Convertirse en uno mismo
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Convertirse en uno mismo

Cómo tomar las riendas de tu propia vida

  1. 152 páginas
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Cómo tomar las riendas de tu propia vida

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Información del libro

"Ha llegado la hora de que cada uno se haga cargo de su vida. No se conforme con pedir una prestación o una ayuda al Estado, libérese de la rutina, de los hábitos, del destino ya marcado, de una vida que otros le han elegido. ¡Elija su propia vida!...", propone al lector en este libro Jacques Attali.En un mundo en que desaparecen las seguridades que ofrecían estados y empresas, en que la acción devastadora de la humanidad sobre el entorno natural se muestra irrefrenable, en que el Mal en todas sus formas amplía su poder, parecen quedar pocas alternativas individuales. Unos se resignan, otros se quejan y otros mendigan lo que el sistema ya no es capaz de dar. Attali, uno de los cien intelectuales más influyentes del mundo según Foreign Policy, critica estas posturas, que tilda de formas de "cobardía social", y apuesta por que cada persona construya su propio proyecto personal."Para lograrlo, para alcanzar el éxito en la vida propia, confíe en usted mismo. Respétese. Atrévase a pensar que todo está abierto. Tenga el coraje de cuestionarse, de trastocar el orden establecido, de emprender y considerar su propia vida como la aventura más hermosa", incita el autor de Convertirse en uno mismo.---"Lo tratado aquí no está designado con suficiente precisión por ninguna palabra en ningún idioma que yo conozca. No se trata de resistencia, ni de resiliencia, ni de liberación, ni de desalienación, ni de plena consciencia. Propongo esta expresión: convertirse en uno mismo"

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Información

Año
2016
ISBN
9788416372294

Segunda parte

El Renacimiento avanza
Numerosos conjuntos de ideas incitan a reivindicar la libertad en todas sus formas. Muchos individuos han empezado a no esperar nada de los poderes, a hacerse cargo de su vida, a apañárselas por su cuenta, a elegir su propia vida. Muchos convertirse en uno mismo se encuentran en pleno progreso: éstos se atreven a no permitir que los deseos de los demás determinen su vida; a no conformarse con consumir, ya se trate de objetos, servicios, prótesis o política.
No sería la primera vez que tendría lugar una evolución positiva de tal naturaleza: en la Europa del siglo XV, príncipes y obispos, emperadores y Papa pretendían gobernar las almas y los cuerpos; la población de cada región confiaba su suerte a prelados y a los confidentes de éstos, a señores y a su soldadesca. El Papa y el emperador romano germánico se disputaban el legado de los césares. Los reinos de Francia, Castilla e Inglaterra, con territorios mucho más pequeños que los actuales, libraban batallas sin cuartel. Los conflictos, las epidemias, las hogueras se multiplicaban. La intolerancia era el pan de cada día, las guerras de religión causaban estragos. No podía curarse ninguna enfermedad. La peste negra seguía diezmando, territorio tras territorio, la población de Europa.
Se anunciaba un nuevo siglo de horrores y miseria, y muchos escritores de la época predijeron que dicho siglo sería aún peor que los anteriores: A finales del XIV, Eustache Deschamps (músico, poeta y audaz consejero del duque de Orleans) compuso la Balada del tránsito de Bertrand de Guesclin; Jacques Despars (médico, canciller de la Iglesia de París) denunció la negligencia de los poderosos; Jean Meschinot (escudero del duque de Bretaña y sobre todo poeta) escribió su sublime Rondel de los que callan. Todo el mundo pensaba que el siglo que empezaba sería tan horrible como se anuncia hoy para nosotros el siglo XXI tal como se describe a grandes rasgos en los capítulos precedentes.
Y sin embargo, al mismo tiempo, sobre todo leyendo a otros autores (como Petrarca, Bocaccio, Alberto el Grande, Tomás de Aquino, Jean Bodin, Pico della Mirandola), se hubieran podido detectar leves indicios que revelaban todos los augurios de la época; en concreto, se hubiera podido ver que, excepto las potencias feudales dominantes de entonces, en Lombardía, en Venecia, en Flandes, el despertar de la razón, el deseo de enriquecerse, la ebullición de las ideas, la liberación de los cuerpos, el retorno del pensamiento griego, judío y árabe, la lectura directa de los Evangelios, la aparición del retrato, las innovaciones tecnológicas (la imprenta, la contabilidad), van acompañados del descubrimiento de continentes y de la llegada de otros agentes sociales: empresarios, comerciantes, financieros, exploradores, armadores, cartógrafos, poetas, músicos, pintores, filósofos y eruditos empezaban a poner en marcha a la gente y a las cosas y reinventaban sus vidas.
El Renacimiento –contemporáneo a lo largo de los siglos XV y XVI de calamidades y atropellos, últimas crispaciones de un mundo que agonizaba– estaba empezando.

Capítulo 1
Indicios leves de un nuevo Renacimiento

Actualmente podemos decir lo mismo: la escalada del Mal y la somalización del mundo, tal y como han sido descritas anteriormente, no son inevitables, el contexto mundial está repleto de oportunidades; es posible un Renacimiento. No todos los hombres ni todas las mujeres se conforman con ser resignados-mendigantes.
Resumamos algunos de los indicios que lo anuncian:
Los dos mil millones de personas que el crecimiento demográfico añadirá en los próximos treinta años a la humanidad aspirarán, en su mayor parte y de diversas formas, a la libertad y a la democracia. Es el caso de los jóvenes de la India, que se han convertido en una fuerza a la vez demográfica (430.000 millones de 15 a 34 años en 2011, o sea más de un 22% en diez años) e ideológica (un 94% –el porcentaje más elevado del mundo– cree que votar es un deber). Estos jóvenes han empezado a cambiar su sociedad, para mejor, impulsando movimientos de lucha contra la corrupción, campañas a favor del respeto a las mujeres, contra la violación, por la desaparición de las castas.
Por otra parte, el progreso técnico podría no tener tan sólo efectos negativos. Podría, concretamente, permitir que uno se las apañara mejor por su cuenta; que se cuidara, aprendiera, se alimentara, se alojara, realizara intercambios mejor que nunca; economizar mucha energía; controlar las emisiones de gas de efecto invernadero; reducir los trabajos más penosos y pesados; hacer que una gran cantidad de servicios, desde la sanidad a la educación, desde la seguridad a la justicia, sean mucho menos gravosos y más eficaces; de vivir al menos hasta los 120 años, tal vez incluso hasta los 140 para quienes van a nacer a partir del 2050. Muchísimas enfermedades podrían ser definitivamente erradicadas, entre ellas la lepra, el dengue, la filariasis linfática, así como las helmintiasis que actualmente afectan a más de mil millones de seres humanos. Entre el momento actual y el 2050 podrían desaparecer la tuberculosis y el sida; la fiebre del Ébola podría ser atajada. Nuevos descubrimientos en el ámbito de las neurociencias podrían posibilitar una atención más eficaz de las enfermedades neurodegenerativas y adaptar mejor los métodos pedagógicos a las necesidades específicas de cada cual. Sería posible aprender de una forma cada vez más lúdica y democrática. Las formaciones en línea harían accesibles los cursos de los mejores profesores de las mejores universidades a estudiantes en todos los rincones del mundo. La web semántica podría hacer posible la automatización y mejora de muchos servicios de asesoramiento. El cloud computing posibilitaría innumerables aplicaciones, principalmente compartir contenidos pedagógicos. Los laboratorios virtuales o controlados a distancia podrían permitir que los estudiantes y profesores de ciencias de las zonas desfavorecidas tuviesen acceso a experimentos costosos. La impresión 3D podría hacer que todos tuviesen acceso, a un precio muy bajo, a innumerables objetos, y conllevar una explosión de creatividad en la concepción de nuevos productos, creando nuevas formas de hacer cualquier cosa por uno mismo, de que la gente se las apañara por su cuenta. Los transportes podrían llegar a ser mucho más inteligentes, más prácticos, economizar más energía. Los vehículos –automóviles, trenes, aviones– podrían ser autodirigidos, con lo cual disminuirían los atascos. Los nuevos edificios podrían producir más energía que la que consumen, transfiriendo los excedentes de ésta a redes descentralizadas e inteligentes; incluso podrían llegar a ser autosuficientes por lo que respecta a la producción agrícola biológica.
Los recursos económicos cada vez más considerables que poseen unas clases medias cada vez más numerosas y unos rentistas cada día más ricos, permitirían financiar todo lo que precede, particularmente construir centenares de miles de kilómetros de autopistas, de vías de ferrocarril, de fibras ópticas; millares de puentes, presas, hospitales, universidades. Y así, África, India, Latinoamérica, Indonesia, Filipinas y el mundo árabe podrían, por fin, proporcionar a sus habitantes infraestructuras dignas. En Brasil, una nueva presa construida en Belo Monte, en el corazón de la Amazonia, será la tercera más potente del mundo (después de la de las Tres Gargantas, en China, y de la presa de Itaipú) y producirá un 10% de la electricidad del país; otras presas gigantescas se están proyectando, concretamente en el Congo (Inga III) y en China (sobre el Brahmaputra, en el Tíbet); si se construyen respetando el medio ambiente, van a mejorar enormemente la vida de centenares de millones de personas. En Pekín, la construcción del mayor aeropuerto del mundo, con capacidad para recibir una afluencia de 130 millones de pasajeros cada año, finalizará en 2018. En los Emiratos Árabes Unidos, actualmente se encuentran en construcción 1.200 kilómetros de vías férreas para conectar la totalidad del país. En Hyderabad (India), la construcción de un anillo vial de 72 kilómetros del metro permitirá descongestionar la ciudad, y lo mismo sucederá en muchas otras poblaciones del país. Gracias a inversiones de este tipo, cuya lista ya está preparada, también Europa podría, por su parte, si así se lo propusiera, interconectar sus principales ciudades mediante grandes corredores ferroviarios y redes de gas, eléctricas y digitales.
Paralelamente, el deseo de libertad política y económica se extiende por todo el planeta. La democracia progresa frente a las dictaduras. El mercado se transforma en todos los planos. Cada vez son más las personas que quieren elegir su propia vida, votar libremente, no tener miedo de la arbitrariedad, negarse a someterse a imposiciones, ya sean religiosas o laicas, consumir lo que les plazca. Hasta tal punto que algunos han podido pronosticar que la historia se reduciría a partir de ahora a la ineluctable generalización de la democracia de mercado.
De hecho, la democracia podría, en primer lugar, restablecerse en los lugares donde ha retrocedido, a semejanza de lo que desde hace poco parece ser posible en Somalia: aunque los servicios públicos básicos brillen por su ausencia y el grupo Al Shabab siga llevando a cabo acciones de guerrilla, ya no es del todo un Estado en quiebra; los miembros del Al Shabab fueron echados en 2011 de Mogadiscio por fuerzas armadas etíopes e internacionales, y luego abandonaron uno a uno casi todos sus bastiones del sur y del centro del país; la adhesión al Gobierno central de transición por parte de movimientos como el Ahlu Sunna Wal Jamaa ha hecho posible que progrese la reconciliación de las diferentes facciones.
La democracia también arraiga en muchos otros países donde no existía: Filipinas, que durante casi veinte años ha estado sometida a la ley marcial, la corrupción y el nepotismo propios del régimen de Ferdinand Marcos, ha podido, tras la revolución que lo derrocó, restablecer la democracia; el actual presidente, Benigno Aquino III, elegido en 2010, lucha contra la corrupción y ha logrado la firma de un histórico acuerdo de paz con los rebeldes musulmanes del sur del país. Colombia, antes socavada por las guerrillas y el narcotráfico, se ha convertido en una de las democracias más estables de Latinoamérica, y prácticamente en todo el país se ha restablecido el Estado de derecho; la ciudad de Medellín, otrora símbolo de los carteles de la droga, fue elegida en 2013 “ciudad más innovadora del año” por The Wall Street Journal. Túnez sale de tres años difíciles, después de la expulsión del dictador Ben Ali durante la revolución de los jazmines y de pasar por los disturbios relacionados con el ejercicio del poder por parte del partido islamista Enahda; en enero de 2014, los tunecinos aprobaron una Constitución; desde entonces un Gobierno tecnocrático dirige el país, a la espera de elecciones legislativas y presidenciales. Muchos otros países podrían seguir el mismo camino, lo que demuestra que nada es irreversible.
Los conjuntos regionales podrían fortalecerse, garantizando para cada uno de ellos un mejor contexto político. La Unión Europea, principal conjunto económico y comercial del mundo, políticamente fortalecido por la creación del euro, y, más recientemente, debido a la instauración de la unión bancaria, podría llegar todavía mucho más lejos, hasta la constitución de una entidad federal, condición de su subsistencia, que la convertiría en la primera potencia política del planeta. En el Sudeste Asiático, la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ANSA) muestra indicios de querer inspirarse en este modelo. África refuerza sus mecanismos de cooperación económica y política en torno a la Unión Africana.
Algún día podría incluso llegar a instaurarse un Estado de derecho mundial, lo que conllevaría la generalización de un verdadero derecho transnacional y de tribunales internacionales ad hoc, los cuales podrían, de un modo progresivo, exigir el respeto a los derechos de la persona humana y a las normas comunes de protección de ahorradores, consumidores, trabajadores y ciudadanos en general.
Basándose en estos pronósticos optimistas, demasiadas personas, incorregibles espectadores de su propia ...

Índice

  1. Portada
  2. Índice
  3. Introducción
  4. Primera parte. La resignación del mundo
  5. Segunda parte. El Renacimiento avanza
  6. Tercera parte. Los pensadores del ‘convertirse en uno mismo’
  7. Cuarta parte. Las cinco etapas del ‘convertirse en uno mismo’
  8. Conclusión. Convertirse en uno mismo, aquí y ahora
  9. Agradecimientos
  10. Sobre el libro
  11. Sobre el autor
  12. Créditos