Salir de la exposición
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Salir de la exposición

(si es que alguna vez habíamos entrado)

  1. 224 páginas
  2. Spanish
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  4. Disponible en iOS y Android
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Salir de la exposición

(si es que alguna vez habíamos entrado)

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Información del libro

El formato estrella de presentación de arte contemporáneo sigue siendo la exposición. Una exposición que sufre modificaciones constantes, que necesita adaptarse a las propuestas de los artistas, repensarse desde su uso, analizarse según sus posibles funciones y que, en definitiva, nos pide a gritos una reformulación.Salir de la exposición (si es que alguna vez habíamos entrado) es un acercamiento a las posibilidades de la exposición, un deseo, una mirada para compartir con la voluntad de repensar el modo como el arte se conecta con la sociedad.

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Información

Editorial
CONSONNI
Año
2017
ISBN
9788416205264
Categoría
Art
SALIR DE LA EXPOSICIÓN
(SI ES QUE ALGUNA VEZ HABÍAMOS ENTRADO)
PREFACIO (2017)
Hace cinco años publicábamos Salir de la exposición (si es que alguna vez habíamos entrado). Era el primer libro de lo que entonces se planteaba como una futura serie desde la que acercarse a la criticalidad. 2012. Nos envolvía una emoción peculiar, los nervios lógicos frente a lo desconocido, lanzar algo sin saber si habría respuesta, si generaríamos un eco, si tendríamos un diálogo. Una emoción doble: desde consonni como editorial y desde mi posición como escritor. Presentamos el libro –una única presentación– en la librería Múltiplos en Barcelona, un proyecto que también empezaba y que quería investigar los modos de distribución en arte. Ya en ese momento algo ocurrió y empezamos a recibir respuesta, calor, temperatura. Empezamos a ver que allí se abría un recorrido y que se estaba visualizando una necesidad. El libro pasó a ocupar mesas en librerías y a circular entre manos, demostrando que sí era posible escribir crítica de un modo directo y que generara una reacción. Escribir sin esconderse, acercarse obsesivamente a algo así como la exposición para compartir un deseo, para compartir un campo de análisis. Hay generosidad, hay un deseo de abrir código. En dos años agotamos la edición y nos pareció algo inaudito, algo que en ningún caso hubiéramos creído posible. Y, sin copias del libro, consonni seguía recibiendo pedidos y, constantemente, distintas personas preguntaban cómo conseguirlo.
2017. Volvemos a poner este libro en circulación mediante esta reedición. Volvemos a recuperar un vocabulario sobre la exposición, una serie de miradas, puntos de partida y aproximaciones a lo que supone trabajar con arte. Trabajar desde la complejidad, mezclando el rigor con lo inestable, la ironía con la proximidad emocional, la investigación con el instinto, lo inaudito e inesperado con lo narrativo. Y, de algún modo, durante todo este tiempo el libro ha estado siempre presente; . Presente en programas de varias universidades en el mundo como material de referencia, presente en mis propios proyectos expositivos, presente en una discusión infinita que vamos a continuar.
Cinco años es un periodo largo en un contexto de ultra velocidad. En estos cinco años he charlado sobre la idea de la exposición en ciudades como Buenos Aires, Madrid y Berlín. También he participado en diálogos con críticos, artistas y otros agentes intentando siempre compartir un deseo de sensualidad y contacto mediante la exposición, pensando en cómo el arte puede ser mucho más que una serie de ítems a tener bajo control. He intentado ser algo así como una bomba de relojería que conlleva una explosión en el futuro de otras personas y, por este motivo, ha sido un placer ser docente de programas educativos como Curatorlab en Estocolmo (donde los participantes tienen un enorme grado de libertad para plantear proyectos expositivos) o el Programa de Artistas en Torcuato di Tella en Buenos Aires (que siento como una experiencia de contacto intenso con un contexto cargado de posibilidades latentes).
Pero hay mucho más; hay más investigación y riesgo. Siempre riesgo. En paralelo a este análisis desmontado sobre la idea de exposición que define Salir de la exposición, estaba trabajando con otro libro que se acercaba a la narrativa y la ficción como un posible contexto expositivo. Contarlo todo sin saber cómo es algo así como la otra cara de Salir de la exposición: una novela –publicada por Ca2m– que es una exposición y que incorpora unas sesenta obras de arte marcando la trama y la vida de los personajes. Las obras pasan, las obras son. Es ficción pero es vida. Es ficción pero son sentimientos. Es ficción pero son dudas, aquellas que siempre nos acompañan. Como también lo hacen en los escritos teóricos. Dudas y posicionamiento crítico: Salir de la exposición es un libro de teoría sin notas a pie de página, sin referencias bibliográficas, un libro en el que desnudarse como primera opción, como posibilidad desde una sinceridad directa.
Salir de la exposición abre campo al hecho expositivo, se pregunta qué puede ser “exposición”. Una pregunta que pongo en práctica constantemente como, por ejemplo, en dos situaciones recientes: el simposio Cuando las líneas son tiempo en la Fundació Joan Miró de Barcelona, en el que todos los elementos y los tiempos de algo que llamamos “simposio” buscaban un desajuste que permitiera observar pensamiento en acción desde lugares no habituales. Pensar un simposio como exposición, cuidando todos los detalles y trabajando lo significativo de cada gesto. O Hedonismo crítico con El Palomar, algo que en las páginas de este libro ya se anticipaba al preguntarnos si una fiesta podría ser un contexto expositivo. Hedonismo crítico fueron siete horas de criticalidad desde lo físico, desde la superación de la norma, supuso romper barreras sin aparente violencia, no más que la que siempre nos envuelve. Y fue con y gracias a El Palomar: un equipo, una institución, unas artistas, un lugar, miles de lugares, una historia secreta, qué más da; un saltarse toda definición estanca, una posición de riesgo cargada de deseo, complejidad y significados. Elementos también presentes en Los Sujetos, el pabellón español en la Bienal de Venecia con Cabello/Carceller, Francesc Ruiz, Pepo Salazar y la performatividad y sexualidad fuera de norma de Salvador Dalí. Los Sujetos tiene mucho de Salir de la exposición: desde gestos básicos como pintar el espacio central de color rosa con el contrapunto de moqueta rojiza (para cargar emotivamente el lugar y ofrecer otro tipo de tono lejos del que reconocemos en el white cube), hasta el planteamiento de diálogos asincrónicos dentro de la exposición para abrirse a otros momentos y pensar, también, en clave de futuro. Comisariar el pabellón de España en la Bienal de Venecia ha significado trabajar con otros tiempos para la exposición, trabajar para una permanencia en la retina. Pensar en clave de futuro sin olvidar en ningún momento un pasado y una historia. Pensar en otros tipos de textos, otros tipos de contenidos, otras proximidades y lanzarse a ello.
En Salir de la exposición hay material que supuestamente no tendría que estar en un libro sobre teoría expositiva: además de un análisis exhaustivo, de un recorrido transversal y también histórico, en este libro aparecen muecas, gestos, viajes, fiestas, cansancio y momentos tangenciales cargados de sonrisas compartidas. No nos olvidemos: todo es definitorio.
Cinco años después, quisiera daros las gracias por vuestro tiempo, por pasear entre estas páginas y por compartir deseos, miradas e ideas.
Martí Manen
PRIMERA PARTE
01. EMPEZAR
La exposición. Pensar en la exposición. Analizar la exposición, observar la exposición, buscar lo que es, entender qué significa. Entender su ritmo, su tono, sus formas y su actitud. Descubrir que las exposiciones tienen también sus momentos, sus situaciones, sus subidas y sus bajadas, sus euforias y sus crisis. Acercarse a la exposición para intentar ver cuáles son los límites que le hemos impuesto y cómo la podemos tensar hasta llevarla donde queramos. Ver cómo puede superar estos límites.
Recuerdo paseos infinitos en exposiciones. Horas y horas dentro de las mismas exposiciones. Meses de análisis, de observaciones. Mirar las luces, observar las cartelas, espiar a los montadores y a aquellos que pintan las paredes, analizar las obras, estudiar a los usuarios, entender las líneas maestras, las confrontaciones, las emociones que están detrás y a veces se muestran y a veces se esconden. Observar los movimientos que se generan, las distancias entre las obras, la teatralidad o la voluntad de aproximación y confusión con lo real.
Empecemos por el principio. ¿Qué es la exposición? ¿Qué define la exposición como dispositivo de presentación artística? La exposición no es nada más que una serie de elementos casi invisibles que terminan generando un entramado mediante contenidos diversos. Mediante obras, mediante textos, mediante documentación, objetos y elementos varios que generan un contexto -y un tiempo- que puede permitir una recepción y una interacción con el trabajo de los artistas y otros agentes culturales. La exposición no es nada más que el dispositivo de presentación más destacado en el campo del arte.
Recuerdo esa voluntad de limpiar. Esa voluntad de preguntarse por los mínimos que definen una exposición. Casi como un proceso de vaciado constante, casi como leer un libro buscando las claves de lo que es ese libro. Ir a mínimos para no equivocarse después en los objetivos. En el proceso de identificación de la exposición, ayuda a no perder el norte preguntarse por lo que es definitorio. La exposición, lo que permite que las obras de arte funcionen, son detalles, son gestos, son observaciones. Notas y golpecitos, apuntes y miradas.
En algún momento, visitando exposiciones, te descubres buscando esos detalles. Mirando el techo para ver qué sistema de iluminación se ha utilizado, preguntándote por el motivo de que las cartelas tengan la tipografía que tienen, buscando líneas visuales que unan obras, pensando en la cantidad de paredes, en los audios de los vídeos y si están altos o bajos... En ese momento estás ya metido, estás analizando los códigos, estás mirando la exposición en sí, como un elemento más, casi como una obra artística más, como un objeto más, como un tiempo más.
En este libro se recogen algunos de esos apuntes, miradas, reflexiones y diálogos que aparecen gracias a las exposiciones. Miradas subjetivas, puntos de vista propios que se ofrecen sin la voluntad -excesiva- de categorizar. Preguntas sobre los límites de la exposición, sobre su capacidad experimental, sobre la presentación del arte contemporáneo y la cultura de hoy. Desde el planteamiento de que la exposición es un sistema fantástico para establecer un encuentro para el posicionamiento crítico, para la recepción y comunicación de ideas, sensaciones y emociones.
Ideas, sensaciones y emociones.
Y aquí estamos, dando vueltas a ideas, sensaciones y emociones. Buscando el comprender un material de trabajo como es la exposición. Un material flexible, capaz de reinventarse, de ser utilizado con múltiples objetivos, capaz de ocupar extensiones absurdamente grandes y tiempos reducidísimos. Un material con el que podemos jugar, malear, darle la vuelta para, de nuevo, volver a los mínimos. Volver a las ideas, sensaciones y emociones.
02. LAS PAREDES BLANCAS Y LAS PAREDES SUCIAS
Visitar una exposición implica una acción por parte del usuario. Visitar una exposición significa interesarse, aunque sea mínimamente, en buscar una fuente de contenidos o de experiencias culturales. La exposición, como la obra de arte, necesita de sus visitantes, de sus usuarios, de sus públicos. Toca no olvidar que las exposiciones se producen para ofrecer algo, y para poder ofrecer este algo tiene que existir también un alguien. Desde el respeto hacia ese “alguien”, también hacia los creadores, desde el deseo de conocer las mejores opciones para la producción, investigación, presentación y distribución del trabajo artístico nace la voluntad de análisis y definición de la exposición. Analizar cómo funciona la exposición es un sistema para repensarla, para adaptarla, para mejorarla, para ayudar en su recepción y también en su proceso.
El arte contemporáneo, con la proliferación de white cubes y sus formas ya clásicas de presentación, tiene definida una historia de sus exposiciones, así como una historia de la crítica a la exposición y su formalización. La exposición de arte contemporáneo es, generalmente, reconocible. Igual que las películas, igual que las novelas, igual que los conciertos, los códigos de reconocimiento del hecho expositivo parten de la construcción de unos modos específicos de definición de cómo trabajar con arte y cómo presentar este trabajo. Los códigos tienen que ser reconocibles, ya que desde ese reconocimiento aparece la tranquilidad en el consumo. Que los códigos sean estables facilita la supuesta aproximación por parte del público. Tocaría preguntarse qué tipo de público y qué tipo de aproximación, tocaría preguntarse si queremos una recepción tranquila de la exposición o, por el contrario, algo que nos descoloque por completo. Y la palabra era consumo, algo también a repensar.
Pensemos en una exposición modelo con arte contemporáneo, típica, clásica. Pensemos en una exposición heredera de la forma que difundió el MoMA para presentar arte contemporáneo: paredes blancas, silencio, algún texto introductorio de mayor o menor densidad pero escrito desde cierta autoridad y rigor, obras de arte, iluminación, una continuidad narrativa... y una enorme separación con el ritmo de la calle. La exposición es un lugar que marca su propio tiempo, un tiempo presente, siempre presente, presente continuo. Una vez inaugurada, la exposición estará allí, esperando a ser visitada y siempre preparada para dar lo que tiene que ofrecer. Una exposición que no puede envejecer ya que, como si fuera una creación de Oscar Wilde, el paso del tiempo no está pensado para ella. La exposición despierta cada día igual que el día anterior, con los mismos contenidos, con los mismos mensajes, con el mismo tipo de interacción que se ofrece a distintas personas que pasarán por su espacio físico. Al terminar su periodo de presentación, la exposición seguirá igual, sin envejecer, con las mismas paredes blancas, con las mismas constantes vitales, con las mismas obras y contenidos, con el mismo tono y la misma distancia.
En pocos segundos reconocemos si estamos delante de un drama o un thriller. También en pocos segundos sabemos si estamos en una exposición, sea del tipo que sea. De todos modos, la exposición de arte contemporáneo trabaja con contenidos que se encuentran en constante modificación y crisis, con lo que las formas aprendidas tocará desaprenderlas. Será en ese desaprender cuando la exposición y sus límites empezarán a ofrecer posibilidades distintas a las que encontrábamos en los modelos clásicos del dispositivo de presentación artístico por excelencia. Clásicos en la modernidad, olvidando una tradición en la exposición borrada mediante la pulcritud que define un poder burgués. La definición de la exposición necesita de esta permanente crisis, necesita ser flexible para evitar convertirse en una herramienta superada.
Al tratar con arte contemporáneo, la exposición necesita de la crítica interna, del preguntarse qué es. Las paredes blancas, las obras ordenadas... todo puede entrar en crisis. Todo puede ponerse en crisis en varias ocasiones. Las paredes blancas fueron en sí mismas una respuesta a un modo de presentación, fueron un sistema para destacar el arte contemporáneo y para generar un modo de acercamiento puro a las obras que se estaban creando al mismo tiempo que se estaban observando. Las paredes blancas separaban de la historia, sirvieron para generar un discurso de laboratorio, una explicación lógica de los procesos y evoluciones dentro del arte contemporáneo. Una explicación que aproximaba el arte contemporáneo a cómo se había contado la historia; algo así como una cadena de eventos lógica, con una supuesta evolución hasta llegar a un momento de plenitud que sería el del espectador. En esta historia, con sus héroes y sus momentos álgidos, con sus genios y sus gestos mayúsculos, no había lugar para la discusión y para la pausa. Después de un momento llega otro, después de una vanguardia llega otra. En un espacio que elimina toda posible conexión con el exterior esto es posible. En un espacio donde el arte sigue su propio devenir esto es posible. Y nos gustan las historias que funcionan, igual que las novelas, igual que las películas donde cada parte cobra sentido con la siguiente. El espectador observa y no interactúa pero, de todos modos, es bien recibido y acogido dentro del recorrido lógico y artificial de la verdad.
Ya Marcel Duchamp, al organizar varias exposiciones con obra de artistas coetáneos, planteaba algunas “dificultades” a la propia idea de exposición y, también, a los movimientos de sus visitantes. No todo tiene que ser limpio, no todo tiene que ser claro y diáfano. Pero el poder abismal de la forma del white cube nos ha llevado a un lenguaje de la exposición bien definido. No únicamente las paredes blancas forman parte de la exposición base; los recorridos lógicos, la individualización de las obras, el ofrecer un sentido a lo que se ve… son algunos de los elementos que marcan lo que es una exposición.
La exposición, con su pulcritud, es también una representación del poder que se encuentra tras de ella. El público (aquí en singular) puede pasear y observar en este formato de exposición y en algún caso hasta podrá interactuar, siempre dentro de unos límites. La definición de este tipo de exposición conlleva que la acción del público ...

Índice

  1. Portadilla
  2. Créditos
  3. SALIR DE LA EXPOSICIÓN (SI ES QUE ALGUNA VEZ HABíAMOS ENTRADO)
  4. Sobre el autor
  5. Colección Paper