Heida
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Heida

Una pastora en el fin del mundo

  1. 328 páginas
  2. Spanish
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  4. Disponible en iOS y Android
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Heida

Una pastora en el fin del mundo

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Información del libro

Heida es una agricultora solitaria con un rebaño de 500 ovejas en una zona implacable que bordea las tierras altas de Islandia. Es conocido como el fin del mundo.Escrito con ingenio y humor por una de los novelistas más aclamados de Islandia, Steinunn Sigurdardottir y dividido en cuatro estaciones, este libro cuenta la historia de un año extraordinario, entretejido con historias vívidas de sus animales y el trabajo de la granja; y pinta un retrato inolvidable de una vida remota cercana a la naturaleza."No estoy sola porque me he quedado sentada llorando con un pañuelo o un delantal por la falta de interés de hombres en mi.""Quiero decirles a las mujeres que pueden hacer cualquier cosa y demostrar que la cría de ovejas no es solo un trabajo de hombres."

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Sí, puedes acceder a Heida de Steinunn Sigurðardóttir, Enrique Bernárdez Sanchís en formato PDF o ePUB, así como a otros libros populares de Social Sciences y Feminism & Feminist Theory. Tenemos más de un millón de libros disponibles en nuestro catálogo para que explores.

Información

Año
2020
ISBN
9788412090697
imagen
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Es por mi culpa si yo estoy soltera.
Mas ¿toda mujer casar debiera?
Mi mamá trabaja en casa,
y allí todo el tiempo pasa.
Yo apenas estoy dentro, pues soy granjera.
TRACTOR
El verano es una estación fantástica, las plantas en pleno esplendor, luz todo el día. Pero no tengo tiempo para ir a recoger el trébol la noche de San Juan, pues de noche duermo y estaría demasiado cansada como para poder hacerlo. En realidad, en verano paso mucho tiempo dentro de casa, pues el tractor es como mi casa.
He crecido en un tractor. En un Massey Ferguson sin frenos. Naturalmente, no disponía de cabina cubierta, de modo que tenía que estar al fresco… La luz del sol se me filtraba directamente en las venas y podía presumir de un bronceado permanente. Si el tractor tiene cabina cerrada, no se pueden disfrutar esas maravillas.
Me encanta estar en el tractor. Sirve para mucho más que segar y rastrillar… Por ejemplo, me divierte componer poemas sentada al volante.
Mis hermanas y yo sabemos componer toda clase de versos. A mi hermana Arndís, que murió a los diecisiete años, también se le daba fenomenal componer poemas. Ásta, Fanney y yo hemos asistido a encuentros de rimadores, y nos lo pasamos muy bien intercambiando versos.
Mis padres pusieron todo su empeño en enseñarnos poemas y baladas. Los ritmos se te quedan clavados en la conciencia.
El instinto aguija al corcel,
retumban los cascos en la tierra.
Se descuelga el sudor como cairel,
la crin con fuerza al cuello se aferra.
Hinchados los belfos en atroz bufido,
sobre la piel el fuerte tendón henchido.
No es manso desfile, porque aterra
del corcel el galopar enardecido.
(Corceles, por Einar Benediktsson)
¿Es posible imaginar un ritmo más potente? Es precioso ese comienzo lento que se va acelerando.
Bjarni de Vogur era bisabuelo nuestro por parte materna. De ahí nos viene la vena poética. También en la rama paterna saben hacer poemas, y mi padre en particular era muy ingenioso en las réplicas, de lo más gracioso. Mi madre es una islandesa de los pies a la cabeza, y un verdadero ratón de biblioteca. En tiempos, también ella componía versos, pero dice que lo dejó cuando mis hermanas y yo abrimos las alas.
Desde el principio, yo tenía maña para ordenar palabras y cierto talento para componer poemas al estilo tradicional. Empecé de niña, y enseguida comencé a darme cuenta de si lo que había compuesto estaba bien o mal hecho. O tienes ese don o no lo tienes.
Pero hacía más cosas, además de componer poesía en el tractor. Una loca del baile como yo baila hasta ahí metida. Aunque, para eso, el tractor debería ser más grande, en realidad. Mi vecino tiene uno enorme y me lo prestó una vez… Fue un auténtico lujo ponerme a bailar ahí dentro.
En el tractor tengo que hacer jornada doble, cuando puedo… Montones de llamadas telefónicas y correos electrónicos, todo ello mientras estoy rastrillando, henificando o segando, aunque solo en las tierras cerca de la granja, no por prados más alejados. La política local supone un constante trajín telefónico, y también la campaña contra la central hidroeléctrica de Búland. El lío del teléfono no ha mejorado, sino todo lo contrario, desde que me pidieron que fuera en un puesto importante en la lista de Izquierda-Verdes de la circunscripción meridional para las elecciones al Parlamento de octubre de 2016.
He conseguido acostumbrarme a chatear en el tractor. Cuando circulo voy comiendo fruta, luego tiro por la ventanilla las pieles de plátano, las pepitas de naranja y los corazones de manzana, naturalmente, como decoración natural para el heno.
Voy en un Valtra A 95 del año 2007. Mi Gris es el tractor de referencia, según dice el fabricante, y es uno de los muchos que se ven por los campos de todo el país. Es el tractor principal y lo usamos para todo excepto para henificar, para lo cual utilizo mi otro tractor, el Massey Ferguson 165 de 1974. Lleva el nombre de Grímur y es el único que queda de los viejos tractores de cuando era pequeña. Los otros los vendieron…, el último para poder hacerle un buen lavado de cara a Grímur, que estaba ya muy maltrecho.
Le tengo cariño al viejo Gris. Casi siempre está pulcro, lustroso y en perfecto estado de funcionamiento, pero, claro, es un tractor ya viejo, tiene nueve años y lleva encima mucho tute. Lo fundamental es que esté limpio, porque es mi lugar de trabajo durante horas y hasta días enteros. Es uno de esos tractores para pobres, barato y sencillo, duro y carente de cualquier lujo, pero siempre fiable, listo para trabajar, y apenas necesita mantenimiento. Este funciona y trabaja, y ya vale, pero yo me he empeñado en conseguir un tractor más cómodo y más completo. Por ejemplo, un Valtra nuevo y más grande. O simplemente una máquina aún más fiable y sin pegas, con inversor hidráulico. Transmisión variable continua sería el no va más, además de eje delantero amortiguado y asiento neumático. Sería fantástico para una mujer al límite de la mediana edad. Un aparato de sonido con conexión USB y un espacio aún más amplio para mi querido Fífill sería un plus estupendo.
Según el contador de horas de trabajo de Gris, en los últimos nueve años ha trabajo un promedio de 517 horas anuales. Eso equivale a 21 días completos, o a 42 jornadas laborales de doce horas. Naturalmente, varía mucho según la época del año; durante el verano te pasas casi todo el tiempo en el tractor.
Existe mucha diferencia de unas regiones de Islandia a otras en lo tocante al uso o no de maquinaria por parte de las mujeres, pero aquí, en Skaftártunga, es habitual desde siempre que las chicas conduzcan tractores. En mi comarca no existe distinción alguna entre las labores que suelen denominarse masculinas y femeninas. Nunca oí hablar así hasta que estuve en Hvannaeyri, y entonces pensé que se trataba de una broma. Pero yo fui la única que se rio.
Los asientos del tractor suponen una auténtica agresión para el cuerpo. Una se puede pasar ahí sentada de doce a veinticuatro horas, aunque cuando empieza a fastidiar de verdad es cuando la jornada de trabajo se alarga mucho más de las doce horas. Es tan estresante segar y recoger el heno que no puedes salir del tractor más de lo imprescindible, justo lo necesario para repostar y para comer. Mi madre viene al prado en el todoterreno a traerme comida. Para las labores del heno trabajo asociada con Palli, mi vecino de Hvammur. Él también está solo en la cosecha del heno, igual que yo. Cuando cosechamos en sus tierras, si su mujer está trabajando, sus padres son los que se encargan de darnos de comer y de traernos y llevarnos.
Pasarse tanto tiempo sentada en un incómodo tractor no es nada sano para la espalda, desde luego. Una buena contramedida es colgarse de la pala cargadora del tractor, como si fueras ropa tendida en una cuerda.
Al sol puede hacer un calor insoportable en el tractor. No tiene aire acondicionado como los tractores de más categoría. Además, no puedo tener las ventanillas abiertas porque es muy ruidoso, sobre todo cuando arrastra maquinaria pesada y va muy revolucionado. Los tractores más caros tienen mamparas mejores para aislar el motor, y el motor de los tractores de pobre, como el mío, hacen un auténtico estruendo. Pero a mí me gusta este motor, aunque sea tan ruidoso. Es fiable y potente…, estupendo siempre que se ponga en marcha y cumpla su cometido.
Fífill, mi pastor alemán, que está conmigo desde hace casi un año, me acompaña en el tractor desde que era pequeñito. Ahora ya es tan grande que ocupa prácticamente todo el suelo. Pero ya hace tiempo que aprendió a tumbarse de modo que todo encaje bien. Lo cierto es que el otro día las cosas se torcieron un poco, porque estaba tan cansado que se dio la vuelta y acabó encima de mi pie, sobre el acelerador. Pesa tanto que tuve que hacer grandes esfuerzos, propios de la halterofilia, para mover el pie. Pero tampoco es que suponga un peligro: el tractor se mueve despacio, el tiempo de reacción es largo y yo acumulo ya décadas de experiencia conduciéndolo.
De vez en cuando saco al perro del tractor, y entonces corretea y lo mira todo. Él mismo salta de la cabina y, como es natural, vuelve a subir cuando le da la gana, pero prefiero facilitarle las cosas. De modo que coloca las patas delanteras en la escalerilla, le empujo desde abajo y entra. Tiene espacio suficiente para darse la vue...

Índice

  1. Portada
  2. Heida
  3. Introducción
  4. Verano
  5. Otoño
  6. Invierno
  7. Primavera
  8. Índice
  9. Sobre este libro
  10. Sobre Steinunn Sigurðardóttir
  11. Créditos