Desplazados
eBook - ePub

Desplazados

  1. 318 páginas
  2. Spanish
  3. ePUB (apto para móviles)
  4. Disponible en iOS y Android
eBook - ePub

Desplazados

Detalles del libro
Vista previa del libro
Índice
Citas

Información del libro

Tiempo, espacio, mundo real o anticipado; la vida como es o como puede, o no, llegar a ser, matizando con dudas tanto a sus manifestaciones posibles, como a los entes que desarrollan su existencia en un momento determinado. Conflicto e interacción entre pasado y presente, desembocando en un aleatorio y conflictivo futuro que podrán vivir, o no, las generaciones que lo alcancen. Todo empieza y acaba y, entre ambos puntos de inicio y desaparición, inmodificables, las circunstancias impuestas por un orden artificial nos confinan dentro de la rutina, para aceptarla o debatir su cambio. Mientras tanto, nos rodea nuestro entorno, que no sabemos apreciar. Y mucho menos valorar.

Preguntas frecuentes

Simplemente, dirígete a la sección ajustes de la cuenta y haz clic en «Cancelar suscripción». Así de sencillo. Después de cancelar tu suscripción, esta permanecerá activa el tiempo restante que hayas pagado. Obtén más información aquí.
Por el momento, todos nuestros libros ePub adaptables a dispositivos móviles se pueden descargar a través de la aplicación. La mayor parte de nuestros PDF también se puede descargar y ya estamos trabajando para que el resto también sea descargable. Obtén más información aquí.
Ambos planes te permiten acceder por completo a la biblioteca y a todas las funciones de Perlego. Las únicas diferencias son el precio y el período de suscripción: con el plan anual ahorrarás en torno a un 30 % en comparación con 12 meses de un plan mensual.
Somos un servicio de suscripción de libros de texto en línea que te permite acceder a toda una biblioteca en línea por menos de lo que cuesta un libro al mes. Con más de un millón de libros sobre más de 1000 categorías, ¡tenemos todo lo que necesitas! Obtén más información aquí.
Busca el símbolo de lectura en voz alta en tu próximo libro para ver si puedes escucharlo. La herramienta de lectura en voz alta lee el texto en voz alta por ti, resaltando el texto a medida que se lee. Puedes pausarla, acelerarla y ralentizarla. Obtén más información aquí.
Sí, puedes acceder a Desplazados de Sara Téllez en formato PDF o ePUB, así como a otros libros populares de Letteratura y Letteratura generale. Tenemos más de un millón de libros disponibles en nuestro catálogo para que explores.

Información

Año
2020
ISBN
9788468546797
La rutina

Infancias desconectadas
La jornada siguiente se inició antes para la niña que para May, aunque aquella empezara pronto a intentar espabilarla tratando de que se incorporase, a medida que se iba insinuando la luz. Madre mayor cabeceó sin llegar a estabilizarse por completo y la dejó saltar por encima de ella hasta el suelo, desde donde medio percibió el ronroneo de los cubos de juego al moverlos, algo después. Siguió en el jergón, un tanto aturdida por la cansada jornada anterior y aprovechando la caricia de la escasa luz, que alentaba a algún rato más de relajación. El cuarto no daba a la zona exterior del edificio, sino a un estrecho patio por el que se filtraba una claridad tenue, aunque del mismo tono gris. Pero la tranquilidad acabó cuando la niña la zarandeó definitivamente, para tratar de un importante asunto.
—¿Puedo tomar alguna barrita?
Madre mayor murmuró un desmadejado «tómala», intentando imponer lucidez y razón a su mente embotada. Suspiró, pues para ella tan solo sería una jornada más brotando de la cadena de sombras desvanecidas por la claridad, sugiriéndole sus más profundas y repetidas añoranzas. Sin apenas algún contenido más en el plano de la realidad ordinaria.
Pero no quería dejarse tentar por las dudas existenciales y perderse en análisis que la llevarían a conclusiones ineficaces. Pretendía, simplemente, proseguir su trabajoso camino a través de sus jornadas, aunque siempre tuviera que dolerse del presente o añorar otros tiempos al paso de cada una de ellas.
La brutal desaparición de Samyo le había hecho plantearse preguntas imposibles de contestar, ni cuando ocurrió el suceso ni a lo largo de la gran cantidad de veces que había vuelto a considerarlo como el mayor desastre de su vida, y solo había conseguido desesperarse y perderse en negras conclusiones sucesivas, pues nunca hallaría respuesta a sus interrogantes. Luego su espíritu se fue aquietando, poco a poco, cuando pudo moderar su tendencia a buscar y entender las razones de su pérdida, siempre presente al paso de sus jornadas, pues dejar de recordarlo sería imposible.
Saltó del jergón, finalmente determinada, pero se quedó a medio enderezarse, repasando los muchos pinchazos que su cuerpo le transmitía, unos originados por el chirriante catre medio desvencijado —esos ya los conocía y convivía con ellos— y otros por los intensos movimientos realizados durante la jornada anterior.
El hecho era que algo le iba recordando cada vez más, durante el declive inevitable en su largo paso por el canal del tiempo, su degradación progresiva y la nostalgia de su herencia en dilución. Sin embargo, decidió no plantearse la dicotomía de lo que fue y lo que era, lo que existió y no existía y, menos aún, al inicio de una jornada. Si acaso, volvería a ello al aquietarse al final de la rutina habitual, que era como una imparable avanzadilla de la nada.
—¿Has tenido suficiente con la barrita? —le dijo a la niña.
—Sí, he tomado dos.
—Entonces debes de haber aumentado dos palmos.
—¿Qué son palmos?
May no lo sabía, o no lo recordaba y ni siquiera le importaba. Marcó en el aire una distancia muy pequeña, casi inapreciable.
—Pues una medida… a ver, ¿he dicho dos? Pues puede ser un tanto así.
—Pero eso es muy poco —le dijo Harya—, tendré que tomar más, otra más.
—No se puede aumentar más que eso por jornada, así que no tomes más barras por ahora. Enseguida encapsularé un nutrenor para completarlo.
—No me gusta eso, prefiero nada a eso.
—Prefieres no tomarlo en este momento, pero al inicio de la luz se requiere un nutrenor para conseguir fuerza.
—Bueno.
May recogió a un lado el abollado estor plegable que separaba en una esquina las baldas con las mercancías del resto de cosas de la habitación. Los soportes que compartimentaban el interior eran viejos y apenas conservaban algo de su ya desaparecido lustre y nada de sus primitivas puertas. Aunque Madre mayor pasaba un pulidor a veces, si disponía de fondos sobrantes.
Miró el contador de energía negra, aun estando segura de tenerlo controlado. Cuando la jornada anterior fue a la Agencia de Legitimación, lo dejó bloqueado para que el cuidador no tuviera acceso al suministro para calentar bebidas, y dejó las barritas suficientes para Harya, para así evitar manipulaciones ajenas de la muy costosa energía.
Al recordar a la aborrecida Agencia, también rememoró el asunto que la había llevado hasta allí y que aún seguía pendiente, por lo que dejó su tarea y se precipitó a la mesa para consultar la pantalla. Estaba neutra, no había ningún mensaje. Se tranquilizó con rapidez y un tanto de indiferencia, era lógico que la Agencia no hubiera emitido un comunicado tan pronto, pero la niña parecía haber percibido su sobresalto.
—¿Qué pasa, May?
—Nada, Hary, miraba si había una comunicación.
—¿Y qué hay?
—Nada, no hay ninguna. Volvamos al nutrenor, ven conmigo y mira cómo lo preparo para que vayas aprendiendo.
—Bueno.
Harya cabeceó para indicar que cedía, más por complacer a Madre mayor que por convencimiento, así que May trató de premiarla con un amable toque porque lo merecía y había que alentarla aunque ella, su tutora, no tuviera el ánimo demasiado dispuesto. Volvió a tapar el armario de alimentos desplegando la cortina, que rechinaba al tirar de ella, y trató de diseñar algún plan especial para la jornada aunque fuera demasiado pronto para complicarse en hacer previsiones de esas que luego tampoco tenían ningún éxito, por falta de ganas o por indiferencia. Así que, no resultando aconsejable preocuparse de antemano, prefirió dedicarse a cosas más fáciles de controlar, esto es, las domésticas.
Desbloqueó el contador de energía negra y conectó en su entrada la cápsula llena del turbio líquido disolvente, pulsó y lo dejó calentar con el termomedidor adherido, para no pasarse ni un grado y poder desconectarlo de inmediato. Era un valor escaso y muy caro, de modo que requería de un uso milimétrico. No se separó de allí en ningún momento, aguzando su atención para interrumpir la operación de modo instantáneo, tan pronto alcanzara una temperatura mínima.
La cápsula ya estaba dispuesta. Le inyectó dos jeringas colmadas de la pasta de nutrenor y la sacudió, viendo cómo se dispersaba en el disolvente Le gustaba hacer esto cada día, conocía las buenas cualidades de ese alimento y su preparación era simple y eficaz. De repente, la joven pupila la sacó de sus cavilaciones haciéndola regresar a la realidad.
—May, yo no puedo hacerlo, no puedo manejar la energía.
Ni Madre mayor había pretendido tal cosa, sino solo que estuviera entretenida un rato. Pero lo que le decía le sirvió para concluir que Harya era más lógica que ella, dado que era algo que le estaba radicalmente vetado a un menor.
—No —le dijo May—, todavía no puedes manejar la energía, pero puedes aprender cómo se hace, poco a poco y, cuando sea el momento, sabrás hacerlo muy bien.
—Bueno.
Suspiró levemente, reconociendo la poca ciencia que requería preparar el brebaje, pero cualquier asunto que captara la atención de la niña era bueno para acortar el dilatado tiempo en el que estaban desocupadas cada día y para aliviar un poco la falta de vitalidad que advertía en ella.
Llevó la cápsula a la mesa, la colocó en su soporte y le insertó las dos cánulas que debían permitir a ambas absorber el alimento ya dispuesto. El aparato tenía instrucciones programadas y dosificaba por separado las dos raciones, si bien no servía de nada que una dejara parte de la suya porque la otra no podía aprovecharla.
Sabía que a la niña no le gustaba el nutrenor y cabeceó para animarla. Se entronizaron en los taburetes no permanentes que estaban, por excepción, desplegados, a pesar de que ordinariamente se recogían antes de que oscureciera por completo, con el fin de no tropezar con ellos si tenían que caminar por el cuarto cuando ya toda la luz se hubiera extinguido. Pero el viaje de Madre mayor y su cansancio le habían hecho olvidarse de retirarlos en la jornada anterior.
Como no habían tenido que moverse en las sombras, no habían tropezado. Por el contrario, habían ahorrado movimientos al principio de la jornada, al estar ya situados como si hubiera sido una decisión voluntaria. Bien estaba lo que bien terminaba. Pero May se estremeció al darse cuenta de que hubieran podido dañarse si se hubieran encontrado con alguno de los que eran móviles, acostumbradas a trasladarse en la oscuridad sin obstáculos porque solo los más imprescindibles estaban fijados al suelo y sus posiciones las conocían muy bien. Una situación que, de haber producido lesiones, habría complicado infinitamente las cosas ante la Agencia oficial.
Así que, como otras veces, se forzó a grabarse una orden conminatoria según la que nunca debería olvidar recoger los muebles sueltos. Solo una atención despierta y alerta, y el propio albur, permitirían preservar su actual estabilidad: ella y la niña.
Ambas se encontraban ya conectadas a sus cápsulas y pretendían absorber su contenido. Madre mayor, con empeño, y la niña, con indiferencia.
May comparó, en su universo mental, esta primera y breve comida familiar de la jornada con las que celebraban cuando vivía con Samyo y Emy —Roby ya se había marchado— en su antiguo hospedaje, en una época de prosperidad y comodidad relativas, aunque muy por debajo de las que ella misma había tenido con sus propios padres. Emy ya era mayor y aunque aportaba muy poco en el inicio de su trabajo independiente, la cantidad que conseguía, sumada a la que Samyo proporcionaba al clan, los situaba en una medianía agradable. Ni de lejos eran las enormes facilidades que rodearon a May en su lejana minoría, cuando la casa de sus padres era muy grande, la energía ilimitada y cada cuarto estaba regido por coordinadores electrónicos eficientes que se ocupaban de casi todo. Incluso los alimentos se ordenaban por la red y su pedido llegaba vertiginosamente a los receptores habilitados, para ser servidos con puntualidad por ...

Índice

  1. UN MUNDO DESPLAZADO
  2. I. Cosas de la vida
  3. II. La historia
  4. III. Espíritu errante
  5. Y UN MUNDO DE DESPLAZADOS
  6. La filiación Transporte y producción
  7. La jornada Movimiento y seguridad
  8. El niño Iniciación
  9. El transporte Movilidad y tiempo
  10. Madre mayor Inseguridad y esfuerzo
  11. Al llegar Rutina y movimiento
  12. La familia Presente contra pasado
  13. El viaje Niebla exterior, niebla interior
  14. La empresaTodo va bien
  15. La agencia Seguimiento y control
  16. La presentación Indexación
  17. Removiendo el pasado Por necesidad
  18. El cuarto social Ventajas de situación
  19. La agencia interminable El peso de la estructura
  20. La inscripción El alta en el listado
  21. Parada de transportes Desorden y desorganización
  22. La rutina Infancias desconectadas
  23. Reiniciando Seguridad y ordenación
  24. La formación Lo que fue y lo que es
  25. Las cosas como son Mejor, sin paliativos
  26. Área doméstica Peor, sin paliativos
  27. Pausa para atención Orden ¿y progreso?
  28. El cuarto familiar La progresión del desorden
  29. De vuelta a la estancia Desplazamiento y comparación
  30. Otra vez la agencia Nunca te pierden de vista
  31. Perdidos para siempre Ascenso y descenso
  32. El privilegio empieza y acaba El pulso de las cosas
  33. Estar… pasar… La ignorada estructura
  34. Estar Máquinas y luces
  35. Pasar Potencia de la luz
  36. La estructura Orden y concierto
  37. Caos en la línea Desorden y desconcierto
  38. La red, pescando el pez Buscando y encontrando
  39. Ayer y hoy De ausencia y de presencia
  40. Homenaje a la inocencia Con sincero sentimiento