La emancipación de la mujer o historia de una paria

Flora Tristán, Julie Delabarre

• Editorial: Ménades Editorial
• Año: 2019
• ISBN:
  9788412000689
• Edición: 1
• Categoría: Sciences sociales
• Categoría: Études relatives au genre

La emancipación de la mujer es un ensayo de una vigencia asombrosa y valioso por anticipar el moderno pensamiento feminista y animar a las mujeres a dejar de ser esclavas, a decidir por sí mismas, a ser libres. En esta obra la autora lleva a cabo una reflexión muy profunda sobre la opresión del ser humano, enmarcado en el contexto de la religión, la organización política del Estado, el sistema capitalista y la propiedad. El discurso de Flora Tristán continúa siendo apasionado e inspirador, y contiene una fuerza y una verdad que dan sentido a los conceptos de sororidad, resistencia e indignación contra el sistema capitalista y patriarcal.

CONCLUSIÓN

Aquí termina el manuscrito dictado por Flora Tristán.

Concluyamos con algunas palabras sobre esta extraordinaria mujer. Hay vidas cuya historia pertenece a los anales de la humanidad, y creo que esta es una de ellas. La personalidad de Flora era tan exaltada en su lucha que, a los ojos de su época, se había convertido en mito, se la consideraba la mujer-Mesías. Tras haber luchado como un demonio, soñaba con la transfiguración del mártir para echar a volar hacia el cielo sobre las alas de un ángel; era la antigua Medea, celosa de nuestra moderna madame Guyon, y segura de eclipsarla.

He aquí lo que sobre ella escribía, un año antes de su muerte, el amigo al que acabaría encomendando su testimonio religioso y literario y cuyo artículo se publicó en una recopilación inacabada que debía titularse Los Mesías contemporáneos:*

He aquí una mujer de la que no se debe hablar, pero que hay que conocer para asombrarse y estremecerse. Id a verla: os obligará a ser su enemigo mortal o su secuaz; muy encima del bien o del mal que podréis pensar de ella, derrumbará todas vuestras ideas; y cuando creáis cogerla in fraganti por las supuestas oscuridades de las que se le acusa, se os escapará grandiosa, sublime y sonriendo con piedad. Entonces, entusiasmados, os lanzaréis tras ella, hasta quedaros sin aire para seguirla; y ella se dará la vuelta con desdén y os estrujará el corazón con una helada y terrible mano, para luego tirarlo, roto.

Tomadla por el diablo, desplegará dos magníficas alas azules y una cabellera estrellada; rezadla como a un ángel y os enseñará los cuernos.

Es porque Flora Tristán es la hermosa personificación del más completo y del más implacable orgullo. El Satanás de Milton se habría muerto de decepción cuando llegó ella al mundo. Si ella no es el propio Satanás en potencia, consiguió, a fuerza de crecer en la rebeldía, una quietud y una serenidad firmes que hicieron de ella un verdadero peligro para el alma, pues obliga a odiarla o adorarla.

Demasiado soberbia para ser vana, madame Tristán se impone por sí misma abjurando su personalidad. Todo le pertenece: vuestras ideas, vuestras labores, vuestra persona, y ni siquiera aprecia el poseerlas. No sois nada, ella tampoco: Dios es todo, pero ella es todo en Dios, y Dios es todo en ella. Os suplico, no os opongáis a ella en nada; bajad la cabeza ante la aureola de mujer que la envuelve; no le preguntéis la razón de nada; amadla, bajo la gran y única condición de que no os amará. Singular condición, diréis; ¿y quién la impondrá? ¡Ella misma! No, vosotros, si sois sabios; pues madame Tristán mata a quien la quiere (en el sentido moral, se entiende). Es la Circe antigua, exceptuando la vara; es una sirena que no canta pero devora; es un adorable vampiro que succiona el alma dejándoos la sangre para ahogaros en ella cuando, furiosos, la abandonéis, sin siquiera tener el consuelo de enojarla; pues ella es cruel con bondad, os tortura sonriendo; hay en sus homicidios morales la ingenuidad de un niño y una consciencia de santa; ella es sencilla y dulce hasta provocar un ataque de hidrofobia, y os despediréis de sus complacientes y cariñosas palabras con ganas de morder a alguien… o casi, sobre todo si estáis en ayunas.

Ángel o Satanás, Dios o diablo, así se aparece esta mujer a quien tiene la fortuna o la desdicha de conocerla.

Pasemos ahora a sus ideas. Flora Tristán cree en Dioses (no borrar el plural).** Dioses, según ella, es padre, madre y embrión, es decir que, en primer lugar, reconoce la generación activa, la generación pasiva y el germen en perpetua evolución. La inteligencia y el amor, que son solamente uno, constituyen el principio activo que anima la fuerza, y la fuerza, pasando de pasiva a activa, fecunda la inteligencia y el amor, entonces la inteligencia afectuosa, se convierte en madre de un fruto que crece siempre sin nunca salir del seno que le limita. Por ello, aquel fruto, el universo, es el embrión divino.

El principio se reproduce en sus efectos y Dios se manifiesta en la humanidad; el principio creador, el amor inteligente, se convierte en mujer: se representa la fuerza mediante el hombre; el hombre, pues, no es más que la arcilla de Prometeo, y es la mujer quien ha recibido el fuego sagrado del cielo para animarle.

Asimismo Flora no otorga al hombre el título de padre. En su juicio, la humanidad figurada por Cristo solamente tiene una madre en la tierra y un padre en el cielo. La mujer, que recibió sus favores, anima a quien le complace con el fuego sagrado del amor, y hace participar durante un instante a su privilegio de madre a quien ha elegido. No se entrega nunca al hombre, pero honra al hombre con su elección, le eleva hasta lo más alto y se despide de él imponiendo silencio. Así, Flora no reclama la emancipación, pero sí, sin lugar a dudas, la soberanía y la autocracia de la mujer; su utopía es la república de las abejas, y no es la igualdad y la justicia lo que parece querer conquistar en nombre del sexo más afable y más oprimido, sino la contestación y la venganza. Flora Tristán ha sufrido mucho.

De esta manera, para responder a los comunistas que predican la comunidad de las mujeres, Flora, también comunista a su manera, exige la comunidad de los hombres; si se tratase de ironía, sería una ironía amarga, pero rotunda. Por lo demás, madame Tristán se horroriza al solo nombre de propiedad y no cree en el libre albedrío. Opone el progreso al mal, y a los errores del hombre la inspiración de la mujer; admite, hasta cierto punto en la organización social venidera, las ideas falansterianas; pero Cristo, Fourier y San Simón no aportaron más que briznas de paja que solo ella, golondrina inspirada de la primavera por llegar, usa para formar un nido en el cual quiere incubar un nuevo mundo bajo sus alas de madre. Así, loca, a fuerza de tanta grandiosidad, ama a la humanidad hasta darle envidia al mismo Dios. No busquéis nada bajo en ella, y no teméis que ella se debilite. Robespierre decía: “¡Perezcan los imperios antes que un principio!”. Flora diría gustosamente: “¡Perezca el mundo antes que mis sueños!”. Y si los sueños se pudieran materializar bajo la forma de un triangulo de hierro, ¡desde luego, yo temería una terrible realización del deseo de Calígula para la boba especie humana!

¡Una mujer terrible! Me diréis. ¡Esperad! ¿Visteis la capciosa dulzura de sus magníficos ojos negros? ¿Su mano de marfil antiguo hecha para desesperar al cincel de Fidias? ¿Su abundante y exuberante cabellera, que el tiempo celoso, cual una paciente araña querría abrazar en una red de plata? ¿Su porte de reina y su infalible palabra, pero complaciente y fácil, cuando cae de sus tan bermejos y puros labios? ¿Habéis visto la coquetería descuidada y desdeñosa de Flora? ¿No es así? Pues bien, concibo que la aborrezcáis con todo vuestro corazón pero no habléis mal de ella; sois parte interesada. Y si no la habéis visto… por mi parte, he oído suficiente, no habléis cobardemente, me dais pena.

Es una mujer que tiene madera; tiene una grande y magnífica personalidad que la opinión debería seguir y no despreciar. Pero, como raza pusilánime que somos, nos asustan las personalidades fuertes, a semejanza del alumno perezoso que teme a su maestro, y antes las caricaturizamos furtivamente detrás de una puerta en vez de aprovechar sus enseñanzas.

Las obras de Flora Tristán son:

1. Peregrinaciones de una paria, historia de los viajes de la autora a Perú, donde se encuentra suficientemente p...

Índice

• Titular
• Créditos
• Flora Tristán, género y clase
• Inicio
• Advertencia
• Llamada a las mujeres
• Prólogo
• I Dioses
• II El hombre
• III La mujer en la sociedad moderna
• IV La luz del porvenir
• V Las tres personas simbólicas
• VI El genio y el amor
• VII La fraternidad
• VIII Dioses y la Madre
• IX El amor
• X La fe
• XI La libertad
• XII La religión
• XIII El bien y el mal
• XIV El evangelio y la mujer guía
• XV La comunión
• XVI El Anticristo
• XVII El catolicismo o la unidad universal
• XVIII Los profetas
• XIX La protesta legítima
• XX Los parias
• XXI Espantosas realidades
• XXII Los hipócritas
• XXIII El progreso religioso
• XXIV La emancipación
• XXV Los utopistas modernos
• Y Conclusión
• Colofón