Revolución y rebeliones en el istmo de Tehuantepec
eBook - ePub

Revolución y rebeliones en el istmo de Tehuantepec

  1. 399 páginas
  2. Spanish
  3. ePUB (apto para móviles)
  4. Disponible en iOS y Android
eBook - ePub

Revolución y rebeliones en el istmo de Tehuantepec

Detalles del libro
Vista previa del libro
Índice
Citas

Información del libro

El presente libro constituye una historia de la formación socioeconómica en el istmo de Tehuantepec, tanto en la parte del estado de Oaxaca como en la de Veracruz. Asimismo trata de los orígenes, motivaciones y características de varios movimientos armados que se dieron en esa región, principalmente en los años de la revolución mexicana.Estas rebeliones tuvieron sus peculiaridades y no necesariamente respondieron a los patrones nacionales, pues en ellas afloraron pugnas entre las elites locales por el poder político, al igual que confrontaciones de la región en contra del centro y de los gobiernos revolucionarios. Otros elementos que actuaron como resorte para la rebelión fueron la organización territorial, la identidad étnica y hasta la aparición de los intereses de las compañías petroleras que, al ver afectados sus intereses económicos, alentaron el surgimiento de movimientos armados. Todo ello relativizó, por lo menos temporalmente, la imposición del proyecto nacional emanado de la revolución y demuestra la importancia de comprender a las regiones y su historia, para entender mejor los procesos políticos nacionales.

Preguntas frecuentes

Simplemente, dirígete a la sección ajustes de la cuenta y haz clic en «Cancelar suscripción». Así de sencillo. Después de cancelar tu suscripción, esta permanecerá activa el tiempo restante que hayas pagado. Obtén más información aquí.
Por el momento, todos nuestros libros ePub adaptables a dispositivos móviles se pueden descargar a través de la aplicación. La mayor parte de nuestros PDF también se puede descargar y ya estamos trabajando para que el resto también sea descargable. Obtén más información aquí.
Ambos planes te permiten acceder por completo a la biblioteca y a todas las funciones de Perlego. Las únicas diferencias son el precio y el período de suscripción: con el plan anual ahorrarás en torno a un 30 % en comparación con 12 meses de un plan mensual.
Somos un servicio de suscripción de libros de texto en línea que te permite acceder a toda una biblioteca en línea por menos de lo que cuesta un libro al mes. Con más de un millón de libros sobre más de 1000 categorías, ¡tenemos todo lo que necesitas! Obtén más información aquí.
Busca el símbolo de lectura en voz alta en tu próximo libro para ver si puedes escucharlo. La herramienta de lectura en voz alta lee el texto en voz alta por ti, resaltando el texto a medida que se lee. Puedes pausarla, acelerarla y ralentizarla. Obtén más información aquí.
Sí, puedes acceder a Revolución y rebeliones en el istmo de Tehuantepec de Héctor Zarauz en formato PDF o ePUB, así como a otros libros populares de Historia y Historia mexicana. Tenemos más de un millón de libros disponibles en nuestro catálogo para que explores.

Información

Año
2018
ISBN
9786078611126
Categoría
Historia

Capítulo III.
Resistencia y contrarrevolución

Conforme se desarrollaba el movimiento revolucionario, afloraron nuevas motivaciones y contextos (internos y externos) que animarían a diversos grupos a rebelarse. Así aparecieron distintas apreciaciones sobre qué se buscaba con la rebelión, cómo y contra quién luchar, con quién hacer alianzas, cómo cambiar o incluso mantener la realidad circundante. Al darse el rompimiento entre las facciones revolucionarias y erigirse el carrancismo como la corriente dominante, surgió una serie de movimientos militares y políticos, que disentían de sus objetivos.

causas de la resistencia al carrancismo

La instauración del carrancismo, a partir de 1916, fue en la práctica más bien relativa. La fragmentación del país por el acendrado regionalismo, los cacicazgos locales, las notorias diferencias sociales, económicas y políticas, los distintos niveles de desarrollo, en suma los “muchos Méxicos” que subsistían y convivían, se vieron ahora claramente contrastados y enfrentados.
De esta manera la instauración de reformas legislativas de un nuevo orden político y militar no era tarea fácil. Por el contrario, surgió una gran cantidad de movimientos armados que resistieron al proyecto carrancista en sus diversas vertientes, haciendo que el control que este mantenía, fuera parcial en ciertas regiones.
En líneas generales, se dieron en contra del carrancismo dos grandes corrientes de lucha: una de grupos y movimientos que en sus demandas aparecieron como más radicales y populares que el carrancismo, tales fueron los casos de las movilizaciones de Francisco Villa y Emiliano Zapata, cuyos ideales de reparto agrario, mejoras laborales y democracia local, que habían sido expresadas en la Convención de Aguascalientes, rebasaban las propuestas del carrancismo. Otra corriente es la que dio curso a una enorme ola de movimientos rebeldes de corte contrarrevolucionario, que surgieron como respuesta al constitucionalismo considerado como demasiado radical. Esta corriente se vio acrecentada a partir de la promulgación de la Constitución de 1917 y su cabeza visible, sobre todo de manera simbólica, fue Félix Díaz.
Un tercer grupo estuvo constituido por caciques regionales con proyección estatal que pretendían mantener el control de sus cotos. Tales fueron los casos de los soberanistas en Oaxaca y los mapaches en Chiapas. Finalmente, existían los caciques regionales, generalmente conservadores, que lucharon contra las medidas revolucionarias; destacando Manuel Peláez quien se vinculó a las compañías petroleras. Con facilidad, estos grupos se afiliaban y desafiliaban de las corrientes nacionales anticarrancistas.
Sin embargo, es menester conocer y analizar los resortes que impulsaron a estos grupos a la lucha armada en contra del carrancismo, al respecto, Javier Garciadiego, apunta que:
1. Muchos de estos movimientos son una puntual respuesta a los decretos, circulares y demás figuras legislativas surgidas en el periodo preconstitucional, que establecían desde el reparto agrario, pagos de impuestos, respeto a los derechos de peones, hasta afectación de bienes eclesiásticos. A partir de la promulgación de la Constitución de 1917, que imponía de manera definitiva el ideario revolucionario, la respuesta de estos movimientos fue más intensa.1
2. Algunos de estos grupos se formaron con militares, ello no obstante los Tratados de Teoloyucan (signados a mediados de 1914), que sellaban la desaparición formal del viejo ejército federal. Esto permitió que ex soldados se unieran y vincularan a algunos de los movimientos reaccionarios con los cuales podían identificarse ideológicamente.
3. En ocasiones estos movimientos eran la expresión de un regionalismo nada desdeñable que reaccionaba ante la invasión de los “bárbaros del norte” (por ejemplo, algunos de los jefes militares que actuaron en el istmo eran norteños: Jesús Carranza y Luis Gutiérrez que venían de Coahuila, mientras Jesús Agustín Castro era duranguense). Los grupos caciquiles locales y regionales supieron plantear la lucha en términos de rechazo a los fuereños, conservación de los recursos materiales y control político para quienes eran estrictamente oriundos. Lo que en realidad estaba en el fondo era el afán de sostener los privilegios largamente detentados. Por ello, en el sur del país se dio la respuesta contra algunos de los carrancistas más radicales como fueron Salvador Alvarado en Yucatán, Francisco J. Mújica en Tabasco y Jesús Agustín Castro en Chiapas y Oaxaca. En esos estados el provincialismo y las raíces locales proveyeron de una fuerte base de lucha, que iba más allá de las clases sociales, integrada verticalmente y dirigida de manera puntual contra las fuerzas centralistas.
4. Una de las principales causas de resistencia fue originada por los abusos de autoridad, imposiciones de autoridades civiles e intromisión en los asuntos regionales.
Por ejemplo, en Tehuantepec se dieron quejas contra el coronel Laureano Pineda y el general Maldonado, jefe de la guarnición en San Jerónimo, que se había apoderado de unos presos, sustrayéndolos de la jurisdicción del juez.2 Algo muy parecido sucedía en el sur de Veracruz en donde los militares imponían condiciones a las autoridades municipales, realizaban aprensiones o bien liberaban presos.3 De manera que fueron frecuentes los problemas de jurisdicción entre fuerzas locales y carrancistas.
5. Igualmente fueron nefastos los robos, negocios ventajosos, etc. que realizaron las autoridades militares. Ello en su conjunto confirió al carrancismo una pésima fama y un rechazo generalizado, no por nada se acuñó el término carrancear para indicar el hurto y abuso sobre los bienes locales.4
El propio Carranza mencionaría en su primer informe presidencial, que en un principio los gastos de las campañas bélicas contra el gobierno de Huerta se hacían casi siempre con los recursos obtenidos por los jefes militares y que se procuraban fondos como pudieran. Estos recursos consistían, la mayoría de las veces, en requisiciones de monturas, provisiones, artículos para campaña, alojamiento, etc. Por ejemplo, el cónsul estadunidense en Salina Cruz comentaba que los jefes militares habían solicitado a los comerciantes extranjeros 21 000 pesos para pagar a su tropa, y para presionarlos decían no ser responsables de las tropelías de sus soldados si no recibían su paga, por ello los comerciantes prefirieron pagar para protegerse.5 Además, el robo de caballos y de ganado era más que común, bajo el pretexto de hacerse de medios de pelea o de alimentación para la tropa.
6. Por otra parte, entre los múltiples negocios que emprendieron algunos de los jefes carrancistas, estaba la venta de armas, el comercio de ganado, etc., al grado que para muchos la revolución se volvió un magnífico negocio, por lo cual no parecían desear que la lucha armada terminara; para ellos la revolución se había convertido en su modus vivendi.6
En Veracruz, el general Agustín M. Galindo comentaba que de todos “los jefes del ejército Nacional que operan en esta zona, lejos de dar garantías, atropellan, roban, incendian, violan familias a los desventurados pacíficos, teniendo esto como consecuencia que tienen que afiliarse al bandolerismo”. De hecho no era raro que los jefes carrancistas se apropiaran del ganado y cosechas de los lugareños, y que hicieran negocio con ello.7
La situación llegó a ser tan grave que el gobernador Cándido Aguilar hizo pública, el 20 de abril de 1915, una circular en la que se disponía la suspensión de la práctica confiscatoria de ganado que ejercían los jefes militares, determinando que en lo sucesivo tendrían que comprar los animales en acuerdo con las autoridades civiles locales. Sin embargo, al parecer dicha disposición no tendría el efecto deseado, pues en diciembre de 1918 el gobernador veracruzano dio a conocer un manifiesto mediante el cual invitaba a que los civiles denunciaran los eventuales abusos de los militares.8
El mismo representante británico, míster Cummins, estaba cierto de que la situación afectaba sobre todo al propio gobierno.9 Sin embargo, Carranza no pudo frenar toda esa deshonestidad. Permitió que los generales y demás jefes militares se despacharan con la cuchara grande pues pretendía, en función de la unidad, dejar tranquilos a sus subordinados.
Las pruebas de los abusos carrancistas son innumerables. Por ejemplo, al llegar a Coatzacoalcos las tropas constitucionalistas, algunos personajes prominentes fueron arrestados sin causa y obligados a barrer las calles, además de tomar ganado sin importar que perteneciera a gente no necesariamente pudiente, lo cual fue desarrollando un odio natural a las fuerzas revolucionarias.10
Por si fuera poco los jefes militares (no sólo los carrancistas) emitieron su propio papel moneda de circulación forzosa con la desconfianza consabida debido a la falta de respaldo metálico a esos billetes.11
Ante estas situaciones, fueron surgiendo movimientos de resistencia en buena parte del país, al tiempo que continuaron los movimientos que ya existían anteriormente. De esta manera, apareció una serie de rebeliones con ideologías diversas, de tamaño y éxito desigual (aunque por lo general limitado). Esto significó que la instauración puntual del constitucionalismo en el sentido militar, administrativo o desde cualquier punto de vista, se vio frenada. La resistencia surgida, sin duda limitó los intentos de control del nuevo gobierno.
Así, tenemos que distintos movimientos armados anticarrancistas conservaron control sobre sus regiones. Por ejemplo, José Inés Chávez García mandaba en el campo entre Guadalajara e Irapuato; Emiliano Zapata y seguidores estaban en control de Morelos, partes de Puebla, influencia en Veracruz, Chiapas, Guerrero y otros estados con la ayuda de correligionarios como Higinio Aguilar, Domingo Arenas (en Tlaxcala), Rafael Cal y Mayor (en Chiapas), etc.; la región petrolera en la Huasteca era dominada por Manuel Peláez; Chihuahua por Francisco Villa, algunos territorios de Veracruz y Oaxaca por Félix Díaz; en este último estado se sentía la enorme influencia de los soberanistas y en Chiapas de los mapaches. Según un informe en agosto de 1918 había cerca de 50 000 hombres que estaban en armas, de los cuales 15 000 eran rebeldes.12
Los enemigos naturales del carrancismo eran el zapatismo y el villismo. Ambos movimientos habían emergido de las demandas más populares; del campesinado en el caso de Zapata y de una amalgama de campesinos, trabajadores mineros y peones para Villa. Ambos lograron una gran fuerza militar que les permitió tomar la capital de la república, ambos carecieron de un proyecto de orden nacional y abandonaron la opción de convertirse en gobierno al no traspasar sus límites regionales de lucha y de proyecto.
El zapatismo logró importante presencia en el centro y sur del país, teniendo en Morelos su centro neurálgico, pero también pudo bifurcase a las entidades aledañas: Guerrero, Oaxaca, Veracruz, Tlaxcala, Puebla, Estado de México y hasta Chiapas.
En cuanto a Oaxaca, Gildardo Magaña señalaba que hacia 1914, en el apogeo de este movimiento había presencia en la región mixteca limítrofe con Puebla, con el general Miguel Salas; en el distrito de Huajuapan había levantados en Silacayoapan y Justlahuaca. En Putla se había alzado Mario Ferrer, quien después se vinculó al movimiento de la Soberanía y terminó siendo felicista. En Pinotepa estaba en armas Juan Francisco Baños y había combatientes en la Cañada (Teotitlán y Cuicatlán).
También en el ...

Índice

  1. Índice
  2. Introducción
  3. Capítulo I.El escenario y las circunstancias
  4. Capítulo II.La acción revolucionaria en el istmo de Tehuantepec
  5. Capítulo III. Resistencia y contrarrevolución
  6. Capítulo IV.Vuelta a las armas e integración
  7. Capítulo V.La Reconstrucción
  8. Capítulo VI.Una nueva rebelión
  9. Epílogo
  10. Apéndices
  11. Fuentes consultadas
  12. Índice temático