender qué ha sucedido en Colombia en este ámbito.Su objetivo principal es analizar el uso de los discursos de divulgación científica en la política científica colombiana identificando tres factores: los agentes sociales que emiten tales discursos, los valores/actitudes que esos agentes sociales quieren promover hacia la ciencia y la tecnología mediante dichos discursos, y los modelos comunicativos que emplean para tal fin.El libro muestra que existe una desarticulación importante entre valores/actitudes y modelos comunicativos. Esto sugiere que, para promover dichos valores/actitudes, los agentes sociales han considerado como irrelevante qué modelos comunicativos se empleen.Así, esos discursos aparecen como puramente programáticos o retóricos. El trabajo se aborda desde el enfoque conocido como estudios CTS e integra conceptos y métodos provenientes de campos teóricos como las políticas públicas, la comunicación pública de la ciencia y la tecnología, los estudios culturales de la ciencia y la tecnología, y la historia y la filosofía de la ciencia y la tecnología.

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Información

Año
2019
ISBN
9789587843118

1

Estado, ciencia y sociedad: concepciones de política científica
La política científica (o si se prefiere, la política científica y tecnológica, la política de ciencia y tecnología, o las políticas de ciencia y tecnología, términos que uso indistintamente en este trabajo) es ante todo una política pública, y como sucede con otras políticas públicas, su estudio puede abordarse con la ayuda de marcos conceptuales provenientes de disciplinas como la economía, el derecho, la sociología, la historia, la filosofía, las ingenierías y, particularmente, la ciencia política, tal vez la disciplina que con más detalle se ocupa de las políticas públicas. Sin embargo, la política científica no suele figurar como un tema central en los debates sobre políticas públicas. Para corroborarlo basta con dar una mirada a los planes de estudio de cualquier universidad que tenga programas en alguna de las disciplinas que acabo de mencionar o a la tabla de contenido de obras de referencia tan importantes en este ámbito como Handbook of Public Policy (Peters y Pierre, 2006a), The Oxford Handbook of Public Policy (Moran, Rein y Goodin, 2006) o Dictionnaire des politiques publiques (Boussaguet, Jacquot y Ravinet, 2010). Por ese motivo, para mostrar en qué sentido la política científica es una política pública, este capítulo empieza por contextualizar las políticas públicas en general para, en las siguientes secciones, tratar con detalle el caso de la política científica en particular.
Antes de comenzar, es pertinente hacer una aclaración metodológica: mi aproximación a las políticas públicas, y en concreto a la política científica como política pública, involucra dos elementos. El primero es conceptual, y se refiere a la definición de política pública, que incluye factores como su diseño, su gestión y su evaluación. El otro elemento es histórico, y tiene como finalidad comprender las transiciones en los estilos o maneras de hacer política pública desde su aparición como campo autónomo de indagación en el período inmediatamente posterior a la Segunda Guerra Mundial. La comprensión de cada uno de estos dos elementos respalda la comprensión del otro, por esa razón, los considero complementarios entre sí.
El punto central a tener en cuenta es, entonces, que el caso de la política científica no es diferente en este aspecto al de otras políticas públicas. También en ella es posible identificar los dos elementos complementarios que acabo de mencionar, y por ello la estructura de este capítulo sigue esta idea general de tratar primero el elemento conceptual y luego el histórico. El siguiente apartado empieza con una mirada a las políticas públicas, como una forma de indicar el paralelo que quiero establecer posteriormente con la política científica.

1.1. Una mirada al concepto y a la historia de las políticas públicas

Una estrategia recurrente para comprender la particularidad de las políticas públicas frente a otros componentes del Estado es apelar a la diferencia que existe en inglés entre politics y policy (Meny y Thoenig, 1992; Lahera, 2004; Aguilar Astorga y Lima Facio, 2009). Politics (que podría traducirse como la política, con el artículo) apela a asuntos relacionados con la lucha por el poder y la autoridad entre los diferentes grupos que integran un Estado: partidos políticos, organizaciones sociales, personas naturales y jurídicas, entre otros. En cambio, policy (que podría traducirse como política pública) se refiere a planes de acción y acciones concretas para manejar los asuntos públicos. Siguiendo esta distinción, puede concluirse que mientras que la política se concentra fundamentalmente en la distribución del poder y la autoridad entre diferentes grupos de interés, las políticas públicas se entienden, siguiendo a Ortegón Quiñones (2008), como directrices de pensamiento que guían la acción, con el fin de alcanzar ciertas metas u objetivos que se espera que redunden en un beneficio para un sector público particular, sea este social (por ejemplo, una minoría, la educación) o geográfico (por ejemplo, el Pacífico colombiano, la cuenca del río Magdalena).
Sin embargo, como insisten Meny y Thoenig (1992), hay que tener presente que las políticas públicas son el resultado de la actividad de actores públicos bien definidos, a saber: aquellos investidos de autoridad frente a otros actores en términos tanto de poder público como de legitimidad gubernamental. Así, aunque las políticas públicas tienen una incidencia directa e indirecta en la vida de otros actores, no todos ellos tienen la facultad de orientar la acción del Estado mediante esas políticas públicas. Solo aquellos con poder público y legitimidad gubernamental pueden hacerlo. Y para ello deben ejecutar procesos no solo de diseño y gestión, también de evaluación de políticas públicas, con el propósito de determinar sus efectos e impactos reales y realizar los ajustes que sean necesarios.
Diseño, gestión y evaluación son, por tanto, los elementos principales para el análisis de una política pública. En conexión con ellos, Meny y Thoenig identifican cinco características generales que es importante tener en cuenta aquí: 1) una política pública posee un contenido, es decir, un producto o resultado que se espera obtener con ella; 2) un programa, que sirve como marco general para encuadrar las diferentes acciones que se lleven a cabo en pro de la realización del contenido establecido; 3) una orientación normativa, que expresa las finalidades y preferencias de quien toma decisiones sobre la política pública; 4) un factor de coerción, que no es otro que la autoridad que su poder público y su legitimidad gubernamental dan a ciertos actores públicos sobre otros; 5) una competencia social, que se refleja en cómo la política pública afecta la vida de los demás actores, se espera que para bien.
Idealmente debería existir entonces una articulación adecuada entre la política (politics) y las políticas públicas (policy), pues, como afirma Ortegón Quiñones (2008), la primera sin las segundas hace que el sistema político carezca de rumbo y horizontes, mientras que las segundas sin la primera impiden el sustento y los consensos necesarios para que estas sean sostenibles y estables en el tiempo.
Aun así, las políticas públicas, como campo de investigación teórica y práctica, son relativamente recientes. De acuerdo con Maldonado (2005), el concepto solo comienza a emplearse en el contexto de la Guerra Fría como una estrategia empleada por los Estados (capitalistas o socialistas) para combatir y derrotar al enemigo. Esto concuerda con la postura de otros autores, que ubican su origen en los procesos asociados principalmente con el final de la Segunda Guerra Mundial, en particular con el surgimiento de las así llamadas ciencias de las políticas públicas (policy sciences) a finales de la década de 1940.
DeLeon (2006) y DeLeon y Martell (2006) explican que el concepto de políticas públicas tiene una larga historia, al menos si se vincula con el hecho de que en diferentes momentos y lugares siempre han existido asesores para aquellos que se encuentran en posiciones de poder. Sin embargo, solo en la primera mitad del siglo XX el campo de estudio de las políticas públicas empieza a depender más y más de reportes detallados, investigaciones amplias y, en general, del uso de protocolos de corte más “científico”. Incluso el campo se deslinda, en ese período, de otros cercanos y contemporáneos como la ciencia política y la ­administración, así como de otros provenientes del derecho, la ­historia, la sociología, la psicología y la salud pública, gracias a que adquiere tres características propias:
• Se orienta por la resolución de problemas prácticos y no puramente teóricos. Por ello, resulta determinante conocer las implicaciones de abordar una situación concreta de un modo o de otro, según los contextos en que sucede.
• Se reconoce a sí mismo como un campo multidisciplinario, debido a que resulta imposible desconocer el hecho de que todo problema, sea político o social, involucra aspectos que se conectan simultáneamente con distintas disciplinas académicas.
• Niega lo que podría denominarse la neutralidad valorativa prevalente en corrientes como el positivismo lógico y el conductismo, y promueve, por el contrario, una perspectiva orientada por valores, en el sentido de que todo problema político o social incluye componentes valorativos. Por esa razón, se vuelve indispensable comprender los componentes valorativos de un problema, tanto aquellos de la situación en cuanto tal como los que trae consigo el analista de la política pública.
Estas características, insisten DeLeon y Martell, han llevado a ofrecer dos enfoques diferentes, aunque no necesariamente contradictorios, para la reconstrucción de la historia de los estudios sobre las políticas públicas en el siglo XX. El primero enfatiza la existencia de unas figuras fundacionales de la disciplina, provenientes principalmente de la academia, y cuyas ideas y análisis luego se irían extendiendo a otras universidades e instituciones gubernamentales. El segundo se enfoca en una interrelación de oferta y demanda: la oferta de situaciones sociales concretas que los analistas podían estudiar con sus instrumentos teóricos y conceptuales y la demanda de los círculos políticos y las oficinas gubernamentales por este tipo de análisis para su propio funcionamiento.
De esta forma, y para conectarlo con las tres características que acabo de mencionar, problemas sociales y políticos que requerían de una solución multidisciplinar concreta y de la identificación de ciertos valores asociados a ellos sirvieron en cada momento como contexto no solo para el desarrollo de nuevas políticas públicas, sino también para la implementación de nuevas formas de análisis. Enfrentados a diversos tipos de problemas sociales y políticos, los funcionarios gubernamentales han recurrido a los analistas de las políticas públicas para hallar la solución más viable, incluso cuando esa no era la mejor solución posible, e incluso cuando tal solución involucraba elementos que podían causar tensiones en nuestras concepciones éticas, morales y de racionalidad. Esto último, como ha mostrado Wolff (2011), puede resultar particularmente incómodo para el filósofo que entra al mundo de las políticas públicas. Pero como él mismo aclara, tales tensiones simplemente se dejan de lado ante el apremio de responder de forma adecuada a las dinámicas que surgen entre situaciones problemáticas reales (oferta) y necesidades gubernamentales que no dan lugar a una larga espera, y cuando se requiere una acción particular en un sentido o en otro (demanda).
Este marco cambiante de oferta y demanda permite identificar una transición clara en la historia de las políticas públicas de los siglos XX y XXI.
Goodin, Rein y Moran (2006) caracterizan esta transición. Identifican un primer momento, que comienza con el final de la Segunda Guerra Mundial, en que predominaba un alto modernismo político (political high modernism) de corte positivista. Esta perspectiva se presentaba a sí misma como orgullosamente tecnócrata, con la misión explícita de hacer del mundo un lugar mejor. Asimismo, se apoyaba en una gran confianza en nuestras habilidades para medir y monitorear el mundo, y a partir de ahí ejercer control sobre él. Era, ante todo, una perspectiva elitista que privilegiaba el gobierno de lo público por parte de un grupo conformado por los mejores y los más brillantes.
En un segundo momento, que se remonta a la década de 1980, las políticas públicas empezaron a concebirse como un asunto de persuasión, por lo que los procesos deliberativos y de negociación entre distintos actores públicos y privados, muchas veces independientes entre sí, pasan a ocupar un lugar preeminente en el diseño, la gestión y la evaluación de políticas públicas. El gobierno se concibe entonces cada vez menos como un asunto de jerarquías entre diferentes niveles de autoridad y empieza a dominar la idea de un gobierno en red.
La metáfora de la red se convierte en la manera más recurrente de describir los procesos de toma de decisiones concernientes a las políticas públicas. En lugar de un proceso completamente centralizado y jerárquico, se propende por un proceso descentralizado en el que los tomadores de decisiones ocupan nodos más cercanos o más lejanos de la periferia en la red. Pero dado que ninguno de ellos está en capacidad de imponer una visión particular sobre cómo proceder, ninguno de ellos desempeña en realidad un papel más fundamental que los demás. Priman más bien la cooperación y la negociación entre actores, y por ello la persuasión aparece como el punto de toque de las políticas públicas. El Estado como tal no es sino uno más de esos nodos, un nodo del que incluso puede prescindirse en ocasiones para llevar a cabo los objetivos trazados por diferentes políticas públicas.
Peters y Pierre (2006b) presentan la transición de un modo semejante. Ellos sostienen que mientras que en el período de posguerra predominaba una teoría social que resaltaba la contribución positiva de las políticas públicas a la solución de los problemas de la sociedad, desde mediados de la década de 1980 se no...

Índice

  1. Portada
  2. Resumen
  3. Portadilla
  4. Página legal
  5. Autor
  6. Contenido
  7. Agradecimientos
  8. Lista de abreviaturas
  9. Prólogo
  10. Introducción
  11. 1
  12. 2
  13. 3
  14. Conclusiones
  15. Bibliografía