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ISBN: 978-84-18240-26-3
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Argel,
la sensibilidad
mediterránea
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Albert Camus
Podría parecer extraño que un autor premio Nobel de literatura, ensayista y novelista; autor de teatro y poeta aparezca, con asiduidad, en los manuales de filosofía y sus obras —sobre todo sus obras de ensayo— se publiquen junto a las obras de los filósofos al uso. Adscrito siempre a la corriente existencialista, de la que una y otra vez intentaba desmarcarse, su obra y su pensamiento siguen siendo motivo de controversia y estudio; y las ediciones de sus obras siguen agotándose aún hoy; casi cuarenta años después de su muerte.
En una época como la nuestra, en la que modas y tendencias duran apenas unos meses, tiene gran mérito ser un autor contemporáneo y a la vez ser convertido por el lector, que a la postre es el que juzga, en uno de los grandes clásicos de la literatura mundial.
Como autor, Albert Camus es un producto de su tiempo que es el nuestro. Escritor profundo y comprometido supo trazar, con rasgos claros a través de sus escritos, la geografía de la pobreza y el dolor con esa lucidez dada, únicamente, a los que la han vivido de cerca. Pero también la sensualidad de la vida mediterránea, el sol, la seducción de la luz y la belleza de los cuerpos en un mundo hermoso y feliz a la vez que perecedero.
Pretendía con su literatura dignificar al hombre y aliviarlo de sus pesadumbres, de ahí la importancia que otorga a la justicia frente a la opresión; y aunque no fue un filósofo en el sentido estricto del término sus relatos y ensayos están marcados por un trasfondo filosófico palpable, lleno de mitos e imágenes.
Siempre encontramos en sus obras una preocupación especial por el hombre y su problemática relación con el mundo transformada en sentimiento trágico; de manera que podríamos calificar esta como una «Literatura de la tragedia» que no se ciñe, exclusivamente como podría parecer, a la parte que algunos críticos, siguiendo al mismo Camus, han etiquetado como «período del absurdo» con Caligula, L’Étranger, Le malentendu y Le mythe de Sisyphe como principales obras representativas.
Lo trágico en Camus supera todos los períodos y se adueña de toda su obra de tal manera que se convierte, junto con lo absurdo, la soledad, la rebelión y la felicidad, en uno de los ejes fundamentales de su pensamiento. Piénsese en L’Envers et l’Endroit y esa visión de la vejez, trágica y solitaria, que solo espera la muerte en el relato que lleva por título «La ironía». O en Mersault, el héroe de L’Étranger, ese extraño que vive, diríamos casi, con mando a distancia en un mundo que quisiera comprender y que se le escapa con toda su coherencia aparente; al que el sol «obliga» a cometer un crimen del que no se sentirá culpable, en domingo, un día considerado por él como difícil. En Caligula, el emperador que decide caprichosamente sobre la vida y la muerte de sus inferiores; inmerso, siempre, en el mundo del absurdo y que con sádica extravagancia mata a sus súbditos y obliga a los hijos de sus muertos a confesar que con ello les ha hecho un favor. Personaje que, con lógica casi diabólica, anda preguntando por el ser en todas partes y que transforma esa pregunta en sentencia de muerte para el interrogado. En Quereas, el oponente de Calígula, que tiene puestas sus miras en la rebelión, lo cual equivale a la liquidación del tirano. En la Marta de Le malentendu, presa de un destino trágico propio de una obra clásica al dar, sin saberlo, muerte a su hermano. O en Rieux, Tarrou y el padre Paneloux, los principales héroes de La peste; envueltos en esa cósmica fatalidad representada por la epidemia, el enemigo contra el que se rebelan en una lucha épica contra el Mal. Así como tantos otros personajes que iremos estudiando.
Alguien podría objetar, ante esta enumeración, que toda la literatura inteligente del siglo XX posee esa característica común, es decir, que se trata de una literatura trágica, de crisis, esquizoide, absurda en definitiva; y que tan bien ha sabido entender Jaspers en su obra Genio y Locura. Pero esto no quiere decir otra cosa que el escritor comprometido no es ajeno a los avatares del siglo que le ha tocad...