1. Primeras aproximaciones: traducción, chamanismo, antropofagia
Este libro reúne un conjunto de ensayos, a partir de una intersección con la antropología, en los que intento desarrollar un aparato conceptual que permita interpretar determinados proyectos de reescritura poética en los que hay dificultad de establecer una frontera clara entre lo que sería traducción, adaptación e imitación. Una de las dificultades se debe al hecho de que tales reescrituras producen una complejidad enunciativa muchas veces mal interpretada, pues su análisis suele hacerse a partir de una reducción dicotómica, esto es, el traductor es visto como alguien que logra borrarse y dar voz al poema original, o bien se impone desviándose del original. Paulo Henriques Britto señala que en la problemática distinción entre la traducción literaria y la creación literaria existe una “zona gris extensa”, dado que “muchas veces el traductor toma tantas libertades en su trabajo que la obra resultante puede y debe ser considerada un nuevo original” (Britto, 2012: 33).
Cabe resaltar el hecho de que, según el propio Britto, esta “zona gris” es “extensa”. Es decir, en ella se encuentra una gama de posibilidades que, en el límite, van desde transcreaciones poéticas hasta la imitación de Homero por Virgilio o Joyce. Dentro de este amplio espectro hay casos interesantes, como las reescrituras de Baudelaire por Ana Cristina Cesar o Maria Gabriela Llansol. Este tipo de reescritura me llevó a la siguiente pregunta: ¿cómo elaborar una poética del acto de traducir que se imbrique en la complejidad de algunos proyectos de traducción, en que las voces producidas por este acto y por quien traduce pasen a crear una red enunciativa intratextual e intertextual con las voces y los lugares enunciativos que provienen del texto fuente?
Para algunos de los que se interesan por la traducción, la pregunta anterior puede ser simplemente evitada por el establecimiento de una frontera en que la traducción se define por una relación de identidad con el texto de partida. En este caso, el parámetro para evaluar y validar una traducción es su grado de equivalencia respecto del texto de partida. En general, la traducción con el “mismo valor” es aquella que tendría el “mismo contenido” o, cuando se trata de textos poéticos —los que nos interesan aquí—, aquellos que por determinados criterios pasarían a tener un grado mayor de “adherencia” al texto de origen.
Como indiqué anteriormente (Faleiros, 2009), en Brasil hay un conjunto importante de autores que desarrollan acercamientos en esta dirección, como Mário Laranjeira por medio del concepto de significancia, Paulo Henriques Britto por medio de la noción de correspondencia, o Paulo Vizioli, quien a su vez adopta el término “recreación”. Estos acercamientos, cada cual a su manera, proponen “un equilibrio dinámico entre la forma, el sentido y las características retóricas del texto literario” (Faleiros, 2009: 255) y, de este modo, acaban dirigiéndose hacia la construcción de una identidad. Al ser así, la presencia de “voces extrañas” en el texto de partida sería una fuente de desequilibrio, pues estas significan una intromisión y, en principio, un distanciamiento respecto de las características formales, semánticas o retóricas del texto fuente. En su artículo “A tradução de poesia em língua inglesa”, Paulo Vizioli (1985) ilustra esta postura:
Es verdad que a veces nos encontramos con traducciones que, con justicia (dependiendo por supuesto de los criterios adoptados), son consideradas por los críticos como superiores a los propios originales. Y esto nos lleva a concluir, en contrapartida a la definición de Frost, que “poesía es también lo que se gana en la traducción”. Podemos llegar incluso a decir que, de cierta manera, este es el concepto que muchos traductores —en general, ellos mismos poetas— forman del trabajo de versión. Para ellos, el texto de partida es solamente un estímulo para la propia inspiración; actúan sobre él con gran libertad, lo actualizan, lo ajustan a su mundo y lo moldean a su sensibilidad. El resultado, más que una traducción, es un poema original. De este modo, podemos considerar, por ejemplo, las transposiciones que Salvatore Quasimodo hizo de los líricos griegos, las famosas “adaptaciones de Ezra Pound” y, tal vez, en nuestro país, algunos de los intentos más recientes de “transcreación” de Haroldo de Campos. (Vizioli, 1985: 109-110).
Las dudas de un discurso pautado por la búsqueda de relaciones de identidad saltan a la vista en este fragmento de Vizioli. Primero, el autor comienza por llamar a sus “traducciones” los resultados de la reescritura en juego y como “traductores” a sus productores, para en la misma frase decir que se trataría de “versiones”. Luego, afirma que los “traductores” “actualizan” el texto y lo “ajustan a su mundo”. No logro imaginar una traducción que, de algún modo, no lo haga; la diferencia consiste en un asunto de “grado”, cuyo “valor” es necesariamente marcado (histórica, social, ideológica, cultural, ética y estéticamente). En fin, a las ambiguas comillas que envuelven los términos “adaptaciones” y “transcreaciones” (y que no se encuentran en las “transposiciones”), se suma el curioso pronombre indefinido “algunos” que acompaña a “los más recientes intentos”; es decir, ¿otros intentos de “transcreación” serían, de hecho, traducciones? ¿Cuáles serían?, ¿los que mejor respeten los esquemas rítmicos? o ¿los que recuperen las redes imagéticas o las características retóricas del texto fuente?
En su texto, Vizioli destaca primero el “ritmo”, diciendo que “no se puede aumentar arbitrariamente el número de sílabas” (Vizioli, 1985: 113). Sin embargo, como la lengua inglesa posee un número mayor de monosílabos, y el traductor también debe preocuparse por el aspecto semántico, queda “en esta necesidad de escoger entre preservar el sentido en detrimento parcial del ritmo o mantener el ritmo, perjudicando un poco el sentido”; Vizioli aumenta “intencionalmente, por lo menos dos sílabas, los versos de los poemas” (Vizioli, 1985: 115). Por lo tanto, se entra en una especie de matemática poética que frecuentemente se asocia a otros asuntos retórico-formales. Por ejemplo, ¿en qué medida aumentar el número de sílabas distanciaría formalmente el texto de su forma “equivalente” en portugués?; en otras palabras, ¿en qué medida se puede decir que un dodecasílabo en portugués puede ser equivalente a un decasílabo en inglés? Este es el tipo de impase que un acercamiento, pautado por la equivalencia, acaba produciendo.
Las márgenes entre lo que sería una versión, una adaptación y una traducción son también un impase insoluble al interior de tal perspectiva. Si leo el famoso cuarteto que abre el soneto Correspondances de Baudelaire:
La Nature est un temple où des vivants piliers
Laissent parfois sortir des confuses paroles;
L’homme y passe à travers des forêts de symboles
Qui l’observent avec des regards familiers.
¿Qué leo? Literalmente, una posibilidad es:
La naturaleza es un templo donde vivos pilares
Dejan a veces salir confusas palabras;
Allí el hombre pasa a través de bosques de símbolos
Que lo observan con miradas familiares.
Si retomo la traducción más reeditada del poema en Brasil, leo:
A Natureza é um templo onde vivos pilares
Deixam filtrar não raro insólitos enredos;
O homem o cruza em meio a um bosque de segredos
Que ali o espreitam com seus olhos familiares.
(Traducción de Ivan Junqueira)
En la primera traducción no hay nada, o casi nada, del ritmo y de la rima del poema de Baudelaire; en la segunda, la rima y la métrica son impecables. Pero, a pesar del rigor formal, de la equivalencia metro-rítmica, retomando a Vizioli, ¿no sería posible afirmar que para Ivan Junqueira “el texto de partida es solo un estímulo para la propia inspiración?”, ¿que Junqueira “actúa sobre él con gran libertad, lo actualiza, ajusta a su mundo y moldea a su sensibilidad”? (Vizioli, 1985: 109-110). No se trata de condenar el precioso trabajo del traductor, sino apenas de apuntar al hecho de que Junqueira al traducir a Baudelaire, o Vizioli, al transformar sistemáticamente decasílabos ingleses en dodecasílabos, están moldeando el texto a su sensibilidad, atribuyéndole valor; produciendo valencias, pero no equivalencia.
Entre las diferentes perspectivas teóricas que nos permiten lidiar con las valencias —como la teoría de la recepción, la sociología, la historia o los estudios de la retraducción—, vislumbramos en la antropología un fértil campo de reflexiones. Esta aproximación se dio gracias a la reelaboración de la antropofagia operada por el antropólogo Eduardo Viveiros de Castro a partir de lo que llamó “perspectivismo amerindio” (Viveiros de Castro, 2002b, 2002c). En efecto, la relación entre antropofagia y traducción no es nueva. Desde los años ochenta, la antropofagia comenzó a volverse una imagen importante para los estudios de la traducción, y fue identificada por Else Vieira (1999), principalmente en el trabajo de Haroldo de Campos. Aunque no sea posible reducir la concepción del traducir de Haroldo de Campos a la antropofagia, acabó sirviendo de vector para la internacionalización de la asociación entre antropofagia y traducción. Esta relación se dio, básicamente, a partir de la noción de antropofagia modernista de Oswald de Andrade que, incluso siendo gran fuente de inspiración, no se desarrolla a partir de los mismos instrumentos conceptuales de Eduardo Viveiros de Castro.
Así, en nuestro ensayo “Antropofagia modernista e perspectivismo ameríndio: considerações sobre a transcriação poética desde Haroldo de Campos”, que conforma el segundo capítulo de este libro (“Antropofagia modernista y perspectivismo amerindio: consideraciones sobre la transcreación poética de Haroldo de Campos”), buscamos discutir el modo como la antropofagia modernista se usa en el proyecto de transcreación poética de Haroldo de Campos, quien, sin dudas, es el primer gran teórico brasilero de la traducción, pero releyéndolo a la luz del perspectivismo amerindio como lo comprende Eduardo Viveiros de Castro. Este es el...