Pensar la crisis
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Pensar la crisis

perplejidad, emergencia y un nuevo nosotros

  1. 248 páginas
  2. Spanish
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Pensar la crisis

perplejidad, emergencia y un nuevo nosotros

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Información del libro

De repente, el COVID-19 nos ha puesto en un nuevo lugar en el que incertidumbre y complejidad coinciden para desafiarnos entonces la necesidad de cuestionar, pensar y proponer. De allí nace esta iniciativa de la Universidad EAFIT. La motivación surge porque para muchos de nosotros la escrituraes remedio para lidiar con las sensaciones de estos días y el objetivo es aportar reflexiones breves y libres, divulgativas y propositivas. Perplejidad como reacción inmediata, emergencia de decisiones y acciones, y un nuevo nosotros como eventual consenso es la síntesis de acontecimientosque configura el punto de partida de las consideraciones que se presentan en este libro.

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Información

Año
2020
ISBN
9789587206456
Categoría
Sociología

Habitar poéticamente el ciberespacio.

Digresiones optimistas en tiempos de confinamiento

Por Mauricio Vásquez Arias*
y Lorena Avilés Romero
**

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1. Contra el pesimismo cibermonopólico
#habitarpoéticamenteelciberespacio
(Entrada para Facebook)
Este es el momento en el que las lecturas del primer Foucault se volvieron a poner de moda, y los términos vigilancia, control y corporaciones están al orden del día.
Parecería que se olvidó la lectura del poder como una red en la que no solamente somos objetos de opresión, sino además agentes con potencia instituyente. Por la paranoia declarada, parecería que apenas en las últimas semanas nuestra sociedad está generando datos masivos: basta advertir que desde los sistemas de fidelización de los comercios (puntos Éxito, por ejemplo) hasta las historias clínicas de las instituciones prestadoras de salud, pasando por los retiros de cajero electrónico que hacemos cuando nos llega nuestro sueldo, están generando datos de manera masiva que son usados desde hace bastante tiempo por las fuerzas del comercio y el capital (y no tenemos que estar hiperconectados como en los últimos días). Estos son los mecanismos equivalentes a los que antaño se operaron a través de los censos y la estadística.
Es particular la manera en que se critica la producción masiva de imágenes digitales que se cran usando recursos y medios electrónicos, como la edición no lineal, los tituladores, los bancos de imágenes, a las que no se hubiera accedido en otro momento con tal facilidad sin la existencia de Internet –sobra decir que estos contenidos se difunden por canales fundamentalmente digitales–, y que los mismos que cuestionan estos mecanismos son teleconferencistas y cabezas parlantes educativas en las casas y habitaciones de sus estudiantes.
Parecería que no queda otro camino que desconectarnos y optar por el retiro al idílico jardín zen. Sin embargo, estas semanas algunos hemos visto otras cosas: el surgimiento de redes de colaboración y ayuda entre maestros, estudiantes y ciudadanos para salirle al frente a las nefastas consecuencias del confinamiento; el posicionamiento de saberes construidos colaborativamente sobre principios de inteligencia colectiva y cultura libre, estimulando y animando desde la trinchera digital; así como la potenciación de estrategias de trueque y sistemas cooperativos propios de la crisis, en los que advertimos la abundancia del capital social y la creatividad conectada. Respiradores impresos en 3D, ingenieros de garaje adaptando mascarillas y otros aditamentos clínicos, yoga por telepresencia y clases de baile a través de Zoom son algunas de las manifestaciones concretas de lo que acabamos de mencionar.
Afortunadamente hay otros lugares desde los cuales pensar: las ideas del mismo Foucault, en las que se reconoce la capacidad de ejercer poder en las redes que configuran el mismo a través de micropolíticas diversas; las ideas de Michel de Certeau, el viejo jesuita, que evidenció las potencialidades de los modos de hacer y las formas de invención de lo cotidiano, incluso en los márgenes más estrechos proporcionados por el poder opresor. Según estas ideas, siempre habrá lugares de caza furtiva en los terrenos del rey e, incluso, en los dominios de las megacorporaciones y de los monopolios surgidos de Sillicon Valley.
Nos parece también escuchar a Reinghold (2004) ensalzando las potencialidades de las multitudes inteligentes, y a Negri y Guattari retomando la idea de general intellect como base del trabajo de “un productor social, dueño de los propios medios productivos y capaz de expresar, conjuntamente, trabajo y proyecto intelectual, actividad innovadora y socialización cooperativa” (Guattari y Negri, 1999, p. 18). Así mismo, la preciosa alegoría de Serres, quien en su Pulgarcita (2013) recrimina el espíritu carroñero de esa filosofía que siempre llega tarde y con espíritu aciago a las transformaciones de la sociedad, la educación y la cultura que no ha ayudado a construir.
Serres, filósofo-poeta, en su modesta senectud de abuelo, por el contrario, muestra las formas en las que esas nuevas subjetividades operan y componen mundo, entre otros a través de dispositivos móviles y táctiles, y los modos en los que han proporcionado otras formas para entender la educación y el saber.
Tenemos esperanza, aunque reconocemos las dificultades y complejidades del mundo que se está alzando frente a nuestros ojos. Pero creemos que la red y el ciberespacio son un lugar de tensiones y, sobre todo, un espacio de construcción social creativa que será el resultado de nuestras formas de trabajo, imaginación, existencia y resistencia. Es momento de atender a un viejo filósofo alemán que invitaba, en tiempos de reconstrucción después del desastre, a habitar poéticamente (Heidegger, 1994). Nuestro deber o, mejor dicho, nuestro poder, es ahora reconstruir ese excedente, ese margen impensado e instrumentalizado que denominaron los escritores de ciencia ficción como ciberespacio y, sobre todo, es nuestra labor habitar en él creativa y poéticamente.
Lamentamos el optimismo, pero es el talante con el que debemos hacernos, aprovisionarnos en estos tiempos de escasez, para decirles a nuestras dos pequeñas hijas que estar acá (pero también salir de aquí a través de la virtualidad) tiene sentido, y que el futuro es posible, que hay esperanza, pero que depende de nuestra acción en el presente.
¡Buen viento y que el virus no los alcance!
2. Cabezas parlantes: Futurama a la puerta de la casa
#CabezaParlante
(Notas para un podcast inconcebible con música de fondo)
Rodante delirante va la cabeza parlante palabras sin razón.
Borracho argumento criminal.
¡Sí, señor!
Bienvenido, amigo, eres cabeza parlante conmigo
“Cabeza parlante”, Parlantes
Image
Código QR para acceder, en Spotify, al álbum de la agrupación Parlantes en el que se incluye la canción “Cabeza parlante”.
El cuerpo docente, actuando sin elementos en un espacio discursivo, poblado de lo que Johana Drucker denomina como argumentos transmedia, aparece como una cabeza parlante, forzada a entrar sin mediaciones a un espacio desconocido por algunos y despreciado por otros.
Por largo tiempo el dominio de los rituales escriturales y su exhibición pública a través de la clase pesó sobre cualquier otra forma mediática, nos dio la autoridad para corregir, examinar y sancionar las faltas, dentro de las reglas de juego de una tecnología que dominamos y que ha sido nuestro patrimonio. Pero el confinamiento ha traído como efecto de culata nuestra entrada a un régimen de signos y flujos en los que somos extranjeros, y hemos sido insertados en unos rituales para los que no estamos del todo entrenados.
Por años hemos retirado móviles del salón de clases, satanizado Wikipedia y condenado al ostracismo las redes sociales y demás formas de comunicación que no hacían parte del sistema legitimado de la academia. Hoy las relaciones se han invertido y nosotros somos los que entramos como invitados a un espacio ajeno, cuyas reglas básicas de cortesía a veces desconocemos, cuyos códigos éticos y proxemia nos son extraños; accedemos a una ecología cognitiva y a un escenario de comportamientos estéticos que difieren de los nuestros.
Nos educamos en el siglo XX con las teorías del siglo XIX para maravillarnos con los desarrollos tecnológicos del siglo XXI. Somos las cabezas modeladas por el sistema escritural gutenbergiano (Piscitelli, 2011) que al entrar en el espacio virtual materializan la imagen acuñada por Futurama, de Matt Groenig, en la que sujetos del pasado se preservan y perviven en urnas de vidrio para hacer presencia en el futuro.
La imagen satírica se ha hecho realidad en nuestros procesos de educación remota de emergencia, a través de herramientas que nos permiten estar telepresentes (Microsoft Teams, Zoom, Hangouts, Meet, entre otras). Los estudiantes no vienen a la universidad, nosotros entramos en sus casas y habitaciones sin el más mínimo desparpajo y con toda la inocencia del recién llegado, actuando como cabezas parlantes.
Pero no todo está perdido, es el precio que debemos pagar por nuestros años de soberbia libresca y, también, nuestra oportunidad para aprender de un entorno y una ecología de pensamiento que habíamos desconocido, minimizado o dejado simplemente a un lado.
En una publicación reciente en redes sociales, Maria Rocío Arango mostraba cómo el gremio docente ha enfrentado cambios significativos en las tecnologías de exposición, puesta en escena e inscripción pública de saberes. De este modo, como apunta la profesora Arango:
[...] hemos tenido que enfrentar cambios significativos en el modo de impartir nuestras clases. ¿Se acuerdan de las tarjetas perforadas? ¿Saben qué es eso? O, tal vez, se acuerden cuando llegaron los “acetatos” y tuvimos que aprender algo de diseño, a tener buena letra y nos equipamos con una miríada de marcadores de colores para que nos quedaran bonitos. Me acuerdo ahora de la primera clase de Excel que recibí faltando muy pocas semanas para graduarme; por ese entonces eso se llamaba de otro modo y las posibilidades que brindaba eran maravillosas pero limitadísimas. También eso lo aprendimos a manejar con presteza. Luego llegaron los computadores personales y aprendimos a manejarlos como ahora estamos aprendiendo a manejar la plataforma en la que tenemos que dar nuestras clases (2020).
No es otra cosa que un nuevo salir de aquí (la definión más sencilla de virtualización aportada por Serres, 1995), se trata de aprender a jugar un nuevo juego y reconocer sus mecanismos pragmáticos: contexto, modos de enunciación y, sobre todo, posibilidades de subjetivación. Otro salir de aquí buscando operadores de cambio: “Herramientas universales cuya construcción y cuya forma den paso o permitan la transformación, aquí tenemos el intercambiador en una forma simplificada: al columpiarnos pasamos de la bajada a la subida o de enfrentarnos con la hierba a hacerlo con la vista al firmamento” (Serres, 1995, p. 34).
Pero no a todos nos corresponde perder la cabeza, por el contrario, debemos fabricarnos un cuerpo, aunque ahora ese cuerpo es virtual, como lo propone Don Ihde (2004); debemos hacernos con nuestros propios avatares, darles personalidad; afinar sus gestos con los recursos y herramientas que, más que simples cacharros, son, en términos de Patricia Cardona (2013), tecnologías de memoria, pensamiento y expresión y, después de ello, reconocer los lenguajes de esa retórica transmedia (Drucker, 2012) en la que habitan nuestros estudiantes para desplegar nuestras performancias: esas que están hechas mucho más que de palabras, aun cuando no nos damos cuenta, y que son materia de un tipo de diseño multimodal y, ahora, multiplataforma, característico del entorno cultural contemporáneo.
Es hora de encontrarnos con ellos en la virtualidad, columpiarnos entre el espacio blanco y negro de nuestros libros para dar lugar a nuevas vistas de eso que metafóricamente llaman la nube o el espacio digital en constante flujo. No se trata de otra cosa que de un nuevo cambio al que hemos sido abocados por la contingencia.
¡Feliz y divertido viaje a la virtualidad: locos, delirantes, contagiadas cabezas parlantes!
3. Esferas públicas virtuales y lugares aumentados
#espacioshíbridos
(Cuasiensayo en tono tuiteriano)
Las mediaciones están vinculad...

Índice

  1. Cubierta
  2. Portada
  3. Créditos
  4. Contenido
  5. Introducción
  6. Consideraciones sobre la crisis
  7. Grietas, fracturas y posibilidades de nuevos órdenes con ocasión del COVID-19
  8. ¿El fin del liberalismo?
  9. Cuarto espíritu del capitalismo
  10. Cuarentena mental
  11. Coronavirus y el arte de la paciencia
  12. Sabiduría práctica en tiempos de crisis
  13. ¿Se gobierna una crisis? Insumos para una agenda de investigación de la teoría y la praxis del gobierno
  14. Algunas ideas desde los estudios del comportamiento para entender, analizar y enfrentar la crisis del COVID-19
  15. El valor de la vulnerabilidad
  16. Pandemia
  17. Los niños y el confinamiento
  18. De encierros y plagas
  19. Pandemia al diario. El inicio de una cuarentena que casi se cobra su primera víctima
  20. "Sublime". Un pliegue matemático para la historia de estas emociones
  21. Habitar poéticamente el ciberespacio. Digresiones optimistas en tiempos de confinamiento
  22. Reflexiones sobre el uso de la virtualidad en el aprendizaje de la música, surgidas a partir de la emergencia generada por la pandemia del COVID-19
  23. Reflexiones de un financiero, en el contexto de una crisis global
  24. Notas al pie
  25. Contracubierta