Por mis pistolas
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Por mis pistolas

Sexualidad, anticoncepción y sida en México

  1. 272 páginas
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Por mis pistolas

Sexualidad, anticoncepción y sida en México

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Información del libro

Matthew Gutmann trae la masculinidad a la vanguardia de los derechos reproductivos y esclarece lo que los hombres en el estado de Oaxaca dicen y hacen sobre los métodos anticonceptivos, el sexo y el sida. Basándose en un amplio trabajo de campo, este estudio sobre los hombres y las masculinidades, hecho por un destacado antropológo, revela cómo estos hombres y sus mujeres toman decisiones sobre el control de la natalidad, cómo hacen frente a la plaga del sida, y las técnicas de curación contradictorias empleadas por biomédicos y médicos indígenas para aquellos que sufren de infertilidad, impotencia e infidelidad.

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Información

Año
2016
ISBN
9786070307577
Categoría
Social Sciences
Categoría
Anthropology
LIBRO SEGUNDO
EL ZURDO
Nada consuela de nada cuando se camina asiendo una mano, la peligrosa floración de una mano.
El oscurecimiento de la mano que nos urge y nos arrastra, inocente también, la mano fragante a la que nos sumamos y de la que conservamos el recurso, sin evitarnos ni el barranco ni la espina, ni el fuego prematuro ni el cerco de los hombres, esta mano preferida a todas, nos aparta de la duplicación de la sombra, del alumbramiento de la noche. Del día brillante por encima de la noche, arrugado su umbral de agonía.
RENÉ CHAR
14. LOS DISCURSOS DE LA MANO
Según estadísticas oficiales, una milésima parte de la población del planeta es sordomuda. A partir del siglo XVI, en varios puntos de Europa, se comenzaron a estudiar posibles mecanismos didácticos para que este sector de la población se comunicara entre sí y tomara parte del legado de la civilización. En España, el monje benedictino Pedro Ponce de León (1520-1584) utilizando la dactilología, la escritura y el lenguaje oral construyó un puente entre el mundo de los hablantes y el de los sordos. Bajo su lema “la enseñanza de la palabra se basa en sustituir el oído por la vista”, fijó los cimientos para la educación de la comunidad de sordomudos. Ya en el siglo XVII, John Bulwer inventó un lenguaje internacional mímico y describía: “los movimientos de la mano como el único lenguaje natural del hombre ya que, sin ser enseñado, los hombres de todas las regiones del mundo lo comprenden a primera vista”. En tanto, en el siglo XX, Edward A. Adams, de la Universidad de Pensilvania observó que “los movimientos de las manos son económicos, rápidos de emplear y pueden ejecutarse con mayor velocidad que el lenguaje hablado”.
Como especulación bizantina, me pregunto hacia dónde hubiese marchado la historia del hombre de haber desarrollado ese impulso inicial de la comunicación manual, allá en los comienzos del paleolítico, cancelándole toda posibilidad al lenguaje verbal. ¿Qué efectos habría tenido en la estructuración del pensamiento? ¿De qué manera habría repercutido en los ámbitos de la religión o del arte? Cancelada esa opción en la prehistoria, el cerebro y las restantes cuatro puertas de la percepción evolucionaron y nos han llevado a la encrucijada actual —¿inevitable?, ¿irreversible?— donde la mano figura como un operario de teclas y pantallas digitales. En otra época, de menor confort ciertamente, anotado en el Libro II de sus Ensayos, Michel de Montaigne enumeraba el prodigioso catálogo de verbos que las manos del hombre conjugan de sol a sombra: “Solicitan, prometen, llaman, despiden, amenazan, rezan, suplican, niegan, rehúsan, interrogan, admiran, cuentan, confiesan, repiten, temen, se avergüenzan, dudan, instruyen, ordenan, incitan, alientan, juran, atestiguan, acusan, condenan, absuelven, insultan, desprecian, desafían, excusan, halagan, aplauden, bendicen, humillan, se burlan, se reconcilian, exaltan, festejan, se alegran, se complacen, se entristecen, se desesperan, se asombran, gritan, callan, y así podríamos seguir hasta cansar la lengua”.
15. PINTAR Y EXORCIZAR
En Mateo 6:3 se dice: “Que tu mano izquierda ignore lo que hace tu mano derecha”. Esta sentencia, atribuida a Jesús, no se cumpliría en lo absoluto en la práctica artística de José Clemente Orozco si no atendiéramos a la posibilidad de mi locuaz tesis de un pintor zurdo y, en un segundo momento, del mismo pintor ahora manco de su mano izquierda. Desde aquel fatídico suceso de 1904, ambas manos, pese a la ausencia física de una de ellas, firmarían con sangre y con fuego –nunca mejor dicho- un juramento de por vida. Si el tema central del muralista fue el hombre, las manos de esta figura estelar serán, en el sentido más amplio del término, una obsesión que no abandonará nunca desde la aparición protagónica en los muros de la Escuela Nacional Preparatoria en 1923 hasta los dibujos y pinturas de sus años postreros comentados en los últimos capítulos del presente ensayo.
En Mis memorias cuenta Alexandre Dumas un pasaje sobre los días finales del pintor Théodore Géricault. Dicha escena es, a un mismo tiempo, conmovedora y de una enseñanza de vida donde arte y existencia coinciden de manera entrañable. A semejanza del niño que dibuja su mano –la palma, previamente empapada de acrílico se coloca abierta sobre la hoja de papel y se estampa delicadamente-, “los artistas” de Altamira y Lascaux pintaron cientos de manos en los muros de esas cavernas. Con una técnica más sofisticada, el pintor galo emprendió una parecida aventura según el recuerdo de Dumas:
Cuando entramos en su casa, estaba ocupado dibujando su mano izquierda con la derecha.
-¿Qué diablos está haciendo usted, Géricault? –le preguntó el coronel.
-Ya lo ve, amigo mío –dijo el moribundo–; me utilizo. Jamás mi mano derecha va a encontrar un estudio de anatomía como el que está ofreciendo mi mano izquierda, y la muy egoísta lo está aprovechando.
En efecto, Géricault había llegado a tal extremo de delgadez, que a través de la piel se veían los huesos y los músculos de la mano, tal como se ven en esas figuras de yeso que se usan como modelos para los estudiantes. (Citado en El espejo de las ideas [1994], de Michel Tournier)
Trasladada a la circunstancia del muralista mexicano, a la imposibilidad de repetir la faena del francés, la improbable imagen hace reaparecer a la mano fantasma, a la siniestra, para que se muestre rotando como una rosa frente a los ojos de búho del pintor, dando indicaciones al carboncillo manejado por la diestra sobre qué es una mano y cómo debe pintarse.
16. PARÁBOLA DE LAS MANOS
JUAN MANUEL ROCA
Esta mano toma un fruto,
La otra lo aleja.
Una mano recibe al halcón, se quita un guante,
La otra lo ahuyenta, prende una antorcha.
Una mano escribe cartas de amor
Que su equívoca siamesa puebla de injurias.
Una mano bendice, la otra amenaza.
Una dibuja un caballo,
La otra, un puma que lo espanta.
Pinta un lago la mano diestra:
Lo ahoga en un río de tinta, la siniestra.
Una mano traza la palabra pájaro,
La otra escribe su jaula.
Hay una mano de luz que construye escaleras.
Una de sombra que afloja sus peldaños.
Pero llega la noche. Llega
La noche cuando cansadas de herirse
Hacen tregua en su guerra
Porque buscan tu cuerpo.
17. A OJO DE BUEN POETA
Un domingo de noviembre de 1913, José Clemente Orozco toma el tranvía y viaja a Coyoacán para entrevistarse con José Juan Tablada. El poeta, doce años mayor que el inesperado visitante, pretendía olvidarse del mundo y concentrar toda inspiración en su jardín japonés durante aquel día de asueto. Además de amigos comunes, de su amor por la belleza plástica, el hombre de la pluma y el del pincel combatieron en su trinchera respectiva –con los medios artísticos de su oficio– a un personaje de la vida pública del pasado reciente: el presidente Francisco I. Madero. Por supuesto, para el otoño maduro de dicha mañana, el llamado Apóstol de la Democracia gobernaba en otro reino.
En su colaboración habitual de El Mundo Ilustrado, el 9 de noviembre de 1913, Tablada reconstruye ese primer encuentro, y otro posterior, en el taller del pintor ubicado en la calle de Illescas del centro de la ciudad de México. José Juan Tablada titula su crónica “José Clemente Orozco. Un pintor de la mujer”, pues el material que conoce es un conjunto de dibujos y de acuarelas donde aparecen decenas de colegialas y meretrices; en la voluminosa crítica orozquiana, este texto será el primer llamado de atención –escrito por una autoridad reconocida– en torno del genio excepcional e indómito encarnado en el pintor jalisciense. Después de interpretaciones, juicios entusiastas y correspondencias visuales con otros artistas, el poeta de Li Po y otros poemas (1920) escribe en uno de los últimos párrafos del artículo:
Tocante a su persona, olvidaba decir un detalle. Orozco, como Urrabieta Viergé, es manco; lo cual no le ha impedido hacer con una sola mano lo que no han podido ejecutar muchos artistas cuadrúmanos.
18. EL PEQUEÑO MONO ME MIRA...
Repaso mis notas y subrayados del libro La mano, de Frank R. Wilson. El subtítulo de la obra expone con toda claridad su tesis principal: “De cómo su uso configura el cerebro, el lenguaje y la cultura humana”. Es curioso que en su origen, la palabra griega “filósofo” designaba a una persona que poseía ciertas habilidades manuales; por su parte, la palabra latina “sabio” no esconde su etimología hermanada con el verbo saborear y con el sustantivo sabor. Gracias a los sentidos del tacto y del gusto, por lo tocado y trastocado, por lo gustado y degustado del mundo, se levantaron los dos pilares cognitivos que tendieron el puente de la evolución del hombre, el paso decisivo para dejar en la selva selvaggia a nuestros parientes lejanos, los cándidos e inquietos primates estudiados con delectación por Charles Darwin.
Guiados y supervisados por la vista, el futuro homo sapiens pudo caminar en la cuenta larga sobre ese puente colgante; en la otra orilla lo esperaban sus sentidos del oído y del olfato, puertas de la percepción de ahora en adelante más que instrumentos de sobrevivencia. Por lo mismo, sobre estas coordenadas, Wilson afirma de manera contundente en las primeras páginas de su obra: “Es más, yo iría más lejos y diría que cualquier teoría de la inteligencia humana que ignore la interdependencia entre la mano y la función cerebral, sus orígenes históricos o la influencia de esta historia en la dinámica del desarrollo del ser humano moderno es, en términos generales, errónea y estéril”.
Sin tratar de hacer más compleja la teoría de la evolución de las especies y la del hombre, José Juan Tablada escribió el haikú “Un mono” dejando entrever, con humor acerado, que compartía la tesis de Franz Kafka apuntada en su relato, “Informe a la Academia” sobre la elección de los primates de fingir capacidades intelectuales y de lenguaje con el propósito de evadir la esclavitud y el trabajo forzado en beneficio del hombre:
El pequeño mono me mira...
¡Quisiera decirme
algo que se le olvida!
19. HOMENAJES CERVANTINOS CON UNA SOLA MANO
En la medialuna del muro sobre la puerta norte de la ex capilla del Hospicio Cabañas, José Clemente Orozco pinta a Miguel de Cervantes Saavedra y a Doménikos Theotokópoulos mejor conocido como El Greco. En posición sedente, ataviados de jubones negros y golillas, ambos personajes contemplan con rara serenidad los desastres de la guerra y del progreso. Admirado por el mexicano, el pintor griego que vivió en Toledo e imaginó cielos y nubes de colores impensables, aprieta en su mano izquierda un manojo de pinceles; en tanto, el escritor posa su mano derecha sobre un libro –algunos comentaristas infieren que se trata de su novela inmortal- apoyado en la rodilla.
Extrañamente el autor de El Quijote aparece pintado sin la mano izquierda -incluso la manga del jubón de tal extremidad no tiene encaje-, seguramente porque el pintor jalisciense pensó que el sobrenombre de “El manco de Lepanto” apuntaba a que Cervantes no tenía dicha mano, perdida en la célebre batalla contra los turcos; en realidad, el disparo del arcabuz sólo dejó inválido tal miembro, incapaz de levantar una cuchara o de cortar una azucena. Esa medialuna del Hospicio Cabañas podría ilustrar la frase, perla del arte de la paradoja, que el poeta nicaragüense Rubén Darío escribió para referirse dialécticamente a la aventura española en el Nuevo Mundo: “se llevaron el oro y nos dejaron el oro”. El homenaje a los genios de la palabra y de las formas coloridas, en contraste con el escenario de violencia de la Conquista, distinguen el planteamiento visual de Orozco, libre de atavismos ideológicos, desmarcándose de toda convención maniquea. (Ilustración 5)
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5. Esbozo de Cervantes y El Greco de la serie mural del antiguo Hospicio Cabañas (1938). Carboncillo sobre papel. José Clemente Orozco. INBA-Conaculta. Resguarda Instituto Cultural Cabañas.
Obviamente, el adjetivo “manco” califica indistintamente a la persona a la que le ha sido amputada una mano o un brazo –incluso ambas extremidades- como aquella que, producto de un accidente o una enfermedad, no puede mover ni utilizar tales partes del cuerpo. Éste es el caso del artista que menciona José Juan Tablada en un capítulo anterior.
Se trata de un famoso ilustrador español de época ahora un tanto olvidado: Daniel Urrabieta Viergé (1851-1904). Nacido en Madrid pero formado en Francia, dicho artista conquistó fama y reconocimientos entre sus contemporáneos, ilustrando obras de Victor Hugo, Prosper Merimée, Anatole France, Émile Zola, entre otros. Durante los años de la guerra franco-prusiana, y en los días de la Comuna de París, el dibujante español se hizo famoso por tomar apuntes al natural en medio del fuego cruzado de los comandos enemigos. Con esas audacias de reportero bélico, retaba a su destino. De momento, sobrevivió a la lluvia de balas. Sin embargo, para 1887, su buena estrella vacila cuando el mundo se le viene encima al sufrir una hemiplejia que lo deja paralizado del lado derecho del cuerpo, además de perder el habla. No obstante esas pruebas de la vida, en poco tiempo, las habilidades e ingenios son aprendidos por su mano izquierda y retoma de nueva cuenta su profesión con importantes encargos. En 1896, a petición de un editor inglés, realiza un viaje de mes y medio de duración por La Mancha. Después de dicho periplo, ideal para empaparse de la luz y del paisaje manchegos, el artista entregará 260 ilustraciones con las que montará una edición de lujo de El Quijote publicada en Londres poco tiempo después. Para los más exigentes cervantistas, Urrabieta Viergé es un ilustrador cuyos méritos se encuentran sólo a la altura de los de Doré. Uno de sus contemporáneos, el escritor Edmond de Goncourt lo recuerda con estas emotivas líneas:
En el naufragio de su cerebro ha quedado una célula intacta: la célula del dibujo. No sabe leer, no sabe escribir, de tal modo, que para firmar una obra tiene que copiar trazo a trazo la firma de su dibujo antiguo, y sin embargo, ¡oh prodigio! ¡Con la mano izquierda dibuja con igual facilid...

Índice

  1. Portadilla
  2. Página de título
  3. Créditos
  4. El cerebro en forma de mano (Piedra de toque)
  5. Libro Primero
  6. Libro Segundo
  7. Libro Tercero
  8. Post scrjptum con piano y juego de cartas
  9. Cronología de josé clemente orozco, 1883-1949
  10. Bibliografía esencial
  11. Índice