Bossa Nova
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Bossa Nova

La historia y las historias

  1. 535 páginas
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Bossa Nova

La historia y las historias

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Información del libro

Este libro reconstruye la vida bohemia y cultural carioca de los tiempos de la bossa nova: local por local, fan por fan, historia por historia. Para componer este fascinante mosaico que mezcla música y anécdotas, Ruy Castro escuchó a decenas de sus protagonistas: compositores, cantantes, instrumentistas... y también a los amigos y enemigos de todos ellos. El resultado es un relato que se lee como una novela, lleno de pasiones y traiciones, amores y desamores, situaciones cómicas y trágicas. Sus protagonistas son João Gilberto, Antonio Carlos Jobim, Vinicius de Moraes, y la legión de jóvenes a los que sedujeron con el encanto de unas canciones que salieron de Brasil a conquistar el mundo.

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Información

Editorial
Turner
Año
2016
ISBN
9788415427018

SEGUNDA PARTE
EL GRAN DÍA FESTIVO

Norma Bengell inflama la bossa nova; a la guitarra, Menescal.

XI
LA BOSSA NOVA VA A LA ESCUELA

Chico Pereira, el fotógrafo, ajustó las luces y las lentes en su estudio y le pidió al astro que sonriera para la portada de Chega de saudade. "Tú sabes que yo no sonrío, Chico", respondió João Gilberto, forzando una sonrisa.
Era febrero en Río y fuera la temperatura ya había sobrepasado los treinta grados, así que imaginen dentro del estudio. Pero João Gilberto vestía un jersey de lana que le había pedido prestado a Ronaldo Bôscoli; un jersey blanco, con dos rayas azules en las mangas y en el cuello de pico. No es que tuviera frío. Sólo quería esconder su camisa de rayas y de manga corta, que no le parecía demasiado fotogénica, aunque fuera la mejor que tenía. João se llevó la mano al mentón, puso un aire cool y desamparado a lo Montgomery Clift para la cámara y, cuando Chico Pereira disparó el flash, el foco de detrás del decorado hizo pffft y se quemó.
Chico sólo se dio cuenta al revelar el negativo. En las fotos salía una sombra detrás de João Gilberto, que parecía una pequeña hacha apuntando a su cabeza. Era la sombra del foco. Tendría que hacer las fotos de nuevo, pero no había tiempo. Entonces André Midani, responsable de las portadas, aprobó una de ellas tal como estaba, Chico la dio por buena y la portada salió así. Y, por cierto, João se olvidó de devolverle el jersey a Ronaldo Bôscoli.
Ronaldo jamás se atrevería a pedirle que se lo devolviera: João Gilberto vivía con él y tenía acceso libre a su armario, como Ronaldo hacía con el del padre de Nara. A veces sucedía que los finos calcetines y calzoncillos que Bôscoli cogía de los cajones del abogado Jairo aparecían de repente en el cuerpo de João Gilberto, para quien todo aquello era una maravilla. Después de las muchas casas ajenas en las que se había apalancado desde que dejara Salvador en 1950 —nueve años antes—, al fin lo acogían en una sin restricciones.
Y eso, sin tener que modificar su conducta. En el apartamento de dos habitaciones de Ronaldo, del tamaño de una casa de muñecas, vivían ahora, a tiempo completo, Bôscoli, Chico Feitosa, João Gilberto y el amable chico de los recados —metro ochenta de estatura, seiscientos vatios de potencia en la voz—, Luís Carlos "Dragão". Los cuatro bastarían para convertir aquello en el camarote de los hermanos Marx, pero el quórum se incrementaba frecuentemente con la presencia del regidor de TV Continental, Luís Carlos Miéle, cuya barba ocupaba un espacio extra. Miéle, que sólo tenía un pantalón aunque era un pantalón de esmoquin, se estaba convirtiendo en una atracción fija del apartamento.
Pese al exceso de gente, João Gilberto se sentía a gusto. Por ejemplo: ocupaba el cuarto de baño un mínimo de dos horas cada vez que entraba en él. Los otros no eran tan mezquinos como para molestarse por ello: bajaban a la calle y usaban los servicios del bar. Si fuera necesario, hasta compartirían con él sus cepillos de dientes.
Su llegada puso patas arriba el horario del apartamento. Como João Gilberto sólo funcionaba de noche, los demás le acompañaban despiertos hasta bien entrada la madrugada, escuchándole hablar y cantar como si fuera a hacer un voto de silencio perpetuo a partir del día siguiente. Pero, a las nueve de la mañana, cuando João Gilberto decidía acostarse, Ronaldo, Feitosa y Miéle tenían que partir directamente para el trabajo. Bôscoli era reportero en Manchete y hacía un trabajo extra como redactor de las contraportadas y del material de prensa de la Odeon; y Chico Feitosa trabajaba ahora en la revista Sétimo Céu. Era habitual que João llegara de la calle a las cuatro de la mañana y los despertase, pidiéndoles que oyeran la armonía nueva que había creado para una canción antigua que acababa de recordar, como "Doralice" o "Trevo de quatro folhas". El recital seguía mientras iba amaneciendo, hasta que João se iba a dormir y los dos periodistas se arrastraban groguis a sus redacciones, canturreando "Doralice" o "Trevo de quatro folhas" tras haberlas oído veinte veces cada una.
Una de las pocas veces que consiguió dormir y despertarse a una hora decente —porque iba a participar en un almuerzo con el presidente JK, Juscelino Kubitschek, en el viejo edificio de Manchete, en la calle Frei Caneca—, Bôscoli se llevó una sorpresa: a la hora de vestirse, buscó su mejor traje y no lo encontró. Echó también en falta a João Gilberto. Éste no había vuelto de la calle. Ni él, ni el traje. Cuando supo que João se había llevado el traje a São Paulo para una actuación, Ronaldo decidió tomar medidas: se vistió con su segundo mejor traje —el que usaba a diario— y fue a comer con Juscelino.
Menescal le había avisado de que su rutina se alteraría radicalmente si acogía a João Gilberto en su casa. Le había advertido también de que, si le dejaba abrir la boca, Ronaldo descubriría las delicias de ser dominado por una inteligencia superior. Pero Bôscoli, que aún no se había doctorado en João Gilberto, no le hizo mucho caso. Cuando se dio cuenta, estaba hipnotizado: no sólo él, sino también Feitosa, Miéle, Dragão y todos los que pasaban por el apartamento. En esa coyuntura quedaba implícito, por ejemplo, que João Gilberto no era responsable ni de un céntimo de los gastos; por lo demás, a ellos jamás se les hubiera ocurrido plantearle un asunto tan prosaico. João contribuía de vez en cuando llevando fruta a casa, casi siempre mandarinas (su fruta favorita, por lo que se ve).
La música era el único asunto en el orden del día del apartamento. El compositor Marino Pinto, mayor que ellos y letrista de "Aos pés da cruz", vivía en el piso de arriba y tenía un canario. Cuando el canario se despertaba, con el típico horario inconveniente de los canarios, ellos llevaban escuchando a João Gilberto desde la noche anterior y se encontraban en condiciones de establecer comparaciones. El propio João Gilberto se acercaba a la ventana, se concentraba en oír y suspiraba con disgusto:
—¿Os dais cuenta? En Brasil, hasta los canarios desafinan.
* * *
Con el éxito de Chega de saudade, Tom Jobim abrió una vez más el cajón y salió una bandada de pájaros. Ya lo había descargado de las canciones que Elizete grabó en Canção do amor demais, pero aún quedaba mucho de lo que había compuesto con Vinicius y, lo que era más importante, el piano seguía abierto y produciendo. Además, al poeta lo habían destinado a Montevideo y eso le abría el campo a Tom para componer con otros colaboradores. Entre mediados de 1958 y finales de 1959, creó canciones suficientes como para abastecer de "tomjobins" a una emisora de radio durante veinticuatro horas seguidas si fuera necesario: "Aula de matemática", con Marino Pinto; "Caminhos cruzados", "Domingo azul do mar", "Meditação", "Discussão", "Desafinado" y "Samba de uma nota só", con Newton Mendonça; "De você eu gosto", "Dindi", "Demais" y "Eu preciso de você", con Aloysio de Oliveira; "Esquecendo você", "Canção da eterna despedida", "Este seu olhar", "Fotografia" y "Só em teus braços", sólo suyas; y "É preciso dizer adeus", "A felicidade", "Canta, canta mais", "O nosso amor", "O que tinha de ser", "Sem você", "Por toda a minha vida", "Brigas, nunca mais" y "Eu sei que vou te amar", con Vinicius. Quien no conocía a Antonio Carlos Jobim, lo conoció. Y quien ya lo conocía, se quedó impresionado: se había convertido en una factoría de bellezas.
Sylvinha Telles lanzó la mayoría de esas canciones. En 1959 grabó dos elepés en apenas cuatro meses, con un total de veinticuatro temas, de los que dieciocho eran de Jobim. Otras canciones de Tom aparecieron por primera vez en los discos de Agostinho dos Santos, Luís Cláudio, Elza Laranjeira, Carlos José, Lenita Bruno, Norma Bengell, Isaurinha Garcia, Maysa y, naturalmente, João Gilberto. Poco antes, él iba detrás de César de Alencar e Ivon Curi para ofrecerles canciones: ahora ya no daba abasto para responder a las ofertas. Con treinta y dos años pudo comprar al fin la casa de Nascimento Silva, librándose del alquiler, y también su primer coche, un Volkswagen azul, con lo que dejó de depender de los demás para el transporte.
Todo eso lo compuso entre aquellos agitados años de 1958 y 1960. Tal producción ya constituía por sí sola una proeza, pero Tom aún encontró tiempo para dirigir semanalmente la orquesta de TV Tupi en el programa Noite de gala [Noche de gala]; escribir nuevas canciones para la película Orfeo negro; ponerle música a otra italiana, Copacabana Palace, con Mylène Démongeot, y tener una aventura con la propia; presentar el programa O bom Tom [El buen Tom] en TV Paulista, del canal 5 de São Paulo, durante casi todo 1959; y producir los elepés de Sylvinha Telles y João Gilberto, además de soportar los desaires de éste.
Todo ello le rentó mucho más que dinero. Ir a São Paulo a presentar el programa O bom Tom todos los lunes a las 20.35, por ejemplo, le sirvió para vencer el miedo al avión: nadie entraba regularmente en uno de aquellos Constellations y seguía siendo el mismo. O bom Tom era un programa simple, pese a emitirse en directo: Tom, al piano, interpretaba algunas canciones y recibía a sus invitados, que cantaban otras acompañados por él. Agostinho dos Santos era un invitado infalible; porque, además de ser una estrella, vivía en São Paulo, lo que le ahorraba gastos en pasajes al patrocinador, Casas Três Leões. Vinicius y Ronaldo Bôscoli también eran habituales, porque salían baratos: el poeta iba en tren, el periodista en autobús. En una de sus idas a São Paulo, Bôscoli se sintió mal en el vehículo y, sin muchas opciones, tuvo el cuidado de vomitar en el bolsillo del chubasquero del hombre que dormía a su lado.
Componer la banda sonora de la película Copacabana Palace no aportó gran cosa a la carrera de Tom. Si no fuera por aquellos atardeceres tras el trabajo, tocando la guitarra y cantando para la estrella francesa Mylène Démongeot a la orilla de la laguna Rodrigo de Freitas, pensaría que perdía el tiempo. En estos saraos al aire libre participaban también João Gilberto, Luiz Bonfá y Os Cariocas; pero las escapadas a Ponta do Cocô, en São Conrado, en el Volkswagen azul, eran à deux. Y resultaban incluso mejor que ganar la Palma de Oro en el Festival de Cannes.
La otra película en la que acababa de participar, Orfeo negro, no sólo ganó la Palma en Cannes, sino también el Oscar a la mejor película extranjera de 1959; pero sólo le dio disgustos. Era una coproducción franco-italo-brasileña basada en la obra Orfeu da Conceição, que Vinicius y él habían montado en Río en 1956. Todas las canciones del libreto original, incluida "Se todos fossem iguais a você", se crearon a propósito para la tragedia griega de Vinicius ambientada en el carnaval carioca. Pero el productor de la película, el francés Sacha Gordine, avisó de que no iba a usar ninguna de las canciones ya escritas y exigió que compusieran otras nuevas.
Tom no entendía por qué tenían que darse de nuevo aquella trabajera. Pero Gordine era amigo de Vinicius, de la época de París, y había que ponerse al piano sin discusión. Entre los dos hicieron tres canciones, en gran parte por teléfono, ya que Vinicius vivía en Montevideo: "A felicidade", "Frevo" y "O nosso amor". Marcel Camus, director de la película, pensó que no era suficiente y le pidió a Luiz Bonfá —quien tocaría la guitarra en la banda sonora— que compusiera algo.
Bonfá estaba a punto de partir para Estados Unidos, donde intentaría triunfar armado sólo con su cara, su coraje y su guitarra, sobre todo los dos últimos, y no tenía tiempo para hacer nada nuevo. Así que abrió su propio cajón y sacó dos canciones aún sin letra, que le mostró a Camus. Éste no se entusiasmó, pero a Gordine le encantaron y, por recomendación de Vinicius, invitó a Rubem Braga a ponerles letra. El cronista se excusó diciendo que hacer letras de samba no era lo suyo y recomendó a su vez a Antônio Maria. A Maria le costó, pero entregó las letras —inesperadamente optimistas— y los dos temas instrumentales se convirtieron en "Manhã de carnaval" y "Samba de Orfeu".
"Este seu olhar...": Tom y la estrella francesa Mylène Démongeot.
Una vez decididas las canciones, había que escoger las voces de Breno Mello (Orfeo) y Marpessa Dawn (Eurídice), las estrellas de la película. Ambos tendrían que ser doblados: Marpessa porque era estadounidense y Breno porque no era cantante. (Además, ni siquiera era actor. Jugaba en la cantera del Fluminense y a Camus se lo había recomendado Ronaldo Bôscoli, hincha del equipo tricolor, por ser negro, guapo y atlético). La elección de la voz de Eurídice fue fácil: Elizete Cardoso, que acababa de grabar el elepé Canção do amor demais y era la darling de Vinicius. Y, ¿quién se ofreció para ser la voz de Orfeo?
Nada menos que João Gilberto. Si lo hubieran aceptado, habría sido el Orfeo menos dramático de toda la historia de Grecia, por no decir de la Grecia del morro de Babilônia inventada por Vinicius. Argumentaron que su voz no tenía un toque lo que se dice negro para lo que Orfeo requería, y el trabajo fue para Agostinho dos Santos. João Gilberto se tragó la decepción, pero la regurgitó cuando Orfeo conquistó toda una estantería de premios y Agostinho se consagró internacionalmente. ( João Gilberto no se resignó a aquel rechazo. En agosto del año siguiente, cuando se lanzó la película, grabó "Manhã de carnaval", "A felicidade" y "O nosso amor" en un doble sencillo de 45 rpm. Sus interpretaciones son tan intachables que sería difícil creérselas cantadas por Breno Mello).
Tom también tuvo sus motivos para pensar que Orfeo negro fue un regalo envenenado. Con el éxito de la película y las canciones, descubrió que, además de Vinicius, había una multitud de socios ganando dinero con lo que producían fuera: el productor Sacha Gordine, que las editó en Europa y que, como editor, se quedaba con el cincuenta por ciento; el director Marcel Camus y dos letristas franceses, que entraron como coautores y pasaron a dividirse con Tom y Vinicius el cincuenta por ciento restante de los derechos de autor: o sea, sobraba el diez por ciento para cada uno, de lo que aún había que descontar los impuestos de Francia. Era injusto. ¿Y de dónde salieron aquellos letristas, si en la película las canciones sólo se oían en portugués? Tom tenía claro que todo aquello iba al bolsillo de Gordine. Por eso les había obligado a escribir nuevas canciones: porque las originales ya estaban editadas en Brasil.
Durante toda la celebrada carrera de Orfeo negro en las pantallas de 1959, nadie asoció la película a algo llamado bossa nova. Ni hubiera podido, por más que, en teoría, los principales ingredientes de la receta estuvieran allí: la música de Tom, las letras de Vinicius y hasta la batida de guitarra ejecutada por Roberto Menescal en el acompañamiento a Agostinho dos Santos en "A felicidade". La producción de Orfeo se hizo íntegramente en 1958, cuando ni los propios Tom y Vinicius tenían conciencia clara de todo lo que João Gilberto iba a representar. Un año después, cuando la película llegó a Brasil, el elepé Chega de saudade se encontraba ya en la calle, una "generación entera" se hallaba bajo su influencia y sólo entonces Tom, Vinicius y João Gilberto supieron que habían inventado la bossa nova.
* * *
Una preocupación martirizaba al padre Laércio Dias de Moura, rector de la Universidad Católica Pontificia de Río de Janeiro, en aquel agosto de 1959: sus estudiantes de Derecho iban a montar un espectác...

Índice

  1. PORTADA
  2. CRÉDITOS
  3. INTRODUCCIÓN Y AGRADECIMIENTOS
  4. PRÓLOGO JUAZEIRO, 1948
  5. PRIMERA PARTE EL GRAN SUEÑO
  6. SEGUNDA PARTE EL GRAN DÍA FESTIVO
  7. EPÍLOGO QUÉ FUE DE ELLOS
  8. DISCOGRAFIA ETERNA MIENTRAS DURE
  9. BIBLIOGRAFÍA
  10. ILUSTRACIONES
  11. MAPAS Y FOTOGRAFÍAS EN COLOR