La niñez mapuche
eBook - ePub

La niñez mapuche

Sentidos de pertenencia en tensión

  1. 210 páginas
  2. Spanish
  3. ePUB (apto para móviles)
  4. Disponible en iOS y Android
eBook - ePub

La niñez mapuche

Sentidos de pertenencia en tensión

Detalles del libro
Vista previa del libro
Índice
Citas

Información del libro

Este libro de Andrea Szulc presenta los resultados de una investigación antropológica sobre la niñez mapuche en la provincia del Neuquén, en la que además de indagar los dichos y acciones de los distintos adultos involucrados, se trabajó específicamente con los propios niños y niñas, considerándolos interlocutores competentes.La obra revela, por un lado, que la noción de niñez configura un campo heterogéneo y conflictivo, en el cual se observan diferencias entre los diversos actores sociales, a la vez que ciertas confluencias. Por otro lado, ofrece una indagación crítica acerca de la agencia de los niños, su capacidad como actores sociales. De ese modo, se intenta avanzar no solo en la comprensión de los diversos procesos identitarios de estos niños indígenas, sino contribuir a la construcción teórico-metodológica de un abordaje antropológico de la niñez.

Preguntas frecuentes

Simplemente, dirígete a la sección ajustes de la cuenta y haz clic en «Cancelar suscripción». Así de sencillo. Después de cancelar tu suscripción, esta permanecerá activa el tiempo restante que hayas pagado. Obtén más información aquí.
Por el momento, todos nuestros libros ePub adaptables a dispositivos móviles se pueden descargar a través de la aplicación. La mayor parte de nuestros PDF también se puede descargar y ya estamos trabajando para que el resto también sea descargable. Obtén más información aquí.
Ambos planes te permiten acceder por completo a la biblioteca y a todas las funciones de Perlego. Las únicas diferencias son el precio y el período de suscripción: con el plan anual ahorrarás en torno a un 30 % en comparación con 12 meses de un plan mensual.
Somos un servicio de suscripción de libros de texto en línea que te permite acceder a toda una biblioteca en línea por menos de lo que cuesta un libro al mes. Con más de un millón de libros sobre más de 1000 categorías, ¡tenemos todo lo que necesitas! Obtén más información aquí.
Busca el símbolo de lectura en voz alta en tu próximo libro para ver si puedes escucharlo. La herramienta de lectura en voz alta lee el texto en voz alta por ti, resaltando el texto a medida que se lee. Puedes pausarla, acelerarla y ralentizarla. Obtén más información aquí.
Sí, puedes acceder a La niñez mapuche de Andrea Szulc en formato PDF o ePUB, así como a otros libros populares de Ciencias sociales y Sociología. Tenemos más de un millón de libros disponibles en nuestro catálogo para que explores.

Información

Año
2015
ISBN
9789876915182
Categoría
Sociología
SEGUNDA PARTE
Sentidos de pertenencia en tensión
Capítulo 3
“Esas no son cosas de chicos”: la niñez en disputa
Como apertura de este capítulo, invito a compartir un pequeño ejercicio. Observe, por favor, la siguiente foto e imagine cada quien que esta niña es su hija o nieta de un año y medio, con la cual se encuentra de visita en el campo. ¿Cuál sería su reacción al verla montada en esta carretilla? ¿Por qué?
Foto: Javier Milán Ordoqui, junio de 2002.
Foto: Javier Milán Ordoqui, junio de 2002.
Al realizar este ejercicio en diversos encuentros con docentes o estudiantes universitarios en Buenos Aires, las respuestas han sido llamativamente recurrentes. Las reacciones que muchos anticiparon refieren al temor a que la niña se caiga y por tanto al impulso de interrumpir su acción. Las razones que más frecuentemente se ofrecen son “porque es pequeña”, “porque está sola”, “porque no controla tanto su motricidad”, “porque esa carretilla es un peligro”, “porque se puede caer y golpear”, “porque el metal está oxidado y la madera es vieja”.
Las reacciones, las sensaciones y las explicaciones surgidas a partir de esta imagen fueron compartidas por muchos de los participantes, entre ellos yo misma al comenzar mi trabajo de campo en comunidades mapuche allá por 2001. No son entonces meramente respuestas individuales, sino que al mismo tiempo son indicios de cómo nuestro sentido común occidental entiende la niñez.
En la comunidad mapuche rural donde esta niña (ahora ya mayor) vive, el comportamiento registrado en la fotografía no genera alarma entre los adultos. Basándome en el trabajo de campo que en sucesivos períodos he desarrollado allí desde 2001, puedo afirmar en primer lugar que no he registrado que ningún niño salga lastimado de este tipo de situación (que a mí sí me alarmaba). En segundo lugar, que ello es así en virtud de cómo estos niños son educados/socializados, tornándose competentes en su entorno. Y en tercer lugar, que tal modo de formarlos se asienta en una definición particular, en este caso mapuche, de qué es ser niño, qué puede/debe hacer, y qué pueden/deben hacer los adultos a su cargo, diferente de la noción hegemónica en la tradición occidental.
Así, la noción de niñez que desde diversos ámbitos se aplica sobre los niños mapuche configura un campo heterogéneo y conflictivo, en el cual se observan diferencias entre los diversos actores sociales, a la vez que ciertas confluencias.
Este capítulo se centra entonces en el modo en que los diversos adultos e instituciones intentan imprimir en los niños mapuche subjetividades en términos etarios y de género. Contempla a su vez los procesos de resignificación mediante los cuales estos niños otorgan sentido a sus experiencias cotidianas y a las interpelaciones generadas por diversas usinas y actores sociales –familiares, docentes, agentes sanitarios, autoridades indígenas, medios de comunicación–, resignificaciones que los muestran como partícipes activos en la constante rearticulación de sus subjetividades (Grossberg, 1989), sin olvidar las relaciones de poder en las que están insertos y que buscan inscribir en ellos determinados sentidos (Giroux, 1992).
1. Obedientes
La población mapuche de la provincia del Neuquén frecuentemente objeta el trato que los docentes dan a sus hijos, sea por desvalorizarlos y brindarles un bajo nivel de instrucción, sea por “darles demasiada confianza”. Por su parte, algunos maestros no ven con buenos ojos la legendaria obediencia de estos niños a sus mayores, ni el hecho de que participen de las tareas productivas o reivindicativas de su grupo doméstico y su comunidad, que perciben riesgosas y como competencia para la escolaridad.
Tras estas disputas subyacen interpelaciones disímiles, representaciones sociales incluso contradictorias sobre la niñez y el género, que los diversos actores sociales en juego procuran imprimir en los niños mapuche no sólo mediante mensajes explícitos, sino también mediante la prescripción de determinadas actividades cotidianas.
En los entornos rurales relevados la niñez es concebida como una etapa de subordinación por la mayor parte de los adultos que conforman los grupos domésticos de los niños mapuche. Allí, los adultos transmiten explícitamente a los niños que, en tanto tales, es su deber respetar y obedecer a los mayores, con recurrencia en el mandato de no intervenir en las conversaciones de los adultos y la exigencia de cumplir tareas en la esfera doméstica. Esto ha sido apuntado ya por otros investigadores que abordaron la cotidianidad mapuche rural en otros contextos, en los cuales se destacaba también la obediencia infantil (Titiev 1951; Hilguer 1957; Briones, 1986). En el presente, la obediencia aparece como la característica esencial de la niñez, definición que goza de consenso incluso entre los niños: “Un grande es alguien de dieciocho o diecinueve, que ya se manda solo, que el padre no lo puede retar como antes, que hace lo que quiere” (Nicolás, 8 años). Si bien esto atañe a todos los niños, en la cotidianidad es notable que a las niñas se les demanda más insistentemente que sean respetuosas y “bien educadas”, contraponiendo a este ideal las “chicas atrevidas”, criticadas por irrespetuosas y extrovertidas.
Los docentes y el personal del sistema sanitario –procedentes del contexto urbano– manifiestan apreciaciones ambivalentes respecto de la obediencia característica de estos niños. Por un lado, ven en ella un valor positivo cuya pérdida en los centros urbanos lamentan, pero por otro lado consideran que “son demasiado sumisos” (Isabel), ambivalencia ligada a la polaridad tradición/modernidad en la cual se inserta esta concepción.
Para muchos padres la intervención de la escuela en este aspecto resulta disruptiva: “Son muy permisivas las maestras y después en la casa los chicos no obedecen” (Silvio). En algunos casos, este desacuerdo conduce a un cuestionamiento de la educación formal en su conjunto: “Y ahora los chicos, los jóvenes, a veces se burlan, se ríen de las personas mayores, porque a lo mejor pronuncian mal algo, porque no tenemos estudio y ellos sí. Pero eso para mí es mala educación. Entonces, ¿qué le enseñan ahí los maestros? ¿Qué educación le dan?” (Mercedes). Se plantea entonces el absurdo de una escuela que no ofrece a los niños educación, de acuerdo con la jerarquía conferida a la obediencia y al respeto por sobre el conocimiento escolar abstracto. El sistema educativo aparece así como principal responsable de una perjudicial transformación en el modo de ser niño, sobre todo según los adultos mayores: “Si ahora apenas ya saben caminar no se los puede gobernar”, se quejaba insistentemente un abuelo (Gastón). Este cambio, considerado una pérdida de la esencia de la niñez, ya era lamentado por los adultos mapuche entrevistados por Hilger (1957), quienes recordaban con nostalgia la obediencia infantil de antaño. Ésta, no obstante, continúa vigente en las interacciones cotidianas y en las percepciones de otros actores sociales, invistiéndose así de un carácter legendario.
En los contextos urbanos estudiados –entre quienes participan de organizaciones político-culturales mapuche– las prácticas aparecen permeadas por el proceso de democratización de las relaciones familiares que se ha desarrollado en la Argentina en las últimas décadas (Carli, 2006), por hábitos de clase media urbana y atravesadas a su vez por elementos discursivos procedentes del paradigma de protección integral de los derechos del niño, que producen interacciones menos asimétricas entre niños y adultos, junto con una apreciación positiva de esta modalidad y un cuestionamiento del modelo mapuche tradicional: “No los podés tener así tan controlados” (Rocío). Esta modificación –que responde al proyecto político-cultural de las organizaciones– es en ocasiones lamentada por algunos integrantes, que contraponen al comportamiento de los niños mapuche del campo –que “se portan como adultos, saludan dando la mano a todos, ceban mate a las visitas”– la conducta de ciertos niños mapuche de la ciudad, que “lloran, patalean esté quien esté. Muchos son cualquier wigkita”.1
A su vez, esta modificación va de la mano de la promoción de una mayor horizontalidad entre sus hijos varones y mujeres. Los integrantes de las organizaciones mapuche estimulan la capacidad de “defender sus derechos” tanto de los niños como de las niñas. A su vez, ambos suelen participar de las acciones de reclamo en el espacio público, si bien generalmente sólo los varones mayores de doce años pueden concurrir sin la compañía de sus padres.
Los niños perciben y valoran positivamente esta relativa horizontalidad, especialmente las niñas, que disfrutan compartiendo con sus pares varones actividades marcadas hegemónicamente como masculinas, como jugar al fútbol, y que al visitar en el verano su comunidad rural advierten que “los chicos son muy machistas, habían chicos, viste, de que a las mujeres, no sé, había que trabajar, mientras ellos estaban bañándose, así, o como que nosotros no podíamos jugar con ellos porque éramos mujeres” (Amancay, 13 años).
2. Capaces y responsables
En los casos rurales y urbanos analizados –más allá de las diferencias apuntadas– se ha observado por igual un modelo de niñez diferente del pautado hegemónicamente para la clase media urbana occidental. Pues desde el entorno doméstico y comunitario mapuche, la posición subordinada de los niños no implica suponerlos objetos pasivos, ya que se articula con representaciones y prácticas que –en tanto pici wenxu (pequeños hombres) y pici zomo (pequeñas mujeres)– les asignan ciertas capacidades, habilidades y responsabilidades.
En ámbitos rurales y urbanos los niños –a partir de que se desplazan por sí mismos alrededor del año y medio de vida– suelen gozar, durante el día, de cierta autonomía en el espacio doméstico en sentido amplio que, además de la vivienda propiamente dicha, incluye amplias áreas circundantes. Sus actividades no son supervisadas continuamente por adultos u otros niños de su grupo doméstico, quienes se concentran en la realización de diversas actividades cotidianas para la reproducción doméstica. Esto no significa que los desatiendan, pues siguen a través del sentido del oído el desarrollo de sus actividades, tal como se registró reiteradamente a través de la observación participante de la vida cotidiana. Calmar el llanto de un niño pequeño no constituye un imperativo absoluto.2 A partir del año de vida los niños manipulan cualquier objeto casi sin restricción, incluso aquellos que en ámbitos de clase media urbana les están vedados por “peligrosos” o “frágiles”. De acuerdo con mis observaciones, en las zonas rurales mapuche los niños a partir de los dos o tres años preparan y ceban mate –lo cual implica manipular la pava y el fuego–, agregan leña a la estufa, enchufan y encienden el radiador de aceite eléctrico, sobre el cual colocan su ropa antes de ponérsela en invierno, utilizan el carro para transportar leña o acarrearse unos a otros. Se ha observado durante las ceremonias, en la enramada, a niños a partir de tres años manipular el fuego con espontaneidad y desenvoltura. Incluso, por ejemplo en el caso de un niño de esa edad, cuya joven madre proyectaba mudarse a la ciudad para cursar estudios secundarios, su prima de trece años explicó: “Se queda con el tío. ¡Si es regrande ya!” (Marisa). En las zonas rurales existe consenso en torno a que “a los diez años ya sabe lo que hace, ya puede andar solo, ya no es un chico” (Silvio).
Foto: Javier Milán Ordoqui, junio de 2002.
Foto: Javier Milán Ordoqui, junio de 2002.
Esta relativa autonomía de hecho de los niños desde muy temprana edad se vincula con que el entorno cotidiano no es visto como un peligro para ellos, que se manejan habitualmente en forma competente a partir de los cuatro años aproximadamente. El abordaje etnográfico, con su puesta en tensión de las propias categorías de sentido común a través de la interacción cotidiana, fue clave para relevar este aspecto, como puede apreciarse en el siguiente registro de campo, de una comunidad rural del centro de la provincia:
Esta mañana, me encontraba sola en la casa, sentada a la sombra, tomando notas en mi cuaderno de campo, cuando de repente se acercó corriendo y con los ojos desorbitados la mayor de las nenas de la familia, de seis años de edad, y me dijo muy agitada: “¡Andrea, los caballos!”. Intenté preguntarle: “¿Qué caballos? ¿Qué pasa? ¿Cuál es el problema?”, pero ella sólo repetía con urgencia “¡Andrea, los caballos!”. Me puse de pie y...

Índice

  1. Tapa
  2. Portada
  3. Dedicatoria
  4. Índice
  5. Agradecimientos
  6. Introducción
  7. Primera parte. Coordenadas conceptuales e históricas
  8. Segunda parte. Sentidos de pertenencia en tensión
  9. Palabras de cierre y apertura
  10. Bibliografía citada