Santoral
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Santoral

  1. 148 páginas
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Santoral

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Información del libro

SANTORAL, el primer libro de Acheli Panza, reúne cinco relatos. En el que le da título al volumen, una empleada doméstica lleva un diario detallado de su nuevo trabajo, encabezado por el santoral de cada día, y registra los mensajes de la "U", una voz que opina sobre su vida y le anticipa hechos por venir. En "Andresito" se cuenta la historia de su protagonista, en un relato crudo y feroz. En "El pelirrojo" la narradora entra en relaciones con un cadáver que encuentra en su casa. "Talavera" es un cuento sobre el río y sobre pescadores, un cuento misionero. "La vuelta de Andresito" funciona como desenlace de "Andresito".Todos los textos de SANTORAL son inquietantes: transcurren entre el terror y lo ominoso, entre el realismo más crudo, el relato psicológico y la pesadilla. Cinco piezas narrativas para uno de los debuts literarios más escalofriantes de los últimos tiempos.

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Información

Editorial
Blatt & Ríos
Año
2014
ISBN
9789873616303
Categoría
Literatura
SANTORAL
Septiembre 1, Josué Santo, Patriarca del A.T.
Hoy empiezo a trabajar en el piso 26. En la entrada me dicen que tengo que subir por los ascensores de servicio. Cuando llego me recibe una chica joven, se llama Moni, tiene uniforme azul y un delantal. Me muestra la cocina, me muestra mi cama en la pieza que voy a compartir con ella. Me da el uniforme. “Ponete esto y salí a pasear a los perros”, me dice.
Cuando abro la puerta viene corriendo y en voz baja me dice: “Por el servicio, vos siempre por el servicio”.
Los perros son grandes y me llevan, casi no los puedo manejar. Salgo con dificultad, corro arrastrada por ellos; la vuelta es más tranquila, saben volver a la casa y me guían.
Una mujer teñida de rubio me espera en la puerta. “Vengan con mami”, les dice a los perros, que saltan sobre ella y la llenan de lengüetazos. “Vos andá a la cocina que Moni te va a decir lo que tenés que hacer”.
A la noche Moni me pide que les lleve los calentitos, los saco de la bandeja del horno con las manos, “están muy calientes, se van a quemar”, le digo a Moni, pero ella me dice que les gusta así.
Entro con la bandeja en una mano y servilletas en la otra, temblando un poco, pero trato de que no se me note.
Hay un hombre sentado en el sillón, con cara de enojado.
—¿Y esta quién es? –pregunta.
—Es la nueva, ¿cómo te llamás? –me pregunta la señora.
—Guillermina –digo, pero la voz se me entrecorta.
—¿Qué? –pregunta gritando el señor.
—Guillermina –y esta vez lo digo más fuerte.
—Otra “pots” –dice el señor.
Dejo la bandeja apoyada en la mesa ratona y me voy casi corriendo a la cocina.
Septiembre 2, Teodora de Alejandría, Santa, Penitente
Me despierto y no sé bien dónde estoy, miro para todos lados y tardo un rato en reconocer el lugar, en acordarme de todo.
Me duele mucho el cuerpo, creo que es por los nervios.
Me levanto, aunque todavía es de noche. Voy a bañarme y el agua sale fría.
Sentada en la cocina veo el amanecer, acá el cielo se ve más cerca, me gusta el silencio.
Las perras se acercan y me lamen las manos.
Escucho un ruido de puerta, Moni ya está lista, con su ropa de trabajo. Me mira mal, sin saludarme. “Ponete a trabajar”, me dice.
A la noche me desplomo en la cama sin poder repasar en mi cabeza todo lo que hice, como me había propuesto.
Septiembre 3, Gregorio Magno Santo, Papa y doctor de la Iglesia
Me despierto cuando escucho un: “Levantate ya”.
Me da pena no haber agarrado el amanecer, como ayer.
A media mañana llega la hija, yo me tengo que ocupar de desarmar las valijas.
El ropero de la habitación está lleno de ropa, no sé dónde guardarla. Pregunto y Moni me muestra una habitación que es todo roperos y cajones y estantes para zapatos, es grande como una pieza, como una pieza grande.
Septiembre 4, Moisés Santo, Profeta del Antiguo Testamento
Me despierto temprano, todavía es de noche. “Cómo me gustaría tomar unos mates tranquila”, pienso y lo digo en voz baja. Me baño con agua fría y me voy a la cocina a tomar unos mates. Tengo puestas unas alpargatas con el borde aplastado, parecen pantuflas, estoy sentada en una silleta alta, una pierna está recogida y la otra cuelga. De repente siento, en el dedo descalzo de la pierna que cuelga, que algo me muerde. Pego un salto al mismo tiempo que grito. Cuando puedo reponerme veo que hay una tortuga dada vuelta, girando sobre su caparazón. Se ve que del susto le di una patada y quedó así. Me acerco despacio y la doy vuelta. La miro caminar de cerca, casi tirada en el piso.
En ese momento entra la señora. “¿Qué pasó acá?, ¿qué fue ese grito?”, pregunta. Trato de explicarle, pero no me deja hablar; me mira de reojo, levantando las cejas pintadas (como no tiene cejas se pinta con lápiz marrón unas cejas finitas). “Que no se repita”, me dice mirando el mate que yo tenía apoyado en la mesada.
Mientras limpio intento rezar, aunque me distraigo y sin darme cuenta me pongo a cantar, canto canciones que escucho en la radio, pero transformadas, tampoco me doy cuenta de eso de que las transformo. A mi hermana le molestaba eso, cuando la letra decía: “No habrá nadie que te quiera más que yo”, yo cantaba: “No habrá nadie que me quiera más que yo”. Ahora que lo pienso, me causa gracia, ella siempre me lo corregía, pero no era intencional lo mío, me salía así.
Septiembre 5, Teresa de Calcuta, Beata
Conociendo mis tareas, mis obligaciones, me estoy haciendo amiga de las perras, de la tortuga y de Moni.
Hoy hay que preparar bien todo para la cena. Moni algo me explicó, los viernes a la noche siempre vienen a cenar muchos invitados, entonces también viene una cocinera que prepara toda la comida, nosotras nos ocupamos de la mesa y de servir. Cuando van llegando los invitados traemos los canapés en platos y las servilletas, después los calentitos. En la mesa hay que dejar el pan trenzado en el medio y las ensaladas.
Nosotras nos quedamos en la cocina y la señora nos llama cuando nos necesita, para servir las entradas o para retirar los platos. La señora tiene un timbre en el piso que suena en la cocina; cuando nos quiere llamar sólo tiene que pisarlo. Pero como hoy había tantos invitados tuvimos que poner una mesa grande, para doce personas, y justo donde estaba el timbre se sentó una señora que hablaba un idioma raro, cuando me acercaba con una fuente me miraba sonriendo y asentía con la cabeza. Esa señora cada vez que corría la silla pisaba el timbre y así estuvo toda la cena, el timbre sonando y nosotras yendo y viniendo de la cocina.
Septiembre 6, Eleuterio Santo, Abad
Hoy es sábado, me voy a casa. Armo una mochila y al mediodía tomo el tren para Glew. El día es luminoso. En el tren consigo un asiento que da a la ventanilla, miro para afuera porque me gusta ver por la ventanilla cómo pasa todo tan rápido, el paisaje se desvanece. En la estación de Glew compro una bandeja de alfajores de maicena.
Cuando voy llegando a casa, a una cuadra ya me ven mis sobrinos y salen corriendo a recibirme, yo estiro la mano antes de que lleguen y les muestro los alfajores. Mi hermana me espera con un mate, nos sentamos a charlar, me cuenta que bajaron las ventas de la verdulería, que Norberto está nervioso.
—Es por el informe que salió en la tele –me dice–. ¿Viste el informe?
—No, no lo vi.
—Salió en el programa de Chiche. Contaban que en algunas verdulerías rocían las frutas y verduras con un preparado de aguas cloacales, y yo pienso que por ese informe la gente compró menos esta semana.
No le dije nada, sólo me quedé pensando en si las frutas brillaban más cuando las rociaban con ese líquido.
A la noche, después de acostar a los chicos, es el momento de tomarnos un fernet con coca. Mi hermana saca unas silletas a la entrada y yo preparo tres fernets; para mi hermana, para mi cuñado y para mí; nos quedamos sentados, apenas charlando. Me gusta el fernet, porque es rico y sobre todo porque me divierte mirar los hielos bailando en el vaso, mis manos terminan mojadas por la transpiración del vaso.
Septiembre 7, Evodio Santo, Obispo
Hoy me levanté bien temprano, quiero aprovechar el día, me adueño de la cocina silenciosa por los sueños de todos y tomo unos mates tratando de pensar en todo lo nuevo, en todo lo que estoy viviendo. El día pasa rápido, me voy a misa con los nenes, después me tomo el tren para volver a la casa. Llego a la noche, el muchacho de la entrada es otro, diferente del que está los días de semana. No nos conocemos pero le explico y me deja pasar. Arriba toco timbre pero nadie atiende, me quedo esperando un rato, aprovecho para seguir escuchando radio con los auriculares y me quedo dormida, hasta que siento una mano que me toca el hombro. Es Moni, que acaba de llegar, y abre la puerta. “No hay nadie, ¿querés comer algo?”, me pregunta. Pone agua para hacer ravioles.
Comemos las dos sentadas en la mesa. Es la primera vez que comemos juntas, porque en la semana mientras una come la otra termina de limpiar y ordenar la cocina.
—Hoy gané trescientos pesos en la quiniela –me cuenta que siempre juega a los mismos números, hace más de diez años–. ¿Viste que una jubilada ganó una grande? El día que yo me gane la grande me voy a comprar una casa en Mar del Plata y me voy a ir a vivir ahí, para ver la playa cada vez que me despierte.
—¿Conocés Mar del Plata?
—Sí, pero no me acuerdo. Me llevaron de chica, y me cuentan que me gustó mucho, que no quería irme de la playa, que me tenían que arrastrar. Quise volver, pero no pude todavía. Cuando me gane la grande, me voy y me quedo, y de ahí no me saca nadie. Otra cosa: vos cuidate del señor. Siempre está de mal humor, no le hables, y tratá de no equivocarte en nada cuando esté él, porque cuando habla saca mierda de la boca. Y no hay nada que le venga bien.
Septiembre 8, Nuestra Señora de Nuria, Advocación
Hoy comienza la semana y es el día de limpieza a fondo; los lunes y martes hay que ocuparse de lustrar los picaportes de todas las puertas, habitaciones y baños, la platería, limpiar los vidrios. Todo tiene que quedar impecable, los demás días hay que mantener.
La casa es muy grande, la habitación del matrimonio tiene dos baños, aparte de un vestidor. También hay dos habitaciones más, equipadas completamente, cada una con su baño y vestidor, pero nadie vive ahí, la hija viene a veces sólo para sacar o dejar ropa. Tienen un hijo que no conozco, y su habitación está llena de autitos, todos puestos en estantes, que hay que sacar y limpiar. Tiene una computadora con un monitor plano, una Play y una guitarra eléctrica. Las camas, armadas para dormir; los placares hay que dejarlos ordenados, todo listo, como si vivieran acá. Aunque ya hace más de dos años que se fueron, me contó Moni, y por lo que me dijo, vienen cada vez menos.
A mí me tocó limpiar los ventanales del living, dan a unos balcones con plantas y desde acá veo los aviones que aterrizan. Pasan tan cerca que me marean, trato de no mirar.
A la noche se ven las luces de la pista, parecen efectos especiales de película, y el planetario, visto desde arriba, con sus luces que cambian de color, es hermoso. Cuando se pone rojo, las lucec...

Índice

  1. Cubierta
  2. Portada
  3. Índice
  4. Santoral
  5. Andresito
  6. El pelirrojo
  7. Talavera
  8. La vuelta de Andresito
  9. Sobre la autora
  10. Créditos
  11. Otros títulos
  12. Contratapa