Capítulo 1
Los intentos de instituir la educación agrícola y la agricultura científica en el Valle del Cauca a comienzos del siglo XX
En la postrimería del siglo XIX, el médico vallecaucano Evaristo García (1994, p. 133) (figura 1), venía elaborando una propuesta relacionada con la inclusión de un sector marginado por la sociedad: “las comunidades rurales vallecaucanas”, aplicando lo que actualmente se conoce como pedagogía institucional, deseaba cambiar la estructura instituida que no otorgaba reconocimiento social a dichas comunidades. Con su liderazgo, García estaba representando las fuerzas humanas instituyentes frente a la inercia de lo instituido; al respecto, sustentaba:
La agricultura del Valle del Cauca está, pues, en manos de pequeños propietarios de la masa popular, y si bien es verdad que les proporciona bienestar e independencia personal, no les facilita la educación que da el roce social ni la instrucción necesaria para hacer proteger el país de ese ramo de la riqueza pública.
Figura 1.
Científico Evaristo García.
Fuente: Estudios de Medicina Nacional (1945).
Evaristo García visionaba que mediante un proceso educativo se podría incluir socialmente un grupo humano conformado por las comunidades rurales, quienes poseían grandes potenciales para lograr el progreso agrícola en el valle geográfico del río Cauca (figura 2). Estaba convencido de que las comunidades rurales con reconocimiento social podrían contribuir en la consolidación de la democracia. En ese sentido, se apoyaba en la tesis de Diego Mendoza (1897):
El propietario raíz se siente más dueño de sí, de sus juicios y opiniones; no teme manifestarlas; goza, en una palabra, de más independencia de carácter. Los pueblos dueños del suelo que ocupan, defenderán sus hogares con más constancia y tesón que los que solo son usufructuarios temporales de él. La democracia que se funda en la propiedad, es más sana y vigorosa que la que solo puede alegar una abstracta declaración de principios; la población agrícola es el apoyo más eficaz de los partidos, organismos estos indispensables en la vida colectiva. La escuela en donde mejor se educan los hombres para el gobierno de sí mismo, es la de la independencia personal; ordinariamente para mantenerse recto en la vida, para seguir por un solo camino, para no oír sino los dictados del deber, necesita el hombre el respaldo de la propiedad en cualquier forma. (Citado por García, 1994, p. 133)
Figura 2.
Comunidades rurales marginadas.
Fuente: “Price, E.” (s. f.)
Las fuerzas humanas instituyentes habían detectado que mediante la inclusión social de las comunidades rurales se podría consolidar la democracia que requería el Estado-Nación colombiano. Asimismo, Evaristo García visualizaba la posibilidad de iniciar la construcción del ideal de progreso agrícola, porque precisamente, la producción de la mayoría de los cultivos de interés comercial estaba en manos de ellos; educándolos se podría transformar la agricultura y consolidar aún más la democracia.
Las comunidades rurales en su territorio habían descubierto la vocación del suelo para los cultivos, y poseían un conocimiento cultural ancestral sobre el manejo de diversos cultivos tropicales, y la utilidad de la fauna y la flora silvestre (figura 3).
Figura 3.
Arrieros y tejedora de las comunidades rurales.
Fuente: “Fernández, C.” (s. f.).
Solo se requeriría construir las vías de comunicación, dinamizar los mercados internos y apuntarle a una educación para el progreso no solo moral, sino tecnológica:
Procuremos la apertura de los caminos que nos pongan en comunicación con el mar, la mejora de las vías internas que faciliten el comercio de las ciudades entre sí y la concurrencia de los campesinos a los mercados, para crear necesidades de pueblos civilizados, como el saneamiento de los terrenos malsanos, la construcción moderna e higiénica de habitaciones cómodas, los vestidos mejor confeccionados para el abrigo y decencia, los alimentos mejor preparados, la aplicación de los motores de vapor o eléctricos para beneficio de las haciendas, la educación en el sentido moral e intelectual de las masas populares, y entonces el comercio y las industrias progresarán proporcionalmente y levantarán al país a un grado de civilización que haga más agradable la vida. (García, 1994. p, 134)
Los representantes de las fuerzas humanas instituyentes en la Asamblea Departamental del Valle deseaban instaurar la agricultura científica; en tal sentido, se propusieron construir una normatividad favorable, con una orientación bien definida. Desde un comienzo se insistía en instituir la educación agrícola superior, para lo cual se ordenó la fundación en Palmira de una Escuela de Agronomía y Mecánica Industrial, que incluía áreas conocidas de zootecnia, medicina veterinaria, agronomía, ingeniería, mecánica, agroindustria y administración. Al respecto se ordenaba:
El pénsum escolar será el siguiente. 1er año: nociones de física, química, geología y mineralogía. Agrología o estudio práctico del suelo. Abonos, cultivos de las plantas alimentables en el departamento del Valle. Cereales, forrajeras, leguminosas, alimenticias e industriales. Nociones de mecánica y carpintería.
2º año. Nociones de zootecnia veterinaria e higiene industrial y agrícola. Mecánica industrial, maquinaria agrícola y herrería y cultivo de plantas aclimatables en el departamento.
3er año. Industrias agrícolas: lechería y fabricación de quesos. Economía rural, mecánica industrial e ingeniería rural. Cultivo especial del cacao, el café, la caña, el cocotero, el caucho, arboricultura, horticultura y herrería (2º curso). Contabilidad y legislación rural. (Asamblea Departamental del Valle del Cauca, 1912. Ordenanza 79, art. 5)
Este primer arranque institucional a nivel departamental fue bastante aterrizado, debido a que no solo buscaba integrar la ciencia con la agricultura tropical, sino posibilitar la transformación agroindustrial, otorgándole valor agregado a los productos agrícolas primarios, incluyendo la formación empresarial.
Pero el atrevimiento de las fuerzas humanas instituyentes fue en vano, porque dicha ordenanza fue derogada y substituida por otra sobre la fundación de una Escuela Normal de Agricultura Tropical y de Veterinaria, donde la Asamblea del Valle se interesaba en divulgar los conocimientos científicos generados en otros países, relacionados con la agricultura. En tal sentido, autorizaba al gobernador para contratar en el exterior un profesor de agricultura y otro de veterinaria (art. 1). Además, “facultase al Gobernador del departamento para que haga la adquisición de un terreno apropiado” (art. 5). (Asamblea Departamental del Valle del Cauca, 1913, Ordenanza 28).
Lo anterior coincidía con los esfuerzos institucionales por crear organismos de carácter nacional que contribuyeran al progreso agrícola. Conforme con la Ley 65 de 1914, el presidente de la República, José Vicente Concha, creó el Ministerio de Agricultura y Comercio, responsable de la enseñanza agrícola y minera, además de la industria animal, la industria de plantas, la defensa agrícola, el estudio de suelos, la meteorología, la estadística, la inmigración y la colonización (Congreso de Colombia, 1913. Ley 25, octubre 8).
Los gobernantes continuaban construyendo la normatividad en favor del ideal de progreso agrícola. En 1914, se concedieron becas en el Instituto Nacional de Agricultura y Veterinaria para cada uno de los departamentos del país; igual estímulo otorgaría el gobierno en la “Escuela de Agricultura que funde el gobierno anexa al campo de experimentación, aclimatación y demostración en clima caliente” (Congreso de Colombia, Ley 108 de 1914, art. 2).
Además, con la Ley 74 de 1915 se adjudicaron 80 becas en el Instituto Nacional de Agricultura y Veterinaria y 40 becas en la Escuela de Agricultura Tropical. Luego el interés se fue concentrando en la capacitación técnica especializada en cultivos tropicales comerciales; en 1914 se fundó una escuela para fomentar el cultivo del tabaco en Palmira. Posteriormente se fundó otra escuela en Tuluá y se autorizó imprimir ejemplares sobre dicho cultivo (Asamblea Departamental del Valle del Cauca. Ordenanzas 42 de 1914 y 39 de 1915).
Para 1914, el Congreso de Colombia consideraba que se debía reglamentar lo relacionado con la enseñanza agrícola; en tal sentido, decretaba fundar un Instituto Agrícola Nacional y las Escuelas Prácticas departamentales de agricultura indispensable; por lo tanto, el Gobierno Nacional se propuso contratar hasta cuatro ingenieros agrónomos extranjeros, preferiblemente belgas (art. 1). Al mismo tiempo, autorizaba al presidente José Vicente Concha para comprar las tierras necesarias y “(…) fundar estaciones agronómicas o campos de experimentación agrícola, así como laboratorios y enseres que la enseñanza teórica y práctica de la agricultura demande y para hacer construir los edificios adecuados al efecto” (art. 2). “Tanto los establecimientos de enseñanza oficial agrícola, existentes en la actualidad, como los que se fundaren en lo sucesivo, podrán incorporarse al Instituto Agrícola Nacional” (art. 3) (Congreso de Colombia. Ley 38 de 1914).
En 1915, la misión belga liderada por Deneumostier, recomendaba crear estaciones agrícolas experimentales en tres regiones del país; dicha propuesta incluía una estación agrícola para el departamento del Valle del Cauca. Desde esa óptica, el Gobierno Nacional consideraba oportuno reglamentar la zonificación de las granjas de experimentación:
En desarrollo de esta Ley, facultase al Poder ejecutivo para fundar granjas modelo en las tres regiones climatológicas del país, caliente, templada y fría (…), para enseñar prácticamente a los labriegos y cultivadores nacionales los métodos agrícolas y técnicos más adecuados y de mejores rendimientos, según las posibilidades de cada zona de producción y los mercados que den salida a sus productos (art. 11). (Congreso de Colombia, 1915. Ley 75)
Adicionalmente, por predominar un desconocimiento técnico, relacionado con la aplicación de la agricultura científica a las diversas especies tanto animales como vegetales introducidas, seguían imperando sistemas productivos extractivos, donde las especies se fueron adaptando al ambiente tropical con diferentes grados de resistencia a las enfermedades del trópico, como los ancestrales cerdos criollos (figura 4); sin embargo, no fueron del todo inmunes y se fueron perjudicando al exponerse a las enfermedades, siendo difícil su control y administración, disminuyendo su productividad; se requería integrar la ciencia con la agricultura tropical.
Desde esa óptica, los individuos que querían desarrollar una agricultura empresarial tenían diversas limitaciones para ser eficientes, porque la única alternativa que poseían radicaba en aplicar en algunos casos una incipiente tecnología foránea que no posibilitaba controlar los problemas propios de los cultivos tropicales; por lo tanto, su vinculación al mercado internacional fue limitada, ...