La diosa Fortuna
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La diosa Fortuna

Metamorfosis de una metáfora política

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La diosa Fortuna

Metamorfosis de una metáfora política

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Premio Nacional de Ensayo 2007La diosa Fortuna ha sido concebida tradicionalmente como una personificación de aquellos elementos de la vida humana que no podemos manejar, sino que están en manos del azar.?En realidad, el poder de la Fortuna ha sido grande, porque todas las dimensiones de la vida tienen un componente azaroso no domesticable de manera racional, desde la propia constitución genética de nuestro cuerpo hasta el éxito, la riqueza, el amor y la muerte, pasando por el tiempo, su duración y las circunstancias en que nos toca vivir. En cierta medida, podríamos concebir el proceso de racionalización occidental como un intento constante de dominar el azar y la suerte mediante la aplicación de procedimientos racionales en todas las esferas de la vida individual o colectiva. Pero siempre queda un resto de azar que no puede ser sometido a la razón, además del hecho analizado por Max Weber de las paradojas de la racionalidad occidental: cada nueva vuelta de tuerca del proceso de racionalización produce nuevas formas de irracionalidad.Destaca el carácter multidisciplinar del libro: junto a análisis de las metáforas nos encontramos también con enfoques propios de las nuevas formas de historia cultural, la sociología, la filosofía, la literatura y la iconografía, ya que en todos estos campos ha aparecido tradicionalmente la diosa Fortuna como personificación de la suerte y del azar en los asuntos humanos. La primera parte, aunque hace incursiones a épocas anteriores, se centra en tres tradiciones intelectuales y artísticas durante los siglos xvi y xvii —iconografía, literatura y filosofía política— en las que la diosa Fortuna ejerce su triunfo y enorme influencia como metáfora y alegoría. Durante los siglos de la Ilustración o del Progreso, la diosa sobrevive en un segundo plano y resurge con fuerza a partir de las guerras mundiales del siglo xx, pues se agudiza nuestra percepción de que la vida depende de muchos factores que no podemos controlar. Por ello, la segunda parte del libro se centra en aquellos elementos contemporáneos en que reaparece la Fortuna, si bien, claro está, transmutada y secularizada en otras categorías como las de azar, riesgo, suerte o destino: la fragilidad de la vida buena de los individuos ante el amor o la tragedia, las relaciones entre Justicia y Fortuna, el regreso de ésta en la llamada "sociedad del riesgo" o el poder de la Fortuna en los campos de concentración constituyen elementos importantes para formas actuales de reflexión filosófica.

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Información

Año
2019
ISBN
9788491142645
Capítulo 1

LA TRADICIÓN ICONOGRÁFICA


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Figura 1. La Fortuna en Cesare Ripa (edición Hertel).





Cuando la Fortuna quiere que se produzcan grandes acontecimientos, sabe cómo hacerlo, eligiendo a un hombre de tanto espíritu y tanta virtud que se dé cuenta de las oportunidades que ella le ofrece. Y lo mismo sucede cuando quiere provocar la ruina, escogiendo entonces a hombres que contribuyan a arruinarlo todo.
Maquiavelo


Los viejos dioses nunca mueren. Casi desde los comienzos de su famosa Biblioteca en Hamburgo, dedicó Aby Warburg una parte considerable de sus esfuerzos al análisis de los modos de supervivencia de los dioses griegos y romanos a través de la larga Edad Media y su vuelta a la vida en el Renacimiento. Uno de esos dioses que retornaban sin haberse ido nunca del todo fue la Fortuna. A ella consagró Warburg investigaciones seminales como el artículo sobre Francesco Sassetti y recogió un ingente material que fue acumulando durante años en la caja número 45 de su archivo personal. En la estela de Aby Warburg, otros investigadores como Erwin Panofsky, Rudolf Wittkower, Friedrich Saxl o Edgard Wind prosiguieron desde distintos puntos de vista el análisis de la Fortuna en las artes plásticas, en la filosofía y en la literatura, pues uno de los principios básicos de la llamada «Escuela de Warburg» era precisamente la interrelación de las tradiciones artísticas e intelectuales y la búsqueda de formas de trabajo interdisciplinar. Ernst Cassirer, que trabajó durante muchos años en la Biblioteca Warburg, añadió elementos muy valiosos del análisis filosófico sobre el lenguaje humano y los símbolos, insistiendo en la necesidad de comprender el pensamiento renacentista desde la conjunción entre la expresión del pensamiento y el desarrollo de la imagen, ya que en dicha época el pensamiento no se limitaba a encerrarse en sí mismo, sino que se expresaba en símbolos visuales: «la idea debe representarse y concretarse en forma de imágenes», señalaba en su libro Individuo y cosmos en la filosofía del Renacimiento.
Precisamente en la revista de la Biblioteca Warburg aparece, a comienzos de los años veinte un artículo clave y que sigue manteniendo hoy su vigencia como una fuente constante de consultas sobre el desarrollo histórico de la Fortuna desde un punto de vista plural. Me refiero al ya clásico ensayo de A. Doren, «Fortuna im Mittelalter und in der Renaissance» [1], que recorría las interrelaciones de las artes plásticas, las literaturas europeas, la filosofía y la teología desde el mundo romano al Renacimiento, pasando a través del cristianismo medieval. La Fortuna atravesaba todas estas épocas, si bien se tenía que transformar, metamorfoseándose según las necesidades del momento histórico.
Con el Barroco —aunque Doren ya no alcanzaba esta época en sus reflexiones— la Fortuna continúa su marcha hacia adelante después de su eclosión renacentista. A la tradición y los cambios significativos de la Fortuna en la literatura y en la emblemática del siglo XVII ha consagrado Gottfried Kirchner una buena monografía. Asimismo es de destacar el artículo de Lucie Galacteros de Boissier, «Images emblematiques de la Fortune. Eléments d’une typologie» [2]. Especial mención merece la celebración en 1982 en el Museo de l’Elysée de la ciudad de Lausanne —con la colaboración de muchas otras instituciones públicas y privadas— de una magna exposición dedicada a la alegoría de la Fortuna en las artes plásticas europeas. El catálogo de esta exposición da una idea de la multitud de grabados y cuadros de la Fortuna que, especialmente entre los siglos XVI y XVII, fueron creados en todo el continente, como uno de los temas importantes a los que todo artista debía dedicar su imaginación [3].
En los años noventa del pasado siglo se publican tres obras importantes: el libro editado por Walter Haug y Burghart Wachinger, Fortuna, supone un esfuerzo colectivo importante desde una perspectiva multidisciplinar, así como el número monográfico de la revista Das Mittelalter. Perspektiven mediävistischer Forschung, dedicado a la relación entre Providencia, Fatum y Fortuna en la Edad Media y, finalmente, el libro realizado por la profesora Ehrengard Meyer-Landrut, sobre la evolución de la diosa de la suerte en el transcurso de los tiempos, suponen un nuevo renacer del tema de la Fortuna [4].
Doren comienza su famoso artículo mostrando la supervivencia de la pagana diosa Fortuna en algunas iglesias y catedrales europeas, de manera que se produce una contaminación o una invasión de espacios religiosos cristianos por imágenes de divinidades paganas, de origen griego y romano. En efecto, los rosetones de las iglesias o catedrales de Amiens, Saint Étienne de Beauvais, san Zenón de Verona, Trento o Basilea se han transformado en gigantescas ruedas de la Fortuna en la que aparecen diversos personejes que ascienden, llegan al punto más alto y descienden según el capricho de la Fortuna que mueve arbitrariamente su rueda. Otras catedrales, como la de Lausanne o la de Notre Dame en París, adaptan el tema pagano de la Rueda de la Fortuna a una interpretación cristiana. Así, en Notre Dame, la Virgen María con el Niño ocupa el centro de la rueda y estas figuras se encuentran rodeadas de forma concéntrica por los doce signos del Zodíaco, los Trabajos de los Meses y las Virtudes combatiendo a los vicios, de lo que se puede obtener la lección de que todo pasa y sólo el Reino de Dios permanecerá inmutable en el centro [5]. Claro que también se puede interpretar desde otro punto de vista como una forma de supervivencia de los viejos dioses griegos y romanos que, a pesar del triunfo y desarrollo del cristianismo en toda Europa, consiguen no sólo sobrevivir entre las capas populares de la población, sino también contaminar las creencias religiosas y penetrar en los mismísimos templos cristianos. Como ejemplo de la Fortuna tomando por asalto las fachadas de las catedrales y expresándose en algunos grandes rosetones puede verse el del transepto del brazo norte de la catedral de Saint-Étienne, en Beauvais.

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Figura 2. La rueda de la Fortuna en el rosetón de la Catedral de Saint-Étienne, Beauvais.

Pero la Fortuna no se queda sólo en los rosetones, sino que sigue su escalada hasta lo más alto de la torre e incluso penetra dentro del templo. En Sevilla ocupa el pináculo de la Giralda, eso sí, transmutada en forma del triunfo de la Fe. Como puede verse en la fotografía siguiente del original del Giraldillo, ahora en el interior de la catedral después de ser sustituido por una réplica en la torre, puede hablarse al menos de confusión de atributos entre la perennidad e inmovilidad de la fe y la rotación propia de una veleta. El Giraldillo de la Giralda de Sevilla quiere representar la fe como lo constante y permante, y su victoria —lleva en la mano la palma de la victoria— sobre todo el mundo, por lo que sus pies están sobre una esfera. Tal vez se puso en lo más alto para hacer palmaria la victoria de la fe cristiana en el pináculo de la torre de una mezquita árabe, pero lo menos que se puede advertir es su ambivalencia: sobre una esfera, la Fe gira una y otra vez según la fuerza del viento que mejor sople. Sus atributos —la palma, los pies sobre la esfera y, sobre todo, la vela que recoge el viento son propios también de la diosa Fortuna. Así pues, ¿Fe o Fortuna? ¿O la Fortuna de la Fe?

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Figura 3. El Giraldillo en la catedral de Sevilla.

Quevedo recomendaba a la Fortuna convertirse en veleta, en giraldo o en torno de monjas. En realidad, «giralda»significa propiamente «veleta de torre en forma de persona o animal», pero ha llegado a identificarse de tal manera con la torre de la catedral de Sevilla que la figura es denominada «giraldillo». Pues bien este «Giraldillo» pretende ser la fe con sus atributos de la palma (de los mártires por su fe) y los pies sobre una esfera que pretende simbolizar el triunfo de la fe sobre todo el mundo, sobre la redondez de la tierra. Pero la realidad es que también puede ser interpretada como una Fortuna que se mueve y gira rápidamente según sople el viento, con la palma de la victoria en la mano y los pies sobre una esfera que simboliza la inestabilidad, al tiempo que su dominio sobre el mundo. Cabe hablar, cuando menos, de la ambivalencia de los símbolos y de la pluralidad de interpretaciones de que pueden ser objeto.
Por último, dentro de la catedral de Siena, en dos lugares diferentes de su maravilloso pavimento, se pueden admirar dos magníficas representaciones de la Fortuna. En una de ellas, realizada entre 1505 y 1508 a partir de un dibujo de Pinturicchio titulado «El camino de la virtud o historia de la Fortuna», aparece la diosa desnuda con la vela, la cornucopia que otorga los bienes, un pie sobre la esfera y el otro ya sobre una frágil embarcación, dando la espalda a los sabios que han elegi...

Índice

  1. ÍNDICE
  2. INTRODUCCIÓN
  3. PRIMERA PARTE. LA DIOSA FORTUNA EN EL RENACIMIENTO Y EN EL BARROCO
  4. Capítulo 1. LA TRADICIÓN ICONOGRÁFICA
  5. Capítulo 2. FORTUNA EN LA TRADICIÓN LITERARIA
  6. Capítulo 3. FORTUNA EN LA TRADICIÓN FILOSÓFICA
  7. SEGUNDA PARTE. LOS REGRESOS DE LA DIOSA FORTUNA EN NUESTRA ÉPOCA
  8. Capítulo 4. FRAGILIDAD DE LA FORTUNA, AMOR Y TRAGEDIA
  9. Capítulo 5. ¿JUSTICIA O FORTUNA?
  10. Capítulo 6. EL REGRESO DE LA DIOSA FORTUNA EN LA «SOCIEDAD DEL RIESGO»
  11. Capítulo 7. EL PODER DE LA FORTUNA EN EL CAMPO DE CONCENTRACIÓN