Yo no soy una mujerzuela
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Yo no soy una mujerzuela

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Yo no soy una mujerzuela

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Esta es la historia de una simple campesina, Li Xuelian, que se enfrenta a su realidad y, a la vez, al gobierno de su país. Nuestra protagónista se niega a abortar su segundo hijo y, para poder dar a luz sin infringir la ley, finge su divorcio. Pero el entonces exmarido se casa de nuevo y ella se queda con una hija en brazos y el honor agraviado, pues el hombre que la engaño la llama Pan Jinlian, personaje de la literatura china conocida por adúltera. El rumor se esparce tan rápido como la ira y las desgracias de la protagonista, y entonces Li Xuelian se decide a obtener justicia por mano propia. Con un letrero que reza "Agraviada por la justicia" asiste a todos los órganos del gobierno a levantar una demanda hasta entrar, tras una larga serie de complicaciones, infamias y astucias por su parte, al Palacio de la Asamblea en plena Asamblea Nacional Popular, el encuentro político más importante del país.Esta es una historia en la que un ciudadano cualquiera no merecería justicia, pero Li Xuelian se vuelve mítica, pues comienza siendo un alma en pena y termina encarnando a una poderosa mujer a quien todos los hombres del gobierno temen.Yo no soy una mujerzuela se adaptó al cine con el nombre Yo no soy Madame Bovary y ganó varios premios San Sebastián en 2016.

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Información

Año
2019
ISBN
9786070309977
Edición
1
Categoría
Literatura
CAPÍTULO II • VEINTE AÑOS DESPUÉS…
1
Wang Gongdao tocó por más de veinte minutos en la puerta de Li Xuelian, mas nadie le abrió. Tocaba y gritaba:
—¡Prima, soy yo, Wang Gongdao! —Pero no había respuesta—. Prima, ya abre la puerta. Sé que estás allí: vi la luz encendida. —La puerta continuaba cerrada—. Ya cayó la noche y tengo hambre. Te traje pierna de cerdo, vamos a cocinarla.
Sin embargo, nada sucedió.
Al otro día por la mañana, Li Xuelian, al abrir la puerta de su casa, vio a Wang Gongdao frente a ella. Junto con él venían otros hombres del Tribunal del condado. Li Xuelian estaba asombrada:
—¿Acaso pasaron la noche allí?
—¿Acaso no me ves la escarcha? —contestó, Wang Gongdao, acongojado, señalando su cabeza. Pero por supuesto que no había escarcha. Wang Gongdao dijo riendo—: Ni que fuera yo tan tonto. Ayer te llamé durante largo rato y tú hacías como que no oías. Tuve que regresar a casa, así que hoy madrugué para que no te me escaparas.
A ella no le quedó más remedio que dejarlos pasar. Veinte años atrás, Wang Gongdao apenas era un joven; ahora ya era un hombre maduro, por cierto, algo hinchado. Veinte años atrás aún traía uno que otro pelo en las cejas; ahora ya no quedaba ningún rastro de ellos. No tenía barba y toda su cara parecía un trozo de carne. Veinte años atrás era un niño blanquito; ahora su piel era morena y gruesa. Pero no sólo Wang Gongdao había cambiado: Li Xuelian, veinte años atrás, sólo tenía veintinueve años y ahora, cuarenta y nueve. En aquel entonces, sus cabellos eran negros y abundantes, pero ahora tenían muchas canas. Antes, sus cejas eran espesas; sus ojos, húmedos; sus pechos, recios, y su cintura tenía forma de cintura; ahora, además de las incontables arrugas, su pecho y su cintura medían lo mismo. Cuando los hombres se sentaron en el patio, Wang Gongdao le dijo:
—Prima, hemos venido sólo para preguntarte cómo estás, a ver si te falta algo.
Mientras hablaba sacó, como sin querer, una pierna de cerdo y la puso en la escalera, al lado del dátil.
—Si sólo vinieron por eso, váyanse sin cuidado, que a mí no me falta nada. De paso, llévense su pierna. Yo soy budista: ya no como carne.
Dicho lo cual, se puso a barrer. Wang Gongdao saltó del banco y tomó la escoba de las manos de Li Xuelian. Mientras le ayudaba a barrer, decía:
—Prima, somos parientes, qué bueno que no tienes dificultades; pero ¿acaso no puedo visitarte de vez en cuando? —Ya basta de “prima” por acá y “prima” por allá. Tú eres presidente del Tribunal, así que no me vengas con eso —dijo Li Xuelian.
—Vamos a aclarar el parentesco —Wang Gongdao hablaba y barría—. Ma Dalian, que falleció hace dos años, era mi tío. ¿Lo sabías?
—Si es o no tu tío, debes preguntarle a tu madre, no a mí.
—La hermana menor de la esposa de Ma Dalian entró en la familia de los Hu de la aldea Hujiawan. Una prima tuya se casó con un sobrino de los Hu. Por lo visto, tú y yo somos parientes cercanos.
—Presidente Wang, si no tienes algo más que decir, no gastes saliva en vano. Tengo que ir a la casa de mi hija: su vaca parió ayer.
—Ya que somos parientes, no le daré más vueltas al asunto —Wang Gongdao soltó la escoba y se sentó—. Prima, en diez días comienza la reunión anual de la Gran Asamblea Nacional. ¿Cuándo piensas ir a demandar justicia?
—Ah, conque de eso se trataba, de mi demanda. Este año no pienso ir a Pekín.
Wang Gongdao se sobresaltó y sonrió:
—Prima, yo no le doy vueltas al asunto, pero tú sí. En estos veinte años, año tras año, has ido a Pekín a entablar tus demandas. Dices que este año no irás. ¿Quién te va a creer?
—Este año es diferente.
—¿Y cuál es la diferencia, prima?
—Antes yo aún albergaba esperanzas. Este año las perdí.
—Prima, tus palabras no son de fiar. Sé que has sufrido agravios por más de veinte años, pero, a decir verdad, esta cuestión ahora les concierne a muchas personas. Un asunto del tamaño de un grano de sésamo se convirtió en una sandía; una hormiga creció hasta ser un elefante. Por tu divorcio, años atrás, destituyeron a un alcalde, al presidente del condado, al presidente del Tribunal y al miembro especial del Consejo Judicial. Esas cosas no sucedían desde la dinastía Qing. Dime: ¿tú crees que aquel alcalde o aquel presidente del condado podrían haber decidido si tu divorcio era verdadero o falso? ¿Crees que ellos te habrían podido ayudar a casarte de nuevo con Qin Yuhe para luego divorciarte? Ni te volviste a casar ni te volviste a divorciar. ¿Crees que ellos son los culpables de eso? Si hablamos de injusticia, además de ti, ellos también la padecieron. El foco de tu caso no son ni el alcalde ni el presidente del condado ni el presidente del Tribunal ni los jueces. El foco es el canalla de Qin Yuhe. Si estuviéramos en los tiempos de la dinastía Qing, desde cuándo lo habrían fusilado; pero hoy en día hablamos de leyes. ¡Qué miserable es ese hombre! El divorcio de ustedes de por sí es un asunto complicado, y como si eso no fuera suficiente, te comparó con Pan Jinlian. Con navaja de dos filos te llevó a un callejón sin salida. Tienes veinte años demandando; en los diferentes niveles del gobierno todos comprenden tu situación. Los distintos gobiernos, a través de los años, han buscado a Qin Yuhe para persuadirlo, pero aquel cabeza de burro no ha cedido ni un milímetro durante todo este tiempo. El meollo del asunto es la falta de conciencia de Qin Yuhe. ¿Tengo o no razón? Nosotros estamos de tu lado, prima. ¿Qué tal si este año desistes de la demanda y nosotros seguimos tratando de persuadir a Qin Yuhe? Pienso, prima, que el tiempo no perdona, pero, por otro lado, el tiempo es el que más nos perdona. Su hijo ya tiene treinta años; incluso el hijo de tu hijo ya está en la primaria. Qin Yuhe no es de piedra y, aunque lo fuera, se calienta con el calor. Ya tengo la estrategia. Este año, al tratar de convencerlo, ya no seremos tan burdos y directos. Buscaremos a su hijo y a la nuera para que nos ayuden a convencerlo. La sangre no es agua. También está tu nieto. Él ya es grande y entiende, así que también platicaremos con él. Si su nieto habla con él para convencerlo, es muy probable que le toque alguna fibra sensible. Incluso llegaremos a la hija de su segundo matrimonio. Ya no es una niña. Platicaremos con ella no por ti, sino por ella misma. Durante tantos años, envuelta en el escándalo de sus padres: que si se casan, que si se divorcian, ¡pobre de ella! Con tanta gente aconsejándolo, alguno de ellos le tocará el corazón. Así, se divorciará de la actual esposa para casarse contigo y, de este modo, el asunto de Pan Jinlian caerá por sí solo en agua.
Li Xuelian interrumpió en seco las palabras de Wang Gongdao.
—No se preocupen por convencer a Qin Yuhe. Aunque lo lograran, jamás me volvería a casar con él.
—Si no te casas con él, ¿cómo piensas demostrar que su divorcio fue mentira?
—Antes me importaba demostrarlo. Ahora ya no.
—Te importó durante veinte años y ahora dices que ya no. ¿Quién te lo va a creer?
—Te acabo de decir que este año es diferente.
—Prima, ¿por qué eres tan terca? Si dices eso es porque piensas demandar de nuevo. Te lo diré de otra manera. Durante estos veinte años he sufrido mucho, te consta. Por ti, a mí también me castigaron; me caí y luego me levanté de nuevo. No es fácil ser presidente del Tribunal. Si tú no demandas, tal vez pueda conservar mi puesto, pero si decides hacerlo, probablemente me pasará lo mismo que al presidente Xun hace veinte años. Mi birrete de abogado está en tus manos. —A Wang Gongdao poco le faltaba para llorar, así que añadió—: Prima, abres la boca y mientes, ¿qué acaso no somos primos?, ¿por qué no puedes decirme la verdad una sola vez?
—¿Quién te miente? Te digo la verdad y no me crees —dijo Li Xuelian algo enojada y continuó—: Tú no crees lo que digo, así que ahí la dejamos. Si se quieren quedar aquí, quédense. Sólo no olviden cerrar la puerta cuando se vayan.
Cuando salió, Wang Gongdao la siguió:
—¿Qué prisa tienes? Somos parientes, mujer, te llevaré en el auto del Tribunal.
2
Wheng Zhong, presidente del condado de Li Xuelian, tenía tres meses en el puesto y era el único funcionario que aún no la conocía; era el único cuadro2 que aún no se daba cuenta de lo peligrosa que era esa mujer. Él sí sabía que Li Xuelian era la Lechuguita de sus tiempos; estaba enterado de que por sus demandas, años atrás, algunos funcionarios fueron destituidos de sus puestos, pero a pesar de ello, el nuevo presidente del condado no entendía por qué todos los funcionarios, desde los niveles altos hasta los bajos, le tenían tanto pavor, y no pensó en que, como bien dicen los dichos, “Una vez mordido por la serpiente, hasta las cuerdas asustan” y “Todas las ramas parecen soldados”. “¿Cómo era posible que todos los cuadros del condado estuvieran aterrorizados por una campesina? ¿Cómo era posible que una mujer divorciada controlara la vida de todos?”, pensaba continuamente. Cuando tu vida está en manos de otros que conocen tus puntos débiles, ya no tienes salida, jamás tendrás paz. Claro que hay que mantener la estabilidad y preservar la concordia, pero ¿de qué manera? Es como con los terroristas: nunca puedes bajar la guardia porque, si lo haces, se aprovechan para imponer nuevas condiciones y entonces la cosa nunca termina. La negociación muchas veces no sirve de nada. El presidente sentía que todos los funcionarios del condado eran muy débiles. Cuando es necesario ser fuerte, hay que ser fuerte; cuando las cosas se descarrilan, ni modo, que se descarrilen; cuando los terroristas atacan, que ataquen. La bomba había explotado veinte años atrás y varios funcionarios fueron destituidos; donde eso pasó, ya no vuelve a suceder. El lugar más peligroso del mundo, en realidad, es el más seguro.
Zheng Zhong, además de pensar todo eso, recordó que, mientras trabajaba como vicepresidente de otro condado, le había tocado enfrentar una demanda colectiva. El asunto era mucho más serio que el de Li Xuelian: se había planeado construir una zona industrial que ocuparía doscientas hectáreas de sembradíos. A la hora del pago por la compensación, el gobierno y los campesinos no se ponían de acuerdo. Más de mil campesinos, hombres y mujeres, llegaban diariamente a las oficinas del gobierno a protestar. El presidente Xiong se reunió más de diez veces con los inconformes, pero sin resultados. Las protestas eran más arduas cada día. Xiong consultó al alcalde Ma Wenbin sobre el posible uso de la fuerza pública. Éste sólo dijo:
—Manéjenlo adecuadamente.
La presión llevó al presidente Xiong al hospital. Con él en cama, el asunto recayó en la cabeza de Zheng Zhong, quien, por su parte, sabía que la enfermedad del jefe era un pretexto para escapar del nido de hormigas. Zheng Zhong, al tomar el asunto en sus manos, sin consultar a nadie, reunió por undécima vez a los líderes de las protestas en el salón del cabildo, donde los recibió con policías. Éstos, sin decir palabra, sometieron a los cabecillas, los esposaron y los sacaron por la puerta trasera. Al saber que los cabecillas estaban presos, los miles de campesinos a las puertas del gobierno se enfurecieron, irrumpieron en el edificio, rompieron ventanas y volcaron tres automóviles estacionados a las puertas del gobierno y los quemaron. Eso era precisamente lo que Zheng Zhong esperaba. De pronto, las masas rebeldes vieron venir a un sinnúmero de policías desde los cuatro extremos del edificio de gobierno. Eran entre trescientos y cuatrocientos; unos con rifles, otros con granadas y bombas, y otros con macanas. Zheng Zhong había convocado a todos los policías del condado. Los campesinos y los policías se enfrentaron.
Zheng Zhong ordenó a los policías disparar al aire. Los campesinos, al oír las detonaciones, corrieron hacia todos lados, como presas silvestres durante una cacería. Dos balas perdidas hirieron a un par de campesinos y la revuelta acabó. Los negociadores fueron liberados. Los siete u ocho campesinos que golpearon, rompieron vidrios y saquearon fueron sentenciados a entre tres y cinco años de cárcel, con los cargos de disturbios al orden público, obstrucción de asuntos oficiales y destrucción deliberada de propiedad pública y privada. El gobierno pagó por las tierras según lo acordado previamente; los campesinos recibieron el dinero sin más alboroto y se inició la construcción del parque industrial. Debido a los heridos, los órganos del Partido le llamaron la atención a Zheng Zhong. El alcalde Ma Wenbin, quien no lo conocía, desde entonces lo trató con muchas consideraciones. El respeto no se debía a los campesinos heridos, sino a la valentía de Zheng Zhong para aplicar la mano dura sin consultar a nadie o, mejor dicho, a su capacidad de asumir la responsabilidad de sus actos. Un año después, el presidente del condado de Li Xuelian dejó su cargo. El alcalde Ma Wenbin, a pesar del castigo de advertencia de Zheng Zhong, decidió ascenderlo a presidente del condado de Li Xuelian. Cuando Wang Gongdao, el presidente del Tribunal, casi llorando, le reportó el asunto de Li Xuelian y le dijo que nadie sabía si ese año demandaría o no, Zheng Zhong ni siquiera se inmutó.
—Durante los últimos veinte años, esta mujer se ha vuelto cada día más difícil de controlar. Dice que este año no demandará, pero yo no le creo. Es difícil adivinar sus pensamientos —le dijo Wang Gongdao.
—Ni modo —comentó Zheng Zhong—; déjala que demande.
—Presidente Zheng, usted tiene poco tiempo aquí. No podemos permitir que lo haga.
—¿Qué artículo de la Constitución prohíbe que un ciudadano haga sus denuncias?
—Ella no demanda en los tribunales locales. Si fuera así, no le tendría miedo. Ella va directo a Pekín. Si lo hiciera cualquier otro día, no importaría, pero está por comenzar la reunión anual de la Asamblea Nacional. Si otra vez llega allá durante la reunión, desde el alcalde hasta usted y yo nos quedaremos sin trabajo.
Zheng Zhong sonrió y le explicó que en la actualidad era poco probable que se repitiera aquella historia. Pero Wang Gongdao no le creyó:
—Presidente Zheng, diré cosas duras; por favor, no se enoje. Entiendo sus razones. Sé que los tiempos han cambiado, pero, precisamente por ello, los pensamientos de los dirigentes, al igual que los de Li Xuelian, son difíciles de adivinar. ¿Usted cree que los dirigentes se tocarán el corazón para destituirnos? En China puede que falten muchas cosas, pero funcionarios sobran. Destituyen a unos y aprovechan para poner a los suyos en el poder.
A Zheng Zhong no se le había ocurrido esa posibilidad.
—Si me destituyen, que lo hagan. Yo ya no quiero mi puesto.
—Eso no depende sólo de usted. Probablemente, usted ya no quiera ser presidente, pero ¿qué tal si el alcalde aún quiere seguir siéndolo? —preguntó Wang Gongdao algo preocupado y añadió—. Además, yo sí quiero mi trabajo.
Zheng Zhong se dio cuenta de que Wang Gongdao era un hombre decente. Sonriendo, le dijo:
—¿Quieres decir que todos los funcionarios de este condado estamos en las manos de una campesina?
—¡Claro! Durante veinte años las cosas no han cambiado para nada. Además, desde que se convirtió en tres personas, ahora no está sola.
—¿Qué quieres decir? —preguntó Zheng Zhong.
—Nosotros la llamamos Lechuguita. Su exesposo dice que ella es Pan Jinlian y ella dice de sí mi...

Índice

  1. Cubierta
  2. Índice
  3. El componente cultural en la traducción de Yo no soy una mujerzuela de Liu Zhenyun
  4. Prólogo
  5. Capítulo I. Aquel Año
  6. Capítulo II. Veinte Años Después…
  7. Capítulo III. Jugando