CAPÍTULO 1
Introducción
¿Quiere que su mente sea inmortal? Su mente es quien usted es. Gobierna lo que piensa y lo que hace. En el pasado, cuando las personas morían dejaban tras de sí solo unos pocos recuerdos: cartas, fotografías, un puñado de cintas y vídeos. Pero, hoy poseemos la tecnología para preservar su mente después de la muerte, de modo que sus descendientes –incluso aquellos que nunca le conocieron– puedan interactuar con usted eternamente. Puedan hablar con usted, y puedan saber lo que usted cree y lo que usted piensa. Puedan incluso conocer sus nuevos pensamientos sobre cosas que no existían cuando usted vivía. Puedan seguir enseñándole.
¿Cómo se produce este milagro? Cada semana usted interactúa con un ordenador durante veinte minutos, contestando sencillas preguntas. El ordenador construye una representación de su conocimiento y sus creencias, y crea un programa que piensa de la misma forma en que usted lo hace. Veinte minutos por semana es una parte minúscula de su vida, pero al cabo de tres años, su mente está capturada en un ordenador. Ya puede seguir existiendo eternamente. Antes de que el Sol explote, los seres humanos dejarán el sistema solar. Se llevarán con ellos un amplio archivo de mentes humanas. Su mente podría estar entre ellas.
Este anuncio es ciencia ficción. Pero, las barreras para la construcción de este programa no son claras. Podría mostrar simplemente lo ignorantes que somos.
Los programas pueden tener acceso a enormes cantidades de información, y la cantidad de información en la Red es mucho mayor que la que cada uno de nosotros adquiere durante toda su vida. Nuestra ganancia neta de información es equivalente a más o menos mil novelas palabra por palabra (para encontrar referencias sobre las investigaciones relacionadas con el tema véanse las notas al final del libro)*. Los científicos cognitivos, sin embargo, tienen todavía que diseñar un programa de ordenador que pueda pensar de la misma forma en que lo hacemos nosotros. Las teorías psicológicas son rudimentarias, y demasiado simples como para explicar el pensamiento que intervino en su propia construcción. Los robots perciben el mundo utilizando burdas imitaciones de nuestras capacidades perceptivas. La inteligencia (y la estupidez) humanas son tan difíciles de entender que muchos teóricos han abandonado la tarea en favor de la “inteligencia artificial”. Diseñan programas que al menos resuelven problemas, si bien es cierto que por caminos muy alejados del pensamiento humano.
Podría pensar usted que el cerebro trabaja de una forma que un programa de ordenador no puede imitar. Sin embargo, cualquier descripción clara de un proceso, desde el tiempo atmosférico a la economía, puede simularse con un programa de ordenador. Esta conjetura se hizo hace setenta años y se llamó, partiendo de sus dos creadores, la tesis Church-Turing. La tesis no se puede probar, puesto que no existen test para valorar qué se considera una descripción clara. Pero, se refutaría con una demostración de que un conjunto de instrucciones comprensibles no se pueden implementar en un programa. Si las instrucciones para implementar su teoría de la mente fueran claras y usted pudiera probar que no se pueden simular en un programa de ordenador, habría usted refutado la tesis Church-Turing. La refutación sería más importante que su teoría. Ninguna dificultad para imitar la mente se refiere a los ordenadores y todas las dificultades se refieren a la no existencia de una teoría sobre cómo funciona esa mente.
Muchos filósofos han dudado si es posible tener una teoría científica del pensamiento –un escepticismo que se remonta al menos hasta Descartes–. Él pensaba que el libre albedrío condenaba al fracaso la tarea. Dostoyevsky se hacía eco de su opinión. Y, más recientemente, el novelista Arthur Koestler apostó con un psicólogo a que este no podría hacer una predicción acertada sobre el comportamiento de Koestler durante el mes siguiente. El psicólogo, Stuart Sutherland, debería haber ofrecido una apuesta de cien libras respecto a que Koestler no le daría mil libras. Pero Sutherland rechazó esta idea por injusta.
El quid de esta controversia es simple: los psicólogos no pueden predecir lo que pensará usted el viernes por la mañana o incluso cuál será su siguiente pensamiento, pero esta incapacidad no condena al fracaso una ciencia de la mente. Ni condena al fracaso un proyecto de simulación de su mente, porque usted no puede predecir cuál será su siguiente pensamiento. Puede hacer una profecía autocumplida: “Pronostico que pensaré sobre el verde”, y a continuación puede intentar formar una imagen visual de una hoja verde. Pero puede ser difícil cumplir sus propias predicciones, p. ej.: “No voy a pensar en George W. Bush.” A veces nuestros pensamientos nos cogen por sorpresa. La mayoría de las veces simplemente tenemos pensamientos. La psicología es como la biología evolucionista. Los biólogos no pueden predecir qué especies serán las siguientes en evolucionar, pero eso no hace imposible una biología científica. La ciencia depende de las consecuencias observables de las teorías, y la biología da lugar a predicciones evaluables. La psicología también conduce a predicciones evaluables.
* * *
El pensamiento parece continuo, pero en el flujo de la consciencia solo se refleja su superficie. De ahí que para imitar el pensamiento los psicólogos necesiten considerar sus variedades. Algunas sencillas diferencias, que esquematizaré en forma de preguntas, dan lugar a una amplia taxonomía adecuada para nuestros propósitos.
¿Tiene un proceso de pensamiento una finalidad inmediata? Si no la tiene, los psicólogos lo llaman “asociativo”. Es decir, una idea lleva a otra en ausencia de cualquier diseño, plan o propósito. La persona que piensa tiene una ensoñación o está absorta. Las asociaciones tienen una larga historia en filosofía y psicología y podría pensar usted que son fáciles de entender. En realidad, ninguna teoría explica cómo hacemos asociaciones entre ideas. Es bastante fácil explicar cómo una palabra lleva a otra mediante una asociación. Usted dice, “pan”, y yo digo “mantequilla”, porque en nuestra mente las palabras se almacenan enlazadas unas con otras. En el pensamiento asociativo, sin embargo, una idea puede llevar a otra, y la cadena puede dar lugar a nuevas ideas que nunca antes habíamos tenido. Yo digo, “no solo de pan vive el hombre”, y usted dice, “no, pero es mejor que solo de mantequilla”, sin haber tenido antes ese pensamiento. No puede haber, en su memoria, un enlace que le lleve a esa idea porque es nueva para usted. No hay nadie que entienda cómo las asociaciones producen ideas novedosas. Afortunadamente, mi preocupación es el razonamiento, no la asociación.
Suponiendo que el pensamiento tiene un objetivo, ¿el proceso es determinista? Lo es cuando cada paso del proceso está determinado por el estado del sistema en ese momento. Los ordenadores son deterministas (aunque parezca lo contrario). Asimismo, cuando realizamos cálculos mentalmente, a menos que haya interrupciones, pensamos de una forma determinista. En cambio, los lógicos han imaginado máquinas que son no deterministas. El estado de la máquina en un momento dado no determina lo que sucederá a continuación. Puede restringir las posibilidades, pero no determinar una en exclusiva. Pensar se parece mucho a eso. Nuestros pensamientos no parece que se desplieguen como un mecanismo de relojería sin que exista en ningún punto posibilidad de elección. Si pudiéramos volver atrás en el tiempo y volver a empezar sin ningún recuerdo de nuestros primeros pensamientos, la segunda vez podríamos proceder de forma diferente. Una falta de determinismo tiene un valor práctico. Nos permite acercarnos a los problemas de diferentes formas, y evita que quedemos atascados en un bucle de pensamientos obsesivos. Nadie sabe si el pensamiento humano es no determinista, pero es una suposición que resulta útil. Permite la ignorancia de los psicólogos –no pueden predecir cuál será nuestro próximo pensamiento–. En teoría, esa suposición no tiene coste, porque un ordenador determinista puede simular otro que es no determinista.
El pensamiento que tiene un objetivo y es no determinista se puede dividir en dos categorías: creación y razonamiento. Ya hablaré de la creatividad, pero mi principal preocupación es el razonamiento o inferencia –utilizo los dos términos como sinónimos– y la definición de razonamiento con la que trabajo es:
Un conjunto de procesos que construyen y evalúan implicaciones entre conjuntos de proposiciones.
Esta definición hay que desmenuzarla, así que por favor tenga paciencia conmigo. Hay dos tipos de implicaciones que corresponden a los dos tipos principales de razonamiento: deducción e inducción. Una deducción –o inferencia válida– es la que da lugar a una conclusión que debe ser cierta en caso de que las premisas sean ciertas. Si las premisas no son ciertas la conclusión podría ser cierta, pero no existen garantías. Cualquier otro tipo de implicación es una inducción. Los libros de texto definen a men...