Cómo sobrevivir a la burrocracia
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Cómo sobrevivir a la burrocracia

O cómo ser ciudadano y no morir en el intento

  1. 128 páginas
  2. Spanish
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Cómo sobrevivir a la burrocracia

O cómo ser ciudadano y no morir en el intento

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Citas

Información del libro

¿Intentas emprender un proyecto y estás hasta las narices del toreo de la Administración? ¿Crees que los empleados públicos viven en el día de la marmota? Entonces este es tu libro. Cómo sobrevivir a la burrocracia propone una guía práctica para enfrentarnos a todo tipo de trámites sin morir en el intento. Siempre desde el humor, el libro será una caja de herramientas para concienciarnos del poder que tenemos en nuestras manos. El lenguaje de andar por casa y los símiles empleados facilitan seguir las explicaciones sin tecnicismos, entre bromas. Además, las anécdotas de la autora ayudan a ejemplificar lo que se trata en el libro para que todo sea ameno y didáctico

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Información

Año
2019
ISBN
9788417993139

1. Fortalece tu armadura

 

«¿Que tengo que llevar otra vez este papel? ¡Pero si lo entregué la semana pasada a la de la planta de arriba!».
¿Cuántas veces te ha pasado que has ido a arreglar algún asunto a tu ayuntamiento o a Hacienda y te han mareado de mesa en mesa? O peor…, de edificio en edificio… O te han hecho presentar tres veces ¡el mismo papel! Te sientes como un animalito perdido rodeado de seres fríos que te tratan sin compasión, ¿no? Bueno, vamos a empezar rebajando tensiones. Ya hemos dicho que el sistema no funciona y que no tiene sentido alguno que los ciudadanos que pagan impuestos vivan angustiados cada vez que se topan con asuntos de burrocracia. Ahora vamos a reforzar ese enfoque recordando que tú también tienes tu pequeña situación de poder, aunque no seas consciente de ella.
Hemos visto que una de las fuentes de estrés es el sentimiento de indefensión por no saber qué derechos tienes ante Platerita. A mí, que mis hijos no conozcan sus derechos, me parece preocupante. Y lo peor es que no veo que le quite el sueño a los que hacen los programas educativos en los colegios.
Yo acabé el Bachillerato «de letras» con unas notas magníficas sabiendo en qué punto se iban a encontrar dos trenes que salían a distinta velocidad de ciudades diferentes. Pero no tenía ni idea de cómo funcionaba el aparato burocrático que gobierna nuestras vidas. No soy partidaria de la paranoia ni del conspiracionismo, prefiero una feliz ingenuidad, pero creo que a los que manejan los hilos les resulta comodísimo que los ciudadanos entren en pánico cada vez que se tienen que enfrentar a ellos porque no tengan la menor idea del poder que tendrían conociendo mejor las leyes que les amparan. Saber nos hace libres. Esa frase no es mía y es una gran verdad.
Por eso voy a contarte que cualquier persona, de cualquier parte del territorio español, tiene estos derechos en sus relaciones con cualquier Administración Pública sea estatal, autonómica o local —te recuerdo que dentro de lo local entran ayuntamientos y diputaciones, o cabildos, si estás en las islas—, Es una lista larga que no termina aquí, pero este es un listado de ejemplo:
  • Tienes derecho a que no te mareen pidiéndote cosas. Como lo lees: no tienes que presentar datos y documentos no exigidos por las normas que se aplican a tu asunto —es decir, aquellos que no salen de ningún sitio más que de la costumbre del funcionario que te atiende, pero si le preguntas «¿por qué?» es incapaz de enseñarte el artículo de la norma que lo diga—, No vale que te digan «es que aquí pedimos eso». Tampoco tienes que presentar los que ya se encuentran en poder de las Administraciones Públicas —es decir, datos que ya has dado antes— o que hayan sido elaborados por la propia Administración que ahora te los pide —esto es de Perogrullo—,
  • Por supuestísimo, pero eso ya lo sabes porque es lo frecuente, tienes derecho a relacionarte con la Administración usando un asesor —y yo no te digo que prescindas de él, pero mucho mejor que, si por lo que sea no lo tienes a mano, no tengas que entrar en pánico, ¿no?—,
  • Tienes derecho a protestar por lo que creas que está mal hecho en un expediente que te afecte —se dice «formular alegaciones»—,
  • Tienes derecho a que te informen como es debido de los requisitos que hagan falta para cualquier cosa que quieras pedir a la Administración.
  • Tienes derecho a elegir si te comunicas con cualquiera de las Administraciones Públicas a través de medios electrónicos o no y a cambiar el medio de comunicación que elijas en cualquier momento. Si decides hacerlo por medios electrónicos, tienes derecho a que te asistan en ello —nada de «búsquese la vida»—. Sobre esto también hay un capítulo en particular.
  • Tienes derecho a utilizar las lenguas oficiales en el territorio de tu comunidad autónoma.
  • También tienes acceso a la información pública, archivos y registros. Esto lo veremos más detalladamente en otro capítulo al hablar de «transparencia».
  • Tienes derecho a que te traten con respeto y deferencia las autoridades y empleados públicos, vamos, a que te hagan la vida fácil. No exagero, mira, la Ley dice literalmente que «habrán de facilitar(te) el ejercicio de (tus) derechos y el cumplimiento de (tus) obligaciones» y, si no lo hacen, puedes exigir responsabilidades. Lo has leído bien. Ojo, esto no se puede confundir con el derecho a montar el pollo cuando el funcionario me dice algo que no quiero oír.
  • Tienes derecho a la protección de datos de carácter personal, y en particular a la seguridad y confidencialidad de los datos que figuren en los ficheros, sistemas y aplicaciones de las Administraciones Públicas. Pero cuidado, que esto no es justificación para negarle los datos a Hacienda, como es lógico…, o nadie pagaría.
  • También puedes conocer, en cualquier momento, el estado de la tramitación de los procedimientos en los que tengas la condición de interesado —hablando claro, a saber cómo anda cualquier cosa que estén haciendo que tenga que ver contigo por una razón u otra—, También tienes derecho a consultar y a obtener copia de los documentos contenidos en esos procedimientos.
  • Tienes derecho a conocer el nombre de las autoridades y del personal al servicio de las Administraciones Públicas bajo cuya responsabilidad se tramiten los procedimientos —lógicamente, para poder exigir responsabilidad llegado el caso—,
  • Ojo con este de ahora, que he visto a muchos funcionarios incumplirlo: tienes derecho a no presentar documentos originales salvo que, de manera excepcional, la normativa reguladora aplicable establezca lo contrario. Es decir: cuando se quieran quedar con tus originales, dices que ni hablar, que te enseñen el artículo que lo exija. Y si de verdad hay artículo para ese procedimiento concreto que lo exija, tienes derecho a que te hagan una copia autenticada —que te la firmen y sellen oficialmente— y que te la den a ti. Por ejemplo, si eres beneficiario de una subvención normalmente vas a tener que entregar el original de la factura, pero te tienen que dar a ti copia firmada y sellada por el funcionario.
  • Y si el tema se te ha complicado y, en lo que te han notificado, leemos por algún sitio la palabra «sanción o sancionador», tienes derecho a saber, además, el nombre y apellidos del que te manda la sorpresita —el instructor del procedimiento—, la autoridad que te va a cascar la multa o similar y con qué base jurídica, es decir: dónde viene escrito que lo que hiciste significa que la has liado parda y te va a caer la de San Quintín. Esto es importantísimo y una gran garantía para evitar que ningún mameluco se invente cosas para mandar una multa al cuñado con el que se peleó en la cena de Navidad.
Este es mi consejo: si llegado el caso el empleado público se te pone farruco, le dices que «la Ley 39» te da la razón a ti. Puedes llevar contigo este listado de derechos y releerlo antes de sentarte con quien te vaya a atender. E incluso puedes bucear en algún buscador y localizar la Ley 39/2015 y, ayudándote del índice, localizar los artículos que hablan de tus derechos. Yo recomiendo a todo el mundo que use la página del BOE (Boletín Oficial del Estado) y que use la opción de «texto consolidado», porque ahí está la norma de turno con todas las últimas modificaciones metidas.
Y claro está…, tú eres inocente hasta que la Administración demuestre que, efectivamente, has metido la pata hasta la rodilla.
A todos estos derechos hay que sumar uno importantísimo: el derecho a comprender. Para él solito he dedicado el capítulo siguiente.
Todo esto que te cuento, probablemente, ya lo decía tu sentido común. Pero al ser receptores de conductas que no reflejan la existencia de nuestros derechos, llegamos a creernos que ni los tenemos, ni los merecemos. Es un proceso de normalización habitual en el ser humano. Para no morir de frustración, acabamos normalizando lo que pasa a nuestro alrededor. Y, así, repeticiones de la misma conducta por muchos individuos de un mismo grupo acaban creando una cultura. En España hemos creado la cultura del rechazo a Platerita.
Probablemente, este capítulo es el que mejor refleja la burrocracia. Esa cadena sin fin que asfixia a los ciudadanos cuando intenta sacar adelante cualquier proyecto. Y es que la forma de trabajar de Platerita es y debe ser garantista, pero sin que ello conlleve una parálisis por deformación de procedimientos mal implantados. La idea de que lo público no es de nadie, en vez de ser de todos, ha calado demasiado profundamente en muchos de los que deberían ser servidores públicos. La inestabilidad y la precariedad laboral empujaron hace años a ciertas personas a la sombra del árbol de Platerita, más por pragmatismo que por vocación. Y eso, lamentablemente, se paga caro. Esas personas son lastres del sistema. Porque una cadena es tan frágil como lo es el más frágil de sus eslabones, por muy robustos que sean los demás. De modo que si en un procedimiento de tu Ayuntamiento, por ejemplo, participan cinco personas, basta que una de ellas (la quinta parte) sea lastre para que todo esté ralentizado, estancado en una mesa y tengas que andar preguntando por tu expediente sin tener noticias de él.
Los empleados públicos que lean esto y se sientan atacados no me preocupan lo más mínimo. Claramente practican un corporativismo mal entendido. A mí me gusta dar la cara y apoyar a mis compañeros. Lo que sucede es que no siento como compañera a la persona que mira solamente por lo suyo, no se implica en la defensa del bien común, no propone soluciones a los problemas y no «se moja» cuando hay que remangarse. Afortunadamente, son los menos. Hay una gran cantidad de empleados públicos dispuestos a formar parte del cambio. Mi corporativismo está con ellos.
Por el mismo motivo, pido encarecidamente a quien esté preparando unas oposiciones que, si su único afán por trabajar con Platerita es «volver a la hora del cafelito con la compra hecha, como hacen todos los funcionarios», que por favor se abstenga de presentarse a examen alguno. Nos hará un gran favor a todos.

Resumen

Siempre hay una ley de procedimientos administrativos que regula tus derechos ante Platerita. Lo que se te aplica a ti, también se le aplica a ella. Hace años era una ley, ahora es otra («La 39», del año 2015). No las suelen cambiar, pero puede suceder. Si lees este libro dentro de unos años, a lo mejor ya no es «La 39», pero seguirá habiendo una. Búscala en la página del BOE —identifícala previamente con ayuda de cualquier buscador: si pones «ley de procedimiento administrativo BOE» te va a llevar a ella, haz la prueba—, ve a su índice y encuentra el artículo que habla de tus derechos. No necesitas a un abogado para eso. Haz valer tus derechos, te lo debes como persona. Y si te sientes atropellado o das con una persona que, debiendo asistirte, falta a tus derechos como administrado, hazlo saber al superior. Muchos empleados públicos te apoyarán. Más de los que piensas.
Tienes que saber que tienes derecho a conocer cómo se llama el lastre, derecho a poner una queja, derecho a ser asistido y derecho a negarte a llevar documentos que ya hayas entregado previamente. Y esto que ya no se te olvide nunca.

2. Platerita no conoce la RAE

«Pero qué narices dice en esta carta que parece que está en arameo…».
¿Crees que los textos legales, las normas y los escritos que nos llegan de la Administración se entienden bien? Si crees que sí, estás de suerte, porque perteneces al escaso 18 % de la población que lo hace.
Es frecuente que la gente se queje de que no entiende lo que le llega por escrito. Las quejas formuladas ante el servicio de atención al ciudadano del Consejo General del Poder Judicial indican que el lenguaje jurídico es críptico — como los jeroglíficos— y oscuro — vamos camino de Mordor —, y que resulta incomprensible para el ciudadano, especialmente en aquellos procedimientos en los que no hay que tener abogado.
Esto merece, en mi opinión, una doble consideración.
En primer lugar, la Administración debe hacer por acercar el lenguaje al ciudadano. O lo que es lo mismo: Platerita debe dejar de rebuznar de una vez.
Cada vez más administraciones públicas han editado manuales de estilo en los que, por ejemplo, se recomienda a los funcionarios que eviten el uso indiscriminado de gerundios y frases subordinadas infinitas que, para rematar la faena, a veces ni siquiera aparecen ligadas a su oración principal, rompiendo la sintaxis de los párrafos. Por otro lado, se recomienda que se evite el uso de latinismos que tienen su traducción al castellano.
En un informe de 2011 de la Comisión de Modernización del Lenguaje Jurídico se nos recuerda que la Carta de Derechos del Ciudadano ante la Justicia, aprobada por unanimidad por el Pleno del Congreso de los Diputados el 16 de abril de 2002, hace de la claridad del Derecho una política pública y reconoce a la ciudadanía el derecho a comprender. ¿Alguien sabía esto? Que desde el 2002 tienes «derecho a comprender» significa que desde 2002 tienes derecho a exigir el cumplimiento de ese derecho. Si no lo sabes, no lo exiges, si no lo exiges, nada cambia. Hay que aceptarlo como fallo del sistema. Como dicen en mi tierra (y quizá también en la tuya), «el que no llora, no mama».
Esa comisión tan fantástica, cuyo informe puedes encontrar fácilmente en internet, dice todas estas cosas maravillosas:
El ciudadano tiene derecho a que las notificaciones, citaciones, emplazamientos y requerimientos contengan términos sencillos y comprensibles y se evite el uso de elementos intimidatorios innecesarios. El ciudadano tiene derecho...

Índice

  1. Portada
  2. Créditos
  3. Título y autor
  4. Dedicatoria
  5. Prólogo
  6. Érase una vez un reino sin rey
  7. 1. Fortalece tu armadura
  8. 2. Platerita no conoce la RAE
  9. 3. La era Matrix
  10. 4. Un mapa para salir del laberinto
  11. 5. Arre, Platerita
  12. 6. La eme con la a, «ma». A escribir, que sabemos todos
  13. 7. Coge las riendas
  14. 8. Cómo pagar lo justo y necesario
  15. 9. Platerita busca jinete
  16. 10. Sobre la velocidad y el tocino
  17. 11. Un poquito de limpiacristales
  18. 12. Por el interés te quiero, Andrés
  19. 13. Hasta que la muerte nos separe
  20. Epílogo
  21. Glosario de términos
  22. Mecenas
  23. Contraportada