Diálogo entre las ciencias, la filosofía y la teología
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Diálogo entre las ciencias, la filosofía y la teología

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Diálogo entre las ciencias, la filosofía y la teología

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En el presente volumen se recogen ponencias de los ganadores y una selección de las comunicaciones presentadas al Congreso. Todo ello refleja una búsqueda auténticamente universitaria, realizada bajo la inspiración ratzingeriana, integrando razón y fe en el camino hacia la unidad del saber, poniendo en relación las ciencias particulares con la filosofía y la teología y sin esquivar las preguntas de fondo. Es el empeño que mueve a la Universidad Francisco de Vitoria, desde el pleno convencimiento de que este modo de proceder es propio de toda Universidad —la casa donde se busca la verdad— y muy especialmente de una que se identifica como católica —que conoce la fuente de la Verdad.La ciencia moderna con frecuencia considera que solo es científico lo que se deriva de la matemática y del método empírico. Y así nos encontramos con que las preguntas por lo propiamente humano, por el origen y el fin de todas las cosas, por su sentido, por el bien y el mal, no encuentran espacio en esa "ciencia" y quedan desplazadas al ámbito de lo subjetivo y lo opinable. Por eso Benedicto XVI, en el discurso pronunciado en la Universidad de Ratisbona, pedía un "ensanchamiento de la razón" que nos permita superar la limitación que se impone a sí misma de reducirse a lo que se puede verificar con la experimentación, de manera que "volvemos a abrir sus horizontes en toda su amplitud".La Universidad Francisco de Vitoria y la Fundación Joseph Ratzinger convocan anualmente los premios Razón Abierta dirigidos a reconocer trabajos de investigación y de innovación docente realizados desde una razón ampliada, como propone Ratzinger-Benedicto XVI. Y también anualmente organizan un congreso internacional en el que profesores e investigadores de todo el mundo y todas las áreas de conocimiento se encuentran y comparten avances, dificultades y propuestas para una transformación del quehacer universitario desde el ensanchamiento de la razón.

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Información

Editorial
Editorial UFV
Año
2019
ISBN
9788418360046
Comunicaciones
EL REPENSAMIENTO DE UNA DISCIPLINA COMO UN RELATO: EL EJERCICIO PRUDENCIAL EN EL QUEHACER CIENTÍFICO
José Ángel Agejas Esteban
Sonia González Iglesias
Universidad Francisco de Vitoria. Madrid
PLANTEAMIENTO
La inquietud acerca del contenido de esta comunicación ha ido surgiendo paulatinamente gracias al estudio del magisterio de Benedicto XVI sobre la Universidad, por un lado, y a la reflexión sobre el modo de llevar a cabo la misión propia de las instituciones de educación superior, por otro. Durante los tres últimos años, además, dicha inquietud venía de la mano de la reflexión y exposición del modelo pedagógico propio de la Universidad Francisco de Vitoria. Dicho modelo recoge aquellos elementos críticos y antropológicos del quehacer formativo que ha de suceder en cualquiera de las actividades de la comunidad universitaria: clases, seminarios, investigaciones… La exposición del mismo ha sido objeto de otra comunicación y a ella nos remitimos.
En esta comunicación expondremos con más detalle las implicaciones que tiene dicho modelo como ayuda para el repensamiento de una ciencia. O lo que es lo mismo, pensaremos qué aporta ese modelo pedagógico al profesor que afronta el reto de mirar su asignatura con los ojos de una razón ampliada. Estamos convencidos de la virtualidad del modelo, y por ello creemos que, cuanto más sistematicemos cómo avanzar a su luz en el repensamiento, más útil puede ser para todos.
Uno de los participantes en un encuentro de profesores, tras la presentación de cada uno de los pasos y elementos de ese proceso formativo, comentó que dicha explicación, que se había hecho orientada más a su aplicación en el contexto de la actividad en el aula, le había ayudado a comprender qué significaba el repensamiento de las ciencias, algo que hasta ese momento le había resultado extraño, abstracto y poco menos que irrealizable. Fue precisamente el relato de lo que supone la búsqueda, encuentro y adhesión a la Verdad como quehacer universitario en el aula a través de cualquier ciencia o materia de estudio, lo que le llevó a comprender mejor qué implicaba abordar una disciplina académica desde la perspectiva de la razón ampliada, esto es, repensarla de acuerdo con la terminología de trabajo que usamos en la UFV. En efecto, como explica Lacalle, repensar no es simplemente pensar una y otra vez, sino que «entraña una novedad radical» que se fundamenta en «la transdisciplinariedad, es decir, en poner en contacto cada disciplina con la Filosofía y la Teología, ciencias universales, arquitectónicas […] y alcanzar la unidad del saber».
En esta comunicación nos propusimos abordar la comprensión y explicación de cómo había sido posible esa experiencia y, en la misma medida, de qué manera se podía transmitir a los demás ese camino para que cada uno, a su vez, pudiera hacerlo propio. Como expondremos, puesto que la investigación es una acción humana, el propio profesor o investigador es el nexo de unión entre el quehacer científico, la docencia y su relación con el conjunto de las dimensiones y facultades del propio sujeto. La síntesis de saberes se alcanza no como un resultado objetivante, abstracto, ajeno y externo al sujeto, sino como el fruto de un diálogo interior. Como esperamos mostrar, podemos conjugar adecuadamente esos elementos gracias al ejercicio de la prudencia como virtud intelectual y práctica.
Encontramos en un texto de Benedicto XVI alguna pista en este sentido. Se trata del discurso al mundo de la cultura durante su visita a la Universidad de Pavía. Allí explicó que lo esencial para la búsqueda de la verdad era que dicha inquietud se moviera entre los dos polos siguientes: la centralidad de la persona y la dimensión comunitaria, de manera que se mantenga siempre «a medida del hombre» para que ese diálogo entre profesores y de estos con los universitarios suponga un verdadero crecimiento personal. El Papa detalla tres aplicaciones que poner en práctica con dicho enfoque. La primera de ellas es que se supera la fragmentación de las disciplinas y se recupera la perspectiva unitaria del saber «solo poniendo en el centro a la persona y valorando el diálogo y las relaciones interpersonales». La segunda guarda relación directa con nuestra propuesta, y es que «es de fundamental importancia que el compromiso de la investigación científica se abra al interrogante existencial del sentido de la vida misma de la persona». Es decir, es la persona la que abre la pregunta científica particular a la relación con las otras ciencias por medio de la pregunta por el sentido. Y por último, «la estructura privilegia la comunicación, mientras que las personas aspiran a la participación». Es decir, el quehacer universitario es formativo porque no depende de la cuestión científica solamente, del logro y transmisión de contenidos y datos novedosos, sino de valorar a la persona, la relación interpersonal.
Estamos convencidos de que no existe un método de repensamiento propiamente dicho, pues en caso de que así fuera, resultaría fácil explicarlo y ejecutarlo. Lejos de malos entendidos, estaríamos hablando de un tipo de ciencia con un objeto propio y perfectamente diferenciado de los demás. Pero una razón ampliada es inseparable del sujeto que piensa su ciencia en relación con las preguntas más radicales que le constituyen. Se trata de un científico que, con todo el rigor intelectual de su ciencia, busca cómo ser partícipe, desde ella, de las exigencias y retos que le plantean las preguntas radicales. Por eso podemos hablar del repensamiento como un ejercicio prudencial. La prudencia es una virtud, un hábito intelectual y práctico que pone en relación principios universales y conocimientos particulares. No es un método especulativo en sentido específico. El objeto propio de la virtud de la prudencia es una acción, no un concepto. Y del mismo modo que, siendo rigurosos, no existen «ideas prudentes» sino acciones prudentes, tampoco existen ciencias repensadas como ejercicio de erudición especulativa, como un ente teórico elaborado al margen del sujeto que las repiensa, sino investigadores concretos que repiensan su ciencia, que plantean modos de abrir una ciencia a los interrogantes de la razón ampliada, de hacerla partícipe de los mismos. Para mostrar cómo creemos que se puede proceder en este ejercicio, expondremos en este documento tres pasos.
En primer lugar, puesto que la investigación es una acción humana y no una cuestión mecánica, tenemos que ver cómo la aplicación del método científico propio de cada ciencia es siempre, además de un requisito técnico, también una cuestión moral, un ejercicio de la virtud de la prudencia.
En segundo lugar, la transmisión de la ciencia no puede limitarse, como decía Benedicto XVI, a la mera comunicación de unos datos, sino que supone una «participación», esto es, hacer partícipe al otro de la riqueza hallada. En este sentido, podemos hablar de la docencia como testimonio de un encuentro. En consecuencia, uno puede hacer partícipes a los demás de su experiencia, para lo que hemos de tener en cuenta los requisitos propios del testimonio y la validez gnoseológica del mismo.
Por último, creemos que hay un paralelismo nada casual entre los momentos propios del modelo pedagógico de la UFV por un lado, y los pasos del ejercicio prudencial por otro. Dicho paralelismo corrobora, a nuestro juicio, el carácter teórico-práctico de la formación personal y profesional, así como la relevancia de la misma. Lo permanente de la formación no es la comunicación del dato científico que puede quedar superado o falsado (en el sentido popperiano) con el avance de la ciencia o nuevos descubrimientos, sino el resultado de la participación en los modos de elaboración de una síntesis personal. De ahí que hayamos dicho en el título que el repensamiento de una disciplina es como un relato, puesto que repensar, al igual que realizarse personalmente, no es un hito alcanzado de una vez para siempre, sino un camino.
EL EJERCICIO PRUDENCIAL EN LA INVESTIGACIÓN CIENTÍFICA
En los últimos siglos, la virtud moral de la prudencia ha sufrido una deriva racionalista o idealista que la ha desnaturalizado. Si uno se remite a las fuentes originarias de los autores que aportaron un mejor desarrollo teórico de la misma, Aristóteles y santo Tomás de Aquino, comprobarían, con asombro, y, desde luego, con provecho, que ambos pensadores no dan una visión intelectualista —y, aún menos, racionalista— de dicha virtud. Como ya hemos señalado en otro lugar, las deformaciones de la Modernidad han reducido esta virtud a un mero cálculo de beneficios o a simple astucia. Sin embargo, la prudencia es la virtud de las relaciones, porque pone en conexión y armonía las virtudes propias de los apetitos por un lado con las disposiciones de la inteligencia por otro. Esto, a su vez, nos pone sobre la pista de otra de las cuestiones clave al considerar esta virtud: que únicamente se da en el modo particular en que cada persona vincula todos esos elementos.
No olvidamos que la cuestión que nos ocupa en este trabajo es la investigación científica, no la reflexión moral en general ni tampoco la dimensión moral del objeto de estudio de un trabajo científico particular (como, por ejemplo, la investigación con células madre embrionarias o el peso de la eugenesia en la legislación de un país). Entonces, ¿por qué vinculamos la investigación científica con la virtud de la prudencia? ¿No se trata de una relación forzada? Por una razón fundamental, previa a estas dos cuestiones mencionadas que parecerían más evidentes. Establecemos ese vínculo directo porque toda investigación científica y el deseo de avanzar en el descubrimiento de la verdad, son, respectivamente, una acción humana (y como tal, sujeta al análisis ético) y un apetito humano fundamental (como reconoce la frase inicial de la Metafísica de Aristóteles: «Todos los hombres desean, por naturaleza, saber»).
Queda claro, pues, que no abordamos la reflexión sobre la virtud de la prudencia en relación con el objeto de estudio de una ciencia o técnica particulares: no se trata de ver cómo ser prudente en la investigación con células madre, o en el diseño de productos financieros novedosos o de estrategias judiciales, por ejemplo, sino cómo la prudencia ilumina el qué y el cómo de mi trabajo intelectual cuando investigo. Expresado con otras palabras, aunque pueda parecer una afirmación de Perogrullo, cualquier investigación tiene una dimensión moral porque en ella el investigador responde en lo concreto y particular, a la exigencia íntima de aspirar y atender a la plenitud personal a través de dicha acción. Por eso, el ejercicio de la virtud de la prudencia no se dirige a mejorar los resultados de un análisis químico o estadístico empleado en el estudio. El estudio y la investigación son obra de la razón especulativa, mientras que la prudencia es el hábito de la razón práctica. Esta va a permitir que, en el uso adecuado del método científico, el investigador esté atendiendo de manera correcta al deber moral de buscar y descubrir la verdad.
Entendido en qué sentido nos referimos al ejercicio de la prudencia en la investigación científica, en este primer punto nos quedan por ver aún dos cuestiones más acerca de cómo la virtud de la prudencia está presente en ella, de manera que podamos dar los siguientes dos pasos en sendos apartados de nuestra propuesta sobre el repensamiento de una disciplina científica. Acabamos de mostrar la razón por la que podemos establecer el vínculo entre investigación y prudencia: se trata de una acción humana. Nos queda mostrar ahora, por un lado, cómo se vincula la investigación científica con el ejercicio de la prudencia; y, por otro, de qué forma los tres pasos de la prudencia contribuyen de manera efectiva al desarrollo de dicha investigación.
En relación con lo primero, el modo en que la investigación científica se vincula con la prudencia, veamos lo que dice Deman sobre la prudencia en el Aquinate:
Santo Tomás concede, pues, que si solo se tratara de conocer cosas, la prudencia, visto su objeto, no podría ser una virtud intelectual. Pero en esta ocasión el conocimiento se refiere a una acción. Y la verdad en materia de acción se entiende de tal manera que la movilidad de la acción no la compromete. Vinculada a la prudencia persiste una cierta infalibilidad, la que le proviene de la conformidad con el apetito recto. Por esta razón, en el orden práctico la prudencia mantiene el rango de virtud intelectual.
Al investigar buscamos el conocimiento de cosas, sí, pero de lo que se trata aquí es de considerar la investigación como acción humana. En consecuencia, ha de ser la expresión efectiva del apetito por conocer la verdad. La prudencia recibe su cierta infalibilidad —acabamos de leerlo— en cuanto guía de la acción, si se orienta al bien del apetito, que en este caso es el deseo natural por conocer la verdad. Para ello hemos de emplear el método adecuado, y se garantiza así el punto de partida del ejercicio prudencial, esa «cierta infalibilidad» no del método y los resultados de la investigación, sino de la exigencia de atender a la verdad.
El deseo por conocer la verdad garantiza la rectitud del punto de partida. Si este no se orienta al conocimiento de la verdad, sino solo, por ejemplo, a la búsqueda del éxito, del triunfo económico, de la vanidad… nos damos cuenta de que, además de que la investigación estará viciada en su motivación, el modo en que se desarrolle no va a permitir un adecuado diálogo con el resto de las dimensiones de la realidad, con otras disciplinas, con otros métodos que puedan completar la visión de la verdad… No habrá repensamiento posible no porque no haya investigación, ya que pueden darse resultados ciertos y exitosos, aunque parciales o sesgados, sino porque el vicio en el punto de partida imposibilita que la acción se dirija a su bien pleno y, por tanto, el investigador no se oriente con ella a su plenitud personal a través del conocimiento de la verdad.
El bien de la inteligencia práctica es la verdad en consonancia con la rectitud del apetito decíamos, de manera que la virtud de la prudencia realmente es la guía moral de toda investigación en cuanto ejercicio del deseo más radicalmente humano de conocer. En efecto, la radical apertura al conoc...

Índice

  1. Portada
  2. Texto de contraportada
  3. Página de créditos
  4. Índice
  5. Prólogo
  6. Ponencias
  7. Comunicaciones