Nunca es tarde para una infancia feliz
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Nunca es tarde para una infancia feliz

De la adversidad a la resiliencia

  1. 152 páginas
  2. Spanish
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  4. Disponible en iOS y Android
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Nunca es tarde para una infancia feliz

De la adversidad a la resiliencia

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Información del libro

No hay nada como una infancia perfecta. Nuestro pasado es una historia a la que podemos acudir desde muy diferentes contextos, y este libro nos sugiere cómo convertir el pasado en un poderoso aliado.Porque nunca es tarde para una infancia feliz. Nunca podemos olvidarnos de nuestros ojos infantiles. De hecho, cuando se nos despierta la curiosidad y el deseo de crecimiento y aprendizaje empezamos a reconocer cosas de nuestro turbulento pasado. Entonces nos dejamos llevar por los problemas, cuestionándonos por qué no podemos ser felices... La clave no está en la búsqueda de alivio del estrés, de las dificultades, sino en situarnos en la circunstancia que nos transmita la alegría infantil.

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Información

Año
2013
ISBN
9788499214788
Edición
1
Categoría
Psicología



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1. LAS MULTIPLES CARAS DE LA SUPERVIVENCIA
También hay una frase a la que aferro a menudo. Dice algo así: quienes se ven sometidos a más pruebas son quienes más amor reciben. Creo que es de la Biblia y me ha reconfortado muchas veces.
Virpi
«¿Qué factores le ayudaron a sobrevivir a una infancia difícil?» era la primera pregunta que hacía a los lectores. Parecía que el tema les interesaba y que les gustaba reflexionar sobre él. No podemos saber a ciencia cierta, por supuesto, qué factores concretos nos ayudan a superar determinados problemas, pero la pregunta que nos invita a señalar los que sí lo hacen puede ser útil. La pregunta es sugestiva, y en su consideración podemos averiguar los diversos factores que hacen que la persona se pueda doblar sin quebrarse.
En el pensamiento occidental, tradicionalmente se ha pensado que los niños son criaturas frágiles a las que se puede hacer daño con facilidad. Cuando se leen libros sobre psicología evolutiva, es imposible no pensar que, para llegar a ser una persona mentalmente sana, el niño debe tener una madre ideal, un padre atento y por lo menos un hermano o hermana. ¿Pero cuál es el origen de este sueño imposible?
Con la Segunda Guerra Mundial, miles de niños se quedaron huérfanos y fueron albergados –o mejor, amontonados– en hospicios donde vivían en condiciones deplorables. Se les daba de comer, pero nadie se ocupaba de sus necesidades de afecto y crianza. Los médicos observaban que muchos de ellos eran apáticos y empezaban a malograrse. Algunos fallecían sin causa médica aparente. El psiquiatra infantil René Spitz investigó el fenómeno y empezó a llamarlo «depresión anaclítica», diciendo que la perturbación selectiva era debida a la ausencia de la madre, es decir, a la separación del niño de su madre. Y de este modo sentó las bases de una doctrina que ha regido durante años en la psicología occidental. Según Spitz, la separación de la madre es peligrosa y destructiva para el desarrollo del niño.
Estaba equivocado. La depresión anaclítica no se producía porque el niño quedara separado de la madre, sino por la falta de cuidado, crianza y afecto, que también le habría podido dar un cuidador sustituto. Al finalizar la guerra eran muchos los huérfanos, y el personal que trabajaba en aquellos hospicios no daba abasto para atender las necesidades de crianza y afecto de aquellos niños. Pero el niño, pese al abandono, es un superviviente. Puede sobrevivir a las pérdidas, pero si no recibe cuidado, crianza y cariño, acabará como los cachorros que pierden a su madre y no reciben alimento de otro animal, ni siquiera de su misma especie. Hasta los monos rhesus enferman si, cuando son pequeños, se les separa de la madre para ponerlos en otra jaula donde la «madre» es una figura de alambre con dos biberones adosados. Empiezan a mostrar conductas anómalas o mueren por alguna infección o diversas complicaciones. La cría no es requisito suficiente para que los monos y sus equivalentes humanos sobrevivamos. También dependemos de la interacción y del contacto físico.
La idea de depresión anaclítica de Spitz se convirtió en doctrina de la psiquiatría infantil y a partir de ahí se fue abriendo camino en nuestra forma de pensar habitual. Empezamos a creer que los estudios habían «demostrado» que separar al niño de su madre siempre es nocivo para su futuro desarrollo. Sin embargo, no se nos ocurrió que hoy en día a los niños que se encuentran en situaciones similares no se les ingresa en instituciones abarrotadas, sino que quedan al cuidado de alguien que les quiere y se preocupa por ellos. Es posible que nadie pueda reemplazar jamás a la madre biológica, pero todos los cuidados y educación que la otra persona proporcione puede asegurar el desarrollo y crecimiento normales del niño. No nos jugamos la vida a una sola carta; también los huérfanos llegan a ser personas normales y felices.
Las otras personas
Es posible que el hecho de que los padres del niño no sepan proporcionarle una determinada experiencia no sea tan decisivo para su desarrollo como nos hemos acostumbrado a pensar, porque el niño siempre tendrá oportunidad de experimentar algo parecido en las relaciones con otras personas. Maarit, por ejemplo, en su carta habla de su madre, que padeció muchos años de depresión y nunca pudo interesarse por lo que hacían sus hijos. Sin embargo, en la vida de Maarit hubo muchas otras personas que cuidaron de ella, como su abuela, a la que estaba muy unida, su hermano, cinco años mayor, su madrina, la mejor amiga de su madre, y tres amigos por correspondencia.
En psicología, la pregunta de qué es lo que ayuda a la persona a sobrevivir a una infancia difícil ha generado el concepto de «factores protectores». Los investigadores han intentado determinar cuáles son los factores que puedan proteger al niño de las influencias negativas derivadas de circunstancias adversas. Hasta hoy no se ha encontrado explicación clara alguna, pero existe entre los estudiosos un consenso más o menos generalizado de que un factor protector es una buena relación con alguien a quien el niño considere importante.
Si, por la razón que sea, el padre o la madre es incapaz de mostrarle cariño, es posible que el niño establezca una relación estrecha con otra persona. Si ni el padre ni la madre saben actuar como tales, parece que los niños poseen una interesante capacidad de identificar figuras parentales sustitutas y conectar con ellas. En la relación con estas personas, el niño puede adquirir las experiencias que sus padres biológicos no supieron darle.
Aila, por ejemplo, se crió en una familia de diplomáticos que viajaban mucho y tenían poco tiempo para los hijos. Si hubiese hecho una lista de todos los beneficios de los que no gozó en la relación con sus padres, hubiera llenado toda una pared. Sin embargo, Aila era una niña encantadora a la que todo el mundo quería. Quiso la fortuna que tuviera no una, sino dos madrinas, con quienes tenía una relación cálida y estrecha, y además hizo amistad con una profesora de violín y, ya de mayor, mantenía el contacto con sus dos institutrices, que para ella seguían siendo muy importantes.
Aila no es una excepción. Las personas que tienen poca probabilidad de conseguir lo que desean en una relación normalmente saben encontrar lo que necesitan en otra persona. La madre puede sustituir al padre, o el padre a la madre. Los abuelos y otros familiares, por lo general, saben querer y admirar al niño cuando, por alguna razón, los padres biológicos no pueden darle ese amor y esa atención. Si el niño no puede hablar con sus padres, muchas veces demuestra que tiene recursos para encontrar a otras personas que le escuchen y en quienes confiar.
«Tenía, y tengo aún, una abuela muy cariñosa», escribe Virpi, cuyo hermano padecía una enfermedad grave y acaparaba toda la atención de sus padres. De niña, Virpi pensaba que no era sino una carga para ellos. «Mi abuela creía en mí y yo en ella. Llorábamos mucho juntas, pero ella es quien me dio los mejores recuerdos de mi infancia.»
Adele, terapeuta estadounidense, expuso los recuerdos de su infancia traumática en un debate por Internet y explicaba que encontró una familia de apoyo: «Debo decir que fue mi “familia por decisión” y no mi “familia de origen” la que me dio las alas para volar más allá de las limitaciones de mi pasado. Pronto aprendí a “ser diferente” y salí a buscar a otra “familia”. Esta nueva familia me dio acogida, apoyo y un amor incondicional, todo lo que necesité para crecer como persona. ¡Imagino que fue como ponerle “alas” a mi espíritu, que desde entonces no ha vuelto a tocar el suelo!».
En su carta, Tiina explica que de niña cuidó de sus hermanos y hermanas, porque su madre estaba muy enferma, y, además, tuvo que enfrentarse al acoso sexual de su padre. «En el colegio tuve una maestra muy inteligente», dice al preguntarse por su propia supervivencia. «Me hacía recitar poemas, desde la primera Navidad y luego todas las siguientes, y los recitaba, con los ojos bañados en lágrimas, en el recital de primavera, el Día de la Madre y el Día de la Independencia… No me di cuenta hasta hace un par de años de lo mucho que aquellos recitales me ayudaron a olvidarme de mi timidez y ser decidida, y a que mi introversión se convirtiera en optimismo.»
No hay que subestimar la importancia de los iguales en todos estos traumas. En muchas cartas se destacaba la de las relaciones estrechas con hermanas, hermanos y buenos amigos. Algunos de los remitentes hablaban de amigos por correspondencia con quienes habían establecido una relación de confianza. «Tengo amigos por correspondencia por todo el país, que me ayudan y me dan ánimo», dice una persona que se define como «desalentada de niña, feliz de mayor», descripción que usa como seudónimo.
La naturaleza
Además de buscar a alguien que los quiera y cuide, los niños potencialmente vulnerables hallan experiencias protectoras y sustitutivas en el propio medio que les rodea. Parece que los adultos vulnerables poseen una capacidad asombrosa de sacar provecho también de otras experiencias positivas de la infancia. Las mascotas, por ejemplo, figuran en la lista de factores importantes que ayudan a sobrevivir, aunque es posible que la persona no se diera cuenta de su importancia en momentos de necesidad.
«Teníamos un perro», escribe un superviviente. «Pasé de ser un patito feo, si no a un bello cisne, al menos a un ganso. El perro era importante para toda la familia. Entre nosotros no nos acariciábamos ni abrazábamos, pero todos lo hacíamos con el perro.»
Los perros, los gatos y otras mascotas aportan a muchos niños cariño y comprensión desinteresados. Dice Seija: «Me encantan los animales y la naturaleza, por lo que han desempeñado un papel muy importante en mi vida. Los perros en especial han ganado mi corazón».
A muchas personas la naturaleza les ha ofrecido medios de supervivencia. En las cartas que recibí se subrayaba a menudo la importancia del contacto con la naturaleza.
Anna-Liisa, por ejemplo, a quien ridiculizaban con crueldad tanto en casa como en la escuela, decía que para ella la naturaleza no solo fue un refugio, sino fuente de experiencias positivas. «Cuando ya era un poco mayor, me quedaba en el bosque todo el tiempo que podía. Me encantaba la naturaleza y sus diferentes caras, tanto como el cambio de las estaciones. Todos los recuerdos hermosos de mi infancia están relacionados con la naturaleza.»
Muchos recordamos algún lugar especial de la infancia, un refugio al sol, en el patio de casa o en el bosque. Tal vez fuera una roca en la playa o una colina a la que nos gustaba ir a soñar y pensar. También los héroes y las heroínas de la literatura juvenil suelen tener un lugar secreto donde esconderse y que les ayuda a tranquilizarse y sosegar la mente cuando se encuentran con problemas.
La imaginación
Las personas poseemos una asombrosa capacidad de crear experiencias imaginarias que la realidad no nos puede proporcionar. Si es necesario, los niños pueden huir al país de los sueños y la imaginación, con la misma facilidad que Alicia en el País de las Maravillas. En su refugio seguro imaginario se pueden rodear de buenos amigos y de adultos cariñosos y comprensivos, y vivir la experiencia de un fragmento de la vida con una intensidad imposible en la realidad. Los escritores, actores y otros artistas creativos cuentan a menudo en sus biografías y entrevistas que se criaron en circunstancias difíciles. ¿Podría ser que la soledad y el miedo de esos años pusieran en marcha la imaginación de la que se beneficiaron toda la vida?
La imaginación ayuda a los niños con problemas, también a las personas mayores, a ocuparse de los suyos. El difunto psiquiatra austríaco Viktor Frankl contaba con emoción en sus libros que, cuando se hallaba en un campo de concentración, le ayudaba mucho pensar en el futuro. Soñaba que el día que fuera liberado escribiría un libro sobre sus experiencias. Basándose en sus vivencias y observaciones, desarrolló un popular sistema terapéutico que llamó «logoterapia». Una de sus tesis fundamentales es que nuestro bienestar depende en mucho mayor grado de la visión que tengamos del futuro que de los recuerdos del pasado.
Las personas que han sobrevivido a campos de concentración, la tortura o el secuestro suelen decir que la imaginación les ayudó a mantener la cordura en circunstancias horribles. Satu, abuela de cinco nietos, tuvo una infancia de una dureza excepcional. Dice que su capacidad de huir a un mundo imaginario fue para ella de suma importancia. «Ya a los tres años era una formidable soñadora. Estaba convencida de que descendía de reyes, por eso me encantaba sentarme al sol por las mañanas, y acariciar con los pies el césped cubierto de rocío, a la espera de mi príncipe. Hacía que le vida pareciera mucho más alegre.»
De las cartas que recibí, he escogido los siguientes ejemplos, todos ellos muy conmovedores:
«Los psiquiatras me preguntaban si tenía ideas suicidas y qué hacía para evitarlas, pero de niña tenía una familia imaginaria secreta que me quería y me daba lo que me faltaba en casa», dice Terttu, que de niña tuvo que enfrentarse a las caricias lascivas de su padre y pensaba que su madre la odiaba.
«Siempre he tenido una imaginación muy viva. Para desesperación de mi abuela, inventaba juegos, hablaba con mi reflejo del espejo, aprendí a leer a los cinco años y solía tumbarme en una gran roca a mirar las nubes, cantando en voz alta a las criaturas imaginarias», cuenta Lea, cuyos padres la dejaron al cuidado de su abuela en otra parte del país.
«Supongo que mi imaginación desbordada me ayudó a seguir. Cuando de niña me sentía mal, la imaginación me llevaba muy lejos. Aún me ayuda y me da esperanza cuando las cosas se tuercen», dice Tiina, cuya familia estaba enferma de alcoholismo.
Leer y escribir
Muchos de los remitentes hab...

Índice

  1. Portadilla
  2. Portada
  3. Créditos
  4. Agradecimientos
  5. Dedicatoria
  6. PREFACIO: ¿POR QUÉ ESTE LIBRO?
  7. PRÓLOGO
  8. INTRODUCCIÓN: NOS DOBLAMOS, PERO NO NOS ROMPEMOS
  9. 1. LAS MULTIPLES CARAS DE LA SUPERVIVENCIA
  10. 2. COMPRENDER LA AYUDA
  11. 3. EL ORGULLO DEL SUPERVIVIENTE
  12. 4. MÁS VALE TARDE QUE NUNCA
  13. 5. UNA OPORTUNIDAD DE CRECER
  14. 6. EL PENSAMIENTO POSITIVO
  15. 7. PREGUNTAS Y RESPUESTAS
  16. CONCLUSIÓN
  17. APÉNDICE
  18. BIBLIOGRAFÍA
  19. El autor